Abadía en el encinar
Datos principales
Autor
Fecha
1809-10
Estilo
Material
Dimensiones
110,4 x 171 cm.
Museo
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Formó pareja con Monje en la orilla del mar . Hasta la fecha no había realizado obras de semejantes dimensiones. Como la anterior, fue expuesta en la Academia de Berlín en septiembre de 1810 y adquirida por Federico Guillermo III de Prusia a instancias de su hijo, el príncipe heredero del mismo nombre, quien, como Federico Guillermo IV, sería considerado "el romántico sobre el trono real". Sintomáticamente, apareció colgada bajo Monje en la orilla del mar. De esta obra, Carl Gustav Carus resaltó su inusitada profundidad espiritual. Al igual que en' Procesión al atardecer', de 1805, aparece una escena religiosa, pero aquí se trata de un funeral en un paisaje de invierno. Los monjes portan el ataúd a través de una portada gótica, en la que se puede apreciar un crucifijo flanqueado por dos pequeñas luces. Estas ruinas góticas , se han identificado con las del monasterio de Eldena, junto a la costa báltica. El camino serpentea por un cementerio cubierto de nieve, lleno de tumbas irreconocibles. Como es usual en el artista, no existen límites espaciales, no hay fondo, no hay transiciones. La línea del horizonte es de nuevo muy baja, y aparece cubierta por una espesa niebla. Las encinas se alzan sobre el cementerio como símbolo de perdurabilidad. A pesar de asemejar un bosque, ninguna encina se superpone a otra. Es un árbol sagrado desde la Antigüedad, aunque su auge como símbolo de lo germánico despegó en Alemania en el siglo XVIII.
Como en Túmulo megalítico en la nieve , suele aparecer asociada a una tumba, y es reflejo de una actitud pagana y revolucionaria a un tiempo. Esta obra fue realizada en 1809 tras retornar de un viaje a Greifswald, poco antes de la muerte de su padre. El roble de la parte izquierda de la ruina procede de unos apuntes del natural realizados en Neubrandenburg durante ese viaje. Con esta obra, Friedrich traza la prolongación de su pareja, el 'Monje en la orilla del mar'. Si allí él era el monje meditabundo, solo ante la muerte, en ésta prefigura su propio funeral. Era un tema que ya había tratado en sus sepias desde 1804. La puerta hacia el más allá se abre en la fantasmagórica portada de la abadía. El espacio concebido en esta obra es inusual, puesto que aparece suspendido, bañado por la niebla. El medio plano, al estilo de su técnica, no nos lleva en transición a la distancia. Por el contrario, Friedrich retorna al sistema medieval de representar el espacio mediante la superposición de diferentes registros. La zona superior, que simboliza el reino de los cielos, es intensamente luminosa. La arquitectura gótica y el encinar representan un contraste conceptual en la mente del artista. Las ruinas son una alegoría de la religión del pasado, en oposición a la fuerza vital de las encinas y la luz celestial. Esta oposición no deja de crear un sentimiento de inquietud. La naturaleza ha vencido a la iglesia. Este "memento mori" (recuerda que has de morir) nos invita a la áscesis, a la meditación de la vanidad de las cosas humanas, como lo hacía el monje-Friedrich junto al mar. Esta obra, considerada durante todo el siglo XIX como la obra cumbre del artista, le llevó a la cima de su fama la cual, por desgracia, declinaría en tan sólo una década.
Como en Túmulo megalítico en la nieve , suele aparecer asociada a una tumba, y es reflejo de una actitud pagana y revolucionaria a un tiempo. Esta obra fue realizada en 1809 tras retornar de un viaje a Greifswald, poco antes de la muerte de su padre. El roble de la parte izquierda de la ruina procede de unos apuntes del natural realizados en Neubrandenburg durante ese viaje. Con esta obra, Friedrich traza la prolongación de su pareja, el 'Monje en la orilla del mar'. Si allí él era el monje meditabundo, solo ante la muerte, en ésta prefigura su propio funeral. Era un tema que ya había tratado en sus sepias desde 1804. La puerta hacia el más allá se abre en la fantasmagórica portada de la abadía. El espacio concebido en esta obra es inusual, puesto que aparece suspendido, bañado por la niebla. El medio plano, al estilo de su técnica, no nos lleva en transición a la distancia. Por el contrario, Friedrich retorna al sistema medieval de representar el espacio mediante la superposición de diferentes registros. La zona superior, que simboliza el reino de los cielos, es intensamente luminosa. La arquitectura gótica y el encinar representan un contraste conceptual en la mente del artista. Las ruinas son una alegoría de la religión del pasado, en oposición a la fuerza vital de las encinas y la luz celestial. Esta oposición no deja de crear un sentimiento de inquietud. La naturaleza ha vencido a la iglesia. Este "memento mori" (recuerda que has de morir) nos invita a la áscesis, a la meditación de la vanidad de las cosas humanas, como lo hacía el monje-Friedrich junto al mar. Esta obra, considerada durante todo el siglo XIX como la obra cumbre del artista, le llevó a la cima de su fama la cual, por desgracia, declinaría en tan sólo una década.