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Datos principales
Desarrollo
Con qué lo deleitaban a la hora de comer Quitadas las mesas e idos todos, se permita a los litigantes presentársele, pero con los pies desnudos, exceptuados algunos varones principales, como eran los reyes texcoquenses, tlacopanenses y otros, muy pocos, ligados con él por la amistad o por próximo parentesco de sangre o así honrados por su valor en la guerra, a los cuales se permitía entrar calzados, pero, sin embargo, por reverencia al rey se cubrían las vestiduras viles y aun cuando se les permitiera cuando hacía frío cubrirse con vestiduras preciosas, se les exigía que ocultasen éstas con otras de menos precio. Saludaban suplicantes al rey, doblando las rodillas tres o cuatro veces, con los ojos bajos y sin ver nunca al señor. Le hablaban hincados de rodillas y como retrocediendo y el rey respondía en voz baja y grave y en muy pocas palabras. Esto no rezaba con todos ni siempre, porque otros, que eran sus secretarios o consejeros, a veces aclaraban con mayor número de palabras cuál era la opinión del rey acerca de ese negocio. Y después salían retrocediendo, porque volver la espalda al rey se consideraba absurdo e incivil. Concluidos los negocios, esparcía su ánimo oyendo conciertos musicales y poemas, en los cuales se cantaban las guerras y las hazañas de los mayores, pero sin guardar ninguna medida de sílabas ni ninguna conexión de pies o equilibrio, sino compuestas en prosa. Se divertía también con los donaires de algunos de sus bufones o de hombres mordaces, con los cuales Motecçuma mientras duró su imperio se deleitaba de modo extraordinario.
También a veces se presentaban jóvenes que arrojaban a lo alto y recibían de nuevo, dándole vueltas con admirable velocidad, un madero cilíndrico, pulido y muy pesado, manejándolo con los pies, las rodillas y las corvas, de manera increíble y haciéndolo girar, en lo cual los nuestros con las manos mismas y ejercitados durante largo tiempo en ello, apenas los aventajarían. También le agradaba ver a un hombre de pie sobre los hombres de otro y un tercero sobre los del segundo, quien después de haber ascendido a esa altura, saltaba y bailaba con varios movimientos con tanta velocidad como si estuviese en suelo muy parejo. Observaba también el juego patoliztli que se jugaba con frijoles y habas que tenían que ser colocadas en cierta manera, llamadas patolli y distinguidas por ciertas líneas a la manera de nuestros dados. Y no raras veces se trasladaban al tlachtli donde jugaban los indios con la pelota llamada Ullamaliztli, la que solía fabricarse de la goma "ólli", de la cual hemos hablado entre las plantas, como de lágrimas de ellas o de licor que fluye espontáneamente. Esta pelota es dura y pesada, pero rebota con tal velocidad e ímpetu para arriba y al través, que supera en mucho a las nuestras más grandes que se llaman "evento". Impelen las pelotas con varias partes del cuerpo y se devuelven por los que guardan el lugar opuesto y no se permite tocarlas con las manos. A veces por convenio de ambas partes, no se permite tocarlas más que con la nalga y sólo al primero, segundo o tercer bote.
Eran vencedores los que la hacían pasar por un agujero muy angosto por donde apenas cabía la pelota. No me parece que deba seguir contando con mayor detalle las demás cosas que pertenecen a este juego, cuando han sido escritas por algunos antes que yo, e investigadas y anotadas, tanto en la Nueva como en la Vieja España, por muchos, pero opino que no deba callar que en aquellos tiempos le era permitido a los mexicanos apostarse ellos mismos, no sólo en el juego sino en otras muchas ocasiones. Y que se encontraban por todas partes (tanta es la vileza de algunos ánimos) a quienes perdida la apuesta, pasaran la vida con menoscabo y pérdida de la por demás cara libertad, en perpetua servidumbre con poco o ningún pesar. Había otro género de diversión de la cual gustaban no poco Mocçtecuma y toda la ciudad; para la cual se reunían algunos miles de hombres, y a veces entre ellos el mismo máximo rey, junto al templo de Hoitzilopochtli o en las plazas cerca de palacio, adornados con pieles de aves y de fieras y de algunos cuadrúpedos, y con collares y ramilletes de flores o de hojas; lo que llamaban nitoteliztli o baile, de lo cual dentro de poco diremos algo más. Solían también proponer algunos premios para aquellos que más velozmente llegasen a lugares a veces distantes sesenta millas y a veces mas, y regresasen más pronto; lo cual se acostumbraba hacer la mayor parte de las veces en tiempo increíblemente corto.
También a veces se presentaban jóvenes que arrojaban a lo alto y recibían de nuevo, dándole vueltas con admirable velocidad, un madero cilíndrico, pulido y muy pesado, manejándolo con los pies, las rodillas y las corvas, de manera increíble y haciéndolo girar, en lo cual los nuestros con las manos mismas y ejercitados durante largo tiempo en ello, apenas los aventajarían. También le agradaba ver a un hombre de pie sobre los hombres de otro y un tercero sobre los del segundo, quien después de haber ascendido a esa altura, saltaba y bailaba con varios movimientos con tanta velocidad como si estuviese en suelo muy parejo. Observaba también el juego patoliztli que se jugaba con frijoles y habas que tenían que ser colocadas en cierta manera, llamadas patolli y distinguidas por ciertas líneas a la manera de nuestros dados. Y no raras veces se trasladaban al tlachtli donde jugaban los indios con la pelota llamada Ullamaliztli, la que solía fabricarse de la goma "ólli", de la cual hemos hablado entre las plantas, como de lágrimas de ellas o de licor que fluye espontáneamente. Esta pelota es dura y pesada, pero rebota con tal velocidad e ímpetu para arriba y al través, que supera en mucho a las nuestras más grandes que se llaman "evento". Impelen las pelotas con varias partes del cuerpo y se devuelven por los que guardan el lugar opuesto y no se permite tocarlas con las manos. A veces por convenio de ambas partes, no se permite tocarlas más que con la nalga y sólo al primero, segundo o tercer bote.
Eran vencedores los que la hacían pasar por un agujero muy angosto por donde apenas cabía la pelota. No me parece que deba seguir contando con mayor detalle las demás cosas que pertenecen a este juego, cuando han sido escritas por algunos antes que yo, e investigadas y anotadas, tanto en la Nueva como en la Vieja España, por muchos, pero opino que no deba callar que en aquellos tiempos le era permitido a los mexicanos apostarse ellos mismos, no sólo en el juego sino en otras muchas ocasiones. Y que se encontraban por todas partes (tanta es la vileza de algunos ánimos) a quienes perdida la apuesta, pasaran la vida con menoscabo y pérdida de la por demás cara libertad, en perpetua servidumbre con poco o ningún pesar. Había otro género de diversión de la cual gustaban no poco Mocçtecuma y toda la ciudad; para la cual se reunían algunos miles de hombres, y a veces entre ellos el mismo máximo rey, junto al templo de Hoitzilopochtli o en las plazas cerca de palacio, adornados con pieles de aves y de fieras y de algunos cuadrúpedos, y con collares y ramilletes de flores o de hojas; lo que llamaban nitoteliztli o baile, de lo cual dentro de poco diremos algo más. Solían también proponer algunos premios para aquellos que más velozmente llegasen a lugares a veces distantes sesenta millas y a veces mas, y regresasen más pronto; lo cual se acostumbraba hacer la mayor parte de las veces en tiempo increíblemente corto.