La Guerra de los Cien Años

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La Edad Media europea se cerró con un fatídico broche de sangre: el inacabable conflicto que enfrentó a las monarquías francesa e inglesa desde mediados del siglo XV, la llamada Guerra de los Cien Años. La contienda involucró a Francia e Inglaterra a partir de la década de 1330. En realidad, la guerra fue el resultado de numerosos conflictos anteriores. Desde hacía mucho tiempo, el Canal de la Mancha era escenario de encuentros entre navíos ingleses y franceses y, lo que era más grave, Francia animaba a Escocia en su lucha contra Inglaterra. Pero el motivo principal de la guerra fue la existencia de posesiones inglesas en suelo francés, en Guyena y Flandes. Debido a ello, los reyes ingleses debían rendir vasallaje al monarca galo, aunque a cambio, sin embargo, podían optar al trono francés en el caso de que el rey falleciera sin descendencia masculina. Esto es lo que finalmente ocurrió en 1328, cuando murió el último de los hijos de Felipe IV el Hermoso. La reclamación del trono por parte del monarca inglés fue el estallido de una larga guerra. La Guerra de los Cien Años no consintió sólo en más de un siglo de lucha continua, sino en un rosario de etapas bélicas separadas por largas treguas y períodos de paz. Las campañas se desarrollaron en territorio francés, cuyas principales víctimas fueron los campesinos, que tuvieron que contemplar cómo sus escuálidas cosechas eran arrasadas por los ejércitos y las villas eran saqueadas por hordas de combatientes hambrientos.

Fue en Flandes donde se inició la guerra. En febrero de 1340 los ingleses realizaron un desembarco, y en junio barrieron a la flota francesa. Pero la gran ofensiva se inició en 1346, cuando las tropas inglesas desembarcaron en Saint-Vaast, avanzaron rápidamente hacia el interior y luego se desviaron al norte, cruzando el Somme. En Crécy, ocuparon excelentes posiciones en espera de la caballería francesa, que venía a su alcance. El 26 de agosto de 1346 se producirá la gran batalla. El rey inglés Eduardo III situó a su ejército entre los pueblos de Crécy y Wadicourt. Él mismo y su segunda línea de jinetes ocuparon el centro, flanqueados por dos cuerpos de arqueros. Por detrás, cerca de un bosque, se situaron carros y caballos con las provisiones de flechas. La formación inglesa principal contaba con dos grupos de a pie y jinetes con un millar de arqueros entre ellos, dispuestos en flecha. En total, eran unos 7.000 soldados. Enfrente, los franceses situaron un ejército de cerca de 12.000 hombres, confusamente formados debido a la impaciencia por entrar en combate. A las 6 de la tarde comenzaron los combates con una sucesión de cargas frontales de la caballería francesa, recibidas con una lluvia de flechas inglesas. Cuando el ataque francés se volcó en su lado izquierdo, los infantes ingleses avanzaron para amenazar a la derecha francesa, lo que provocó la desbandada de buena parte de las tropas galas.

El empuje de la retaguardia francesa aumentó el caos, al tiempo que los ataques por la izquierda no hicieron sino aumentar las pérdidas. Hasta quince cargas realizaron los franceses, todas ellas rechazadas. La victoria en Crécy dio a Inglaterra el control de Calais y la convirtió en una nación militar. El triunfo inglés se debió no sólo a la mejor conducción y disciplina de las tropas, sino también a su uso del arco largo, un arma eficaz, que permitía a cada arquero disparar hasta diez flechas por minuto. Tras una tregua de ocho años, la guerra se reanudó en 1354. El príncipe de Gales, Eduardo, llamado el Príncipe Negro, asoló desde Burdeos el sur de Francia hasta el Languedoc y destrozó en 1356 en Maupertuis al ejército francés, cuyo rey cayó prisionero y fue conducido a Londres. La ausencia del monarca abrió un período crítico entre 1358 y 1360, con una insurrección en París y una sangrienta revolución social campesina, la Jacquerie, en el norte del país. Sofocadas ambas revueltas, finalmente en 1360 Francia e Inglaterra firmaron un acuerdo de paz, por el que los ingleses pasaban a controlar la Francia sudoccidental. La reclamación sobre Guyena fue el motivo aducido por Francia para romper de nuevo las hostilidades en 1370. La táctica militar francesa dio un resultado excelente: los ingleses, acosados por varios frentes, poco a poco fueron cediendo terreno, hasta el punto de que en menos de cinco años de guerra, en 1375, solo conservaban en Francia algunas cuantas plazas, como Burdeos, Calais o Bayona.

La guerra parecía llegar a un desenlace muy favorable para Francia, cuando una profunda crisis en ambos países impuso un largo paréntesis a las operaciones bélicas. La guerra se reanudó en 1415. Los ingleses desembarcaron en Harfleur y se dirigieron hacia Abbeville y Amiens. El encuentro con los franceses, que habían salido a su alcance, se produjo finalmente en los campos de Azincourt. El campamento francés se situó entre las villas de Azincourt y Tramecourt. En primera línea formaron 8.000 hombres de armas, con 1.600 soldados de caballería a su izquierda y 800 a la derecha. En la segunda línea formaron entre 3 y 6.000 hombres de armas junto a 4.000 arqueros y ballesteros. La retaguardia francesa la componían entre 8 y 10.000 soldados de caballería. Los ingleses dispusieron una formación en línea, con dos formaciones de 2.500 arqueros cada una en ambos flancos y el mismo rey junto a un millar de hombres en el centro, protegiendo su campamento. La contienda se inició con el avance inglés sobre los campos arados, situándose justo frente los franceses. Una vez en posición los arqueros comenzaron a disparar sobre el enemigo. Esto incitó a los franceses a atacar, con una ofensiva directa sobre el campamento inglés y cargas simultáneas de caballería, que serán repelidas. En respuesta, los franceses iniciaron un ataque por el centro, al que responderán los ingleses con un contraataque simultáneo en toda la línea del frente. El empuje inglés es tal que obliga a su enemigo a romper la formación y huir en desbandada.

La batalla ha finalizado. La derrota francesa en Azincourt hace que los ingleses ocupen Normandía y París. Inglaterra somete buena parte de Francia, control que se incrementa tras su alianza con Borgoña, dominando ésta la región de Flandes. Azincourt fue un duro golpe para la moral francesa. En 1427 los ingleses pusieron sitio a la plaza de Orleans. Cuando parecía próxima la capitulación aparece la figura de Juana de Arco, la Doncella de Orleáns. Ésta reanima la resistencia francesa y consigue que los ingleses levanten el cerco a la ciudad tras dos años de asedio. Convertida en heroína, Juana logró aglutinar la resistencia francesa en torno a su rey, Carlos VII, y que éste se reconciliase con su enemigo, Borgoña. En 1449 se reanudaron las hostilidades entre Francia e Inglaterra. La campaña de Normandía fue muy rápida: en octubre de 1449 capituló Ruán y en agosto de 1450 Cherburgo. Una fuerza de socorro llegada desde Inglaterra fue destrozada en Formigny. La conquista de Gascuña, la última posesión inglesa en suelo francés, será la última campaña de la Guerra de los Cien Años. El desenlace se producirá en la localidad de Castillon, en 1453. Los franceses, unos 10.000, instalaron estratégicamente a sus infantes y cañones en un campamento fortificado al este de Castillon. Por su parte, los ingleses partieron de Burdeos con una fuerza de 7.000 hombres, asentándose en Saint Laurent.

Al observar los ingleses que, tras los primeros escarceos, el enemigo se retiraba, ordenaron un ataque impetuoso de su caballería e infantería. La ofensiva fue recibida por una lluvia de proyectiles disparados por los cañones franceses. A pesar de todo, los ingleses mantuvieron su ataque, momento en el que la infantería francesa, superior en número, aniquiló a los maltrechos supervivientes. La batalla de Castillon es considerada como el primer triunfo en la historia de la artillería móvil de campaña. La victoria francesa supuso la rendición de Castillon y de Burdeos, así como el fin de las posesiones y la presencia inglesa en Francia, aunque todavía conservarían Calais otros 134 años. La derrota inglesa en Castillon puso punto final a la llamada Guerra de los Cien Años. Tras 116 años de conflicto, Inglaterra se hallaba debilitada y, aunque en 1475 envió una nueva expedición a Normandía, finalmente se retiró tras recibir una compensación económica. La Guerra de los Cien Años desangró económica y demográficamente tanto a Francia como a Inglaterra. Por primera vez, son las Coronas de las nacientes monarquías territoriales las que disputan un territorio con grandes ejércitos y sofisticado armamento. Se trata de causar el mayor daño posible al enemigo, y eso se traduce en una destrucción hasta entonces inaudita. Sin embargo, la consecuencia fundamental de la contienda será la afirmación del sentimiento nacional tanto en Francia como en Inglaterra. Tras la Guerra, se abandonará para siempre la posibilidad de formar una monarquía común para ambas naciones, lo que cambiará el destino de Europa.

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