Adoración de los Magos

Datos principales


Autor

Peter Paul Rubens

Fecha

1609/28

Material

Oleo sobre lienzo

Dimensiones

346 x 488 cm.

Museo

Museo del Prado

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La Adoración de los Magos es una de las mayores obras que guarda el Museo del Prado, siendo pintada por Rubens en dos partes claramente diferenciadas. El lienzo original, es decir, la zona de la izquierda que recoge la Adoración, fue encargada por uno de los magistrados de la ciudad de Amberes - llamado Nicolas Rockox- al maestro en 1609 para decorar el Salón de los Estados del Ayuntamiento. Con motivo del viaje del marqués de Siete Iglesias, lugarteniente del todopoderoso valido español -Duque de Lerma- a Amberes en 1618 recibió como regalo esta Adoración, que fue ampliada en sus partes derecha y superior por Rubens durante su estancia en Madrid en 1628-1629.Rubens fue un gran admirador del Renacimiento italiano, especialmente de la Escuela veneciana, donde buscó su fuente de inspiración. Considerará a Tiziano como su "padre espiritual" pero también admirará las obras de Tintoretto y Veronés. Esta influencia veneciana es la que apreciamos en la parte inicial de la Adoración, en la izquierda. El Niño es el foco del que parte la luz, iluminando los rostros de los Reyes Magos y sus correspondientes pajes. La riqueza de las telas, la variedad del color y la cantidad de figuras existentes sorprende al espectador. Sin embargo, en la zona añadida en 1628 existe un evidente homenaje a Miguel Ángel en las figuras de los porteadores y de los jinetes sobre sus caballos.

En esta zona todo es escorzo y movimiento, que contrasta con la serenidad de la zona inicial. Las masas musculosas y en tensión son muy significativas del impacto que produjo en el maestro la contemplación de la Capilla Sixtina de Roma. La zona superior, con los angelitos que van hacia el Niño, también es un añadido del año 1628.La atmósfera que ha obtenido el maestro con el juego de luces procedente de las antorchas, la riqueza de los paños de brillante colorido y la postura de las figuras, hacen de esta escena una clara representación de las Adoraciones del Barroco. Otra de las cuestiones que causa mayor sorpresa al espectador es la inexistencia de un espacio vacío que nos permita apreciar alguna nota de paisaje. A pesar de estar la escena llena de figuras, Rubens ha sabido obtener el efecto de profundidad al colocar los personajes en diferentes planos, en un equilibrio de masas perfecto, que no provoca que una zona se recargue más que otra. Hasta el propio artista no quiso perderse el acontecimiento y se autorretrató en la zona derecha, sobre un caballo, de espaldas. Mención especial merece el interés del maestro por captar la expresión de las figuras, que parecen auténticos retratos, especialmente el pajecillo negro que sopla en la zona izquierda de la composición.

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