Monje en la orilla del mar

Datos principales


Autor

Caspar David Friedrich

Fecha

1808-10

Estilo

Romanticismo Alemán

Material

Oleo sobre lienzo

Dimensiones

110 x 171,5 cm.

Museo

Staatliche Museen de Berlín

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Si en Bruma matinal en la montaña Friedrich rompe con el paisaje clásico, esta obra es una de las más revolucionarias en la vida del artista. Fue tal su impacto cuando se expuso en la Academia de Berlín en septiembre de 1810, que el príncipe heredero, el joven Federico Guillermo de Prusia, la adquirió para la corte junto con su pareja, la Abadía en el encinar. Ante la perplejidad reinante en reacción a la obra, el escritor Heinrich von Kleist, admirador de Friedrich, describió la contemplación con el elocuente aforismo: "parece... como si a uno le hubieran cortado los párpados". En efecto, un gran muro de cielo lo abarca todo, un espacio indefinido y ajeno, extraño, se extiende ante nosotros. Comenzada en 1809, la obra atravesó varias etapas hasta su exposición en 1810. Para aguzar su impacto, Friedrich eliminó varios barcos que luchaban contra el mar y un cielo tormentoso, estrellado e iluminado por la luna, purificando así la visión, reducida en cuanto a figuras al monje capuchino anonadado ante la inmensidad. La playa, el mar y el hombre se ven confinados a una diminuta existencia. Las tonalidades cooperan a ello: ante un mar negruzco, la playa, gris y azulada, sostiene al monje, con su hábito marrón. Se enfrenta solo al universo, reflexiona con la cabeza apoyada en la mano. Se halla, compositivamente, en un lugar predominante, en lo alto de una leve duna de la playa. Según el diario de un contemporáneo, se trata del mismo Friedrich.

Su soledad pudo verse en parte incrementada por la muerte de su padre en noviembre de 1809. En cierto modo, presenta una meditación de la muerte en la tradición de la "vanitas" barroca, ante una naturaleza indiferente. Eliminada toda narración, toda sensación atmosférica - ni siquiera se define el día respecto a la noche -, se nos invita a la interiorización de la visión. Esta abstracción no sólo rompe con el paisajismo clásico, en singular el holandés de J. Van Ruisdael, sino que se aleja de otros románticos como Turner. A diferencia del británico, Friedrich hace primar la idea sobre la dinámica de lo sensible. Paraliza toda sensación física y construye la obra de manera que las impresiones físicas producidas por el paisaje han de ser trascendidas. Se ha señalado la influencia de esta obra sobre el arte contemporáneo, en especial Mark Rothko ya que, a su manera simbólica, destruye el espacio y el tiempo. La imagen no posee un punto de vista, sino que se elabora sobre una serie de situaciones visibles en un espacio de perspectiva invertida, pues prima el fondo sobre el primer plano. Además, no hay transición entre los términos. Esto, la carencia de un primer término, fue lo que llevó a Kleist a la afirmación antes recogida. Tras el éxito de estas obras, Friedrich fue elegido miembro de la Academia de Berlín en noviembre de 1810, con un márgen mínimo: cinco votos a cuatro. Su concepción revolucionaria del arte chocaba con la clásica de Gottfried Schadow, vicepresidente a la sazón de la Academia.

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