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obra
La búsqueda de lo primitivo y de lo exótico estuvo presente en toda la vida de Gauguin. En esta escena reúne ambas cuestiones al presentarnos lo exótico en el paisaje y lo primitivo en los bailes y cultos que aparecen al fondo, junto al gran ídolo. En primer plano presenta a dos jóvenes tahitianas en una postura similar a Arearea o Pastorales tahitianas, reproduciendo incluso el mismo árbol. Los colores están aplicados de manera plana - siguiendo la estampa japonesa - interesándose por los contrastes cromáticos, quedando algunos restos de influencia impresionista al aplicar algunas sombras coloreadas. Las líneas onduladas sirven para separar las masas cromáticas, de la misma manera que hacían los artesanos antiguos con los esmaltes y las vidrieras, técnica que empleó Gauguin por primera vez en Bretaña.
termino
acepcion
Nombre que recibía el cabeza de familia en Samoa.
lugar
obra
Estos paisajes coloristas salen de la fecunda imaginación de Gauguin en su estancia polinesia. El paisaje tropical inspira al pintor para realizar escenas de enorme belleza pobladas por diversas figuras nativas. Un hombre trabaja en primer plano - en una posición idéntica a Hombre con un hacha - tras unos pavos reales. En la lejanía dos mujeres se encuentran junto a una cabaña. Enormes árboles y una montaña multicolor completan una composición presidida por los vivos y arbitrarios colores que se complementan de manera perfecta. Las figuras son delimitadas por una línea oscura, siguiendo la técnica del "cloisonné" mientras que los colores han sido aplicados con planitud, influido por la estampa japonesa. El estado de ánimo de Gauguin en esos momentos debe ser muy alegre, transmitiendo con estos colores sus sentimientos, mostrando incluso cierto ingenuismo. El hombre con el hacha tiene ciertas dosis de primitivismo, una de las razones por las que el pintor se trasladó a la Polinesia. Comparando este lienzo con los iniciales - Jardín de la calle Cárcel o Niña dormida - apreciamos la superación del estilo impresionista para crear una manera de expresión totalmente personal e inconfundible.
obra
Los abencerrajes eran una de las familias más relevantes de la política granadina, jugando un importante papel a lo largo del siglo XV. Los Banu Sarray -nombre originario de la familia- procedían del norte de África participando la mayor parte de sus miembros en las diversas revueltas socio-políticas que tuvieron lugar en la Granada nazarí. Según cuenta la leyenda, Boabdil ordenó el asesinato de los principales miembros del clan para evitar así las intrigas políticas y fortalecer la corona. Llamó a todos sus rivales a un salón contiguo al Patio de los Leones de la Alhambra y allí los asesinó; desde ese momento ese salón recibe el nombre de los Abencerrajes. Fortuny se hace eco de esa leyenda para crear un atractivo lienzo que está sin concluir, apreciándose claramente el abocetamiento reinante en la composición. A pesar de ello, el decorativismo de la estancia donde tiene lugar la matanza es digno de elogio, mostrándose todos los ornamentos que caracterizan al palacio nazarí con sus variados colores de gran riqueza decorativa. Las figuras están someramente elaboradas aunque podemos dar cuenta de la crueldad del ejecutor que apoyado en la pared dirige su mirada a un grupo de nobles que se arrodilla a la entrada de la sala. La luz tiene un importante papel en esta composición al resaltar los brillos del alicatado e inundar con toda su fuerza la zona central del espacio, creándose un acertado contraste lumínico. El Tribunal de la Alhambra se relaciona con este lienzo, creando una temática de gran éxito para el artista.
obra
En pocas ocasiones Fra Angelico adoptó las formas dinámicas y los momentos más álgidos para la representación de un episodio dramático. Incluso en los martirios, los santos parecen esperar con serenidad su último destino. La obra que contemplamos, una de las tablas del Armario de la Plata, se escenifica en un primer plano muy cercano al espectador, a las afueras del palacio de Herodes, que contempla desde arriba la carga cruel de los soldados. Las expresiones de dolor de las madres con sus hijos degollados se repiten a lo largo de todo el friso. A la izquierda, los verdugos se avalanzan sobre las víctimas. Pero Fra Angelico utiliza también el color, muy contrastado incluso estridente, para conferir más potencia y dramatismo a la escena. La imagen es toda una amalgama de personajes, en donde las madres huyen hacia la derecha del cuadro y los soldados las persiguen en su camino, desde la izquierda. En el muro de pared del fondo, decorado con motivos de carácter clásico, Fra Angelico crea espacio con sus típicos tiestos de flores sobre la repisa del edificio. Aquí, llama la atención la desnudez de la planta trepadora, remitiendo a la estación del año en que se celebra el Día de los Santos Inocentes.