Desarrollo
Año 205 a.C. En una desesperada y durísima batalla, los caudillos ilergetes Indíbil y Mandonio son finalmente vencidos por los romanos. La desbandada del ejército ibero se produce cuando Indíbil cae finalmente muerto por un pilum que le atraviesa y clave su cadáver al suelo, escena terrible que Tito Livio narre con detalle (Historia de Roma XXIX, 2). ¿Qué arma era éste que, arrojada con la mano podía ensartar contra el suelo a un hombre? y, ¿por qué fue el arma romana más citada por los autores antiguos? A diferencia de la ligera jabalina (arrojada por tropas especializadas en el hostigamiento a distancia) y del hasta (lanza), el pilum es el nombre latino -hyssos, el griego- para un arma arrojadiza pesada, diseñada para ser lanzada con la mano a corta distancia, justo antes del combate cuerpo a cuerpo. Con otros nombres, este tipo de arma fue también empleado por otros pueblos de la Antigüedad, como los celtas -gaesa- y los iberos -falarica-. Sin embargo, fueron los romanos quienes refinaron su tipología y la convirtieron en el arma ofensiva característica de sus legiones, desde la República hasta muy avanzado el Imperio. La diferencia estriba en que los romanos empleaban sus pile -plural de pilum- arrojándolos en disciplinadas salvas con la intención de desorganizar las filas enemigas, a unos 20/30 metros de distancia, justo antes de llegar al combate con la espada. En caso necesario, también podía emplearse como una lanza normal.
Todos los pila se caracterizan por una punta de hierro corta, maciza y estrecha, normalmente piramidal, que se prolonga en un astil férreo delgado de, normalmente, entre cuarenta y setenta centímetros de longitud, con menor diámetro que la punta. El extremo inferior de esta pieza de hierro se une al asta -que es de madera- mediante un cubo circular o una lengüeta aplanada. En el primer caso, el elemento metálico abraza el astil de madera, como en las armas ibéricas o celtas de este tipo; la lengüeta es una pieza plana que se inserta en una ranura del astil, reforzándose la unión con pasadores, en el sistema romano más frecuente. Este arma se configura así como arrojadiza (no mide más de dos metros en total), pesada (porque buena parte del astil es de hierro, no de madera) y perforante (porque la punta pequeña y maciza optimiza esta capacidad). En el caso del pilum romano, con el tiempo se introdujeron diversos refinamientos. Los romanos usaban un tipo de pilum ya en el s. IV a.C. si no antes; desde la Segunda Guerra Púnica , a fines del s. III a.C., emplearon un pilum pesado y otro más ligero, aunque los historiadores modernos no acaban de comprender cómo podían, en los pocos metros anteriores al choque, arrojar dos salvas casi simultáneas. En todo caso, los experimentos modernos con piezas de 700 a 1200 gramos y características idénticas a las de armas antiguas, prueban que un pilum pesado arrojado a 5 metros perfora con holgura una plancha de madera de pino de 3 cm.
de grosor -los escudos antiguos eran más delgados, rara vez más de 2 cm. en su centro. Estos experimentos también han probado que un pilun arrojado a unos 12 metros podía atravesar tal escudo y sobresalir 70 cm. por el otro lado -la longitud del hierro- gracias a que el astil férreo es más delgado que la punta. César y Plutarco cuentan que ya en el s. I a.C. se sustituyó uno de los pasadores de hierro que unían la parte metálica al asta de madera por uno de madera, para que se partiera con el impacto; además, la varilla de hierro se deformaba y no podía ser reutilizada por el enemigo. Incluso éste podía quedar enganchado en su escudo, que le arrastraba por el suelo, lo que le obligaba a abandonarlo antes de entablar el cuerpo a cuerpo con los legionarios que se le podían venir encima. El pilum continuó evolucionando y, hacia fines del s. I d.C., se le añadió un peso en forma de bola metálica, para aumentar su capacidad de penetración. En el s. III d.C. se simplificó bastante, y aunque continuó en uso, su importancia parece declinar. Hacia fines del s. IV d.C., Flavio Vegecio lamenta la casi desaparición del pilum entre los romanos y describe unos dardos con peso llamados plumbatae, de los que los soldados llevaban cinco, sujetos en el interior de su escudo. En la Península Ibérica se han hallado algunos de los más importantes y antiguos conjuntos de pila romanos republicanos, en Osuna , Numancia , Cáceres el Viejo, La Almoina de Valencia y Castellruf. Por el contrario, existen menos restos de época imperial, dado que desde el s. I d.C. las guarniciones romanas en Hispania se vieron muy reducidas.
Todos los pila se caracterizan por una punta de hierro corta, maciza y estrecha, normalmente piramidal, que se prolonga en un astil férreo delgado de, normalmente, entre cuarenta y setenta centímetros de longitud, con menor diámetro que la punta. El extremo inferior de esta pieza de hierro se une al asta -que es de madera- mediante un cubo circular o una lengüeta aplanada. En el primer caso, el elemento metálico abraza el astil de madera, como en las armas ibéricas o celtas de este tipo; la lengüeta es una pieza plana que se inserta en una ranura del astil, reforzándose la unión con pasadores, en el sistema romano más frecuente. Este arma se configura así como arrojadiza (no mide más de dos metros en total), pesada (porque buena parte del astil es de hierro, no de madera) y perforante (porque la punta pequeña y maciza optimiza esta capacidad). En el caso del pilum romano, con el tiempo se introdujeron diversos refinamientos. Los romanos usaban un tipo de pilum ya en el s. IV a.C. si no antes; desde la Segunda Guerra Púnica , a fines del s. III a.C., emplearon un pilum pesado y otro más ligero, aunque los historiadores modernos no acaban de comprender cómo podían, en los pocos metros anteriores al choque, arrojar dos salvas casi simultáneas. En todo caso, los experimentos modernos con piezas de 700 a 1200 gramos y características idénticas a las de armas antiguas, prueban que un pilum pesado arrojado a 5 metros perfora con holgura una plancha de madera de pino de 3 cm.
de grosor -los escudos antiguos eran más delgados, rara vez más de 2 cm. en su centro. Estos experimentos también han probado que un pilun arrojado a unos 12 metros podía atravesar tal escudo y sobresalir 70 cm. por el otro lado -la longitud del hierro- gracias a que el astil férreo es más delgado que la punta. César y Plutarco cuentan que ya en el s. I a.C. se sustituyó uno de los pasadores de hierro que unían la parte metálica al asta de madera por uno de madera, para que se partiera con el impacto; además, la varilla de hierro se deformaba y no podía ser reutilizada por el enemigo. Incluso éste podía quedar enganchado en su escudo, que le arrastraba por el suelo, lo que le obligaba a abandonarlo antes de entablar el cuerpo a cuerpo con los legionarios que se le podían venir encima. El pilum continuó evolucionando y, hacia fines del s. I d.C., se le añadió un peso en forma de bola metálica, para aumentar su capacidad de penetración. En el s. III d.C. se simplificó bastante, y aunque continuó en uso, su importancia parece declinar. Hacia fines del s. IV d.C., Flavio Vegecio lamenta la casi desaparición del pilum entre los romanos y describe unos dardos con peso llamados plumbatae, de los que los soldados llevaban cinco, sujetos en el interior de su escudo. En la Península Ibérica se han hallado algunos de los más importantes y antiguos conjuntos de pila romanos republicanos, en Osuna , Numancia , Cáceres el Viejo, La Almoina de Valencia y Castellruf. Por el contrario, existen menos restos de época imperial, dado que desde el s. I d.C. las guarniciones romanas en Hispania se vieron muy reducidas.