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obra
En 1870 Fortuny abandona París ante el inminente ataque francés producto de la Guerra Franco-Prusiana recalando en Granada. Durante dos años vivirá con su familia en la ciudad andaluza, manifestando el propio pintor que serán los años más felices de su vida. En Granada Fortuny pinta, hace cerámica, compra diferentes cosas para sus colecciones... Granada aportó al maestro la luz y el color que podían cambiar su obra, pero Fortuny no se atrevió a romper definitivamente con un estilo de pintura - el "casacón" - que le proporcionaba el suficiente dinero para mantener su elevado tren de vida y su afán coleccionista. Fortuny se halla en un callejón sin salida al sugerirle su corazón acercarse a una pintura más libre y luminista y la cabeza indicarle no abandonar los "tableautin". Esta división le llevará a una depresión que le afectará los dos últimos años de su vida. La imagen que contemplamos es una magnífica muestra del debate interior que vive el pintor; es una obra pintada por gusto y para su propio disfrute, apreciándose como prescinde del dibujo para interesarse por el color y la luz, en un afán de enlazar con el Impresionismo que ya estaba dando sus primeros avisos en París. La perspectiva es amplia y el colorido muy limitado, abundando los pardos y sienas, pero el efecto nuboso del cielo y los tonos de las montañas del fondo otorgan una frescura a la imagen que nos habla de un nuevo Fortuny.
obra
Tomando como punto de partida los campos de blanqueo con las piezas de tela extendidas al sol ante la ciudad de Haarlem, Jacob van Ruisdael nos presenta una visión ligeramente fantaseada de la realidad, ajustando a su elección la altura y el punto de vista desde donde presenta la escena. La silueta de la ciudad se recorta sobre el amplio horizonte, ocupando el cielo dos terceras partes del lienzo, destacando sus edificios más significativos, entre ellos la iglesia de San Bavón o el Ayuntamiento. Las nubes ocupan un importante espacio del cielo, distribuyendo la luz en los campos para crear un contraste de claroscuro de gran belleza. La industria del blanqueo de telas era de las más productivas de Haarlem, importando tejidos desde Inglaterra, Alemania y el Báltico para sacar provecho del sol y el agua holandeses. Algunos autores han considerado que este asunto sería un simbolismo relacionado con la purificación del alma, alentando a los espectadores a seguir una vida correcta. También se ha planteado la posibilidad de que Haarlem sea la pureza ante el pecado. Aunque desconozcamos si estamos ante una simbología, lo que no cabe duda que se tratan de las escenas de Ruisdael más apreciadas por el público, quizá más que los torrentes.
obra
Innsbruck era ciudad imperial, como la propia Nüremberg. A las orillas del río Inn, es la última ciudad de Alemania antes de pasar los Alpes hacia Italia. Durero tuvo ocasión de visitarla en su primer viaje a Venecia. Forma parte de un conjunto de paisajitos a la acuarela, llamadas las Welsch Pirt, o montañas italianas. Estas acuarelas eran tomadas por Durero como recordatorio de los lugares que había visitado y como recursos para luego rellenar los fondos de sus cuadros. Estos paisajes no tenían valor como obras independientes, y la prueba es que cuando los realizó, Durero no firmó ninguno de ellos. Más tarde podremos encontrar estos paisajitos integrados en grandes obras del artista.