LA ESPAÑA DE LAS REVOLUCIONES
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Datos principales
Desarrollo
1.El reinado de Fernando VII . El fin del Antiguo Régimen . El triunfo de la Revolución . Las etapas del reinado de Fernando VII . Comienzos del reinado y Guerra de Independencia . La ocupación francesa . La primera fase de la guerra . La guerrilla . La derrota napoleónica . La España de José Bonaparte . La llegada de José Bonaparte . Los afrancesados . La política de reformas . Las Cortes de Cádiz . El camino hacia las Cortes . Los diputados . La Constitución de 1812 . Las reformas sociales . Las reformas económicas . La primera restauración . El regreso de Fernando VII . La restauración del absolutismo . Las crisis ministeriales . La oposición liberal . Los pronunciamientos . La Revolución de 1820 . El triunfo de la Constitución de Cádiz . El Trienio Constitucional . Moderados y exaltados . Las Sociedades Patrióticas .
Las sociedades secretas . La Milicia Nacional . Las Cortes del Trienio . El gobierno de los exaltados . La presión internacional . Los Cien Mil hijos de San Luis . La ominosa década . La represión política . Reformas desde arriba . La oposición ultra . La cuestión portuguesa . La guerra de los agraviados . Revolución francesa de 1830 y oposición liberal . El pleito sucesorio . Economía del reinado de Fernando VII . La depresión económica . El comercio exterior y el contrabando . La agricultura y la industria . Población y sociedad en el reinado de Fernando VII . Permanencias y cambios en la sociedad . Los eclesiásticos . La aristocracia . Las clases medias y populares . La educación y la cultura . Bibliografía sobre el reinado de Fernando VII. 2.El reinado de Isabel II . Demografía y sociedad . Movimientos de población y proceso de urbanización .
Cambios y constantes de la sociedad . La nueva aristocracia . La burguesía de los negocios . Las clases medias . Clases bajas urbanas . Orígenes del movimiento obrero . Vagabundos, mendigos y otros marginados . Campesinos y trabajadores del campo . Artesanos y trabajadores en la industria y minería rural . Cultura, saber y diversiones . La enseñanza media y universitaria . Prensa, libros y lectores . Tertulias, casinos y grupos artísticos . Sociedades de discusión cultural y científicas . Entretenimientos y espectáculos . Economía en el reinado de Isabel II . La agricultura . Las desamortizaciones . La desvinculación señorial . Crecimiento de la producción agrícola . Industria . Sectores siderúrgico y textil . Mineria . Comercio exterior . Infraestructuras y transporte . Caminos y carreteras . El ferrocarril . Viajes y viajeros .
Poder, política y políticos . El sistema judicial . Provincias y ayuntamientos . El curso de los acontecimientos . La primera guerra carlista . La transición liberal . Revolución liberal y moderantismo cristino . Regencia de Espartero . La década moderada . Revolución de 1854 y bienio progresista . Periodo ecléctico: 1856-1868 . A la espera del último golpe de Estado . Política exterior y colonial . Dimensión internacional de los problemas internos . El iberismo . El sistema colonial . Las guerras de prestigio . Bibliografía sobre el reinado de Isabel II. 3.El Sexenio democrático . La preparación del Sexenio . La crisis política . La oposición de los intelectuales . La crisis económica . Descomposición política del régimen . La morfología del pronunciamiento . Resistencias estructurales a la democratización . La construcción de la democracia . La instauración de las libertades .
El trasfondo de la guerra de Cuba . La ampliación de la oferta política . La Constitución de 1869 . Política económica y liberalización . Conflictividad social y organización del movimiento obrero . Los avances culturales . La regencia de Serrano . En busca de un rey . El reinado de Amadeo I . Evolución política de 1871 . Oposición de las elites tradicionales . El carlismo y su vuelta a la insurrección . La oposición de los republicanismos . La inestabilidad política de 1872 . Las repúblicas de España . La I República . La federación desde arriba . La federación desde abajo . La República del orden . El golpe de Pavía . La República de 1874 . El legado del Sexenio . Bibliografía sobre el Sexenio democrático. 4.Las independencias americanas . Los precursores . Los procesos de independencia . Las independencias tardías . Bibliografía sobre las independencias americanas.
El reinado de Fernando VII
El reinado de Fernando VII comprende aproximadamente el primer tercio del siglo XIX. Se trata de una etapa de la Historia de España en la que tienen lugar acontecimientos y fenómenos de tanta trascendencia como para situar en su transcurso nada menos que el paso de una época histórica a otra distinta.
Más información El fin del Antiguo Régimen
El reinado de Fernando VII coincide casi exactamente con lo que ha venido en denominarse la crisis del Antiguo Régimen. En el conjunto de la Historia de España, este periodo tiene una especial significación por cuanto en él se produce la Revolución que da lugar al paso de una etapa histórica a otra distinta. En efecto, suele señalarse en esos años el tránsito de la Edad Moderna a la Edad Contemporánea, o en otras palabras, el paso del Antiguo al Nuevo Régimen.
Más información El triunfo de la Revolución
Frente al Antiguo Régimen y como consecuencia de la Revolución, se configurarían unas nuevas formas que darían lugar al llamado Nuevo Régimen. Esas nuevas formas no se impusieron ni triunfaron de una manera inmediata, sino que fueron asentándose, no sin una enorme resistencia por parte de las viejas estructuras que pugnarían tenazmente por su supervivencia. Sin embargo, al final acabarían por prevalecer.
Más información Las etapas del reinado de Fernando VII
En el reinado de Fernando VII podemos distinguir cuatro etapas: una primera, con hitos importantes como la invasión de la Península por parte de los ejércitos napoleónicos, la nueva Monarquía de José I y las Cortes de Cádiz; una segunda, llamada primera restauración de Fernando VII; una tercera, con el triunfo de la Revolución liberal encabezada por Riego, y que abrió un nuevo periodo de tres años -Trienio Constitucional-, y una cuarta, en la que Fernando VII restauró por segunda vez la Monarquía absoluta en España en 1823. Es la ominosa década.
Más información Comienzos del reinado y Guerra de Independencia
Nunca en España se había producido un destronamiento como el que tuvo lugar en marzo de 1808 en el que el rey Carlos IV fue sustituido por su propio hijo Fernando después del triunfo de un motín que tuvo lugar ante el Palacio de verano de Aranjuez.
Más información La ocupación francesa
El 24 de marzo entraba en Madrid el nuevo monarca, cuando las tropas francesas del general Murat, cuñado de Napoleón, se hallaban ya en Aranda. Ante las noticias de los sucesos de Aranjuez, Murat se dirigió rápidamente a la capital con 20.000 infantes y un numeroso cuerpo de caballería.
Más información La primera fase de la guerra
Una primera fase de la guerra tuvo lugar durante la primavera-verano de 1808. Durante estos meses, la acción de las tropas napoleónicas tuvo unos resultados muy distintos de los previstos por sus altos mandos. Pero el mayor fracaso del ejército francés se produjo en Andalucía. El general Dupont, tras saquear Córdoba, se encontró aislado en Andújar. La Junta de Sevilla improvisó un ejército que, al mando del general Castaños, hizo sufrir a los franceses, que no se adaptaron ni al calor ni al terreno, una estrepitosa derrota.
Más información La guerrilla
Una segunda fase de la guerra comprende desde finales de 1808 hasta 1812, algo más de tres años en los que se despliega el dominio más aplastante de los franceses sobre el territorio español. Napoleón, que se hizo consciente de las dificultades que presentaba la ocupación de la Península a causa de la hostilidad y la resistencia del pueblo español, lanzó a más de 250.000 hombres al sur de los Pirineos. En estos años fue precisamente en los que se generalizó esa forma tan peculiar de entender la guerra, como fue la guerrilla. El origen de la guerrilla hay que buscarlo en la derrota y el desmoronamiento del ejército español a finales de 1808.
Más información La derrota napoleónica
Una tercera fase de la guerra es la que coincidió con la campaña de Rusia del Emperador. Con la derrota de la Grande Armée, las tropas hispanoinglesas pasaron a la ofensiva. La batalla de Arapiles (22 de julio de 1812) en la que las tropas de Marmont fueron derrotadas por las de Wellington, fue la consecuencia de la nueva situación. Todavía se produjo el contraataque de las tropas francesas desde el Ebro y desde Levante, que consiguió restablecer a José en Madrid. Sin embargo, la gran ofensiva final, emprendida en mayo de 1813 empujó al ejército de Napoleón hacia los Pirineos. El tratado de Valençay, firmado el 11 de diciembre de 1813, dejaba a España libre de la presencia extranjera.
Más información La España de José Bonaparte
Las intenciones de Napoleón estaban tan claras cuando se produjo la invasión de España por parte de sus tropas, que sin esperar que los Borbones le cediesen sus derechos al trono de España, comenzó a buscar entre sus hermanos a un monarca que los sustituyese. Luis se negó a abandonar el trono holandés que ya ocupaba, y el Emperador recurrió entonces a José.
Más información La llegada de José Bonaparte
Con el respaldo que le proporcionaba la Constitución de Bayona, José I formó un gobierno en el que incluyó a Luis Mariano de Urquijo en la Secretaría de Estado, a Francisco Cabarrús en la Secretaría de Finanzas y a Gonzalo O'Farril en la de Guerra, tres destacados colaboradores españoles del nuevo régimen. Además, formaban parte también de este primer gabinete Azanza (Indias) y Mazarredo (Marina). El recién nombrado rey entró en Madrid el 9 de julio de 1808.
Más información Los afrancesados
Había un reducido grupo de españoles en la Corte y en la administración que veían en el rey José la esperanza para la regeneración de España. Eran los afrancesados. Aunque hay afrancesados culturales que pasan a ser afrancesados políticos, como Meléndez Valdés, Cabarrús o Moratín, hay también afrancesados culturales que pasan al campo de los patriotas, como es el caso de Jovellanos y de Quintana.
Más información La política de reformas
Algunos estudios relativamente recientes, como sobre todo el de Mercader Riba, han puesto de manifiesto muchos aspectos positivos del reinado de José I, en contra de una historiografía tradicional, muy crítica con respecto a la labor del hermano de Napoleón. Entre esos aspectos positivos cabe destacar la labor legislativa llevada a cabo durante estos años y los esfuerzos del monarca para granjearse la simpatía de los españoles, sintonizar con sus costumbres y con su mentalidad.
Más información Las Cortes de Cádiz
El vacío de poder que se originó como consecuencia de la salida del rey legítimo de España desencadenó un proceso mediante el cual terminarían por asumir el poder unas instituciones inéditas, surgidas de abajo a arriba, capaces de satisfacer las aspiraciones populares que se habían visto defraudadas por la actitud contemporizadora de las autoridades del régimen con respecto a los franceses.
Más información El camino hacia las Cortes
En el seno de la Junta se formuló la idea de reunir a las Cortes, no sólo para coordinar la acción contra los franceses, sino para reformar políticamente al país. La ciudad de Cádiz era el lugar idóneo para celebrar la reunión de Cortes.
Más información Los diputados
¿Quienes fueron los diputados que asistieron a las sesiones de las Cortes? No resulta fácil determinar, ni el número, ni el perfil social, ni siquiera la ideología de los representantes que en algún momento, a lo largo de los tres años en que las Cortes estuvieron reunidas, ocuparon un asiento en sus sesiones. La sesión inicial sólo pudo contar con la presencia de 95 diputados, de los que más de la mitad eran suplentes. Este número fue aumentando, de tal manera que la Constitución, aprobada el 19 de febrero de 1812, llevaba ya 184 firmas.
Más información La Constitución de 1812
Una vez elaborado el proyecto de Constitución, éste pasó a las Cortes para su discusión en agosto de 1811. Los debates fueron intensos, pero finalmente se dio por aprobado el texto en marzo de 1812 y la Constitución fue proclamada solemnemente el día 19 de dicho mes, por ser el aniversario de la subida al trono del rey Fernando VII. Desde el momento de su promulgación, la Constitución del 12 -La Pepa, como se le bautizó popularmente por la fecha en que fue proclamada- se convirtió en una especie de símbolo que ha permanecido vivo a lo largo de la historia constitucional española.
Más información Las reformas sociales
Las Cortes de Cádiz emprendieron la tarea de configurar una nueva sociedad basada en la interpretación individualista de los principios teóricos de libertad, igualdad y propiedad, considerados como eje fundamental de las relaciones sociales.
Más información Las reformas económicas
El 12 de abril de 1813 se creó la Dirección General de Hacienda y, desde ese momento hasta la disolución de las Cortes, se emitieron 26 decretos relativos a la reforma económica. El espíritu que presidía esa reforma era doble: por una parte se pretendía remover los obstáculos que habían impedido el desarrollo de la economía, y por otra se deseaba crear una nueva estructura tributaría que sustituyese a la del Antiguo Régimen y que tanto había favorecido a los privilegiados.
Más información La primera restauración
La derrota napoleónica, materializada en el tratado de Valençay (1813), dejó el camino libre para el regreso de Fernando VII a España como rey legítimo.
Más información El regreso de Fernando VII
La vuelta de Fernando VII no solamente era el restablecimiento del rey legítimo, sino que era también la vuelta a la normalidad. Para esos españoles, que no entendían bien ni lo que era una Constitución, ni lo que significaba el establecimiento de un orden político nuevo en el que las instituciones tradicionales serían sustituidas por otras nuevas surgidas de las reuniones de Cortes, lo único que importaba en aquel momento era que el país podía recuperar la paz, y la presencia de su rey era la mejor garantía de ello.
Más información La restauración del absolutismo
Sea cual fuere la interpretación que se le quiera dar al Manifiesto de los Persas, lo cierto es que Fernando debió encontrar en él lo que buscaba para tomar la decisión de restablecer con todas sus consecuencias la Monarquía absoluta. De ahí, que el 4 de mayo firmase un decreto en el que, aun manifestando su rechazo de cualquier política de despotismo y de abuso de poder, anulaba todas las reformas aprobadas por las Cortes, incluida naturalmente la Constitución.
Más información Las crisis ministeriales
Tras su regreso, se abría una etapa en el reinado de Fernando VII en la que a las dificultades propias de una situación de enfrentamiento abierto entre los españoles por razones de ideología política, había que sumarle los problemas lógicos de un país recién salido de una larga guerra en la cual habían sido destruidos los resortes principales de la economía, así como algunas de sus principales fuentes de riqueza. La tarea que tenía por delante el monarca y su gobierno no era nada fácil, y eso explica -como ha señalado J. L. Comellas- el carácter efímero de los gobiernos que se sucedieron durante este periodo de seis años.
Más información La oposición liberal
A todo el descontento provocado en poco tiempo por la frustración de las expectativas que había creado en muchos españoles la vuelta de Fernando VII y el restablecimiento de la Monarquía absoluta, había que añadirle la actitud de sectores concretos contrarios al sistema, que comenzaron a trabajar en la clandestinidad para restablecer en España el sistema de libertades contemplado en la Constitución de 1812.
Más información Los pronunciamientos
Bajo el manto de la sociedad secreta de la masonería y con el apoyo económico de la burguesía, los militares encabezaron a lo largo de este periodo una serie de levantamientos destinados en último término a sustituir la Monarquía absoluta restaurada por Fernando VII en 1814, por una monarquía liberal basada en los principios de las reformas gaditanas. Son los primeros pronunciamientos que se producen en España y que tendrían -cada uno con sus propias variantes- una triste continuación a lo largo de toda nuestra historia contemporánea.
Más información La Revolución de 1820
En enero de 1820, un nuevo pronunciamiento que a primera vista podía parecer que reunía las mismas características que los que se habían producido en los años anteriores, consiguió por fin hacer triunfar sus objetivos y proclamar la Constitución. Aquel pronunciamiento se convirtió en una auténtica revolución: la Revolución Liberal de 1820.
Más información El triunfo de la Constitución de Cádiz
El levantamiento promovido por Riego abría una nueva etapa en el reinado de Fernando VII en el que iban aplicarse por primera vez las reformas aprobadas por las Cortes de Cádiz.
Más información El Trienio Constitucional
El Trienio fue una etapa efímera, pero extraordinariamente densa en sucesos y en contenido. Los tres años en los que estuvo vigente la Constitución liberal de 1812 constituyen un periodo de extraordinario interés, por cuanto que en ellos se experimentó por primera vez en la práctica la normativa emanada de las Cortes gaditanas.
Más información Moderados y exaltados
Había muchas diferencias entre los hombres que habían hecho triunfar la Revolución de 1820 -Riego, Quiroga, López Baños, Alcalá Galiano, Mendizábal- y aquellos que habían participado en las Cortes de Cádiz -Toreno, Argüelles, García Herreros y Pérez de Castro, entre otros. Ideológicamente, los primeros eran exaltados y moderados los segundos, y ambos constituirán las dos alas del liberalismo español en este periodo.
Más información Las Sociedades Patrióticas
Los meses iniciales del régimen constitucional estuvieron cargados de tensiones a causa de la actitud de los exaltados que querían radicalizar el proceso revolucionario y que provocaron algunas revueltas de carácter popular. En la creación de este ambiente jugaron un papel importante las Sociedades Patrióticas. Estas sociedades surgieron por toda España a partir del triunfo de la Revolución de Riego y eran una especie de clubes cuya función era la de propagar el liberalismo al pueblo en los locales donde celebraban sus sesiones.
Más información Las sociedades secretas
Las sociedades secretas
Junto con las Sociedades Patrióticas, las sociedades secretas fueron otro de los elementos que dejaron sentir su influencia en este periodo liberal.
Más información La Milicia Nacional
Como defensa del régimen liberal se organizó en este periodo la Milicia Nacional. Ya la Constitución de 1812 en su Título VIII contemplaba la existencia de dos tipos de fuerzas militares nacionales. Además de la fuerza militar ordinaria, establecía en el artículo 362 que "Habrá en cada provincia cuerpos de milicias nacionales, compuestos de habitantes de cada una de ellas, con proporción a su población y circunstancias". Las Cortes de 1820 se ocuparon desde el primer momento de la creación de esta milicia. Su objetivo era en principio el de velar por el orden público y por el orden político.
Más información Las Cortes del Trienio
Las primeras Cortes del Trienio abrieron sus sesiones el 9 de julio. Las elecciones a diputados se habían llevado a cabo, no sin cierta precipitación, un mes antes y de la forma que estaba prevista en el código constitucional gaditano, es decir mediante sufragio universal indirecto y a través de los tres grados establecidos: parroquia, partido y provincia. Entre los 150 diputados elegidos se hallaban muchos de los hombres que habían participado en las Cortes celebradas en Cádiz. Muñoz Torrero, el conde de Toreno, Martínez de la Rosa, Tomás Istúriz, Calatrava y muchos otros.
Más información El gobierno de los exaltados
El gobierno de Martínez de la Rosa, que fue incapaz de hacer frente a las sublevaciones absolutistas, quedó inhabilitado y el rey se vio obligado a encargar la formación de un nuevo gobierno al exaltado Evaristo San Miguel. Al fin, la revolución exaltada había conseguido arrebatar el poder a los moderados, que no volverían a recobrarlo durante el poco tiempo que le quedaba de vida al sistema constitucional.
Más información La presión internacional
Austria, Rusia. Prusia y la misma Francia, en la que se había restaurado la Monarquía borbónica en la persona de Luis XVIII después de la caída de Napoleón, habían contemplado con creciente inquietud el establecimento en España de un régimen constitucional en el que prevalecían los principios reflejados en la Constitución de 1812. La presión internacional e concretó en la retirada de embajadores, con lo que el camino hacia la intervención parecía expedito.
Más información Los Cien Mil hijos de San Luis
Dos días después de que Francia retirase a su embajador en Madrid, es decir el 28 de enero de 1823, Luis XVIII pronunció un importante discurso con motivo de la apertura de las Cámaras, en el que anunció solemnemente que "cien mil franceses estaban dispuestos a marchar invocando al Dios de san Luis para conservar en el trono de España a un nieto de Enrique IV". La intervención militar propició la caída del régimen liberal y el comienzo de una nueva etapa, marcada otra vez por el signo del absolutismo, se abría a partir de aquel momento: era la última década del reinado de Fernando VII,
Más información La ominosa década
La caída del régimen liberal puso de manifiesto la debilidad del sistema político que estaba basado en una Constitución, la de 1812, que si bien se había convertido en todo un símbolo de las libertades, había mostrado también su ineficacia a la hora de aplicarse a la realidad concreta de la España de aquellos años. Fernando VII recuperaba la plenitud de su soberanía y se dispuso a continuar su reinado de una forma similar a como lo había hecho entre 1814 y 1820.
Más información La represión política
La caída del régimen liberal y la restauración de la monarquía absoluta a manos de Fernando VII produjo una inmediata represión y depuración de los elementos que habían colaborado con el Trienio. Muchos liberales tuvieron que exiliarse, como los militares Torrijos, Mina y Quiroga, los diputados Joaquín Lorenzo Villanueva, Javier Istúriz o el economista Alvaro Flórez Estrada.
Más información Reformas desde arriba
Tras la recuperación del poder absoluto por parte de Fernando VII, los gobiernos a su cargo, paradojicamente promovieron medidas reformistas de tono progresista, como la creación del Consejo de Ministros; reformas económicas, como las llevadas a cabo por Luis López Ballesteros; o el Plan de Estudios de las Universidades, entre otras.
Más información La oposición ultra
La oposición ultra, que había dado muestras de su existencia desde 1824 con la tentativa de insurrección de Capapé, volvería a señalarse con la revuelta de Bessiéres en agosto de 1825. En realidad, el origen de esta oposición hay que buscarlo en las sociedades secretas como la Junta Apostólica o el Angel Exterminador, creadas en 1823. Estas sociedades tenían como base ideológica la contrarrevolución y como propuestas inmediatas el restablecimiento de la Inquisición y la exclusión de los liberales de la sociedad.
Más información La cuestión portuguesa
El 10 de marzo de 1826 había fallecido sin designar sucesor el rey de Portugal, Juan VI. La familia real portuguesa había huido a Brasil a raíz de la invasión de la Península por parte de las tropas napoleónicas y no regresó hasta 1820. El rey Juan VI había dejado como virrey de Brasil a su hijo mayor don Pedro. Durante su ausencia, Portugal se había dado una Constitución, que fue aceptada por el rey a su regreso, aunque no por la reina, Carlota Joaquina, hermana del monarca español y de su mismo talante político absolutista. El gobierno español temía que los acontecimientos de Portugal tuviesen una directa repercusión sobre la política española y que los liberales aprovechasen la circunstancia para sacar ventaja de ella.
Más información La guerra de los agraviados
La causa realista había hecho notables progresos en Cataluña, donde se habían dado gritos favorables a Carlos V en poblaciones como Tortosa, Tarragona, Vich y Reus. El descontento social y el malestar creado por la presencia de las tropas francesas de ocupación en aquella región estaban entre las causas de esa actitud. Entre los meses de marzo y abril, y aprovechando la concentración de tropas en la frontera portuguesa, se produjeron varios intentos de los realistas exaltados por ocupar diversas plazas en nombre del pretendiente Don Carlos.
Más información Revolución francesa de 1830 y oposición liberal
En julio de 1830 se produjo una Revolución en Francia que derrocó a Carlos X para instaurar una monarquía liberal encabezada por Luis Felipe de Orleans. A partir de 1830 muchos de los liberales españoles que habían permanecido en Inglaterra o en Bélgica acudieron a la capital de Francia para reunirse y organizar sus fuerzas con vistas a una acción en España. Consecuencia de estos hechos fueron los pronunciamientos de Espoz y Mina o José María Torrijos, ambos fracasados.
Más información El pleito sucesorio
Después de haber contraído matrimonio en tres ocasiones, Fernando VII no había obtenido descendencia, lo cual convertía en heredero de la Corona al infante don Carlos. La muerte de la tercera esposa del rey, María Amalia de Sajonia el 18 de mayo de 1829, parecía consolidar esas expectativas. Sin embargo, la decisión inmediata de Fernando de contraer matrimonio por cuarta vez sembró la inquietud entre los realistas exaltados, quienes temían que el nacimiento de un heredero frustrase sus esperanzas de volver al inmovilismo del Antiguo Régimen.
Más información Economía del reinado de Fernando VII
Cuando se estudia el reinado de Fernando VII se olvida con frecuencia la enorme dificultad económica en la que se desenvolvieron los políticos y los gobernantes de la época, tanto absolutistas como liberales. Para comprender en toda su dimensión este difícil periodo de nuestra Historia es menester tener en cuenta la ruina total en la que cayó el país, porque de lo contrario acabaríamos por achacar únicamente a los cambios políticos, o peor aún, a la incapacidad de los dirigentes, o a su torpeza, todas las calamidades por las que atravesó España durante el primer tercio del siglo XIX.
Más información La depresión económica
El aumento de los precios y las dificultades del tráfico marítimo con las colonias de América habían sido las características de la crisis de los últimos años del siglo XVIII y los primeros del XIX. A partir de 1812, la característica económica será la de una brutal depresión, que se manifestó con una caída espectacular de los precios, mientras que continuaron las dificultades del tráfico exterior. Los factores de esta deflación pueden reducirse sustancialmente a dos: la Guerra de la Independencia y la emancipación de las colonias de América.
Más información El comercio exterior y el contrabando
Consecuencia de la depresión fue la contracción del comercio exterior. Esta contracción no resulta difícil de entender si se considera que la falta de recursos monetarios impedía la compra de productos extranjeros y por tanto de las importaciones. Por otra parte, sin una producción industrial competitiva y sin excedentes de los productos ultramarinos, no se podía vender ni exportar al extranjero.
Más información La agricultura y la industria
España quedó maltrecha después de las catástrofes acaecidas en los primeros años del siglo. La estructura de la propiedad agraria era una de las causas del atraso que registraba la agricultura en España, pero ahora este atraso se veía acentuado por la falta de atención que se le había prestado a los cultivos durante la guerra y a los destrozos causados en el campo por la contienda. La industria española se vio muy afectada durante este periodo a causa de los efectos destructores de la guerra y a causa también de la pérdida de los mercados coloniales.
Más información Población y sociedad en el reinado de Fernando VII
Según una de las estadísticas mas fiables de la época, como era el llamado Censo de Godoy de 1797, la población española ascendía, a fines del siglo XVIII, a diez millones y medio de habitantes. El recuento de población de 1822 nos proporciona una cifra de 11.661.867 habitantes para toda España, y en 1834, es decir al año siguiente de la muerte de Fernando VII, la población española había alcanzado los 12.162.172 habitantes.
Más información Permanencias y cambios en la sociedad
Si durante el reinado de Fernando VII las reformas políticas aprobadas en las Cortes de Cádiz no acabaron de imponerse del todo, mucho menos lo hicieron las reformas sociales destinadas a establecer en España un nuevo orden basado en la igualdad teórica de los ciudadanos y en la abolición de los tradicionales privilegios de una minoría. Así pues, el primer tercio del siglo XIX no es, desde el punto de vista de la organización de la sociedad, más que una prolongación del Antiguo Régimen.
Más información Los eclesiásticos
La Iglesia española había padecido mucho durante la Guerra de la Independencia y como señala el profesor J. M. Cuenca, su disciplina y su organización sufrieron un gran deterioro. Se habían destruido templos y sus riquezas habían sido expoliadas por los franceses o habían servido para recabar fondos por parte del gobierno patriótico. Los conventos habían sido saqueados y los claustros habían quedado despoblados. El regreso de Fernando VII fue acogido por el clero con gran alivio y un entusiasmo que se tradujo en grandes alabanzas a su persona y en la participación masiva en cuantas ceremonias se organizaron para celebrarlo.
Más información La aristocracia
La nobleza seguía estando dividida en tres grados: los grandes, los títulos de Castilla y los simples hidalgos. Amenazados por la revolución y sometidos de esta forma a la corona, algunos grandes presentaron en 1823 al duque de Angulema su deseo de constituir una Cámara de pares análoga a la que existía en Francia con el objeto de defender su estatus. Por otra parte, aunque los derechos señoriales suprimidos por las Cortes de Cádiz fueron restablecidos por Fernando VII, pocos campesinos se habían prestado a pagarlos como antes de 1811.
Más información Las clases medias y populares
Poco más de la mitad de la población española se ocupaba en la agricultura, mientras que sólo la décima parte lo hacía en la industria y en la artesanía. Por otra parte, era proverbial en España la abundancia de funcionarios y, en general, de empleados del Estado. A la cifra de 27.000 que recogen los recuentos de la época, habría que añadir aquellos que dependían del ejército y de la marina, así como los empleados de la administración de justicia y del correo.
Más información La educación y la cultura
En los primeros años del siglo XIX se manifestó una gran preocupación por la enseñanza por parte de algunos destacados intelectuales de la época. Entre ellos hay que citar a Jovellanos, quien en 1808 y cuando formaba parte de la Junta Central, redactó las Bases para la formación de un Plan General de Instrucción Pública. En el campo de la cultura, destacan nombres como los de Juan Nicasio Gallego, Quintana, Blanco White, Cadalso, Martínez de la Rosa, el Duque de Rivas, Francisco de Goya, Vicente López, José Alvarez Cubero, Damián Campeny, José Ginés, Juan Crisóstomo de Arriaga o Fernando Sor.
Más información El reinado de Isabel II
El reinado de Isabel II, entre 1833 y 1868, es un periodo complejo y no demasiado estudiado, especialmente por comparación con otras etapas de la Historia de España. Es ciertamente una etapa convulsa, marcada por conflictos constantes en lo político, donde fuerzas enfrentadas -carlistas y cristinos, tradicionalistas y liberales, moderados y progresistas, clericales y anticlericales, republicanos, obreristas, etc...- pugnan por establecer un modelo político acorde con sus intereses y programas.
Más información Demografía y sociedad
El comportamiento social y demográfico de los españoles en los tres primeros cuartos del siglo XIX es más parecido a la segunda mitad del siglo XVIII que al siglo XX. Se apunta una fase de transición en la que todavía hay algunos rasgos propios de las sociedades del Antiguo Régimen. La población del Antiguo Régimen se caracterizaba por tasas de natalidad y mortalidad muy cercanas entre sí, lo que llevaba a un crecimiento natural muy débil o incluso, en algunos períodos, a retrocesos como consecuencia de catástrofes demográficas producidas, fundamentalmente, por epidemias de enfermedades infecciosas o hambres colectivas en malos años de cosecha.
Más información Movimientos de población y proceso de urbanización
A grandes rasgos, se puede decir que, en el siglo XIX, parte del excedente de población de la periferia marítima emigra preferentemente hacia el ultramar (América y Norte de África), mientras que las provincias del interior lo hacen en mayor número a determinadas ciudades españolas en crecimiento. Otra manifestación es la necesidad de ensanchar las ciudades, como el barrio de Salamanca en Madrid, o el trazado de proyectos a largo plazo (planes Cerdá y Castro en Barcelona y Madrid, por ejemplo) y el derribo de las murallas de las ciudades en desarrollo que son derribadas en Burgos (1831), Almería (1854), San Sebastián (1864), Valencia (1865), Madrid (1868) y Barcelona (1868).
Más información Cambios y constantes de la sociedad
Cambios y constantes de la sociedad
La sociedad española del reinado de Isabel II es diferente a la de etapas anteriores, aunque los cambios no son radicales. Hay que admitir que la transformación española es más lenta e inestable que la que, paralelamente, se está dando en el mundo occidental. Los censos de 1860 y 1877 muestran claramente que aún estamos en una sociedad preindustrial. Lo determinante de la sociedad es que continúa habiendo una amplísima base de clases bajas que en su mayoría habita en medios rurales.
Más información La nueva aristocracia
En comparación con el aristocracia del Antiguo Régimen, la alta aristocracia pierde su papel dominante, si bien sigue teniendo enorme peso e influencia. Numéricamente, la nobleza de todo tipo comienza su descenso desde el siglo XVIII.
Más información La burguesía de los negocios
Los hombres de negocios no eran una realidad nueva en la sociedad española. Como ha estudiado Ramón Maruri para el caso de Santander, la novedad de los años treinta y cuarenta del siglo XIX, en relación con el siglo XVIII, es el relativo crecimiento y su expansión económica. Su número y potencialidad permitió que se formara entonces una nueva clase alta en la que se incluye la microsociedad burguesa generada por los cambios económicos limitados a una serie de sectores y zonas geográficas.
Más información Las clases medias
Durante todo el siglo XIX el término clase media conserva el significado de capa intermedia en la jerarquía social entre pueblo y aristocracia. Su mentalidad económica es muy arcaica, lo que les lleva a considerar la tierra como la propiedad más sólida. Salvo excepciones, el cultivo directo o indirecto de estas tierras es igualmente arcaico. Hay que señalar sin embargo un cambio a medida que avanza el siglo, especialmente a partir de la década de los sesenta, cuando algunos individuos de las clases medias también invierten en nuevas actividades como el ferrocarril, el comercio o la industria o incluso depositan su dinero en las nacientes entidades financieras
Más información Clases bajas urbanas
La importancia de la población urbana reside, más que en el número, en su vitalidad, su capacidad de organizar y decidir el futuro de la nación y, en definitiva, en ser el elemento adelantado de la sociedad contemporánea que acabará siendo común en el siglo XX. Sin embargo, no hay que pensar que todos los habitantes de las ciudades formaban parte de una sociedad evolucionada. Esto será una tendencia, una lenta tendencia, que tardará en imponerse. Por el contrario, sobre todo en las primeras cuatro décadas del siglo XIX, buena parte de los vecinos urbanos seguían pareciéndose más a sus antepasados del Antiguo Régimen.
Más información Orígenes del movimiento obrero
En el período del reinado de Isabel II, la primera importación de doctrinas socialistas corresponde al socialismo utópico de Fourier y Cabet que va a penetrar en España por dos puertos: Cádiz y Barcelona. Desde Andalucía el fourierismo llegará a Madrid, donde encontrará incansable apóstol en la persona de Fernando Garrido.
Más información Vagabundos, mendigos y otros marginados
Había grupos de marginados, entre los que destacaban los mendigos locales y los "mendigos forasteros" o vagabundos, que eran mayores o menores según cada localidad. Una categoría especial de personas, la mayor parte de las veces tipificados como mendigos y otras como vagos, son los enfermos. Los vagos (vagabundos) eran inadaptados sociales, frecuentemente ociosos que se confundían con los enfermos mentales y borrachos que pululaban por los pueblos españoles. La legislación represiva incluía desde los delincuentes, falsos romeros, gitanos, hasta aquellos que compartían su vida entre las botillerías, los caminos y la calle. Eran en conjunto de 100.000 a 200.000 personas, según los diversos autores recopilados por Rosa Pérez Estévez.
Más información Campesinos y trabajadores del campo
No todos los que habitaban en los medios rurales, aunque sí la mayoría, se dedicaban a la agricultura. En 1797 en torno a un 70% de la población vivía preferentemente del campo como rentistas, labradores, ganaderos, jornaleros, criados y pastores. Este porcentaje había disminuido al 62,5 y 59% en 1860 y 1877.
Más información Artesanos y trabajadores en la industria y minería rural
Durante el reinado de Isabel II, la sociedad española contaba con un cierto número de personas (el 30% de la población nacional, aproximadamente, algo más de la mitad de los cuales vivía en los pueblos) que se dedicaba al sector de los servicios, a los trabajos artesanales y a la naciente industria aunque ésta era escasa y muy limitada.
Más información Cultura, saber y diversiones
Entorno al comienzo del siglo XIX, el porcentaje de los analfabetos era aproximadamente del 94%, al final de la década de 1850, el 80% en números redondos, y algo más del 75% en 1877. El descenso porcentual fue considerable. Especialmente en los primeros cincuenta años del siglo, es más importante de lo que a primera vista podría parecer porque se ha producido un crecimiento demográfico ya significativo de por sí.
Más información La enseñanza media y universitaria
La mayoría de los españoles que se encaminaban por estudios que podemos calificar de medios en el siglo XIX lo hacían en seminarios eclesiásticos, colegios privados, institutos provinciales, escuelas normales de magisterio y, por una vía diferente, en las escuelas preparatorias para los estudios militares. Los estudios superiores o asimilados se hacían en las academias militares, en las universidades o en escuelas especiales de ingenieros u otras. Este esquema, sin embargo, es más claro a partir de 1857. Fueron tres los intentos de regular la enseñanza, con los planes elaborados por Tadeo Calomarde, Pedro José Pidal y Claudio Moyano.
Más información Prensa, libros y lectores
A medida que avanzaba el siglo XIX, la prensa se fue consolidando como el principal medio de difusión de noticias e ideas a través de las que se influía en los estados de opinión. Dadas las trabas económicas y alfabetizadoras, su difusión se extendía a grupos determinados de clases medias, aunque su influencia indirecta llegaba a todo el país. En cuanto a literatura, aparece dominada por el romanticismo en la poesía de Espronceda y Bécquer y en la obra dramática del duque de Rivas, Martínez de la Rosa o Zorrilla, que imitan el teatro del Siglo de Oro. El año 1849, con la publicación de La Gaviota de Fernán Caballero, marca la tendencia hacia el realismo, un nuevo género en el que los temas resultan más próximos a los lectores.
Más información Tertulias, casinos y grupos artísticos
Algunos cientos de miles de españoles, entre los que predominaban los varones de las clases medias, se organizaban en distintas sociedades. La más común en los años centrales del reinado de Isabel II eran los casinos y lo que la estadística denomina eufemísticamente sociedades artístico-recreativas. En ellos, los hombres (las mujeres organizaban sus veladas en las casas y a las puertas de los templos), hablaban, jugaban a los naipes, leían la prensa o simplemente sesteaban durante horas.
Más información Sociedades de discusión cultural y científicas
La mayoría de los Ateneos se convirtieron en el centro de la cultura de cada localidad donde se instalaron y mantuvieron este papel hasta bien entrado el siglo XX, sin que lo hayan perdido del todo, hasta ahora, en algunos casos. Los ateneos eran, en primer lugar, centro de reunión y tertulia, quizás su principal función en la vida diaria, sin que por ello se hicieran competencia con los casinos, pues la doble o la triple afiliación no sólo no fue mal vista sino que fue relativamente frecuente. Las tertulias de los ateneos a menudo tenían una altura o al menos una intención próxima al debate.
Más información Entretenimientos y espectáculos
Algunas veces al año, la mayoría de los españoles asistían a la principal diversión de las fiestas. Parece que fue entonces cuando se acuñó la frase "fiesta nacional" y abarcaba igual al mundo rural que al urbano; sin especial distinción entre sevillanos, murcianos, barceloneses, madrileños y la mayoría de las otras provincias. A la altura de comienzos de los años sesenta del siglo, casi todas las provincias contaban con alguna plaza de toros estable. Pero el espectáculo que superaba a todos los demás, por difusión y seguidores, era el teatro. En Madrid, destacaba el Teatro Real de la Opera, inaugurado en 1851.
Más información Economía en el reinado de Isabel II
Sumida en un largo bache, la economía española comienza la expansión en torno a 1825. Efectivamente, la última década del reinado de Fernando VII es un período de depresión con síntomas de mejora. Esta fue posible gracias a una serie de circunstancias: las medidas de López Ballesteros, el acercamiento de éste a las posturas de la burguesía industrial barcelonesa y el agrupamiento de algunos financieros y hombres de negocios, una nueva generación de unos pocos empresarios, unida a la existencia de los emigrados políticos españoles (afrancesados y doceañistas liberales).
Más información La agricultura
A comienzos del siglo XIX la agricultura era la base de la riqueza nacional: el 56% del total de la producción (el 82% si incluimos la ganadería). No obstante, la producción agrícola del Antiguo Régimen estaba limitada por la organización y explotación de la propiedad.
Más información Las desamortizaciones
Hubo dos medidas que, además de subvertir los principios de la agricultura en el Antiguo Régimen, serán claves para las transformaciones a medio plazo de la agricultura. Se trata de la desamortización y la desvinculación. La Desamortización de Mendizábal y Espartero entre 1834 y 1854 fue sobre todo una desamortización eclesiástica. La Ley Desamortizadora de Pascual Madoz de 1855, afectó a los bienes municipales, del clero, instrucción pública, beneficencia y de la Corona.
Más información La desvinculación señorial
El advenimiento del liberalismo al poder en 1820 reanudó la obra de las Cortes de Cádiz. La ley de 11 de diciembre de 1820 (llamada de Desvinculación) suprimió totalmente los mayorazgos y vinculaciones, abriendo la puerta para que los nobles vendieran sus tierras, lo que, lógicamente, afectó a la nobleza con menos recursos. Suspendida esta norma en 1823 a consecuencia de la restauración del absolutismo, fue confirmada y restablecida por otra ley de 30 de agosto de 1836.
Más información Crecimiento de la producción agrícola
La agricultura española en las tres primeras cuartas partes del siglo XIX experimentó una evolución debido a las leyes liberales como la desamortización y desvinculación, y la supresión de las trabas que impedían el libre cultivo o beneficiaban a la ganadería frente a la agricultura. Las consecuencias principales, a medio plazo, consistieron en la mayor producción general, debida a la expansión de los cultivos hasta 1860, y el leve incremento de la productividad a partir de la década de 1870.
Más información Industria
La Guerra de la Independencia y la pérdida de las Colonias (1810-24) supuso un colapso de la industria española, aunque, desde 1825, se fue desarrollando una industria moderna, en la que se destacaron el textil y la metalurgia.
Más información Sectores siderúrgico y textil
La siderurgia moderna comienza en 1832 en Marbella (Málaga) con el primer alto horno. Allí, Manuel Heredia fue el promotor de la sociedad de La Constancia. Como en el resto del mundo occidental durante el siglo XIX, el sector textil es el más importante y característico de la industria española de bienes de consumo.
Más información Mineria
Durante el siglo XIX la minería española se basará en la riqueza de los yacimientos, la mano de obra barata y la llegada en cantidades considerables de capital extranjero. Esta última circunstancia tardará en darse.
Más información Comercio exterior
El comercio exterior estuvo, sobre todo, influido por la pérdida de parte de las colonias en esta primera mitad de siglo, pues absorbían más del 50% de nuestro comercio. A partir de 1830, y sobre todo desde 1840, se va rehaciendo (volverán a iniciarse contactos con las antiguas colonias).
Más información Infraestructuras y transporte
La complicada orografía peninsular explica en gran medida el retraso español en cuanto al desarrollo de infraestructuras como el ferrocarril o las carreteras.
Más información Caminos y carreteras
En las vísperas de la guerra de Independencia, la red de comunicaciones terrestres respondía a un planteamiento general que convertía Madrid en el centro de un sistema radial de caminos. La guerra los destrozó y desde 1814 a 1840 el presupuesto dio para poco más que intentar su arreglo y mantenimiento. Desde 1841 se inician nuevas construcciones que supondrían un avance decisivo en la configuración de la red de carreteras. En el lustro 1840 a 1845 se construyen más de 100 Km. anuales, pasando a 250 Km. en los siguientes, para alcanzar los 400 Km. a partir de 1850.
Más información El ferrocarril
En 1843 se dio licencia a José M? Roca para la línea Barcelona-Mataró que se inauguró en 1848, en 1844 a Pedro de Lara -que se asocia al financiero José de Salamanca- para el trayecto Madrid-Aranjuez, inaugurado en 1851, y en 1845 se concede la construcción del ferrocarril Gijón-Sama de Langreo que comenzó a funcionar en 1855. La fiebre de construcciones se producirá a partir de 1855.
Más información Viajes y viajeros
Con pocas excepciones, hasta 1855, los viajes habituales estaban fuera de la mente de los españoles de esta época. Difíciles de llevar a cabo por las malas condiciones de caminos, las escasas líneas de diligencias y lo sumamente costoso. El viaje de la mayoría de los españoles no pasaba de una ciudad cercana a su pueblo y eso de manera esporádica y muy circunstancial, salvo los que lo hacían frecuentemente por razones de trabajo. La situación cambió con la llegada del ferrocarril, pero aún eran relativamente pocos los que viajaban, aunque éstos lo hacían con más frecuencia, más comodidad y a menor precio.
Más información Poder, política y políticos
Poder, política y políticos
El poder ejecutivo, o lo que propiamente se llama gobierno, se componía de seis, siete u ocho secretarías de despacho (ministerios), que se fueron fijando a lo largo del siglo XIX, formalmente nombrados por la Corona, con mayor o menor influencia de partidos o espadones militares. Todos los ministros reunidos formaban el Consejo de ministros, cuyo presidente era quien el rey designara al efecto, con frecuencia vinculado al Ministerio de Estado, o bien otra persona que ocupaba específicamente tal cargo.
Más información El sistema judicial
Lo que, impropiamente, llamamos poder judicial, como algo diferenciado del poder real, no existió en España hasta que la Constitución de 1812 introdujo el principio doctrinal de la separación de poderes. Se pretendió la autonomía y responsabilidad de los jueces respecto al poder ejecutivo. Al mismo tiempo, se trataba de instaurar el principio de igualdad ante la ley, vinculado al sistema liberal y basado en la soberanía popular, por lo que sancionó la unidad de fueros, aunque tardaría décadas en llevarse a la práctica.
Más información Provincias y ayuntamientos
Frente a la administración local del Antiguo Régimen, caracterizada por su falta de uniformidad y cierta confusión de poderes, el Estado liberal intentó la unidad administrativa y la división de poderes. La nueva división provincial fue realizada en 1833 por Javier de Burgos.
Más información El curso de los acontecimientos
Los acontecimientos políticos del reinado de Isabel II están marcados la acción de diversas fuerzas, como carlistas, liberales y progresistas, entre otros.
Más información La primera guerra carlista
El carlismo es un movimiento político que tuvo su momento más espectacular durante el reinado de Isabel II, pero hay que buscar sus orígenes en el siglo XVIII y sobre todo a partir de 1820, con la Regencia de Urgel, y la revuelta de los Agraviados de 1827.
Más información La transición liberal
En los últimos meses de la enfermedad de Fernando VII, su esposa María Cristina de Borbón había actuado como regente y se había apoyado en Cea Bermúdez. Después de la muerte del Rey, María Cristina, ya como gobernadora y regente durante la minoría de edad de Isabel II, renovó la confianza al gabinete Cea Bermúdez que, en octubre de 1833, publica un manifiesto en el que se proclama defensor de la monarquía absoluta. Las escasas reformas del Gabinete Cea Bermúdez (la más importante, en diciembre de 1833, la división territorial de Javier de Burgos) hicieron optar a la regente por el cambio. En enero de 1834 designó a Martínez de la Rosa para formar un nuevo gabinete con el objeto de elaborar un régimen constitucional.
Más información Revolución liberal y moderantismo cristino
El bienio de junio de 1835 a agosto de 1837, con el breve intervalo del gobierno Istúriz, constituye el desenlace del largo proceso revolucionario que puso fin al Antiguo Régimen.
Más información Regencia de Espartero
Una vez terminada la guerra carlista, en la que los militares fueron protagonistas de la vida nacional como lo habían sido desde 1808 a 1824 (guerras de independencia y emancipación americana), comienza en la vida política el parlamentarismo pretoriano en denominación de R. Carr o el Régimen de los generales, según J. Pabón. Este período que abarca el reinado efectivo de Isabel II y el gobierno provisional del sexenio en el que varios destacados generales continuarán ejerciendo el liderato desde el poder político: Espartero, Narváez, O'Donnell, Prim y Serrano.
Más información La década moderada
Entre 1843 y 1854 prosiguió la inestabilidad política del periodo anterior debida a los reiterados pronunciamientos que jalonaron el proceso histórico de la España de aquellos años. Entre enero y marzo de 1844, en Alicante, Valencia y Cartagena; en 1846, en Lugo; en 1848, alzamiento civil en Madrid y el último de ellos, convertido en una revolución (1854) que terminó con la década. Sin embargo, los aspectos comunes que caracterizan el período son la mejora económica en todos los órdenes y las reformas que tendían a la integración del conjunto de zonas españolas que pasaba por la igualdad de las leyes y la centralización.
Más información Revolución de 1854 y bienio progresista
En junio de 1854 tuvo lugar un levantamiento, acaudillado por los generales Dulce y O'Donnell, conocido como la Vicalvarada. Tras ella, O'Donnell y los demás sublevados se retiraron a Andalucía. Ante la acción revolucionaria, la reina convirtió en ministros a parte de los miembros de la Junta de Madrid, que se convirtió en gobierno provisional presidido por Evaristo San Miguel. El nuevo gobierno impuso la entrega del poder a Espartero. El bienio fue un régimen inestable, regido por dos caudillos militares: Espartero -al que siguen los progresistas puros- y O'Donnell, que aglutina la Unión Liberal, nacida de la Vicalvarada y formada por moderados y progresistas transigentes de signo ecléctico.
Más información Periodo ecléctico: 1856-1868
En el período comprendido entre 1856 y 1868 intervendrán tres grupos políticos: moderados, Unión Liberal (que predominó sobre los otros dos) y progresistas, quedando al margen dos partidos extremos: carlistas y demócratas. El objetivo político de este período podría definirse como el intento de conciliar libertad y orden, al mismo tiempo que procedía a completar la uniformidad jurídica con leyes como las de notariado de 1862 y la hipotecaria de 1863.
Más información A la espera del último golpe de Estado
La crisis económica que sufre España desde 1864 era un buen fermento de la revolución. En agosto de 1866 se reúnen demócratas y progresistas y llegan al pacto de Ostende, por el que se comprometen a derrocar a Isabel II: el último estará presidido por Luis González Bravo (abril a septiembre de 1868) quien acude cada mañana a su despacho por inercia, mientras dure, a la espera inminente de un golpe de Estado.
Más información Política exterior y colonial
La política exterior y colonial española en el período isabelino gira en Europa en torno a los problemas derivados de la política interior y la relación con Portugal tendente a crear lazos especiales que deriven en la unidad ibérica. En el periodo de Unión Liberal tendrán lugar varias acciones bélicas exteriores que se acometen con doble fin: recuperar el prestigio internacional que tuvo España hasta el siglo XVIII y crear en la ciudadanía un enemigo externo que desvíe la atención de la política interior.
Más información Dimensión internacional de los problemas internos
La primera guerra carlista tuvo una dimensión internacional. La legitimidad de Isabel II fue reconocida por Francia e Inglaterra frente a la indefinición de Austria, Rusia y Prusia. Otros Estados menores, como Nápoles, Cerdeña o Piamonte reconocen a Don Carlos.
Más información El iberismo
La implantación del liberalismo entre 1833 y 1868 presenta numerosas semejanzas en España y Portugal. En ambos países los conflictos dinásticos se complican con los ideológicos. Portugal sufre una guerra civil entre 1832 y 1834 y España la atraviesa entre 1833 y 1839. María da Gloria, 1826, e Isabel II, 1833, reinas menores de edad, buscarán apoyo en los liberales frente a dos príncipes legitimistas (Don Miguel y Don Carlos), hermanos de los reyes fallecidos.
Más información El sistema colonial
España, después de la pérdida de la América continental, seguía siendo una potencia colonial, más por la situación de sus territorios que por la extensión de éstos. La escasa capacidad financiera, diplomática y militar española para defender estos territorios hará que nuestro país intente, a toda costa el mantenimiento del statu quo por parte de las potencias europeas frente a la presión de Estados Unidos en América y el Pacífico y el equilibrio interno entre ellas en lo que respecta a los territorios africanos y, singularmente, el Estrecho.
Más información Las guerras de prestigio
Las guerras de prestigio, un prestigio internacional que España ha perdido ya hace tiempo, llevan a intervenir en Santo Domingo y México, a mandar una expedición a la Cochinchina y a la Guerra de África, una guerra de prestigio nacional a través de la que O'Donnell buscó unir a los partidos políticos y a los españoles en el sentido patriótico.
Más información El Sexenio democrático
En septiembre de 1868 el pronunciamiento militar iniciado, cómo no, en la bahía de Cádiz, provocaba el destronamiento de Isabel II y el final del sistema moderado de poder. España iniciaba una nueva singladura política con un sistema cualitativamente diferente: la democracia, cuya espina dorsal fue la Constitución de 1869.
Más información La preparación del Sexenio
La revolución de 1868, sin duda el hecho más significativo del decenio, fue producto de la confluencia de toda una serie de fenómenos y acontecimientos anteriores. No cabe hablar únicamente de factores económicos explicativos de su desencadenamiento, como ha sido habitual en la historiografía, tales como la crisis financiera de 1866 o la de subsistencias del invierno 1867-68, ya que desvelan sólo parte de la trama.
Más información La crisis política
En términos políticos, el derrumbamiento del sistema isabelino vendría provocado por el enfrentamiento entre dos elites políticas y dos formas diferentes de concebir la estructura y los objetivos del Estado: moderados - tendencia proclive a una concepción patrimonial del poder, con escasa capacidad de respuestas renovadoras ante las transformaciones culturales, económicas y sociales-, y progresistas -tendencia más receptiva a las demandas del conjunto social.
Más información La oposición de los intelectuales
En los años anteriores a 1868 se había desarrollado un círculo de intelectuales -Figuerola, Castelar, Moret, Giner de los Ríos o Canalejas, entre otros- que despuntaron tanto por su actuación personal como por su capacidad de movilización sobre ciertos sectores sociales. Desde una actitud severamente crítica frente al sistema, la intelectualidad difundió ideas renovadoras muy influidas por el ideal democrático, el krausismo y el librecambismo. La acción de estos hombres, caracterizados mayoritariamente por su juventud, contribuyó notablemente a la caída de Isabel II y configuró una nueva concepción de la sociedad y del Estado -democratización, descentralización, laicización...-, concepción que quedó plasmada en un discurso político.
Más información La crisis económica
La evolución de la economía española durante los últimos años del reinado de Isabel II contribuyó en gran medida a acelerar su deterioro, dada la profunda crisis en que la nación estaba sumida desde 1866. Crisis desdoblada en dos versiones: una moderna, que incidía sobre el sector financiero y el industrial, y una tradicional, en torno a la actividad agraria.
Más información Descomposición política del régimen
A comienzos de 1866 se inició la fase de progresiva descomposición del régimen isabelino, cuya estructura comenzó a desmoronarse. El primer conato fallido de poner fin al sistema corrió a cargo del general Prim, quien lideró una sublevación militar en Villarejo de Salvanés, el 13 de enero de 1866. El fracaso, derivado de la falta de apoyo civil y militar, fue relativo, pues Prim quedó como el principal referente de la oposición y como el sucesor de Espartero, en forma de emblema de libertad ante el pueblo.
Más información La morfología del pronunciamiento
Entre el 18 y el 22 de septiembre la rebelión gaditana prendió en toda Andalucía. Igualmente se unieron a la causa revolucionaria Santander, El Ferrol, Béjar, La Coruña, Zaragoza, Cartagena, Santoña, Alicante y Alcoy, diseñando modelos diferentes de sublevación, pero, en todos los casos, con una activa participación popular, generalmente estimulada por los demócratas en su versión republicana o no.
Más información Resistencias estructurales a la democratización
El proyecto democrático presente en las formulaciones del pronunciamiento cívico-militar se iba a enfrentar con un conjunto de trabas estructurales difícilmente superables. De la posibilidad de transformar esas estructuras dependería la consolidación del proyecto en una realidad durable, estable y eficaz.
Más información La construcción de la democracia
El cambio político nacido en la bahía de Cádiz fue algo más que el derrocamiento de una reina, y, con ella, de una dinastía. Se presentaba el momento de concretar un conjunto de transformaciones que variasen la esencia del contexto político y racionalizasen la vida económica.
Más información La instauración de las libertades
El 8 de octubre se constituyó el primer Gobierno provisional, presidido por el general Serrano, y compuesto por miembros de los partidos progresista y unionista, con los demócratas al margen: Sagasta, Gobernación; Prim, Guerra; Romero Ortiz, Estado; Topete, Marina; Figuerola, Hacienda; Ruiz Zorrilla, Fomento, y López de Ayala, Ultramar.
Más información El trasfondo de la guerra de Cuba
El trasfondo de la guerra de Cuba
La guerra de Cuba condicionó intensamente la trayectoria política del Sexenio. El Grito de Yara inició el conflicto secesionista cubano, a las órdenes de Carlos María de Céspedes. Si tenemos en cuenta la importancia económica y política de la isla, bien en términos de llegada de capitales privados, hacendísticos, bien porque había sido cantera para importantes mandos militares, la Guerra de los Diez Años tuvo derivaciones fundamentales en la política interior metropolitana.
Más información La ampliación de la oferta política
Desde octubre de 1868 hasta la celebración de las elecciones a Cortes Constituyentes el 15 de enero de 1869, España entera se vio inmersa en un período de febril actividad política. El régimen de libertades nacido de la pronta y eficaz gestión del Gobierno provisional, que recogía las aspiraciones de las juntas revolucionarias, introdujo un elemento absolutamente novedoso que transformó el mercado político: el sufragio universal, aplicable a los individuos del sexo masculino mayores de 25 años. El sufragio directo supuso un considerable incremento del número de electores. Para cubrir este nuevo mercado se amplió también la oferta política, quizá más de forma cualitativa que cuantitativa.
Más información La Constitución de 1869
En líneas generales puede decirse que la Constitución de 1869 recogía los principios democráticos, continuando la línea de actuación del Gobierno provisional, inspirada, a su vez, en la filosofía emanada de las juntas revolucionarias. En definitiva, fundamentaba la construcción del Estado democrático. La Constitución de 1869 exponía una tabla de derechos del ciudadano sin precedentes en el constitucionalismo español.
Más información Política económica y liberalización
Los demócratas del Sexenio fueron más lejos que los progresistas del Bienio en su valoración de las ventajas de una integración más profunda de la economía española en el contexto internacional. Durante el Bienio la acción del exterior se había entendido en la lógica del auxilio, la necesidad de tecnología, capitales y gestores. Los demócratas de 1868 valoraban la cuestión en términos de la necesidad de una mayor competencia con el exterior, de un contraste que asegurase mayores cotas de modernización y de crecimiento. En el terreno monetario lo primero que Figuerola planteó fue la implantación de la peseta como unidad monetaria española, bajo los acuerdos de la Unión Monetaria Latina, firmados en 1865.
Más información Conflictividad social y organización del movimiento obrero
El Sexenio democrático estuvo caracterizado por una alta conflictividad social, manifestada de forma compleja y violenta, viniendo a constituir un conjunto de experiencias abiertas a los problemas sociales propios de la época y, al tiempo, al estallido de una serie de conflictos de raíz secular.
Más información Los avances culturales
Los nuevos aires democráticos animaron el debate intelectual en su conjunto, al facilitarse la apertura a los nuevos discursos culturales y científicos de allende nuestras fronteras. Es en el campo del pensamiento donde se denotan los cambios más perceptibles y duraderos: desde la introducción del darwinismo y de la teoría evolucionista hasta la irrupción del nuevo espíritu positivo, ya a finales del período. En todo ello tuvo mucho que ver la consolidación del krausismo y, con él, la madurez de las nuevas elites intelectuales formadas a lo largo de los años sesenta. También los aires de libertad del Sexenio animaron el renacimiento de la novela española y su orientación realista y naturalista. No es de extrañar que la generación de Valera, Pérez Galdós, Pereda, Alarcón... recibiera el sobrenombre de Generación de 1868.
Más información La regencia de Serrano
La Constitución de 1869 estableció el marco jurídico legal en el que se iba a desenvolver el nuevo régimen político español. Se conservaba la monarquía como forma de gobierno, por lo que las Cortes tuvieron que elegir un regente que asumiera la jefatura del Estado mientras se buscaba un rey. Así, el general Serrano, cuya popularidad se hallaba en alza, fue nombrado para tal cargo el 18 de junio de 1869, a pesar de la oposición republicana.
Más información En busca de un rey
El trono español estaba vacante. El problema residía en buscar un candidato óptimo, y así se emprendió una labor aparentemente fácil, dado el alto número de cabezas coronadas en una Europa predominantemente monárquica, pero que en la práctica agudizó los conflictos internos y se convirtió en un quebradero de cabeza para la mayoría de las cancillerías europeas en un complicado choque de intereses. Las gestiones quedaron formalizadas en torno al duque Amadeo de Aosta, hijo de Víctor Manuel II de Italia. El 16 de noviembre las Cortes Constituyentes eligieron al nuevo rey de España, con el nombre de Amadeo I, por 191 votos a favor, 100 en contra y 18 abstenciones.
Más información El reinado de Amadeo I
La monarquía de Amadeo había nacido con una debilidad manifiesta. Los dos años del reinado ofrecerán una continua inestabilidad política, a lo que se suman la oposición frontal de la nobleza de sangre, el relativo rechazo de la Iglesia, el alejamiento de sectores del poder económico, la sublevación general carlista, la beligerancia de un sector del republicanismo, el problema cubano, ligado a la posible alteración del statu quo colonial, el avance del movimiento obrero organizado y la conflictividad social, la descomposición interna de partidos políticos como el progresista y, como trasfondo, los rescoldos de una crisis económica arrastrada desde 1866.
Más información Evolución política de 1871
Desde la subida al trono de Amadeo y hasta las primeras elecciones a Cortes ordinarias transcurrieron dos meses, en los que la coalición monárquico-democrática se mantuvo unida. El Gobierno de transición había logrado concentrar a las principales figuras de los tres partidos integrantes de la coalición: Sagasta, Ruiz Zorrilla, Martos, Moret, López de Ayala... na vez obtenida la legitimidad a través de las urnas, el Gobierno debía empezar a legislar e iniciar así el desarrollo parlamentario de la nueva monarquía. pero no tardaron en aparecer las fricciones.
Más información Oposición de las elites tradicionales
Las elites tradicionales, las que se sintieron apartadas del poder a raíz de la revolución de 1868, comenzaron a resurgir durante la monarquía amadeísta, redefiniendo posiciones e intereses. Dos de los más significativos oponentes del sistema democrático procedían, en efecto, de estas elites: la nobleza de cuna y la jerarquía eclesiástica.
Más información El carlismo y su vuelta a la insurrección
El carlismo conoció, durante el Sexenio, un auge sin precedentes desde hacía decenios. El derrocamiento de Isabel II y la aceptación de la monarquía como forma de gobierno alimentaron las esperanzas carlistas, que percibían el momento político como apropiado para proclamar rey a su candidato, Carlos VII. Dividio en dos sectores, el sector que había apostado por la vía legal comenzó a perder puntos en favor del sector insurreccional. La guerra carlista hostigaría desde entonces, y hasta 1876, a los diferentes Gobiernos.
Más información La oposición de los republicanismos
Como los carlistas, tampoco los republicanos gozaron de homogeneidad en la oposición. El republicanismo español era una compleja amalgama, donde convivían proyectos políticos dispares, supuestos sociales de muy distinto signo y referentes ideológicos diversos, aunque emparentados. El centro equilibrador del partido, es decir, la línea parlamentaria y federalista de Pi y Margall, tenderá a verse desbordado durante el período 1871-1872 por la opción intransigente, al mismo tiempo que un grupo dirigido por Castelar basculará hacia posiciones más moderadas.
Más información La inestabilidad política de 1872
Si en 1871 se habían sucedido las crisis gubernamentales, en 1872 la insistencia de esas mismas crisis redundó en un progresivo deterioro de la vida política y parlamentaria. La situación desembocaría el año siguiente: el 10 de febrero Amadeo I abdicaba en su nombre y en el de sus descendientes
Más información Las repúblicas de España
Tras la abdicación de Amadeo de Saboya, la República surgió como la única fórmula que aún no se había ensayado para llevar hasta sus últimas consecuencias los postulados de septiembre de 1868. Los republicanos tenían ahora la oportunidad no ya de democratizar, sino de republicanizar la sociedad española en todos sus ámbitos, pero la República podía ser concebida, y de hecho lo era, desde distintos puntos de vista, lo cual generaba distintas repúblicas. Cada una de estas concepciones fue recogida y practicada por un sector del republicanismo español, dando lugar a cinco tipos de república que se sucedieron hasta enero de 1874, muchas veces yuxtapuestas: la indefinida, la federal, la social, la cantonal y la república del orden.
Más información La I República
El 11 de febrero de 1873 el Congreso y el Senado, reunidos en Asamblea Nacional, proclamaron la República, por 258 votos a favor y 32 en contra, contraviniendo el principio constitucional que prohibía su deliberación conjunta. La República no partió de una mayoría definida, pero el vacío de poder que provocó la marcha de Amadeo precipitó la colaboración de los radicales monárquicos. De la coalición de gobierno surgió un primer presidente del Poder Ejecutivo, el federal Estanislao Figueras, arropado por tres destacados republicanos: Pi y Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar.
Más información La federación desde arriba
El 1 de junio de 1873 tuvo lugar la apertura de las Cortes Constituyentes, y el día 8 el nuevo régimen fue definido como una República federal. Tres días después se formó un nuevo Gobierno, bajo la presidencia de Pi y Margall. Pronto se dibujaron tres tendencias en el Parlamento: un centro de precario equilibrio, dirigido por el nuevo presidente; una tendencia más conservadora, abanderada por Emilio Castelar, y los intransigentes, dirigidos por el nuevo presidente de las Cortes, José María Orense.
Más información La federación desde abajo
El mes de julio marcó un punto de inflexión en la trayectoria de la República. El rumbo definido por las Cortes Constituyentes y la presidencia de Pi se resquebrajan, acosados por problemas de toda índole y sin apoyos sólidos en los que sustentarse. En efecto, a lo largo del mes emergen de forma acumulada todos los factores que inclinarán a la deriva la ya de por sí frágil plataforma política republicana. Estallaron sucesivamente los alzamientos cantonales y los sucesos de Alcoy, a la par que se extendió la guerra carlista y, en medio, la caída de Pi y Margall, que supuso un viraje a la derecha del régimen, confirmado ya desde la presidencia de Nicolás Salmerón.
Más información La República del orden
El 18 de julio de 1873, Nicolás Salmerón fue nombrado presidente por 119 votos. Con él la República inició un viraje de carácter conservador, que llegó a poner en cuestión incluso el principio federal, de hecho enterrado en la sublevación cantonal. La prioridad del Gobierno residió en intentar resolver la guerra carlista y el cantonalismo, dentro de un contexto más amplio de restablecimiento del orden público. El 6 de septiembre dimitió Salmerón, siendo elegido Emilio Castelar presidente por 133 votos, frente a los 67 que apoyaron la vuelta de Pi y Margall. Castelar concretó el giro conservador: las libertades no podían descuidar el orden, y ahora se imponía la conservación de este último.
Más información El golpe de Pavía
En la madrugada del 3 de enero de 1874, una vez derrotado el Gobierno Castelar, el general Pavía disolvió por la fuerza la Asamblea. Apenas hubo resistencia al golpe, salvo en contadas localidades. Mientras tanto, se reunían para decidir el futuro los notables de los partidos políticos: el general Serrano, el almirante Topete, los generales José y Manuel Gutiérrez de la Concha, Manuel Becerra, Cánovas del Castillo, Beranger, Elduayen, Cristino Martos, Rivero y Montero Ríos.
Más información La República de 1874
La situación política nacida del golpe de Pavía representa el epílogo del 68 y el prólogo de la Restauración borbónica; una situación entendida como puente e inscrita en el viraje conservador ya puesto en marcha en los últimos meses de 1873 por Castelar. Los acontecimientos de 1874 marcan la inevitabilidad de un próximo retorno de los Borbones y la forma monárquica en la persona del príncipe Alfonso, dando comienzo la Restauración.
Más información El legado del Sexenio
Más allá de las circunstancias políticas coyunturales, el Sexenio democrático dejó un sedimento perenne en el desarrollo del liberalismo español: formas de organización de la sociedad civil, libertades individuales, niveles de participación, modernización del Estado y del sistema judicial, régimen representativo, extensión del debate intelectual... en parte asumidos, a medio plazo, por el régimen político de la Restauración, preparado minuciosamente por Cánovas del Castillo y que se abre en 1875, tras el pronunciamiento del general Martínez Campos y la coronación de Alfonso XII.
Más información Las independencias americanas
La propia lógica colonial conduciría a la independencia, todo era cuestión de oportunidad, de que se presentara la ocasión favorable. Y se presentó en 1808, cuando se desencadena una crisis política y militar sin precedentes en la historia de España, con la invasión de los ejércitos napoleónicos, la abdicación de Carlos IV, la prisión de Fernando VII, el intento de hacer rey de España (y de las Indias) a José Bonaparte.
Más información Los precursores
Las independencias americanas cuentan con precursores que abre el camino a lo que sucederá posteriormente: a fines del XVIII hay agitación política en las principales ciudades indianas: aparecen pasquines favorables a la revolución, se expulsa a cierto número de franceses, se incrementa la persecución de la propaganda subversiva; en Bogotá, el joven Antonio Nariño es encarcelado y desterrado por imprimir Los derechos del hombre y del ciudadano; en Quito, Eugenio Espejo es encarcelado en 1795 por publicar pasquines y sátiras contra el gobierno; en 1799 el jesuita peruano Juan Pablo Viscardo publica desde el exilio su Carta a los españoles americanos animándoles a conseguir la independencia.
Más información Los procesos de independencia
Los procesos de independencia americanos están ligados a la evolución interna de España. La invasión francesa o el advenimiento del Trienio Constitucional, por ejemplo, debilitan los lazos de unión entre la metrópoli y las colonias, momentos que son aprovechados por los líderes independentistas -Miguel Hidalgo, José María Morelos, Simón Bolívar, San Martín, Vicente Guerrero, Sucre.. -para avanzar en su lucha.
Más información Las independencias tardías
Algunas partes de la América española tienen procesos un tanto diferentes pues o bien no se independizan de España sino de otros países, o lo hacen con considerable retraso, o sólo para caer en nuevas dependencias. Son los casos de Uruguay, Santo Domingo, Cuba y Puerto Rico.
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