Busqueda de contenidos

contexto
Por Alfredo Jimeno Martinez Universidad Complutense de Madrid. Introducción La Muela de Garray (Soria), en donde se localiza Numancia, es un elevado cerro (unos 70 m de altura), situado en la confluencia de los ríos Duero, Tera y Merdancho, que domina estratégicamente una amplia llanura. Este altozano ofrece una extensa cumbre de forma almendrada, de 500 m. de norte a sur, y 260 m. de este a oeste, ligeramente elevada en su zona central. Numancia protagonizó a lo largo de 20 años (153-133 a,C.) la resistencia de los Celtíberos frente a la conquista romana. Para poner fin a esta situación fue enviado por Roma P. Cornelio Escipión (vencedor de Cartago) que aisló la ciudad, por medio de un cerco de 9 km., condenándola, después de 15 meses de asedio, a morir por inanición, en el 133 a.C. Tratando de evitar la reiteración, no nos extenderemos más en los datos apor-tados por la Fuentes Literarias; para una mayor documentación sobre estos aspectos, remitimos a la aportación del Prof. Adolfo Domínguez en este mismo Seminario. Numancia es la ciudad celtiberia más citada (de la que estamos mejor informados) en las Fuentes Clásicas por su resistencia y final heroico, lo que fue glosado, a veces hasta la exacervación, por los autores clásicos que le darán de esta manera- una dimensión universal. Esto explica que desde época muy temprana se suscitara una prolongada polémica sobre su ubicación (Zamora versus Soria) y también tempranamente se iniciaran los trabajos arqueológicos proporcionanado de esta manera la referencia básica para el estudio del mundo celtibérico. Historia de la investigación La ubicación precisa de Numancia en el cerro de la Muela de Garray, acompañada del levantamiento topográfico de sus restos arqueológicos, aportada por Loperráez (1788:282-289), ya en el siglo XVIII, será completada por la rigurosa identificación científica de esta ciudad, realizada por Saavedra a mediados del siglo pasado (1861:30-38). A partir de este momento los trabajos arqueológicos se sucedieron en la ciudad. Las primeras campañas oficiales se acometieron por una Comisión de la Real Academia de la Historia, bajo la presidencia de Saavedra, de 1861 a 1867 (1877:55-58), que siguieron a las primeras excavaciones, de 1803, realizadas por J.B.Erro (1806), subvencionadas por la Sociedad Económica Numantina. La historia de Numancia atrajo también el interés de los investigadores europeos, como Schulten (1914-1931), ayudado en los trabajos arqueológicos por Koenen, que bajo el patrocinio del Kaisser Guillermo, realizó excavaciones en la ciudad, en 1905, y hasta 1912 en los campamentos romanos y el cerco escipiónico (fig. 1). Entre 1906 y 1923, una Comisión Oficial, presidida primero por Saavedra y posteriormente por Mélida (1912), en la que tuvo un papel destacado B. Taracena (1920, 1921 y 1923), pondría al descubierto una amplia superficie de la ciudad, unas 11 ha., aproximadamente la mitad. Los trabajos posteriores solamente afectaron a superficies parciales, como los realizados por Taracena en 1940 en el espacio sobre el que se levantó la Casa de la Comisión (1943) o los cortes encaminados a solucionar los problemas estratigráficos, realizados por Wattenberg, de Septiembre a Noviembre de 1963 (Beltrán, 1964:451453; Wattenberg, 1963:17-25 1965:132-142), de acuerdo con el Plan de actuación sobre Numancia elaborado por la Dirección General de Bellas Artes (W. AA. 1967,1972). Las últimas campañas de excavación fueron acometidas, en 1970 y 1971, por J. Zozaya, documentando aspectos de la ocupación medieval (1970:210-215 y 1971:211-222). La información aportada por estos trabajos sobre Numancia es dispersa y desarticulada, ya que la estructuras urbanas y la cultura material las conocemos de forma independiente y descontextualizadas. A esto se une la falta de estratigrafías claras, que impiden concretar el número de ciudades superpuestas y el momento al que corresponden. Todo ello ha condicionado los estudios realizados posteriormente sobre este yacimiento, que han tenido que basarse fundamentalmente en la cultura material aislada y, sobre todo, en aquellos conjuntos más numerosos como son los cerámicos. Destacan en este sentido los trabajos sobre las cerámicas polícromas de F. Romero (1977), la cerámica sigillata de M.V. Romero (1985), los útiles de hierro de M.A. Manrique (1980); las Tesis de Licenciatura, todavía inéditas, sobre el poblamiento prehistórico, de J.J. Fernández (1984), y las cerámicas monocromas, de M" A. Arlegui (1986). La fundación de la ciudad celtibérica Nos interesa ahora abordar el tema del origen de la ciudad celtibérica, por ello no entraremos a considerar aquí las primeras ocupaciones del cerro de La Muela, correspondientes al Calcolítico-Bronce antiguo, ni los problemas que plantean los escasos restos de ocupación de la Edad del Hierro, anterior al mundo celtibérico, para establecer su relación con la ciudad celtibérica posterior. En relación con el momento de la fundación de Numancia existen diferentes planteamientos; así Schulten y otros autores la situaron hacia el 300 a.C., con la ocupación del territorio por los iberos y la necesaria reorganización del poblado (Schulten, 1945:19; Salinas, 1988:84); esta fecha será rebajada algo por Taracena ante la ausencia de de determinadas armas (1941:70); Wattenberg, por el contrario, era partidario de relacionar su fundación con los acontecimientos del 153 en relación con Segeda y el traslado de los segedenses a Numancia en busca de refugio (1960:156). No contamos con noticias y documentación arqueológica precisa que nos permita señalar con exactitud el momento del surgimiento de las ciudades celtibéricas; sabemos de su existencia en los inicios de la conquista, pero desconocemos la antigüedad de su origen. No obstante, la valoración de diferentes noticias sobre algunas ciudades nos llevan a admitir para el desarrollo del urbanismo un momento tardío y sólo ligeramente anterior al inicio de la conquista romana e incluso algunos aspectos de dinamización de este fenómeno, como la escritura y la moneda, tienen lugar ya bajo control romano. Las fuentes, en relación con la conquista de la Celtiberia, aportan algunos datos indicadores de la fundación de ciudades en ese momento. La noticia más antigua sobre la zona del Alto Duero se refiere a la incursión de Graco en el 195 que llegó al sur de la región hasta Segontia y, de creer a Aulo Gelio, hasta la propia Numancia, lo que supondría admitir ya la existencia de Numancia; esta cita siempre ha suscitado serias dudas. Diodoro y Apiano se refieren con motivo de las acciones de Fulvio Flaco en el 181, a la recién fundada y fortificada ciudad de Complega, que había crecido rápidamente, por haberse refugiado gentes que carecían de tierras. Con la firma del tratado de Graco, considerado modélico y de gran duración, Después de la Batalla de Mons Chaunus en el 179, se limitaba a los indígenas la construcción de ciudades. Se atribuye ahora a Graco la fundación de Gracurris. Finalmente será el conocido episodio, en el 153, de la reestructuración de la ciudad bela de Segeda, que estaba congregando en la ciudad de grado o por la fuerza a los pobladores de los alrededores y entre ellos a los titos, y la ampliación de muro defensivo de 8 km. de perímetro, el que provoque el enfrentamiento con Roma, por interpretar esta que se alteraba así el tratado de Graco; por el contrario, los segedenses entendían que el tratado sólo afectaba a la fundación de nuevas ciudades pero no a la reestructuración de las existentes. Los segedenses buscan refugio en Numancia, lo que nos lleva a entender que esta ciudad había sido fundada hacia poco y todavía estaba en pleno momento de incorporación de gentes y por supuesto dotada de buenas defensas, fue arrastrada así a la guerra de forma injustísima, en opinión de Floro, a pesar de haberse abstenido hasta entonces de participar en los combates, exigiéndoseles que entregasen las armas, que para los bárbaros era como si se les ordenase que se cortaran las manos. Sin tener que hacer coincidir necesariamente la fundación de Numancia con este episodio como opina Wattenberg, si que hay que reconocer, que la fundación de esta ciudad y del resto de las ciudades de esta zona -como Uxama y Termes-, considerando los datos comentados, habría que situarla en la primera mitad del siglo II, y quizás en el primer tercio de este siglo o como mucho al final del III, sobre todo si valoramos la vigencia del tratado de Graco, que prohibía construir nuevas ciudades, y la presencia de núcleos como Uxama y Termes ya desarrollados y participando en las guerras celtibéricas a partir del 153 a. C. Posiblemente el desarrrollo de las primeras ciudades en la zona del valle del Ebro fuera ligeramente anterior a la del Alto Duero. Interpretación estratigráfica y estilos cerámicos La actuación sobre Numancia estuvo condicionada por la visión trasmitida por la fuentes de su gesta; desde el principio la investigación asumió que los restos estratigráficos, dejando a parte los dispersos de época prehistórica, correspondían únicamente a dos ciudades, una más antigua celtibérica, que no podía ser otra que la heroica Numancia, del 133 a.C., sepultada por un "sudario" de incendio y destrucción, que la separaba de otra romana posterior, atribuida a Augusto, superpuesta encima y acomodada, en gran medida, el trazado de la anterior. Los trabajos de la Comisión de Excavaciones del siglo XIX, dirigidos por Saavedra, ya hablaban de tres momentos de ocupación en el cerro de la Muela -celtibérico, romano, medieval-. La Comisión a principios de siglo observa la sucesión de tres poblaciones la primera prehistórica "neolítica" (solo reconocida en algunos lugares); la segunda "ibérica", que es la que documentaba la civilización arevaca (con restos celtibéricos y una potencia entre los 0,60 y 1,50 m., cubierta con la capa de tierra y adobes de color rojo del incendio de la ciudad); la tercera población "celtíbero-romana" (con un espesor de unos 50 cms.) (1912:10). Schulten diferenciará dos momentos prehistóricos, uno con útiles neolíticos, y otro con vasos de época hallstáttica, y tres niveles más que denominó "ibérico", "iberorromano" y "romano", sin aclarar si con esta denominación pretendía admitir una continuidad de la ciudad con posterioridad al 133 (Schulten, 1914:12-17). Sería, no obstante, González Simancas, que realiza trabajos paralelos a los de la Comisión, tratando de documentar el sistema defensivo de la ciudad, quien llama la atención sobre la existencia de más de un nivel de incendio. Distingue dos momentos prehistóricos (neolítico y hallstáttico) y en relación con la ciudad diferencia una muralla preescipiónica, dos ciudades incendiadas celtibéricas, una ciudad romana imperial y otra del Bajo Imperio; también alude a restos altomedievales (González, 1926:39), pero estas observaciones no serán tenidas en cuenta. El esquema de evolución tipológica de la cerámica elaborado por Taracena sobre la cerámicas de Numancia, sin el apoyo de comprobaciones estratigráficas, ha sido el punto de referencia para establecer la ordenación cronológica. Distinguía en las cerámicas pintadas tres estilos: uno más antiguo, vinculado a los vasos blanco-amarillentos con pinturas polícromas naturalistas, que situaba a finales del siglo IV o principios del III a. C.; un segundo, geométrico, de engobes rojos y pinturas bícromas de temas fantásticos, con tendencia al "horror vacui", fechados a mediados del siglo III a. C.; un tercero y último estilo, esquemático, de vasos rojos con motivos geométricos en negro, desde finales del siglo III al 133 (Taracena, 1924), momento último de Numancia, que para Termes y Uxama tendría lugar en el 98 y 74 a.C. respectivamente. Revisión de la estratigrafía y los estilos cerámicos Será a partir de los años 60, con el adelanto ofrecido por Wattenberg (1960) en su ponencia al Primer Symposium de Prehistoria de la Península Ibérica, en la que realiza un análisis concienzudo de los problemas planteados en el estudio de la cultura celtibérica. En este trabajo apunta ya las bases para llevar a cabo la revisión de la estratigrafía y ordenación tipológica de la cerámica, que desarrollaría en su trabajo sobre las Cerámicas Indígenas de Numancia (1963) y que le llevara a realizar cortes estratigráficos en la ciudad (1964). Serán los trabajos de Wattenberg los que incidan sobre lo apuntado por González Simancas, apoyándose sobre todo en las estratigrafías proporcionadas por Koenen, concretamente el croquis 61, y otro sin numerar del que Bosch había realizado algunas observaciones "tendríamos un conjunto completo de niveles que nos llevarían desde las cerámicas célticas cordonadas hasta la invasión postenor a la invasión franco-alamana" (Wattenberg, 1963:20). Wattenberg atenderá cuidadosamente y entresacará de los textos clásicos aquellos momentos en los que Numancia se vio involucrada en conflictos bélicos y sería destruida, relacionando los tres niveles de incendio que ofrecen estas estratigrafías con otros tantos momentos históricos, que relaciona con el 133 -el más potente- uno segundo que sitúa entre el 133 y el 75 a. C. y el tercero entre este año y el 29 a.C., con el inicio de las campañas contra vacceos, cántabros y astures (1963:20-22). Para Wattenberg, las dos plantas de ciudades -consideradas celtibérica y romana-, recogidas en el plano clásico de Taracena, serían posteriores al 133 y su urbanismo se explicaría por ser obra romana; trazado que se conservó y aprovechó posteriormente en época imperial. Este marco estratigrafía) aporta las bases para ordenar las cerámicas numantinas con un esquema opuesto al propuesto anteriormente: a/ entre el 320-220 a.C., cerámica a mano con decoración incisa, a peine o con incrustaciones metálicas; b/ entre 220-179 a. C., iniciación generalizada del tomo con adaptación de la decoración anterior a la nueva técnica, desarrollándose las cerámicas estampilladas grises; todavía no aparece la decoración pintada; c/ entre 179-133 a. C., utilización industrializada del torno; pervivirán las formas tradicionales; es el momento de las típicas cerámicas celtibéricas; d/ entre 133-75 a. C., cerámicas que imitan las formas campanienses A y B, y temas pintados con motivos simples; e/ entre 75-29 a.C, formas de tipología mixta indígenas y romanas, con exaltación de temas indígenas. Al final de la evolución de este proceso aparece la policromía en los vasos (Wattenberg, 1963:33-36). Los trabajos estratigráficos tienen dificultad para dar con el nivel del 133 a.C. Si aceptamos la estratigrafía de Wattenberg, la Numancia indígena nos es mucho mejor conocida a partir del 133. Por otro lado, las fechas más recientes, que resultan de esta interpretación estratigráfica para las cerámicas numantinas, son afirmadas por trabajos posteriores, que han establecido relaciones entre la iconografía numantina y las acuñaciones monetarias indígenas, manteniendo la idea de que la figura humana se incorpora al repertorio iconográfico numantino, al igual que algunos otros elementos, bajo la influencia romana e, incluso, prolongándose las polícromas a los inicios del Imperio (Romero, 1976:177-189). Pero a su vez este esquema tiene también algunos puntos débiles. En primer lugar, todas las conclusiones estratigráficas se deducen de cortes practicados en una superficie reducida de la ciudad; ofrece una visión de la ocupación de Numancia continuista, sin interrupciones, desde la base indígena más antigua hasta la época imperial romana; finalmente resulta evidente en esta interpretación el dirigismo que ejercen los acontecimientos bélicos, acaecidos en la Celtiberia, narrados en la Fuentes, y es problemático que estos queden reflejados tan minuciosamente en una parte reducida de la Ciudad. En el futuro habrá que conocer los datos estratigráficos del cerro en su totalidad, que posibiliten confeccionar un estratigrafía general, que nos permita valorar más atinadamente estos trabajos. Evolución de la ciudad y aspectos urbanísticos - La Numancia Celtibérica Los datos urbanísticos que conocemos se refieren a la ciudad infrapuesta a la de época imperial romana, que algunos autores identificaron con la ciudad destruida en el 133 y otros, con los que nos identificamos, con la ciudad del siglo I a.C. Esta cronología permite explicar la avanzada planta reticular del trazado de la ciudad y relacionarla con los materiales más característicos de Numancia, como son las cerámicas monocromas y polícromas, que se fechan a lo largo del siglo I a.C. La Comisión, por el contrario, de acuerdo con la ordencación de los estilos cerámicos de Taracena, situó estas cerámicas en el siglo III a.C., anterior a la destrucción del 133 a.C., así como el trazado urbanístico con ellas relacionado (fíg. 2). A esto hay que añadir que la distribución de algunos materiales (diferentes tipos de fíbulas), que podrían remontarse al 133 a.C., en el plano urbanístico conocido de la ciudad muestra concentraciones en las calles, lo que nos hace sospechar, que estos espacios pudieron estar destinados en un trazado anterior a casas y por tanto indicar un trazado urbanístico diferente del que ahora conocemos. La amplia superficie excavada, unas 11 ha. (casi la mitad de la superficie calculada para la ciudad), muestra algo más de 19 calles y 20 manzanas, que permiten conocer su trazado y organización en torno a dos calles paralelas, cruzadas por otras 11, formando una retícula uniforme, sin dejar espacios libres o plazas, rodeada al occidente por una calle de ronda paralela a la muralla. Las manzanas y las casas que ahora se contemplan correponden mayoritariamente a época romana; no obstante el trazado de la supuesta ciudad celtibérica se deja ver en los arroyos de las calles, descubiertos por debajo de los de época romana. Las calles celtibéricas presentan cierta irregularidad en su ejecución y trazado y están empedradas con cantos rodados de desigual tamaño. En el arroyo se disponen grandes piedras brutas sin ninguna regularidad, para utilizarlas como pasaderas de una acera a otra. Las plantas de las viviendas celtibéricas son rectangulares o trapezoidales, de unos 12 metros de largo por 3 a 6 metros de ancho, y su basamento estaba realizado con manipostería; el alzado de las paredes y los muros interiores, separadores de estancias, se construían con postes de madera y muros de adobe o tapial de unos 30 a 45 cm. de grosor. Los enlucidos eran de barro y cal, y la techumbre se realizaba con armadura de madera y cubrimiento de ramaje. Estaban divididas en tres estancias; en la central aparecía un hogar, situado en medio, y en la de entrada había una trampilla por la que se accedía a una habitación subterránea o bodega, de estructura cuadrada. La bodega-cueva constituye una dependencia típica de la casa cetibérica; al parecer cada casa poseía una, que presentan una profundidad de 1,5 a 2 m. Tenían como finalidad general el almacenamiento y conservación de provisiones. No obstante, algunas estaban destinadas a una función no estrictamente doméstica sino artesanal (fig. 3). Numancia, después del 133 a.C., no estuvo mucho tiempo deshabitada, ya que abundantes restos hallados indican una profusa ocupación a lo largo del s. I a.C. Es precisamente a esta fase de la vida de la ciudad a la que hay que atribuir los restos de cultura material más característicos, como sus producciones cerámicas monocromas y polícromas. Así, como buena parte de los objetos de metal, monedas y fíbulas con representación de caballos y toros, agujas, anzuelos, espirales de bronce, cuchillos rectos, navajas, sierras, compases, hoces, podaderas, tijeras, frenos de caballo. Están escasamente representadas las armas, aunque continúan las típicas de la etapa celtibérica, destacando los puñales, puntas de lanza, cuchillos curvos de hierro y proyectiles de honda. No obstante muchos de estos objetos y utensilios son difícilmente diferenciables de los de época imperial romana. Las más numerosas son las primeras, con pinturas negras sobre barro rojo, presentando formas angulosas y duras, con predominio de los jarros troncoconicos, jarras de boca trilobular y las copas. Las pinturas ocupan toda la superficie del vaso y los temas representados son geométricos (cruces que alternan con "svásticas", aspas, ajedrezados, espirales, círculos y semicírculos concéntricos) que se mezclan y alternan con figuras humanas o de animales (aves, peces y alguna vez el toro), que rara vez forman escenas. El otro conjunto de cerámicas, próximo o en torno al cambio de era, se caracteriza por la decoración polícroma sobre barro rojo o blanco; ofrecen formas más suaves y figuras silueteadas en negro y su interior relleno de diferentes colores, representando escenas humanas o de animales, a veces monstruosos, con gran expresionismo. También corresponden a este momento las trompetas y bocinas de barro, a veces decoradas con pintura o rematando sus bocas en fauces de animales más o menos fantásticos. Además de su valor estético y artístico, las representaciones de las cerámicas nos permiten extraer información sobre aspectos de la vida y costumbres de los numantinos, como la vestimenta de hombres y mujeres, armamento (espadas, puñales, lanzas, escudos, cascos etc., del "Vaso de los Guerreros"), disfraces, máscaras (caballos, toros, aves, figuraciones vegetales), danzas o escenas "rituales" ("Jarra del domador de caballos", hombre tocado con asta de ciervo, danzantes con los brazos enfundados en astas de toro) y mortuorias (guerreros muertos picoteados por aves rapaces), y esquematizaciones astrales del sol y la luna (svásticas o tetrasqueles). - La ciudad de época Imperial Romana A lo largo de la época imperial, dejará su huella en la ejecución más regular de sus calles, de nuevos trazados parciales y en el trabajo de la piedra más cuidado, así como en una mayor complejidad del espacio habitado, que se plasma en una mayor compartimentación (fig. 3); pero no se acusa en su esquema general, ni en la construcción de grandes edificios públicos. Únicamente algunas casas con patio central porticado y peristilos con columnas toscanas se apartan ligeramente de su estructura rural indígena. La vida de Numancia decaerá a partir del s. III, fechándose los últimos hallazgos de época romana en el s. IV. Algunos objetos y cerámicas permiten hablar de una leve ocupación visigoda, en el s. VI y una presencia clara de ocupación en la Edad Media, de la que queda todavia en pie la ermita románica de Los Mártires. - Los recintos defensivos Los trabajos arqueológicos han puesto al descubierto en algunos puntos la existencia de una muralla. De los tramos descubiertos se deduce la falta de uniformidad a lo largo del perímetro, permitiendo suponer diferentes recintos fortificados, ampliaciones y rectificaciones. Los lienzos descubiertos corresponden a un recinto que constriñe y limita el trazado urbano conocido, que puede corresponder con la ciudad del siglo I a.C., es decir posterior a la Numancia destruida en el 133 a C., con continuidad en época imperial romana. Esta muralla ofrece algunas características inadecuadas, para lo que es usual en los sistemas defensivos del mundo celtibérico. Este recinto no aprovecha, en gran parte, el cortado natural del cerro y se dispone, un tanto alejada del mismo, no pudiendo cumplir en algunas zonas el control exigíble en toda muralla. La solución de estos problemas defensivos está relacionada con las observaciones ya apuntadas por algunos autores, referentes a la existencia de dos recintos murados más en las laderas del cerro - dibujo de Loperraez y mejor documentados en los trabajos de Schulten-, que aportarían una mejor explicación a las deficiencias del trazado conocido, así como datos sobre la ocupación de la ciudad. Se están realizando ahora trabajos de prospección geofísica (a cargo de la Dra. Hernández del Departamento de Geofísica de la Universidad Complutense) para la detección de estos recintos y su información permitirá realizar trabajos arqueológicos de forma más controlada, evitando problemas de conservación añadidos. La necrópolis de Numancia - Búsqueda de la necrópolis y referencias históricas La localización de la necrópolis de Numancia ha centrado la atención de los investigadores a lo largo de este siglo. Ya en las primeras décadas la Comisión de Excavaciones realizó un amplio programa de sondeos, unos 53, en torno al cerro numantino (más en la zona Norte y Sur) sin resultados satisfactorios (fig. 4). Se planteó incluso la posibilidad de que Escipión, al fortificar sus posiciones frente a Numancia, hubiera destruido la necrópolis, para conseguir un efecto moral contra los sitiados (Mélida,'1922: 178). No obstante, los escritores de la Antigüedad han transmitido un doble ritual de enterramiento entre los celtíberos; según Silo Itálico "dan sepultura en el fuego a los que mueren de enfermedad..., más a los que pierden la vida en la perra... los arrojan a los buitres, que estiman como animales sagrados". - Círculos de piedra y exposición de cadáveres La incesante búsqueda de la necrópolis de Numancia, unido a la tendencia a destacar sitemáticamente su heroísmo, condujo a utilizar en exceso estas noticias y tratar de explicar la ausencia de necrópolis por la exposición de los cuerpos de los numantinos para ser cerámicas con hombres caldos picoteados por rapaces, y devorados por los buitres. Este ritual se pretendió esto sirvió también para dar explicación, como lugar confirmar por algunas escenas representadas en las donde se exponían los cadáveres, a unos círculos de piedra situados en la ladera sur del cerro (en la zona donde recientemente se ha descubierto la necrópolis), fuera del recinto vallado de la ciudad, junto a la ermita de San Antonio de Garrejo. Estos círculos están realizados con grandes piedras -algunas pasan de los 50 cm de altura- y tienen formas circulares u ovales (grandes cantos rodados que formaban parte de los conglomerados terciarios de la zona), por lo general, con dimensiones de 3 m por 2,5 m, y uno de mayor tamaño realizado con 32 piedras, es rectangular y mide 12 m de largo por 6,50 m de ancho, disponiendo de un suelo empedrado en el que se dibuja una cruz orientada. Desconocemos la finalidad de estos círculos (destaca su poca homogeneidad), ni siquiera a que momento corresponden, incluso cabe la posibilidad de que sean más recientes (al menos el excavado por Mélida), lo que explicaría que los restos de carbones y cerámicas rojas, al parecer celtibéricas, aparezcan por debajo de las piedras del suelo y no encima, como sería lógico pensar si fuera de algún sacrificio realizado en este recinto. No obstante, la aparición de la necrópolis junto a estos círculos obliga a repensar y buscar una interpretación a estas construcciones, quizás relacionadas con ella. - Enterramientos en la ciudad Las excavaciones de la Ciudad proporcionaron algunos restos humanos (W.AA, 1912: 24-25): un cráneo completo sin maxilar inferior -que ha dado pie para pensar en cabezas trofeo de enemigos (Taracena, 1943; Almagro y Lomo, 1992)-, los restos de un niño inhumado al parecer por debajo del suelo de una casa y unas 12 Idealizaciones más, algunos formando concentraciones de más de 100 y 200 huesos, a lo largo de la calle D. Pero el hallazgo de esos enterramientos no tienen por que ser de época celtibérica, ya que el cerro estuvo ocupado en sucesivos momentos, desde el Calcolítico-Edad del Bronce a la Edad Media. También los trabajos de González Simancas sobre las fortificaciones proporcionaron dos tinajas celtibéricas pintadas de mediano tamaño, con restos de huesos quemados, al parecer humanos, entre cenizas y tierra roja. Wattenberg reparando en estos últimos hallazgos indicaba que la situación de la necrópolis "es casi indudable que se encuentra en la zona norte y noreste de la población, donde excavara González Simancas", y en la que la Comisión de Excavaciones no realizó sondeos (Wattenberg, 1963: 30). Esta zona ha sido prospectada recientemente con técnicas geofísicas (por el equipo de la Profesora Carmen Hernández, del Departamento de Geofísica de la Universidad Complutense) y arqueológicas, deparando restos y estructuras no funerarios. La necrópolis descubierta Pero fue siempre evidente, que debía de existir el cementerio o cementerios en los que se enterraran el resto de los mortales y a lo largo de los diferentes siglos de vida de la ciudad. Por tanto no sólo debía de estar la necrópolis celtibérica, sino también la de época romana (de la que quedan algunas inscripciones en la ermita románica de Los Mártires) o, incluso, la de otro momento. La necrópolis ahora descubierta viene a probar esta hipótesis y la práctica en Numancia del usual ritual de la incineración. - Situación de la necrópolis La necrópolis ha sido localizada en la ladera sur del cerro de Numancia (agradecemos la información facilitada por D. Fernando Morales), fuera del recinto vallado, en terrenos pertenecientes a la finca de Garrejo, y cerca de los círculos de piedra, que fueron interpretados sin bases firmes como lugares destinados a expositorio de cadáveres. Ocupa un extensión próxima a las dos hectáreas (ver fig. 4). - Los trabajos de excavación Se realizó en el mes de Marzo, una breve excavación de urgencia, que permitió confirmar la existencia de la necrópolis celtibérica. Con posterioridad se ha realizado, en los meses de Julio y Agosto, una primera campaña de excavación con el objetivo de conocer la duración cronológica de la necrópolis y el orden en la disposición de las tumbas, a través de las características y diferenciación de los conjuntos funerarios; así como, aproximarse al estudio de la organización socioeconómica de los numantinos. Estos trabajos se han realizado a través de un Convenio de Colaboración entre la Junta de Castilla y León y la Universidad Complutense de Madrid. -Morfología y estructura de los enterramientos Las 47 tumbas descubiertas ofrecen una estructura funeraria muy simple, consiste básicamente en un pequeño hoyo de dimensiones variables, en el que se depositan directamente los restos de la cremación acompañados del ajuares y ofrendas de distinta naturaleza -predominado los objetos de metal- y de un pequeño vaso cerámico, posiblemente de ofrendas. Algunas piedras limitan y protegen, generalmente de forma parcial los enterramientos y ajuares e, incluso, se observan ligeras acumulaciones de piedras y lajas sobre las tumbas. Es frecuente la presencia de una pequeña laja de piedra hincada, dispuesta diferenciadamente entre las piedras, que delimitan la tumba. Alguno de los enterramientos están señalizados con estelas de piedra bruta visibles al exterior, destaca uno limitado por pequeñas lajas de piedra a modo de pequeña caja, que contenía fíbulas anulares y agujas. - Características de los ajuares No podemos todavía ofrecer una información sistematizada de los 47 conjuntos funerarios descubiertos en la última excavación, ya que el estudio de los ajuares esta pendiente de los trabajos de limpieza y restauración necesarios. Pero si queremos dar a conocer uno de los conjuntos completo y alguna de las piezas metálicas significativas: El conjunto está formado por dos puñales de frontón de hierro, uno sumamente doblado para su inutilización, dos fíbulas de bronce con disco decorado, una punta de lanza doblada y un pequeño cuchillo de hierro (Fig. 6). Entre las piezas significativas destaca una fíbula de caballo con jinete en bronce: finas incisiones paralelas señalan las riendas en el ollar y otras más finas decoran las zonas del cuello, círculos concéntricos configuran los ojos y decoran los cuartos delanteros y traseros del animal y pequeñas anillas se insertan en la crinera y la cola, para propiciar su tintineo con el movimiento; igualmente el jinete con casco, unido por un vastago al caballo, prolonga los brazos hasta el calado practicado a lo largo del cuello del animal, en donde encontrarían juego para el balanceo, que a modo de cabalgada, imitaría el jinete con el movimiento de su portador (se ha inutilizado el resorte de la aguja) (Fig. 5). Las 47 tumbas aparecen formando concentraciones, dejando espacios con menor intensidad o sin enterramientos. No podemos, de momento, concretar una interpretación para esta disposición. Pero la composición de los conjuntos funerarios nos permiten adelantar algunos aspectos diferenciales que pueden guardar relación con la estructura social de los numantinos. Se distinguen, al menos, cuatro grupos de enterramientos: con armas (espada, puñal, escudo, punta de lanza y regatón); otros con adornos y broches de cinturón (alguno con elementos singulares de distinción); con fíbulas o canicas y agujas de coser; un cuarto grupo sin ajuar. - Cronología La asociación de puñal de frontón, espada meseteña de imitación de La Teñe, buena representación de las puntas de lanza (Cabré, 1990:220; García Soto-Mateos, 1990:34) y fíbulas de disco y cazoleta (fase B2 de Schüle y 7D de Argente) de cabecera perforada y doble vastago de unión del pie con el puente (copia de modelos laténicos avanzados), permiten pensar en un marco cronológico a partir del 300 (Schüle, 1969:143, 149; Cabré, 1990:220; Cabré y Moran, 1977:109; Argente, 1988:594-636; Argente y Romero, 1990:133-134) y que concretamos en la segunda mitad del siglo III a.C. e incluso la mitad del siglo II a.C. Otras tumbas próximas a estos conjuntos muestran fíbulas de La Teñe III, que apuntan a este momento más reciente. En este sentido, conviene recordar el ajuar número 13 de la necrópolis de Uxama, en donde una fíbula de La Teñe III se asocia a un puñal de frotón y una espada de imitación de La Teñe, que lleva a fecharlo en la primera mitad del siglo n a.C. (Cabré, 1990:218; García-Soto, 1990:34). Es necesario conocer y estudiar más en profundidad los conjuntos recuperados y la necrópolis, para tener una mayor orientación cronológica, pero los datos que ahora podemos manejar nos permiten relacionar los enterramientos, conocidos hasta ahora, con la población celtibérica anterior a la destrucción de la Numancia del 133 a.C. Un plan para el futuro de Numancia Para sacar a Numancia del abandono que ha venido sufriendo durante décadas hemos elaborado a instancias de la Dirección General de Patrimonio y Promoción Cultural de la Junta de Castilla y León, un Plan Director que contempla la coordinación de las diferentes actuaciones a realizar en este yacimiento arqueológico. Este Plan dotará a la Ciudad Histórica, en un plazo de diez años, de la imagen, adecentamiento, conocimiento y, en una palabra, de la dignidad que tal símbolo de la Humanidad merece. Por otro lado, la revitalización de Numancia -en los últimos años recibe entre 35 y 40.000 visitantes anuales-, articulada con el resto de iniciativas en otros campos, pretende contribuir también a la dinamización y atracción social de la zona del Alto Duero, poniendo de maniñesto el valor de la Arqueología en este campo. Los problemas básicos y más preocupantes de Numancia son los de su conservación, de la que dependen, en buena medida, sus posibilidades de visita, comprensión y proyección social. Será necesario reexcavar, consolidar y mantener en el futuro las 19 manzanas con sus respectivas calles, una superficie de unas 11 ha. Este plan está impregnado de la necesidad de transmitir y dar a conocer a la sociedad -a través de gráficos, reconstrucciones, medios audiovisuales y publicaciones- todo lo concerniente a la historia de Numancia, así como de aproximar al visitante a los modos de vida de sus gentes y buscar y rastrear en ellos las claves de nuestra Historia. Estas necesidades serán cubiertas con la construcción de un edificio didáctico y la reconstrucción de las casas y estructuras arquitectónicas más significativas de la Ciudad. El plan de investigación arqueológica permitirá realizar con garantías los trabajos de consolidación, reinterpretación y proporcionará el conocimiento imprescindible para desarrollar la labor didáctica. Este conocimiento se verá realzado por la excavación de la necrópolis celtibérica, recientemente descubierta, que aportará, entre otros importantes datos, una valiosa información sobre la organización social de los numantinos. Para desarrollar estos aspectos contenidos en el Plan se contempla la creación de un órgano de gestión que permita articular la competencia pública con la iniciativa privada, con el fin de dotar a Numancia de los recursos necesarios, que posibiliten a esta Histórica Ciudad adquirir la dignidad de que la han privado sucesivas décadas de abandono. - La infraestructura actual Actualmente, mientras se pone en marcha el Plan Director, se ha dotado a Numancia de una mínima infraestructura de apoyo: un itinerario básico de visita, con la la ordenación y selección de 12 puntos en la estructura urbana de la ciudad, la instalación de una exposición didáctica en la antigua Casa del Guarda, así como la edición de ínticos guia y de una nueva guia del yacimiento, por la Asociación de Amigos del Museo Numantino. De esta manera, ha sido posible articular un conjunto de actuaciones, que ofrecen al visitante una información imprescindible para la comprensión de la Ciudad Histórica. Bibliografía ALMAGRO, M.; LORRIO, A. (1992): Representaciones humanas en el Arte Céltico de la Península Ibérica, 2 Symposium de Arqueología Soriana, Colección de Temas Sorianos, núm. 20, Diputación de Soria, Soria: 411-451. ARGENTE, J.L. (1988): Las fíbulas en la Meseta. Su valoración tipológica, cultural y cronológica. Tesis Doctorales de la Universidad Complutense. ARGENTE, J.L.; ROMERO, F. (1990): Fíbulas de doble prolongación, variante de disco, en la Meseta. Nvmantia, III, Junta de Castilla y León, Valladolid: 125-137. ARLEGUI, M. A. (1986): Las cerámicas monocromas de Numancia. Memoria de Licenciatura. Universidad Complutense (inédita). BELTRAN, A. (1964): Un corte estratigrafía en Numancia. VIH C.N.A (Sevilla-Málaga, 1963), Zaragoza: 451-453. BELTRAN, A. (1972): Las estratigrafías de Numancia. -En Numancia, Crónica del Coloquio Conmemorativo del XXI Centenario de la Epopeya Numantina. Monografías Arqueológicas, 10, Opto, de Prehistoria y Arqueología, Zaragoza: 45-58. CABRÉ,E. (1990): Espadas y puñales de las necrópolis celtibéricas. // Simposio sobre los Celtiberos: Necrópolis Celtibéricas. Institución Fernando el Católico, Zaragoza: 205-229. CABRÉ, E, MORAN, J.A. (1977): Fíbulas de las más antiguas necrópolis de la Meseta Oriental Hispánica. R.U.C., Homenaje a García y Bellido, vol. XXVI. ERRO, J.B. (1806): Alfabeto de la lengua primitiva de España. Madrid: 171-173. FERNANDEZ MORENO, J.J. (1984): El Poblamiento Prehistórico de Numancia y su entorno. Memoria de Licenciatura. Universidad Complutense (inédita). GARCIA-SOTO MATEOS, E. (1990): Las necrópolis de la Edad del Hierro en el Alto Valle del Duero. // Simposio sobre ¡os celtiberos: Necrópolis Celtibéricas, Institución Fernando el Católico, Zaragoza: 13-38. GONZÁLEZ SIMANCAS, M. (1926): Las fortificaciones de Numancia. Excavaciones practicadas para su estudio. Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades, núm. 74, Madrid. JIMENO, A.; FERNANDEZ, J.J.; REVILLA. M.L. (1990): Numancia. Guia del Yacimiento. Asociación de Amigos del Museo Numantino. Soria. LOPERRAEZ, J. (1788): Descripción Histórica del Obispado de Osma. t. II. Imprenta Real, Madrid. MANRIQUE, M. A. (1980): Instrumentos de Hierro de Numancia. Madrid. MELIDA, J.R. (1922): Excursión a Numancia pasando por Soria. Edit. Ruiz Hermanos, Madrid. MELIDA, J.R.; TARACENA. B. (1920, 1921 y 1922): Excavaciones de Numancia. Mems. de la J. S. Exc. y Ant., núms. 31, 36, 49. ORTEGO, T. (1967): Guia de Numancia. Guias de Conjuntos Arqueológicos. Dirección General de Bellas Artes, Soria. ROMERO, F. (1976): Las cerámicas polícromas de Numancia. C.E. Sorianos, Valladolid. ROMERO, F. (1991): Los Castras de la Edad del Hierro en el Norte de la provincia de Soria. Universidad de Valladolid. ROMERO, Ma.V. (1985): Numancia I. La Terra Sigitlata. E.A.E., 146. SAAVEDRA, E. (1877): Excavaciones hechas en el cerro de Garray, donde se cree que estuvo situada Numancia. Boletín del la R.A.H., t. I, Madrid. SAAVEDRA, E. (1861): Descripción de la Via Romana entre Uxama y Augustobríga. Real Academia de la Historia, Madrid. SALINAS DE FRÍAS, M. (1988): Conquista y romaniíación en Celtiberia. Univ. de Salamanca-Museo Numantino, Salamanca SCHÜLE, W. (1969): Die Meseta-Kulturen der Iberischen Halbinsel. Madnder Forschungen, 3, Berlín. SCHULTEN, A. (1914-1931): Nvmantia. Die Ergebnisse der Ausgrabungen 1905-1912. Munchen, 4 vols. SCHULTEN, A. (1945): Historia de Numancia. Ed. Barna, Barcelona. TARACENA, B. (1929): Excavaciones en las provincias de Soria y Logroño. Mem. J.S. Exc. y Ant., 103. TARACENA, B. (1943): Cabezas-trofeo en la España céltica. Archivo Español de Arqueología, 51: 157-171. TARACENA, B. (1941): Carta Arqueológica de España. Soria. Instituto Diego Velazquez, C.S.I.C., Madrid. VV.AA. (1912): Excavaciones de Numancia. Memoria presentada al Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes por la Comisión ejecutiva. Madrid. VV.AA. (1967): Número conmemorativo del XXI Centenariode la Epopeya Numantina. Celtiberia, 34. VV.AA. (1972): Numancia. Crónica del ColoquioConmemorativo del XXI Centenario de la Epopeya Numantina. Monografías Arqueológicas, 10, Depto. de Prehistoria y Arqueología, Zaragoza. WATTENBERG, F. (1960): Los problemas de la Cultura Celtibérica. Primer Symposium de Prehistoria de la Península Ibérica, Pamplona: 151-177. WATTENBERG, F. (1963): Las cerámicas indígenas de Numancia, Bibliotheca Praehistorica Hispana, vol. IV, Madrid. WATTENBERG, F. (1965); Informe sobre los trabajos realizados en las Excavaciones de Numancia. N.A.H., VII: 132-142. ZOZAYA, J. (1970): Acerca del posible poblamiento medieval de Numancia. Celtiberia, 40: 209-218 ZOZAYA, J. (1971): Cerámicas medievales del Museo Provincial de Soria. Celtiberia, 42:211-222.
contexto
Por M. L. Revilla, R. Berzosa, J. P. Martínez, J.I. de la Torre, A. Jimeno Equipo Arqueológico de Numancia. Universidad Complutense de Madrid. El entorno medioambiental Numancia ocupa el elevado y extenso cerro de La Muela, punto estratégico desde el que se domina una amplia llanura, limitada semicircularmente por las altas elevaciones del Sistema Ibérico, desde Urbión hasta el Moncayo, y únicamente alterada por una banda intermedia de sierras. La atraviesa el río Duero, dos de cuyos afluentes, el Merdancho y el Tera, se unen a él al pie de Numancia. La posición estratégica del cerro numantino, de abrupto relieve en sus lados oeste, norte y sur, se ve reforzada por los fosos naturales de los ríos Duero y Merdancho, que la rodean, proporcionándole aislamiento y protección; se ubica además en el control del vado, en el punto donde se juntan Duero y Tera, y donde confluyen todos los caminos radiales del circo montañoso de la Serranía Norte, poniendo en comunicación el Alto Duero con el Valle del Ebro. A su pie transcurría también la vía natural de comunicación del Valle del Ebro con la Meseta, convertida en época romana en la vía 27 del Itinerario de Antonino (Asturica-Caesaraugusta). El paisaje numantino en la antigüedad era de bosque abierto, constituido por pinares, robledales y sabinares. Los restos proporcionados en las excavaciones indican también la existencia de pastizales secos en las proximidades, y de una rica vegetación de ribera. Por otra parte, el río Duero tenía un mayor caudal y altura de cauce, y por tanto también de nivel freático, lo que favorecía que hubiera zonas encharcables, constatado actualmente en la toponimia. En concreto, en la zona noreste de Numancia hubo una amplia laguna, de unos 800 m. de largo. La fauna relacionada con este medio paisajístico ha quedado reflejada en los restos óseos recogidos en las excavaciones, que corresponden tanto a animales domésticos (oveja, cabra, caballo, toro) como a salvajes (ciervo, jabalí, conejo, liebre, lince, oso y lobo). Por otra parte, las representaciones pintadas en las cerámicas numantinas dan abundante información sobre aves (palomas, perdices, córvidos, águilas, buitres, abubillas, avefrías, garzas) y sobre peces (truchas) e insectos (mariposas). La Numancia celtibérica Los trabajos arqueológicos llevados a cabo en Numancia han permitido diferenciar los perímetros de tres ciudades superpuestas, dos de época celtibérica y una tercera romana. La más antigua, a la que puso fin Escipión en el 133 a.C., tendría una superficie de unas 8 has.; una segunda, del s. I a.C., con la que se relacionan las singulares cerámicas monócromas y polícromas, ocuparía aproximadamente 9 has; sobre ellas se edificó en época romana imperial una tercera ciudad, que respetó el trazado básico de las anteriores, y que alcanzaría unas 11 has., a las que habría que añadir 5 has. más ocupadas por asentamientos artesanales en la ladera este. Los cálculos de población, realizados atendiendo a la superficie habitada, posibilitan hablar de un contingente en torno a 1.500-2.000 personas de modo permanente, si bien podría admitirse un mayor número, por razones defensivas, en momentos excepcionales de conflagración bélica; ello permite compatibilizar estos datos con los aportados por algunos autores clásicos, que hablan de 8.000 guerreros al inicio de las Guerras Celtibéricas, unos 4.000 en el momento del cerco escipiónico, que suponiendo una familia de cuatro miembros detrás de cada guerrero representan unas 32.000 y 16.000 personas respectivamente, lo que podría entenderse en relación con la población de todo el territorio dependiente de Numancia. La ciudad, fundada por los Arévacos, la tribu más poderosa de los celtíberos, al decir de Apiano, protegió sus ocho hectáreas con una potente muralla, reforzada con torreones y atravesada por cuatro puertas bien defendidas. La amplia superficie excavada (unas 6 ha) aporta pocas referencias de la ciudad más antigua, ofreciendo una mejor información de la ciudad celtibérica del siglo I a.C. y de la romana imperial, que presentan una ordenación en retícula irregular, sin dejar espacios libres o plazas, manteniendo, en general, un aspecto indígena y rural. Las calles eran irregulares en su ejecución y trazado; incluso existen diferencias de anchura en una misma calle. Están empedradas con cantos rodados de desigual tamaño. Para protegerse del viento frío, orientaron un mayor número de calles en dirección este-oeste, uniendo sus tramos escalonadamente para cortar el aire. Agruparon sus casas en manzanas, pero dispusieron alineadas las más próximas a la muralla, dejando una estrecha calle de ronda. Las calles irregulares tenían grandes piedras en el centro para pasar de una acera a otra sin enfangarse, ya que los desagües de las casas iban a las calles. Las casas rectangulares, con tres pequeñas habitaciones y un corral, eran cálidas en invierno y frescas en verano, ya que, aunque su base era de piedra, estaban recrecidas con postes de madera y adobes, recubiertos con un manteado de barro y paja, techándolas con gavillas de centeno y acondicionando sus suelos con tierra apisonada. La habitación central era el lugar de reunión familiar, en torno al hogar, donde dormían y comían, sentados en los bancos corridos pegados a la pared; usaban la estancia posterior como despensa y la delantera, a modo de vestíbulo, para actividades textiles y de molienda. En el suelo de ésta última se abría una trampilla para acceder a una estancia inferior o cueva, excavada en el manto natural, que servía para conservar los alimentos, que estaban depositados en vasijas de todo género, situadas en los ángulos o alineadas junto a las paredes. La estructura urbana de las ciudades celtibéricas se mantuvo, a grandes rasgos, en la ciudad romana, con algunas ampliaciones sobre todo en la zona sur, conservando de este modo el carácter de núcleo indígena poco romanizado. La necrópolis celtibérica. La necrópolis, descubierta en 1993, se localiza en la ladera sur del cerro y tiene una extensión de poco más de una hectárea. La excavación de este cementerio ha aportando una importante información sobre la vida de los numantinos, ya que a través del estudio de la estructura de las tumbas, los elementos de ajuar, la composición y organización del cementerio, así como de los análisis osteológicos, se conocen nuevos aspectos del ritual funerario y de la organización socioeconómica. Las 155 tumbas descubiertas ofrecen una estructura funeraria muy simple; consiste básicamente en un pequeño hoyo de dimensiones variables, en el que se depositan directamente los restos de la cremación acompañados de ajuares y ofrendas de distinta naturaleza -predominando los objetos de metal- y de un pequeño vaso cerámico, que a modo de ofrenda se depositaban en el exterior. Algunas piedras limitan y protegen, generalmente, de forma parcial los enterramientos y ajuares. Algunos de los enterramientos están señalizados con estelas de piedra bruta visibles al exterior. Los 155 conjuntos permiten distinguir, al menos, cuatro tipos de enterramientos: con armas (espada, puñal, escudo, punta de lanza y regatón); con adornos y broches de cinturón, entre los que destacan once tumbas con estandartes o báculos de distinción; otros con fíbulas, agujas o canicas; y un cuarto grupo sin ajuar. Las tumbas estaban organizadas en grupos, dejando espacios intermedios vacíos o con menor intensidad de enterramientos, que se diferencian tanto por su ubicación espacial, como por las características de sus ajuares. El grupo que ocupa la zona central de la necrópolis es el más antiguo (del primer momento de la ciudad, finales del siglo III e inicios del siglo II a.C.) y se caracteriza por la presencia más generalizada de armas y objetos de hierro. Otros dos grupos más modernos aparecen separados y dispuestos en torno a éste, conteniendo sus ajuares, mayoritariamente, elementos de adorno y objetos de prestigio de bronce (las armas se reducen a algún puñal dobleglobular con rica decoración). Se practica en esta necrópolis de forma generalizada, al igual que en otras celtibéricas, la inutilización intencionada de todas las armas y objetos de metal. Llama la atención la uniformidad de los restos humanos depositados en todas las tumbas, muy escasos y seleccionados -corresponden únicamente a zonas craneales y huesos largos- y fuertemente fragmentados, que hacen pensar en una acción intencionada, abriendo una nueva perspectiva en la diferenciación de prácticas rituales en las necrópolis celtibéricas. Todos los huesos humanos han sido cremados a una temperatura que oscila entre 600? y 800 ? C., lo que se ha podido determinar por su coloración y contenido orgánico. Es frecuente que acompañen a estos restos huesos de fauna, a veces cremados, correspondientes a zonas apendiculares, costillares y mandíbulas (sobre todo de potros y corderos). Este ritual se conoce en otras necrópolis celtibéricas y se relacionan con porciones de carne del banquete funerario destinadas al difunto. Un porcentaje alto de tumbas (31,8%) sólo contiene restos de fauna, lo que hace pensar en enterramientos simbólicos, condicionados por la dificultad de recuperar el cuerpo del difunto. Sociedad y modo de vida Los datos que se conocen sobre la organización social y modo de vida de los habitantes de la Numancia celtibérica proceden básicamente de las fuentes clásicas, sobre todo de las narraciones de Apiano, y de las excavaciones llevadas a cabo en la ciudad, a lo que se han venido a sumar en los últimos años las importantes aportaciones de la necrópolis celtibérica, cuyo estudio ha permitido ampliar notablemente el conocimiento del mundo de los vivos al que corresponden los enterramientos. En cuanto a la organización social, las referencias escritas permiten hablar de dos instituciones principales que tenían un peso específico en el gobierno de la ciudad, y que reflejan una organización no parental de contenido social: la asamblea de ancianos (seniores), y la Asamblea de los jóvenes o guerreros (iuniores). Los ancianos ostentaba mayor poder de decisión, y estaba constituido por una élite definida por su nobleza, valor y riqueza. En la Asamblea de jóvenes, de tipo popular, participaba el pueblo en armas, nombraba a los jefes militares, y decidía sobre los asuntos que afectaban a la colectividad. Las alusiones a ambas Asambleas son frecuentes en las fuentes clásicas sobre Numancia, en especial durante los periodos de enfrentamiento con Roma. Se mencionan también en diversas ocasiones la figura de legados o heraldos, encargados de misiones concretas, así como la existencia de líderes o jefes militares, elegidos por la Asamblea, para hacer frente a determinadas situaciones o necesidades bélicas. Es precisamente a estos grupos sociales de más estatus a los que parecen corresponder los enterramientos de la necrópolis celtibérica. No está reflejada la población al servicio de estos ciudadanos, que mencionan las fuentes clásicas, dado el reducido número de tumbas sin ajuar. La evolución en la ubicación de las tumbas y en las asociaciones de los elementos de ajuar a lo largo de los aproximadamente 75 años de pervivencia de la necrópolis, permite hablar de un incremento de riqueza, paralela a un aumento de población, a lo largo de este periodo. Desde una base tradicional, vinculada a las armas y panoplias de guerrero, y donde el componente simbólico de los adornos, menos frecuentes, está relacionado con lo funcional, se va pasando a un menor peso real y simbólico de las armas a favor de los elementos de adorno y de distinción personal, que hay que relacionar con la incidencia progresiva de la organización urbana; ello conlleva cambios ideológicos que marcan las relaciones sociales, manifestándose en nuevos referentes de identidad y consideración de riqueza. El desarrollo de lo simbólico, cada vez más despegado de lo funcional, se plasma en la aparición de piezas generadas no para ser usadas, sino para ser mostradas. Buen ejemplo son los remates de los "báculos de distinción" en forma de prótomos de caballo, y las fíbulas de caballito, con o sin jinete, así como las placas articuladas, como tendencia a remarcar lo individual, a través de elementos de distinción personal, frente a lo colectivo. Otro de los aspectos importantes aportados por el estudio de la necrópolis celtibérica es el relacionado con la dieta alimenticia. Según Apiano, los numantinos comían "carnes variadas y abundantes, y como bebida tomaban vino con miel, pues la tierra da miel suficiente y el vino lo compran a los mercaderes que navegan hasta allí". La falta de vino era sustituida por la denominada "caelia", que se hacía de trigo fermentado. Sin embargo, los análisis realizados a los restos óseos humanos indican que la dieta de los numantinos era pobre en proteínas animales y rica en componentes vegetales, básicamente cereales, además de frutos secos, como las bellotas, tubérculos, bayas y legumbres. Los estudios de fitolitos realizados a ocho molinos, han puesto de manifiesto que cinco de ellos habían sido destinados a la molienda de bellota. La determinación de la dieta alimenticia permite apreciar cómo las diferencias en la alimentación parecen guardar relación con los grandes grupos de ajuares reflejados en la necrópolis; las tumbas con mayor consumo de cereales, vegetales verdes, legumbres y carne se asocian a los enterramientos con armas, mientras que los caracterizados por adornos han consumido una dieta más rica en frutos secos, bayas y tubérculos. Cabe la pregunta de si esta diferencia en la dieta alimenticia que presentan los dos grandes grupos de enterrados, estaría más relacionada con la diferencia de sexo, que con la posición social o estatus. También se ha podido detectar la presencia de un enterrado que se diferencia de los demás por su tipo de dieta, ya que debió incorporar frecuentemente a lo largo de su vida pescado en su alimentación (no se puede diferenciar si de mar o fluvial) lo que permite plantear su origen foráneo. El hecho de que la base económica de los numantinos fuera la ganadería no implica que fuera importante la ingesta de carne; antes bien, los rebaños constituían el medio de vida y la riqueza que había que conservar. El medio físico propiciaba la actividad ganadera y el aprovechamiento de los pastos, alternando estacionalmente con las zonas próximas de mayor altura; y el entorno medioambiental proporcionaba un medio lo suficientemente diversificado como para aportar los recursos que cubrieran las necesidades de una economía de subsistencia, ya que, además de la ganadería de ovejas, cabras y vacas, hay que considerar los campos de labor, la producción de bellotas, el combustible proporcionado por la madera de los pinares, y las posibilidades que ofrecía el sabinar, del que se podía utilizar la madera y facilitaba además terrenos adecuados para el pastoreo. Dentro de la actividad económica de los numantinos tuvieron un papel destacado las actividades artesanales, tanto de elaboración de útiles como de otros objetos. La mayor parte de los útiles encontrados están relacionados con la actividad agrícola, la explotación del bosque y, sobre todo, con el aprovechamiento ganadero, en especial vinculado a la transformación de lana y cuero. También se documentan a través de los hallazgos otras actividades relacionadas con la caza, la pesca, la alfarería, el trabajo de la piedra, y la transformación de metales. Los restos metálicos de armas y adornos hallados tanto en la necrópolis como en la ciudad permiten hablar de la existencia de talleres especializados. Muestra del trabajo local en forja es la abundancia de armas y útiles de hierro recuperados en la necrópolis. Entre los trabajos relacionados con las armas hay que destacar el de las vainas de los puñales, ya que los ejemplares fabricados en hierro adornan frecuentemente su cara visible. Las técnicas empleadas para su decoración son el calado, la incisión y el repujado o troquelado. Los motivos decorativos son muy variados. Existen también referencias para hablar de talleres locales dedicados a la fabricación de adornos de bronce, que aplicaban un variado conjunto de técnicas decorativas; en esta línea hay que resaltar que Numancia destaca por ser el yacimiento donde alcanzan una mayor representatividad, abundancia y frecuencia distintos tipos de fíbulas, como las anulares fundidas, las derivadas de La Tène, y las de caballito; destacan también la serie de "báculos de distinción", sobre todo los rematados en prótomos de caballo, y las placas articuladas con una rica iconografía. Los broches de cinturón con escotaduras cerradas son también muy abundantes, tanto los de mediano tamaño como los de grandes dimensiones, modelos exclusivos de Numancia. Se ha constatado así mismo una amplia gama de objetos de bronce relacionados con el adorno del vestido y del cuerpo. Otro aspecto muy destacado de la ciudad es la producción cerámica, en especial, por su singularidad, la correspondiente al s. I a.C. Las cerámicas numantinas, tanto monócromas como polícromas, presentan rasgos singulares y exclusivos. Ninguna otra ciudad celtibérica ha proporcionado ni tan abundante ni tan rica cerámica pintada (se trata en un apartado de este catálogo). A la vista de la riqueza y variedad morfoestética que presenta la cultura material numantina, en distintos aspectos de su actividad, hay que considerar a esta ciudad como un significado centro creativo y modelador de la cultura estética-simbólica-iconográfica celtibérica. Conquista y pervivencia Numancia encabezó la resistencia de los Celtiberos contra Roma (Guerras Celtibéricas, 153-151 y 143-133 a.C.). El pretexto de Roma para declarar la guerra a los celtíberos en el 153 a.C. fue la construcción por los habitantes de Segeda (El Poyo de Mara, Zaragoza) de una muralla nueva y más grande, lo que violaba el tratado de paz firmado por las ciudades celtibéricas con Graco, en el 179 a.C. Nobilior, general romano, interviene con el ejército y los segedenses piden refugio a los numantinos, que los acogen como aliados y amigos. Los celtíberos, encabezados por Numancia, mantuvieron una dura resistencia de veinte años, entre el 153 y el 133 a.C., venciendo sucesivamente a los generales romanos y enviando, finalmente, Roma a Publio Cornelio Escipión, (vencedor de Cartago), que cercó la ciudad, según Schulten, por medio de 7 campamentos, unidos por un sólido muro de 9 km de perímetro, y disponiendo dos castillo ribereños en el punto de encuentro con los ríos (Tera y Merdancho con el Duero) para controlar las aguas (Apiano habla de 2 campamentos, 7 fuertes y 2 castillos). Después de once meses de asedio la ciudad cayó por inanición, en el verano del 133 a.C., tomándose la muerte cada uno a su manera y siendo vendidos los supervivientes como esclavos; la ciudad fue arrasada y repartido su territorio entre los indígenas que habían ayudado a Escipión. Tras la conquista, volvió a reconstruirse, sobre la estructura urbana de la ciudad celtibérica, manteniéndose a lo largo de la época imperial romana. La actitud de los numantinos impactó de tal manera en la conciencia de los conquistadores, que éstos a su vez se sintieron conquistados por la causa numantina, como lo demuestra el hecho de que Numancia sea la ciudad celtibérica más citada en los textos clásicos, siendo glosada su resistencia y final heroico hasta la exaltación, convirtiéndola en uno de los símbolos universales de la lucha de un pueblo por su libertad. Son veintinueve los escritores clásicos que se refieren a Numancia, entre los que destaca Apiano, que trasmite la información de Polibio, amigo de Escipión y testigo presencial del cerco y destrucción de la ciudad. La última cita antigua de Numancia corresponde al Anónimo de Rávena, del siglo VII. A partir de esta fecha se olvida su correcta ubicación y en el siglo X los Reyes de León indican que fundan Zamora, como capital de su reino, sobre el lugar donde estuvo la heroica Numancia; se trataba de un uso interesado, para dotar de prestigio a la nueva ciudad, iniciándose así su utilización nacionalista y patriótica por todo tipo de ideologías. Los equívocos sobre su situación se reavivaron en el Renacimiento, pero será primero Antonio de Nebrija (siglo XV), posteriormente Ambrosio de Morales (siglo XVI) y Mosquera de Barnuevo (siglo XVII) quienes la situaron correctamente en el cerro de La Muela de Garray. A finales del siglo XVIII, Juan Loperráez publica el primer plano de Numancia, con los restos visibles, y, a mediados del siglo XIX, Eduardo Saavedra aportará los argumentos científicos definitivos sobre su ubicación, propiciando la intervención de la Comisión de Excavaciones de la Real Academia de la Historia, entre 1861 y 1867. Al margen de estas investigaciones, se mantuvo una imagen idealizada de la ciudad, trasmitida por grabados (como el de Lipsio, del siglo XVI) y representaciones pictóricas como el cuadro de Alejo Vera (1881), "El último Día de Numancia", utilizado para ilustrar los libros de texto, desde finales del siglo XIX y gran parte del XX. En 1905, Adolf Schulten reanudó los trabajos en la ciudad, pero desde 1906 a 1912 se centró en los campamentos y el cerco romano, al ser nombrada una Comisión Española de Excavaciones Arqueológicas, específica para Numancia, que desarrolló su actividad desde 1906 a 1923. Posteriormente, sólo se realizaron pequeñas excavaciones, como las de Blas Taracena (1940), Federico Wattenberg(1963) y Juan Zozaya (1970-71). Desde 1994, la Junta de Castilla y León impulsa un Plan Arqueológico, dirigido por Alfredo Jimeno.