Desde muy joven Elcano se inició en el arte de la navegación, interviniendo con una nave propia en la que campaña contra Argel que en el año 1509 dirigió el cardenal Cisneros. Con el Gran Capitán también tomó parte en las guerras italianas. Las deudas contraídas durante esta época motivaron la venta del barco a unos extranjeros, lo que estaba prohibido por las leyes españolas. Elcano pasó algunos años en el anonimato para evitar el correspondiente castigo. Será con Magallanes cuando Elcano obtenga mayor fama, alistándose en su empresa como maestre de la nao Concepción, una de las cinco naves que formaban la escuadra. La revuelta que tuvo lugar contra Magallanes en el puerto de San Julián le valió a Elcano el mando de la San Antonio por encargo de los insurrectos. Como capitán de la nave rebelde, Elcano pudo mediar para restablecer la disciplina y sofocar la revuelta, obteniendo un estimable resultado lo que le valió la estima de Magallanes y el aumento de su prestigio. Una vez resuelto el problema, regresó a su cargo en la Concepción. La muerte de Magallanes en la isla de Mactán durante el año 1520 provocó que Elcano asumiera el mando de la empresa. Las naves se dirigieron hacia las Molucas lo que motivó el envió por parte de Portugal de una escuadra para interceptarlas. Será en mayo de 1522 cuando Elcano dobló el cabo de Buena Esperanza, llegando cuatro meses después a Sanlúcar de Barrameda en la nao Victoria. Habían dado la vuelta al mundo. Fueron dieciocho los tripulantes que llegaron a tierras andaluzas, quedando algunos prisioneros en Cabo Verde a cargo del gobernador portugués. En recompensa por la hazaña conseguida Carlos I concedió al piloto de Guetaria una pensión de 500 ducados y un escudo de armas con la inscripción "Primus circumdedisti me". Posteriormente Elcano participó en las Juntas de Badajoz y Yelbes donde se puso fin al enfrentamiento hispano-portugués por la posesión de las islas Molucas. En Portugalete se alistaría en la armada de Loaisa que embarcaría rumbo a dichas islas, pereciendo durante la travesía.
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El café concierto "Eldorado" estaba situado en el boulevard de Strasbourg y era uno de los locales también frecuentado por Lautrec. Aristide Bruant actuó en este lugar tras su éxito en el "Ambassadeurs" por lo que volvió a elegir a Toulouse-Lautrec como diseñador del cartel publicitario. Visto el éxito alcanzado con el cartel titulado Ambassadeurs, Henri decidió hacer una réplica invertida, cambiando el nombre del local. La influencia de la estampa japonesa resulta evidente al emplear colores planos.
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Al igual que en el lienzo conservado en el Louvre, recrea Poussin en esta obra inacabada de 1661-1664 el tema de Eleazar y Rebeca, frecuente dentro de su iconografía. En el centro de la escena vemos a Eleazar, quien viene acompañado por un siervo, que sujeta un camello, a la izquierda. A la derecha, tras Rebeca, las mujeres, con cántaros de agua, se disponen a salir de escena. La luz, crepuscular, se corresponde con la propia de las aguadoras que señala el texto del Génesis. El empleo de colores pálidos y la ausencia de una composición armoniosa, más barroca, señala cómo en el Poussin de los últimos años predomina la reflexión filosófica, en este caso acerca del destino, sobre los aspectos puramente técnicos.
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La historia de Rebeca es la de una de esas apasionantes heroínas del Antiguo Testamento, que salvaban poblaciones enteras y asesinaban con sus manos a los tiranos. Rebeca fue la esposa del profeta Isaac. Previamente a su boda, la joven ofreció agua del pozo en un gesto de caridad a un desconocido, que resultó ser el sirviente de Isaac, Eleazar. El sirviente, reconociendo a Rebeca, le ofreció unas joyas, que es precisamente el momento elegido por Poussin para pintar la escena. La composición en friso nos sitúa inmediatamente en un estilo clasicista, que definió perfectamente la obra de los artistas franceses del Barroco, en especial la de Poussin. Pero además el autor imbuye el clasicismo en otros rasgos, como las arquitecturas italianas del fondo, la claridad homogénea de la luz, las anatomías perfectamente proporcionadas de las figuras y esa palidez marmórea de la piel en todas ellas que las equipara casi con las estatuas conservadas de Grecia y Roma antiguas.
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Es una obra temprana de Poussin, de fines de los años veinte, y fue con bastante probabilidad pintada para Cassiano dal Pozzo, dado que se conservó en su colección. Durante bastante tiempo fue catalogada como alusiva a Raquel, pero es, definitivamente, una narración sobre Rebeca. Es, pues, una temprana plasmación del tema, que podemos seguir durante los años gracias a los cuadros del mismo título del Louvre y Cambridge.
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El luneto de Eleazar-Mathan se encuentra en la pared frente al Juicio Final, junto a Jacob-Joseph. En la zona de la izquierda se ha reconocido a Eleazar como el joven que sostiene en sus manos al niño que repite la postura del Tondo Pitti mientras que la mujer - considerada muy fea por los especialistas - no ha sido identificada. En la zona de la derecha encontramos a Mathan, el abuelo de san José, junto a una mujer que hace bailar al pequeño Jacob. Las dos figuras principales se proyectan hacia el exterior para obtener un sensacional efecto de volumetría y perspectiva, rompiendo con la planitud de la pared donde está pintado el fresco y contribuyendo a crear un ambiente de dinamismo característico de la Sixtina.