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Datos principales


Tipo

Arma

Categoría

Arma Corta

Desarrollo


Copiada esencialmente de las armas ideadas por Browning, sobre todo la de 1911, esta pistola rusa no está entre las más conseguidas estéticamente. Pero, por lo que se refiere a simplicidad y funcionalidad, es imbatible, pudiendo ofrecer soluciones constructivas que dan envidia al arma americana. Sobre todo después de la Primera Guerra Mundial y de la caída de los zares, a la hora de realizar nuevas armas en la Unión Soviética se buscó siempre obtener el máximo con el mínimo gasto. Los responsables del Soviet Supremo y los altos oficiales del Ejército Rojo recordaban muy bien la escasez de armas que caracterizó al ejército ruso durante los últimos años de la guerra, tanto que se produjeron algunos episodios de locura, en los que las tropas se enviaban al ataque con el estómago lleno de vodka, pero con las manos vacías y con la orden de quitarle las armas al enemigo. Para evitar que se repitieran situaciones como ésta, la solución era sólo una: idear armas simples. Simples para que fueran rápidas de realizar en los pocos arsenales del Estado que existían, en donde la preparación también era escasa. Simples para que se pudieran realizar en grandes cantidades incluso con maquinarias no muy modernas. Simples para que no pesaran demasiado en los siempre escasos balances del Estado soviético. Este estado de cosas y esta mentalidad las conocía perfectamente Fedor Vasilevich Tokarev, quien había dado sus primeros pasos como aprendiz de herrero entre el hierro y el fuego de la forja, y a quien el hierro y el fuego de la guerra le había conocido como oficial, después de haberse diplomado como armero en la escuela de guerra.

Sin embargo, Tokarev no vivió durante mucho tiempo la experiencia en el frente de la Gran Guerra: su capacidad era suficientemente conocida como para arriesgarse a perderla por culpa de una estúpida bala austríaca. Fue reclamado casi de inmediato para confiarle la dirección de un taller industrial. Terminada la guerra, a comienzos de los años veinte, se le confió la responsabilidad técnica del arsenal de Tula. Es entonces cuando su nombre se hizo famoso incluso fuera de las fronteras de la URSS. La Gran Guerra demostró la enorme superioridad de las pistolas semiautomáticas en relación con los revólveres, especialmente las de la segunda generación, cuyo mayor representante en aquél momento era la Colt 1911, la pistola más simple y eficaz de todos los modelos nacidos a caballo entre un siglo y otro, como la Bergmann, las Mauser y las Steyr, e incluso la misma Luger. Los oficiales rusos habían combatido empuñando el revólver Nagant, interesante pero decididamente superado por la historia. Al Ejército Rojo le servía una pistola eficiente, económica y, tal vez, incluso mejor (al menos en apariencia) que las de los países occidentales. Tokarev conocía muy bien las armas europeas y americanas, tanto como las excelentes posibilidades de la industria siderúrgica y de los arsenales soviéticos destinados a las armas ligeras. Era impensable desarrollar armas complicadas de producir, como las alemanas Mauser C 96 o la P08. Lo único inteligente era inspirarse en las simples y geniales soluciones ideadas por el gran Moses Browning puestas en práctica en las pistolas producidas por la Compañía belga FN y la americana Colt.

Sin embargo, la patente de la Colt 1911 terminaba en 1928, lo que obligó a Tokarev a esperar buscando día a día cómo simplificar el trabajo de Browning y, si fuera posible, mejorarlo, algo así como tener que afrontar una empresa titánica. La inteligencia y la paciencia no eran dotes de las que carecía este gran proyectista ruso que consiguió perfeccionar incluso la ametralladora Maxim. En 1930, finalmente, nació la pistola que esperaba la Armada Roja desde hacía más de diez años: la TT 30, iniciales de Tokarev y del arsenal de Tula. Era un arma que concentraba en sí misma las dotes peculiares de las pistolas FN Browning y Colt 1911, como la línea y el extractor lateral de la parte derecha del fuste (Colt 1902) y el sistema de cierre estable con cañón que se abaja a través de una biela móvil (Colt 1911). El arma tenía algunas particularidades más que la hacían inútilmente complicada, como por ejemplo el fuste con un bloque que se insertaba en la parte posterior de la empuñadura y que contenía el muelle del gatillo. Unos cuantos retoques y, en 1933, la versión TT 33 se encontraba en las cartucheras de los oficiales de la Armada Roja, en las que estará hasta 1954, año en el que oficialmente (aunque no del todo) será sustituida por la pistola Makarov. No es el caso de alargarse aquí sobre el funcionamiento de la TT 33, ya que no se diferencia demasiado de la Colt 1911. Resulta mucho más interesante observar cómo el hábil Tokarev consiguió adaptar a las exigencias y a las posibilidades soviéticas las soluciones del genial mormón americano.

Para empezar, el fuste de la pistola soviética es mucho más simple que el del arma americana; en efecto, en la Tokarev no existe el seguro manual y mucho menos el dorsal que hay en la Colt y que impide el disparo si el arma no se empuña correctamente. En la parte izquierda del fuste se encuentra la palanca que bloquea y desbloquea la corredera, retenida en su sede mediante una simple arandela elástica colocada en la parte derecha del fuste. Otro elemento estudiado para simplificar la realización lo encontramos en el cañón, cuyos dos salientes que se encajan en la parte superior de la corredera (y que determinan el cierre en el momento del disparo) no se obtienen con lentas operaciones de fresadura (como en la Colt o en la TT 30), sino por simple y rápido torneado; en efecto, tienen el aspecto de dos anillos, aunque es sólo la parte superior la que "trabaja". Otro elemento de simplificación en relación con la Colt 1911 se refiere al cierre anterior de la corredera, que en la Tokarev se obtiene mediante una hebilla de encaje que sujeta directamente el muelle de reperación, el cual no tiene (como en la Colt) un tubo guía; esto puede provocar que el muelle se enganche durante las operaciones de montaje del arma, pero representa un buen ahorro en realización. Sin embargo, como hemos apuntado, Tokarev no se había propuesto sólo realizar un arma más simple que la Colt 1911, sino que se proponía también mejorarla. Y lo consiguió, al menos por lo que se refiere a la cadena de disparo.

El técnico ruso reagrupó todo el grupo de disparo en un elemento móvil que contenía el desconector, el diente de disparo con su correspondiente muelle de espiral y el martillo, todo ello desmontable sin necesidad de utilizar instrumentos y colocado en la parte superior del castillo, justo detrás del cargador. Sólo esto ya es una ventaja en caso de desgaste, ya que basta sustituir todo el elemento, cosa que no presupone la presencia de un armero, sino que basta con tener la pieza de recambio. Pero hay algo más: en este grupo de disparo, Tokarev fijó dos robustos brazos que se alinean con las guías de deslizamiento de la corredera, que sirven para guiar correctamente el cartucho desde la salida del cargador hasta la recámara, función que normalmente realizan (como en el caso de la Colt) los labios del cargador, que obviamente son de lamas y están sujetos a deformaciones en caso de golpe, haciendo difícil, y a veces hasta insegura, la alimentación del arma. De estos dos brazos, el de la derecha, el más corto, realiza también la misión de expulsar los casquillos vacíos. Lo de la correcta alimentación de las pistolas automáticas ha sido siempre el punto débil de dichas armas, la principal causa de sus encasquiIlamientos; Tokarev resolvió el problema brillantemente y con el mínimo gasto, dando a luz una solución que hace que su arma, sólo por ello, pueda entrar en la historia. En la práctica, en la TT 33, el cargador sirve sólo como "distribuidor" de cartuchos, dejando a los dos sólidos salientes del grupo de disparo la misión fundamental de guiar correctamente el cartucho hasta la recámara.

Sobre la eficacia de dicha solución, favorecida incluso por la pequeña inclinación del cargador que se encuentra en la empuñadura, casi a 90° del fuste, no se puede tener ninguna duda ya que ha sido probada satisfactoriamente en decenas de guerras en todos los frentes y latitudes, tanto con tórrido calor, como con temperaturas de menos 20?°C, en la nieve y en la arena. Tokarev quería realizar una pistola que disparase siempre y en cualquier circunstancia, y lo consiguió. El hecho de que el arma no haya cuidado el sistema de seguridad dice mucho sobre el objetivo del proyectista, el cual se limitó a ofrecer al tirador la seguridad que le da el martillo bloqueado en un robusto taco de media monta. El percutor de la TT 33 no es de tipo inercial, sino que es más largo que su sede y apoya con la punta en el cebo del cartucho, lo que impide (por evidentes motivos de seguridad) tener el arma con el cartucho en la recámara y el martillo bajado. A los oficiales de la Armada Roja no les quedaba más que llevar el arma descargada en la cartuchera y colocar el cartucho en el cañón inmediatamente antes de utilizarla; o bien, tenerla con el cartucho dentro y el cañón a media monta, armándolo completamente en el momento de utilizarla con un rápido golpe de pulgar. En la tensión del combate, no eran raros los episodios en los que una pistola no disparaba porque se habían olvidado quitar el seguro. El hecho es que los protagonistas de tales desventuras, con frecuencia no tenían después la posibilidad de contarlo. Una lección que habla por sí sola de la necesidad de hacer armas simples para el combate, como bien lo sabía el ex soldado Fedor Tokarev, incluso mejor que Browning.

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