Ruina de Eldena con entierro

Datos principales


Autor

Caspar David Friedrich

Fecha

h. 1800

Estilo

Romanticismo Alemán

Material

Pincel y sepia

Dimensiones

13,8 x 20,3 cm.

Museo

Staatliche Dresden

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A lo largo de su vida Friedrich realizó una larga serie de dibujos, sepias y óleos sobre las ruinas del monasterio cisterciense de Eldena, cercano a su ciudad natal de Greifswald, como Ruinas de Eldena de 1825-28 o el sorprendente Ruina de Eldena en el Riesengebirge, de 1830-34. Dicho monasterio, fundado en 1225, construido hasta 1400, fue abandonado por los monjes en 1553; desde 1665 servía de cantera, por lo que a comienzos del siglo XIX era ya una ruina irrecuperable. En este caso particular, una de las más tempranas representaciones del motivo, se acusa de forma notable la influencia de la técnica de Adrian Zingg, de la Academia de Dresde. Esta academia descollaba por el particular desarrollo conferido al paisajismo y la vista o veduta, hasta el punto de crear un subgénero particular, la veduta sajona. En ella destacaba el pintor suizo Adrian Zingg (1734-1816), a su vez en la estela del también suizo Caspar Wolf, quien había difundido sus paisajes abigarrados, fantásticos de los Alpes. Zing adaptó esta corriente al paisaje sajón. A través de su magisterio y por medio de exitosos grabados popularizó el pintoresquismo local, influencia que recogerá Friedrich. Estas naturalezas se caracterizan por su misterio y su plenitud de elementos caprichosos, que son los que el pintor pomerano eliminará de sus paisajes. Zingg buscaba la sorpresa en el espectador a través de la confusión de planos y la peculiar disposición de los espacios, que se hallaban encaminadas a provocar una emotividad, una reacción anímica, interior en el sujeto.

Friedrich despojará estos medios de su carga efectista y realizará un uso personal de ellas. En este caso, sin embargo, la influencia de Zingg se refiere más al detallismo de las hojas y la vegetación en general, es decir, a la técnica. Friedrich hace un marcado uso del contraste entre la zona iluminada y la zona en penumbra del primer plano, de contenido simbólico, pues ésta se refiere a los hombres y la muerte. Reflejan el concepto típicamente cristiano de la vanidad de las cosas, a través del cortejo fúnebre, las tumbas o el árbol seco, muerto. Estas figuras forman en la parte inferior un arco que delimita la zona central iluminada, enmarcada por el cielo nuboso. Un monje ora a Cristo crucificado, en esa relación simbólica de la muerte como puerta a la eternidad y la esperanza de la resurrección.

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