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Leonidas Breznev es el único caso de un primer responsable político soviético que publicó sus memorias en vida y en el poder. Lo hizo a partir de 1978 y los tres volúmenes en que consisten tienen un interés muy limitado: se dedican a ocultar de forma sistemática su vinculación con su antecesor, que fue también quien le promovió, y, al mismo tiempo, potencian de una forma que resulta sencillamente increíble su papel en la Historia de la URSS. Pero también resultan muy interesantes desde otros puntos de vista. La de Breznev fue, por así decirlo una "personalidad impersonal" cuyo éxito nació precisamente de esta condición. La redacción de unas memorias por parte de un político en ejercicio transmite la impresión de normalidad en la vida política de un país; eso resulta muy descriptivo de que la URSS durante su mandato parecía haber alcanzado una estabilidad que la alejaba a la vez de las purgas estalinistas y de la actividad populista y efervescente de Kruschev. A esa estabilidad los dirigentes comunistas de la época la designaron con el término satisfecho de "socialismo maduro" o "real". Pero, como tendremos la ocasión de comprobar, entre lo que Breznev afirma en sus memorias y la realidad había una distancia muy considerable. Sólo esto explica la posterior evolución de la URSS en el tiempo de Gorbachov. La vida del sucesor de Kruschev puede ser resumida con brevedad. Fue un hombre de suave apariencia y modo de expresión, poco decidido y heroico, en el fondo un tanto titubeante pero a veces de apariencia impetuosa cuyo acto más heroico fue tomar parte en la defenestración de Kruschev.

Cuando lo hizo no tuvo inconveniente en mantenerle en una vida confortable pero también le escatimó sus peticiones en relación con los privilegios o la forma de vida adquiridos como político soviético. Frente a la desestalinización fue siempre partidario de publicar artículos de alabanza a Stalin, aunque sin demasiada estridencia para no contrastar demasiado con su antecesor. Hombre de una única dimensión, con mentalidad de funcionario convencional, pensó siempre que ésa era la mejor manera de librarse de conflictos. Pero, al mismo tiempo, sus papeles, que han podido ser consultados desde la desaparición del comunismo, fueron siempre precisos y concretos a diferencia de los que redactó Gorbachov. Se trataba, en definitiva, de un perfecto "apparatchik", caracterizado por la capacidad de trabajo, la constancia y la ausencia de nada extraordinario en su vida. Con él, por vez primera, en la dirección de la política soviética se instaló un profesional del partido. En efecto, de Breznev no puede decirse en absoluto que fuera verdaderamente un obrero, puesto que su primer trabajo fue ya un puesto burocrático en el partido en el que ingresó en 1931. Algo parecido puede decirse de las personas que tuvieron un papel más importante en su entorno como Kosyguin, Podgorny y Suslov, los cuales también ingresaron en el PCUS en parecidas fechas. Todos ellos prosperaron en la época de las grandes purgas estalinistas.

Breznev lo hizo al amparo de Kruschev y eso explica que no corriera ningún peligro especial. Hasta 1938 había cambiado con frecuencia de trabajo y nunca fue sospechoso de nada en la época de las grandes purgas precisamente por resultar una personalidad intrascendente. A lo sumo se podía haber esperado de él una carrera que le llevara al Comité Central del partido de Ukrania pero la Guerra Mundial modificó sus posibilidades. Kruschev fue de los escasísimos responsables regionales del partido no relevados por Stalin: aunque Ukrania despertaba muchos recelos en él era un país demasiado grande y estaba demasiado poblada como para que toda ella pudiera ser trasladada hacia el Este, según afirma Kruschev en sus memorias. Durante la Segunda Guerra Mundial Breznev fue comisario político y coronel, completando así una pluralidad de dedicaciones que siempre resultaba importante para la promoción de un dirigente soviético. En 1950 se convirtió en primer secretario del PC en Moldavia, cargo dotado de poco menos que la omnipotencia en esta República. Ya en la época de Stalin fue propuesto para formar parte del Comité Central del PCUS. Pareció rozar las cumbres de la nomenklatura en 1952 cuando fue nombrado miembro suplente del Presidium del Comité Central; era ya el momento en que el anciano Stalin quería aterrorizar a la vieja guardia por el procedimiento de promover a los jóvenes. La muerte del dictador le hizo dar un paso atrás en su carrera política pero se recuperó luego cuando Kruschev le rescató para uno de sus grandes proyectos, la colonización de las tierras vírgenes, iniciativa que Breznev se atribuye a sí mismo en sus memorias.

En concreto, a partir de 1954 ésa fue su tarea en la que consiguió un buen éxito inicial. Como ha solido acontecer en el seno de la clase dirigente soviética su promoción tuvo un momento crucial cuando se desvinculó de su patrocinador de otro momento. Este hecho podría ser calificado de "traición" de no ser por lo habitualmente que se ha producido en el seno de la dirección soviética (pero también en la política democrática). De cualquier modo, lo verdaderamente importante es el sentido fundamental que tuvo la sustitución de Kruschev. Lo que la nueva dirección del partido criticó en él fue "el subjetivismo y el voluntarismo"; así se explica que Breznev maltrate en sus memorias a su antecesor y pretenda que su carrera política dependió en exclusiva de Stalin. El nuevo estilo de Gobierno, de acuerdo con sus declaraciones, habría de basarse en el "análisis crítico", la "objetividad", los "métodos racionales", las "decisiones no improvisadas"... A todas estas expresiones hay que sumar otra todavía más importante: la "dirección colectiva" que se concretó en el hecho de que -se dijo entonces- una persona no pudiera acumular el cargo de secretario general y el de primer ministro. Por vez primera en la Historia de la URSS, la sucesión de Kruschev fue posible el cambio en la Secretaría General del PCUS sin que fuera acompañada de la desaparición física de quien lo ejercía. Este hecho se explica porque la clase política necesitaba una mayor seguridad en su carrera y en el ejercicio del poder de la que había tenido hasta el momento.

Kruschev estableció en su momento el principio de que no sería eliminado el adversario en las luchas internas. Breznev, adelantando un paso más, supuso el paso de la dictadura individual a la colectiva de modo que a la "nomenklatura" se le aseguró no sólo la vida sino también el puesto y el avance en su carrera: desde el primer momento señaló como principio de su acción político-administrativa el "respeto por el personal". No hubo bajo su mandato purgas ni denuncias que conmovieran la placidez de las carreras burocráticas. En 1966, por ejemplo, fueron reelegidos el 83% de los miembros del Comité Central. Especialmente al principio de su mandato los textos de y sobre Breznev insistían sobre su condición de copartícipe en un poder que ejercía junto con otros. Su biografía oficial hablaba, por ejemplo, de su "rectitud de principios, firmeza en la defensa de sus convicciones, carácter expeditivo a la vez que paciencia y, sobre todo, respeto a sus compañeros". Descripciones como ésas habrían resultado poco imaginables en sus antecesores. Breznev fue una personalidad mediocre pero ese rasgo fue el factor explicativo esencial en su promoción como garantía de que no trataría de imponerse absolutamente sobre el resto de la dirección del PCUS como lo habían hecho alguno de sus precursores. No sólo no fue un gran escritor sino que incluso era alérgico a la lectura, aunque tenía buena voluntad y paciencia en el trato. Su ascenso fue el de una persona considerada como de transición.

Poco educado, cometía numerosas faltas de ortografía. Carente de originalidad y de deseo de innovación, su tendencia natural fue presentar como ideales supremos la estabilidad y la paz. Pero eso no quiere decir que Breznev, al mismo tiempo no fuera concentrando en sus manos todo el poder y que, además, no fuera objeto de un culto a la personalidad. Como ya había sucedido en la época de Lenin y luego volvió a acontecer con Stalin y acabó por reproducirse en la etapa de Kruschev también en el caso de Breznev, aunque fuera de un modo mucho más lento y solapado, hubo una concentración del poder político en las manos de tan sólo una persona. Lo que sucedió en este caso es que esa persona era alabada y objeto de culto por la capacidad de trabajo en equipo, es decir por contar con los demás miembros de la "nomenklatura". En muy escaso tiempo abandonó las denominaciones, introducidas por su antecesor, de Presidium y primer secretario para sustituirlas por Politburó y secretario general, lo que indicaba bien a las claras la voluntad de potenciar el carácter colectivo de la dirección. En los Ministerios económicos, creados de nuevo para sustituir a los Consejos regionales ideados por Kruschev, empezaron a ascender los miembros de la llamada "mafia de Dnepropetrovsk" donde Breznev había iniciado su carrera. De los catorce miembros del Politburó, en el momento de caer Kruschev sólo quedaron cinco, aunque el resto sólo fueran retirados mediante una purga blanda que de cualquier modo no se produjo en los escalones inferiores.

Stalin tuvo una Secretaría particular de una influencia política enorme, a veces excluyente, al mando de un personaje opaco llamado Poskriobychev. El secretario de Breznev fue Chernenko, quien estaba destinado luego a dirigir el sistema soviético durante un corto paréntesis. Cuando la concentración de poderes en Breznev fue más absoluta y el culto a la personalidad resultó más omnipresente fue en los últimos años de su vida, a partir principalmente de 1978. Entonces asumió la práctica totalidad de los altos cargos de la jerarquía política soviética, incluyendo los de carácter militar, en manifiesta contradicción con lo que había dicho en 1964. Espectacular fue la acumulación de alabanzas acerca de su persona. Desde hacía años las declaraciones oficiales hacían aparecer declaraciones como la de que " todos los éxitos de la Unión Soviética están unidos a su nombre". En 1973 se hicieron nuevos carnets del partido y entonces a Breznev le correspondió el número 2 mientras que Lenin recibía "post mortem" el número 1. El aspecto más peculiar de la exaltación del secretario general fue, sin embargo, la referencia a sus capacidades militares e intelectuales. La Historia de la actuación de la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial puede ser escrita sin hacer mención a Breznev, pero éste recibió con el transcurso del tiempo con motivo de su actuación en ella más condecoraciones que el mariscal Zhukov.

Treinta años después de concluir el conflicto se le concedió el título, verdaderamente excepcional de "héroe de la Unión Soviética" y también obtuvo la Orden de la Victoria que tan sólo había sido concedida a comandantes militares que estuvieron al frente de los Ejércitos de su país. Al mismo tiempo en 1979 recibió el Premio Lenin por el supuesto valor literario de sus memorias y, considerado ya como un clásico del marxismo leninismo obtuvo, además, la medalla Karl Marx. Lo que principalmente interesa a la Historia es saber hasta qué punto la etapa de Breznev supuso un cambio para el régimen. La dificultad de identificar posiciones diversas en el seno de la clase dirigente del régimen resulta tan difícil como en el caso de muchas otras dictaduras en que también el conjunto de los personajes de la clase dirigente parece envuelto en un halo gris. Si acaso, se puede hablar de la existencia de un grupo de intereses principalmente ideológicos, representado por Suslov y Ponomariov, que, quizá exclusivamente por dedicarse a estas cuestiones, tendía a reafirmar la ortodoxia frente a los eurocomunistas mientras que otro sector representado por Kirilenko, Ustinov y, en cierto sentido, por el propio Breznev ofrecía una vertiente de actuación más pragmática. Sin embargo, es probable que esta diferencia haya sido tan sólo de matiz porque el mandato de Breznev da la sensación de haber estado caracterizado por una ausencia real de conflictividad interna como producto de una manifiesta autosatisfacción respecto a la política interior que también se trasladó a la exterior.

En la descripción de un disidente el régimen parecía "una gigantesca máquina que funcionaba con piloto automático", sin necesidad de plantearse grandes debates ni tampoco grandes alternativas por la simple razón de que era esencialmente conservadora en estilo y en retórica. De ahí la "pompa exterior" que compensaba la ausencia de aspectos heroicos y camuflaba un aparato estatal complaciente consigo mismo y nutrido de la burocracia del partido, los administradores públicos y una influencia creciente de la KGB y el Ejército. Una imagen completa de este régimen burocrático se encuentra en el Congreso del PCUS en que en 1976 tomaron parte unos 5.000 delegados de los que unos 1.800 eran dirigentes del partido, otra cifra semejante tecnócratas gubernamentales, unos 900 funcionarios de organismos agrícolas y unos 300 militares. En el último Congreso que Breznev presidió (1981) se impidió el acceso de la prensa extranjera porque las fuerzas físicas del secretario general no llegaban como para aguantar pronunciarlo, ni siquiera leído. El régimen en otro tiempo revolucionario se había convertido en una burocracia gerontocrática. Durante la etapa de Breznev se produjo también la aprobación de una nueva Constitución en 1977 la que sustituyó a la de 1936, aprobada durante la época estalinista. El resultado fue una arquitectura institucional que gracias a una mayor precisión permitía someter a unas ciertas reglas las relaciones entre el ciudadano y el poder.

Pero esto no quiere decir que existiera un régimen de Estado de Derecho. Las libertades enunciadas se entendían tan sólo en el marco del "interés de los trabajadores y el propósito de construir el socialismo" y el partido seguía manteniendo su papel "orientador y dirigente". Cabe preguntarse hasta qué punto la época de Breznev supuso una continuidad o una ruptura respecto a la Kruschev desde el punto de vista político. Sobre el particular cabe citar las palabras de un disidente, Amalrik: el poder sólo quería a estas alturas que todo siguiera como antes, que las autoridades fueran respetadas y que los intelectuales se callaran y ninguna reforma pusiera en peligro la estabilidad. No hubo en esta etapa, en efecto, el componente populista pero también reformista de la etapa de Kruschev sino que más bien existió siempre en la burocracia satisfecha una tendencia marcada a procurar no galvanizar de ningún modo a una sociedad a la que se dejaba vivir en la indiferencia o el escepticismo. El partido era una máquina burocrática que alcanzaba ya la cifra de 19 millones de adheridos, que venían a ser el 6% de la población, de los que el 70% eran cuadros pertenecientes a la Administración. El peso de esta última era cada vez mayor: a estas alturas ya existían setenta Ministerios dedicados a las diversas ramas de la industria. En total la "nomenklatura", es decir, el conjunto de los mandos en quienes reposaba la dirección del país, venían a ser unas 750. 000 personas que con sus familias podían llegar a un total de tres millones.

El término, que utilizó por vez primera Voslenski pero que era ya de uso habitual en la URSS, pasó a convertirse en una parte del lenguaje político universal. Cada puesto en la misma tenía un muy preciso y determinado número de privilegios estrictamente reglamentados. La desgracia política equivalía a perderlos pero también se podía esperar una avance paulatino y no problemático en la trayectoria burocrática. Sin embargo, algo característico de este momento histórico fue también la aparición de un movimiento contestatario. La época de Breznev se caracterizó por un incremento de la disidencia que ratificó en la mente de la clase política el peligro que corría el sistema en el caso de reformas. El primer signo de que se va a proceder a la cerrazón se percibió en la detención de Siniavski y Daniel en 1965. Fueron condenados a cinco y siete años de cárcel, respectivamente, sólo por el hecho de publicar libros en el extranjero. El movimiento de disidencia, como es lógico, tuvo sus limitaciones que nacían de las características del régimen. En 1958-1966 hubo 3.448 condenados a prisión por actos o propagandas antisoviéticos y fueron tan sólo 1.583 entre 1967 y 1975, unas cifras muy modestas para un país como la URSS. Si se examinan las listas de firmantes de manifiestos en contra de la actuación gubernamental se concluye en la relativa amplitud de la protesta pero también en su carácter limitado a determinados estratos sociales. Según Amalrik, tan sólo el 10% del millar de personas que firmaron manifiestos de protesta por la actuación gubernamental no eran intelectuales; la oposición política fue, por tanto, en exclusiva la de los medios de cultura.

Las medidas para reprimir esta oposición no fueron ya las de la época estaliniana pero tampoco pueden calificarse como blandas. Se recurrió contra ella no sólo a la prisión sino a enviar a la emigración o a las clínicas psiquiátricas. Probablemente las autoridades pensaron, de forma realista, que con este tipo de actuación se libraban de complicaciones; en el terreno ideológico de todos los modos procuraron detener cualquier indicio de avance en el camino de la desestalinización definitiva. En 1974 Solzhenitsin publicó El archipiélago Gulag y pasado algún tiempo fue expulsado de la URSS. En 1968 Sajarov ingresó en estos medios opositores; durante algún tiempo tan sólo fue seguido por la policía, pero se le acusó de haber visitado ochenta veces las Embajadas extranjeras y en 1980 Sajarov acabó siendo sometido a residencia en Gorki por temor a que si era expulsado revelara secretos relacionados con las experiencias nucleares de la URSS en el extranjero. Quizá fue él el ejemplo más claro de evolución hacia un ideario democrático, porque Solzhenitsin derivó hacia un cierto misticismo autoritario y Medvedev patrocinó una vuelta al leninismo purificado. Como se puede observar, en todos esos aspectos parece manifiesto que la etapa de Breznev trajo novedades cuya significación se descubrió luego, aunque de parte de los dirigentes fuera en el sentido de volver a posiciones que prescindían de cualquier tipo de reformas. En un campo, sin embargo, la situación no cambió.

Lo que Breznev denominó como "socialismo maduro" no era, como en el caso del anterior secretario general, un convencimiento de que el comunismo estaba a la vista ni tampoco el convencimiento sincero de que de modo inmediato se iban a superar las magnitudes económicas de los Estados Unidos. Pero Breznev prosiguió la línea marcada por Kruschev en el sentido de superar el "ascetismo de consumo" de la época de Stalin para atender, por lo menos en parte, las expectativas de la población desde la reducción del servicio militar al aumento de la renta por habitante y, en general, a la mejora del nivel de consumo. Merece la pena, por tanto, hacer una alusión a la evolución de la economía durante este período. En general, como en todos los terrenos, la etapa de Breznev significó un olvido del nervioso y contradictorio deseo de Kruschev de cambiarlo todo. De todos modos, en un principio de este período gubernamental hubo todavía medidas reformistas. Los precios pagados a los koljoses por el grano y el ganado fueron mayores y se toleraron los cultivos privados. Las inversiones agrícolas ascendieron hasta una cuarta parte del total. El ritmo de crecimiento de la producción en este terreno fue apreciable pero todavía una mala cosecha tenía como consecuencia una grave crisis de aprovisionamiento. El aumento de la demanda provocó todavía mayores problemas y crecientemente se dependió de importaciones de productos alimenticios, lo que, sin duda, fue una ventaja proporcionada por la distensión.

Ésta hizo posible, por ejemplo, la compra de grano en contrapartida al petróleo o las reservas auríferas acumuladas por Stalin. A pesar de su incapacidad para resolver los problemas de aprovisionamiento, todavía en 1985 la agricultura ocupaba al 39% de la población. Hubo también proyectos de reforma en el campo industrial pero, como aquéllos, quedaron más bien en proyecto sin traducirse en la realidad, constituyendo una prueba de que éste era un terreno en que se necesitaban cambios pero no había el suficiente grado de audacia para traducirlo en la realidad. Además, nacieron en países del área soviética más que en la propia URSS. Todos ellos tendían a hacer disminuir el peso decisivo del centro de decisión en la vida de las empresas. Ya Oscar Lange en Polonia defendió posibles cambios al final de los cincuenta. En 1962 lo hizo el soviético Liberman: sugirió la introducción del beneficio de la empresa y la posibilidad de quiebra de la misma. Aganbeguian, que luego desempeñó un papel importante en la "perestroika", criticó la centralización y el exceso de gasto militar. Todas estas doctrinas tuvieron algún efecto en la alta dirección soviética. Kosiguin defendió la flexibilización del cumplimiento de objetivos por la empresa e incluso la introducción de una serie de incentivos para los obreros y directores pero nunca se pensó en la posibilidad de que existiera la libertad de precios, que es el mecanismo fundamental de una economía de mercado.

De cualquier modo, la "primavera de Praga" liquidó las modestas experiencias en estos terrenos. Por el contrario, el peso de la burocracia se fue haciendo creciente y en la etapa de Breznev el número de los Ministerios industriales creció más de un 50%. Los resultados globales de la evolución económica resultan difíciles de cuantificar. En los años setenta la CIA estimaba que la economía soviética suponía el 60% de la norteamericana, pero es posible que ya a finales de los setenta tuviera un crecimiento negativo, con independencia de sus problemas de calidad y de ausencia o deterioro de infraestructuras. Además, la mano de obra disminuía en términos proporcionales. La revolución industrial llevada a cabo a marchas forzadas y con el auxilio del terror político ya no podía obtener los resultados previstos. La economía soviética mostraba en los años setenta su incapacidad para llegar a los nuevos campos de desarrollo industrial como la electrónica, los plásticos, la industria de consumo y la informática. Además, la rigidez del aparato económico acabó por compatibilizarse con la utilización de procedimientos ilegales para lograr una cierta flexibilización. Ya a partir de Kruschev empezó a tolerarse la economía negra. En este momento incluso se introdujo la pena de muerte para los delitos relacionados con esta materia y en algunas ocasiones incluso se llevó a la práctica. Ya en plena época de Breznev la economía "fantasma" se convirtió en un pilar del sistema y junto a ella adquirieron una creciente importancia las "mafias", que la hacían posible y se beneficiaban de ella.

Pero todas estas realidades eran compatibles con una situación aparentemente positiva en lo que respecta al nivel de vida. El Estado soviético, que en la etapa de Breznev era profundamente conservador pero se consideraba obligado a mantener un rastro de ilusión revolucionaria identificada con la expansión militar, hizo posible también una rápida mejora en aquel apartado. El nivel de vida creció un tercio en el período 1965-70 y, por primera vez, durante el plan quinquenal de 1971-5, la producción de bienes de consumo pasó por delante de la industria pesada. Desde 1956 existía un sistema de retiro y se abandonó el sistema de organización del trabajo basado en la vinculación de la persona con el puesto de trabajo. A mediados de los años sesenta se introdujo la semana de trabajo de cinco días y el alargamiento del permiso de maternidad. Pero perduraban los problemas de fondo. Al margen de que la productividad y el ritmo de crecimiento del PNB se deterioraban velozmente la protesta social reapareció a partir de 1959. El incidente más grave es el de Novocherkask, que produjo setenta muertos. Siempre la reacción de las autoridades fue la misma consistiendo en evitar que la noticia se difunda. "Simulo que trabajo y ellos simulan que me pagan", era, de acuerdo con una broma común, la divisa de los trabajadores soviéticos en esta época. Luego, con el transcurso del tiempo, se descubrieron todos estos males que se atribuyeron, con razón, a una época merecedora de pasar a la Historia con el término "estancamiento".

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