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monumento
El de las Atarazanas es uno de los edificios más importantes del Gótico barcelonés, fiel testigo del esplendor comercial y de la marina catalana durante la Edad Media. Su envergadura y conservación las hacen únicas en el mundo. Debido al incremento de la influencia catalana en el ámbito mediterráneo, Jaime I encargó a Arnau Ferrer la fábrica de este edificio, destinado a la construcción de barcos. De aquí salieron centenares de naos y galeras, tanto para el propio Principado como para otros países. A lo largo de los siglos XVI y XVII no paró la producción. Será en el XVIII cuando inicia su decadencia. En la actualidad es la sede del Museo Marítimo. Se trata de un amplio edificio cuyas naves están cubiertas por un envigado de madera, sostenidas por arcos diafragmáticos de medio punto, creando un espectacular espacio que impacta al visitante.
obra
Como continuación de Mañana, dentro del ciclo sobre los momentos del día que Friedrich realizó entre 1816 y 1818, del que por desgracia ha desaparecido el 'Mediodía', se sitúa esta obra, cuyo contenido es el inverso al anterior. Un velero entra en puerto en una playa, sobre la que se sitúa un gran ancla. En el bote, una pareja se refugia en la seguridad de la ensenada, vacía, a diferencia de lo que sucedía en el anterior, pleno de actividad y confianza. Por ello, se ha vinculado al estado de ánimo de la desilusión; es plausible, puesto que el ciclo se refiere más a los cambios en el alma que al propio ciclo vital natural. Esta decepción puede referirse a la frustración de los deseos de libertad de Friedrich ante la situación política, en la que se avecinaba la Restauración, frente a la que los revolucionarios, entre los que se contaba el artista, se resistían con actos como el de la fiesta de Wartburg de 1817, en que los estudiantes de Jena quemaron los símbolos del absolutismo monárquico. Friedrich nunca ocultó sus simpatías hacia los liberales reformistas, como Ernst Moritz Arndt, Joseph van Görres y el Baron von Stein; esta afinidad le creará graves problemas tras la Restauración monárquica y las persecuciones de 1819, y será un elemento de su propio declive como celebridad. La barca se inspira en un dibujo de 1815, hoy en Oslo.
obra
Forma parte de una serie de tres estudios al óleo que Friedrich llevó a cabo en 1824, entre septiembre y octubre. Los otros dos se conservan en el Kunsthalle de Mannheim y en Essen. Todos ellos presentan, de la mano del propio artista, una inscripción realizada con el mango del pincel sobre la pintura todavía fresca; en este caso, en la parte inferior derecha "Abend September 1824" (Atardecer, septiembre 1824). En los otros dos casos, la misma inscripción se refiere al mes de octubre. Este tipo de estudios al óleo es extraño dentro del conjunto de la obra del pintor; sólo se conocen, además de éstos, los otros tres referidos a bloques de hielo del río Elba. En realidad, parece ser la influencia de su amigo Johann Christian Clausen Dahl, quien desde el año anterior vivía en el mismo edificio, la que determinó la realización de estos estudios, que sí son abundantes en la obra del pintor noruego. El estudio que nos ocupa, en concreto, presenta un característico esquema de nubes y luz en diagonal sobre una franja más estrecha de nubes, horizontal, en la parte inferior. Fue empleada en dos obras posteriores: Barcos en el puerto al atardecer, de 1828, y en la tardía La estrella de la noche, de 1830-35, aunque con la diagonal descendiendo hacia la derecha. Una composición similar presenta el estudio de Mannheim; sin embargo, la del estudio de Essen es más libre, e incluye la iglesia de la Corte (Hofkirche) de Dresde en el centro y una segunda iglesia, a su izquierda, de difícil interpretación.
obra
Fotografía cedida por el Servicio de Promoción e Imagen turística del Gobierno de Navarra.
obra
Este cuadro fue la única obra presentada por Friedrich a la exposición de Dresde de julio-agosto de 1831, con el título "Costa. Luz de luna". Fue adquirida por la Sächsischer Kunstverein, la Sociedad Sajona de Amigos del Arte, para su rifa anual. Correspondió al jefe de distrito, el oficial von Welck de Rochlitz. Representa con probabilidad la costa báltica cerca de Greifswald, en el Greifswalder Bodden con la boca del Ryk. Friedrich empleó para componerlo seis estudios de diversas épocas, el más antiguo de febrero de 1798; el más reciente de 1818, del Cuaderno de Oslo. El velero del centro-derecha de la composición procede de un estudio tomado cerca de Wyk, en Greifswald, en septiembre de 1815. Los pescadores, el tonel semienterrado y el navío de la izquierda proceden de dibujos de 1818. El interés de esta obra, de evidente contenido simbólico, pues representa la Fe y la esperanza en la vida eterna, reside en su armazón compositivo, característico de la madurez de Friedrich. El eje viene marcado en el fondo por el velero que se asienta sobre la línea del horizonte. La luz se distribuye de forma simétrica sobre ésta en una amplia línea cóncava, frecuente en el artista. Los veleros se mueven hacia la derecha según una diagonal paralela a la línea marcada por las redes tendidas a secar. En el primer plano, el velero se corresponde con los pescadores, vueltos de espaldas, de la misma manera que el ancla se sitúa sobre el eje vertical determinado por el velero del fondo. A pesar de toda esta trabada armadura, el mensaje principal que se desprende es el de la libertad, que Friedrich ha representado en la bandera sueca del velero más cercano. Aparecía ya en el estudio de 1815, pero en ese mismo año la Pomerania anterior pasó a manos de Prusia, por lo que en 1831 carecía de sentido su inclusión. No obstante, Friedrich la expone como un símbolo de libertad, pues para los revolucionarios alemanes, como su amigo Ernst Moritz Arndt, Suecia era un país de campesinos libres, un modelo a seguir. Este mismo mensaje aparece en Las edades, de 1834-35. Otro detalle inusual, que la relaciona con aquélla es el hecho de situar las figuras de los pescadores vueltos hacia el espectador, a diferencia de su preferencia anterior, en que las figuras reproducían un punto de vista hacia el interior, ajeno al sujeto que lo contempla.