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Datos principales
Desarrollo
Del Nitoteliztli Acostumbraban unas maneras de bailar dignas de verse, llamadas por los mexicanos nitoteliztli pero arreitos por los haitianos. A pesar de que a veces concurrieran tres mil, a veces cuatro mil o más hombres, todos cantaban el mismo canto con la misma voz y con la misma danza y compás del cuerpo y de cada una de sus partes; variadas sin embargo en cada una de las mudanzas, respondiendo y concertando con los temas mismos en modo maravilloso; y no sólo se ejercitaban en el canto y en el baile, sino que representaban a manera de comedia o tragedia alguna imagen de sus hazañas. De lo que resulta que había muchas clases de bailes; a veces se cantaban las alabanzas del rey y a veces las de algún héroe o cacique y tal vez las del dios en cuyo honor se celebraba la fiesta y en otras se ensalzaban las victorias. De aquí que hayan nacido tan numerosos nombres como Nenahuayzcuicatl, o sea canto de los abrazos; se llamaba así el baile que solfa hacerse en la tarde que precedía a la fiesta de alguno de aquellos que aquella gente perdida adoraba y veneraba como dioses; la danza empezada al principio de la noche duraba hasta la mañana, al esplendor y luz de las teas y de las flamas de carbones ardientes y de leños encendidos. Tenía lugar al derredor de la plaza del templo mayor y cada varón abrazaba a una mujer poniéndole el brazo derecho al derredor del cuello. Pero el Tlacuiloltepecayotl, o sea el canto de la pintura, se honraba con la presencia de los reyes que bailaban y danzaban y tenía también lugar junto a la plaza del templo mayor, como casi todos los otros bailes, en cada una de las cuatro fiestas del año, de las cuales las principales eran el Tlacaxipeoaliztli o fiesta de la desolladura de hombres, Panquetzaliztli o fiesta de la estatua.
¿Qué diré del Cuextecayotl en el cual imitaban el modo de bailar, el ornato y la apariencia de la gente huasteca, y representaban la guerra en que los vencieron, con sonido vario y tumulto marcial muy bien acomodado? El Chichimecayotl en el cual recordaban los principios y origen de aquella gente. El Xaponcuicatl, o canto de los festines, en el cual se cantaban las alabanzas del héroe que convidaba a cenar. El Cococuícatl, o sea canto de la tórtola, se cantaba en las nupcias y en él se alababa a los que contraían matrimonio. El Tlacahualizcucatl, o sea canto de los viajeros, en el que se referían las labores de los que traían a los reyes los impuestos anuales acostumbrados. El Ixcuecuechcuícatl, o sea canto en el cual eran celebrados promiscuamente varios héroes. El Huexocincayotl, o sea canto de los de Huexocingo, en el que celebraban la victoria que habían alcanzado sobre ellos; se cantaba principalmente en el tiempo en que eran arrastrados para ser inmolados a los dioses. Además el Otoncuícatl, Cuitlatecayotl, Michoacayotl, Tlaxcaltecayotl, Coyxcayotl, Tlacahoilizcuícatl, Cempoaltecayotl, Temazcalcuícatl, Anahoacoyotl, Cozcatecayotl, Oztomecayotl, y otros donde se hacía mención honorífica de los trofeos y de las artes de esa gente, tal como lo indican los propios nombres. El canto era en su mayor parte grave y tardo y lo que se cantaba estaba en prosa. Los adornos consistían en varias pieles de animales, plumas y penachos de varios colores. Las clases de armas y de dardos, como arcos, lanzas, flechas y escudos, eran innumerables.
Llevaban flores varias arregladas en collares o ramilletes. También gemas brillantes con las cuales se esforzaban en poner ante los ojos la imagen de aquellas gentes de las que solían imitar el traje, la manera de ser del cuerpo, el color de los vestidos y los cabellos y aquellas cosas que se incrustaban en las narices, orejas y otras partes del cuerpo. Los instrumentos musicales con los cuales además de las voces, del estrépito y de los silbidos acompañaban el canto, eran el Hoehoetl y el teponaztli, género de tambor, flautas en su mayor parte de cañas, huesos cavados con muchas estrías y esferas huecas llenas de chinitas. De la mayor parte de estas cosas presentamos una fiel imagen para que sean conocidas y vistas por los españoles y por todas las otras naciones hasta donde pueda hacerse.
¿Qué diré del Cuextecayotl en el cual imitaban el modo de bailar, el ornato y la apariencia de la gente huasteca, y representaban la guerra en que los vencieron, con sonido vario y tumulto marcial muy bien acomodado? El Chichimecayotl en el cual recordaban los principios y origen de aquella gente. El Xaponcuicatl, o canto de los festines, en el cual se cantaban las alabanzas del héroe que convidaba a cenar. El Cococuícatl, o sea canto de la tórtola, se cantaba en las nupcias y en él se alababa a los que contraían matrimonio. El Tlacahualizcucatl, o sea canto de los viajeros, en el que se referían las labores de los que traían a los reyes los impuestos anuales acostumbrados. El Ixcuecuechcuícatl, o sea canto en el cual eran celebrados promiscuamente varios héroes. El Huexocincayotl, o sea canto de los de Huexocingo, en el que celebraban la victoria que habían alcanzado sobre ellos; se cantaba principalmente en el tiempo en que eran arrastrados para ser inmolados a los dioses. Además el Otoncuícatl, Cuitlatecayotl, Michoacayotl, Tlaxcaltecayotl, Coyxcayotl, Tlacahoilizcuícatl, Cempoaltecayotl, Temazcalcuícatl, Anahoacoyotl, Cozcatecayotl, Oztomecayotl, y otros donde se hacía mención honorífica de los trofeos y de las artes de esa gente, tal como lo indican los propios nombres. El canto era en su mayor parte grave y tardo y lo que se cantaba estaba en prosa. Los adornos consistían en varias pieles de animales, plumas y penachos de varios colores. Las clases de armas y de dardos, como arcos, lanzas, flechas y escudos, eran innumerables.
Llevaban flores varias arregladas en collares o ramilletes. También gemas brillantes con las cuales se esforzaban en poner ante los ojos la imagen de aquellas gentes de las que solían imitar el traje, la manera de ser del cuerpo, el color de los vestidos y los cabellos y aquellas cosas que se incrustaban en las narices, orejas y otras partes del cuerpo. Los instrumentos musicales con los cuales además de las voces, del estrépito y de los silbidos acompañaban el canto, eran el Hoehoetl y el teponaztli, género de tambor, flautas en su mayor parte de cañas, huesos cavados con muchas estrías y esferas huecas llenas de chinitas. De la mayor parte de estas cosas presentamos una fiel imagen para que sean conocidas y vistas por los españoles y por todas las otras naciones hasta donde pueda hacerse.