La ocupación y la división de Alemania

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Los aliados habían ocupado la totalidad de Alemania. La cuestión era cómo administrar el país y cómo dividirlo en zonas de ocupación. Será finalmente en Potsdam donde se concreten, tras la reunión de los ejércitos aliados, Montgomery, Zhukov y Eisenhower, las normas a seguir durante el tiempo de control aliado: extirpación del militarismo alemán y del nazismo; abolición de todas las fuerzas germanas; disolución de las organizaciones nacionalsocialistas; abolición de las leyes hitlerianas discriminatorias por razón de raza, credo y oposición política; arresto y posterior juicio de los criminales de guerra; proceso de desnazificación, control de enseñanza y del sistema judicial, y, por último, las cuestiones fronterizas y los estatutos territoriales de algunas provincias del Este. Respecto a la futura administración de Alemania, se decidió desarrollar una política de descentralización junto al fomento o restauración de los Gobiernos locales mediante consejos electivos y demás procedimientos democráticos, siembre bajo la vigilancia y control de los ocupantes. Aunque no se establecería de momento ningún Gobierno central, se hacía imprescindible el funcionamiento de los departamentos administrativos esenciales, de Finanzas, Transportes, Comunicaciones, Comercio Exterior e Industria, siempre bajo la dirección del Consejo Aliado de Control.

La división de Alemania en tres zonas, primero, y en cuatro, más adelante, mediante un nuevo reparto, para incluir a Francia, en la región occidental, permitió ver cómo se dibujaban dos posiciones opuestas. Mientras que Rusia y Francia, las principales víctimas del nazismo, pugnaban independientemente por una Alemania invertebrada, sujeta, dividida, Estados Unidos e Inglaterra optaban por una Alemania liberal, centralizada y fuerte, aunque también con sendas diferencias en su interpretación del futuro. Ciertamente fueron los norteamericanos los más prácticamente decididos a olvidar y los menos preocupados por un posible resurgimiento del nacionalsocialismo. La presencia británica resultó más dura. Los rusos trataron en todo momento de obviar cualquier coordinación política y, lo mismo que los franceses, se mostraron contrarios, aunque por razones diversas, a la creación de organismos centrales alemanes. Las autoridades norteamericanas y británicas sintonizaron muy pronto tanto en su aversión hacia la división en zonas -el miedo a la balcanización de Alemania- como en la proyección de sus pensamientos y propósitos, y por imperativos económicos y razones de eficacia fueron proclives a la fusión de sus zonas. Cuando, a principios de 1947, se consiguió la fusión nadie pudo sorprenderse, se trataba de lograr una zona económica conjunta capaz de autoabastecerse, y sólo resultó posible mediante la creación de un Consejo Económico alemán capaz de actuar con la autonomía concedida por otro Consejo bipartito compuesto por norteamericanos e ingleses.

Hasta el otoño de 1949, una vez constituida la República Federal Alemana, no se unió la zona francesa, y ello por imperativos de eficacia y exigencia de coordinación occidental plena, una vez que el Consejo económico alemán desde 1948 equivalía en la práctica a un Gobierno alemán que reducía sus actividades fundamentalmente al aspecto y objetivo económicos. Algo semejante se dio en el orden político como consecuencia de la división. En la zona confiada a Estados Unidos el Gobierno militar nombró desde principios de la ocupación un ministro presidente en cada uno de los Länder, y entre ellos formaron gabinetes de ministros también alemanes, previamente aprobados por el Gobierno militar norteamericano. Esos gabinetes, desde principios de 1946, se apoyaron en asambleas consultivas, cuyos miembros procedían de los cuatro principales partidos políticos. Fueron el origen del Consejo Regional -el Länderrat-, fiscalizado por la Oficina Coordinadora Regional del Gobierno militar de Stuttgart, que creó una secretaría permanente, más tarde ampliada y convertida en directorio. En la práctica y progresivamente se fue convirtiendo en un Gobierno alemán con jurisdicción en asuntos de importancia secundaria, aunque siempre bajo la tutela de las autoridades norteamericanas. Los británicos siguieron de cerca, aunque más pausadamente, el ejemplo norteamericano y crearon, con menos entusiasmo y con más reticencias, un organismo central alemán aglutinante de sus tres Länder.

Sólo en marzo de 1946 se llegó en Hamburgo a la consolidación de una entidad política alemana parecida al Consejo Regional o Länderrat. Los franceses fueron los más reacios en el sector occidental a la creación de estos organismos alemanes. Nunca llegaron a permitir la consolidación de sus Länder en un organismo común, y sólo permitieron a los alemanes participar en consejos y comisiones secundarios, sin carácter ejecutivo alguno. En la zona soviética, finalmente, el control y la vigilancia fueron mayores. La Administración central alemana allí establecida vivió estrictamente subordinada a las autoridades militares soviéticas, y sólo en 1947 crearon los rusos una Comisión Económica que sustituía a todos los organismos administrativos y sirvió de núcleo para el futuro Gobierno alemán en la República Democrática. Como síntesis de la ocupación y de la política de los vencedores en cada una de sus zonas destaca la prisa y casi impaciencia de Estados Unidos por traspasar el gobierno a los alemanes, ceder la Administración a personas civiles, transferir a los Länder las funciones desempeñadas por el Gobierno militar. Todo ello facilitó que, en abril de 1946, los representantes y fuerzas de este Gobierno militar se retiraran de municipios y distritos, y a fines del mismo año pudo el Gobierno dar por concluidas sus funciones administrativas, aunque siguió reservándose la fiscalización y el asesoramiento oportuno. El problema más arduo y el que más complicó en adelante tanto la marcha de la ocupación como el desarrollo de la guerra fría fue la división de Berlín en sectores.

Aquí las líneas de demarcación tomaron en la práctica carácter de fronteras, de modo que se hicieron precisos pasaportes y permisos especiales para cruzar del Oeste al Este, y viceversa. En cada zona la vida se organizó según las características y exigencias de las autoridades de ocupación, y hasta las actividades culturales y políticas reflejaban esta influencia y dirección. Pese a este particularismo reinante en cada zona, el Consejo Aliado de Control dictó disposiciones que comprendían a toda Alemania; pero, como el mismo K. Adenauer señala en sus Memorias, en la práctica el Consejo no funcionaba. El 9 de septiembre se publicó una disposición del Consejo disponiendo que en el futuro los aliados regularían todas las cuestiones que afectasen a las relaciones de Alemania con otros países, pero la anulación de todos los servicios diplomáticos y consulares alemanes supuso, en la práctica, el trasvase de la división a cualquier relación exterior.

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