JUNIPERO SERRA Y LAS MISIONES DE CALIFORNIA
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RELACIÓN HISTÓRICA DE LA VIDA Y APOSTÓLICAS TAREAS DEL VENERABLE PADRE FRAY JUNÍPERO SERRA, Y de las Misiones que fundó en la California Septentrional, y nuevos establecimientos de Monterrey. ESCRITA Por el R. P. L. Fr. FRANCISCO PALOU, Guardián actual del Colegio Apostólico de S. Fernando de México, y Discípulo del Venerable Fundador: DIRIGIDA A SU SANTA PROVINCIA DE LA REGULAR OBSERVANCIA DE NRÔ S. P. S. FRANCISCO DE LA ISLA DE MALLORCA. A EXPENSAS DE DON MIGUEL GONZÁLEZ CALDERÓN SÍNDICO DE DICHO APOSTÓLICO COLEGIO. CARTA DEDICATORIA A LA OBSERVANTÍSIMA PROVINCIA DE MALLORCA, Y PROTESTA DEL AUTOR. VIVA JESÚS, MARÍA, Y JOSÉ. Muy R. Padre Ministro Provincial, y demás Reverendos Padres, y venerados Hermanos. DESEOSO DE PERPETUAR en la memoria de todos VV. Paternidades y RR. y de los venideros Hijos de esa Santa Provincia, mi tan respetable Madre, las Apostólicas tareas de mi venerado Padre, Mrô. y Lector FR. JUNíPERO SERRA, Hijo esclarecido, tan conocido y estimado de esa su Santa Madre, tomo la pluma para escribir las más ilustres hazañas de su infatigable celo: las que con innata propensión y debido reconocimiento, vuelven, como en cristalino arroyo a su fuente, o como caudaloso río, al glorioso origen de donde manaron sus saludables y presurosas corrientes, para fecundar con el más saludable riego estos tan remotos y dilatados Paises. Esa Santa y Religiosísima Provincia supo dar en el siglo anterior último, para primer Fundador del Apostólico instituto en ambas Españas, antigua y nueva, aquel insigne Hijo, Varón estático, Clarín sonoro del Evangelio, cuyos ecos sonaron con admirable armonía en ellas, nuestro Venerable Padre Fundador Fr.
Antonio Linaz: y a mediados del corriente, dio para Alumno del Colegio de San Fernando de México del mismo Apostólico instituto de Propaganda Fide, un Padre JUNÍPERO Fundador de diez Misiones en esta Península de las Californias, y que dejó proyectadas otras, que por falta de Operarios Evangélicos no pudo poner en planta. Si de estos Juníperos hubiera dado esa Santa Provincia una selva, no quedaría ya (en estos tan dilatados, y de Centilidad poblados Paises) Gentil a vida bárbara, sino que todos quedaran civilizados y convertidos a nuestra Santa Fe Católica. Porque a la verdad fueron de tan sagrado fuego las ansias de este Seráfico y Apostólico Junípero, que ni sus graves y habituales accidentes, ni la incomodidad de los continuos y dilatados viajes, ni la espesura y fragosidad de los caminos, ni la falta de su preciso sustento, ni la barbaridad de sus bozales y fieros habitadores, pudieron detener el curso a sus Apostólicas empresas: Hizo a costa de inmensas fatigas que amaneciese la luz de la verdadera Religión a tantas naciones, cuantas Misiones dejó fundadas, que sólo en esta nueva y Septentrional California contamos nueve, todas ellas vivas, y en el centro de la Gentilidad, tan apartadas de tierra de Católicos, que los más cercanos de la primera Misión distaban más de ciento y cincuenta leguas y éstas cercadas todas de infieles, para que por todos rumbos resonase la voz del clarín Evangélico de nuestro Venerable Padre; quien logró ver en sus días, en solas las nueve dichas Misiones, a cinco mil ochocientos y ocho Gentiles convertidos, y bautizados por sí y sus Compañeros, que sin temer a la impiedad de la infernal Jezabel, trabajaron con descanso bajo la sombra de tan frondoso Junípero, ayudándole a sacar a aquellas almas de la esclavitud del Príncipe de las tinieblas.
Y el Venerable Padre con la extraordinaria facultad que nuestro Santísimo Padre el Señor Clemente XIV le concedió para confirmar, administró por sí mismo este Sacramento (entre Indios Neófitos y Españoles, de los nuevos Pobladores) a cinco mil trescientos y siete; logrando todo este espiritual fruto a costa de continuos viajes por mar ), tierra, que si el curioso Lector torna la pluma, hallará, que desde que salió del Apostólico Colegio de San Fernando para estas Californias, gastó más de medio año en navegaciones, y por tierra anduvo como dos mil y cincuenta leguas, sobre mayor número que tenía andadas en la Nueva España, y en viajes para las Misiones de los infieles Indios Pames de la Sierra Gorda, como en las que salió a predicar entre Fieles, convirtiendo a innumerables pecadores, despertándolos con su fervoroso espíritu del pesado sueño de la culpa, y dirigiéndolos por el camino de la virtud. Todas estas tareas Apostólicas, son gloriosos Trofeos de esa Santa Provincia, a cuyos alumnos los dirijo, puestos en esta Relación, no tanto para que se gloríen de ellos, cuanto para que con tan inmortales monumentos del abrasado espíritu de su esclarecido Hermano, se alienten en adelante los hijos más fervorosos de ella, a seguir tan gloriosas pisadas, a continuar tan arduas e importantes Conquistas, y a promover espirituales descubrimientos, hasta que no quede Gentil en esta tan inmensa tierra (las mas septentrional de la Nueva España poblada toda de Gentilidad) a quien no alumbren los rayos de nuestra Religión Católica, para que desterradas las tinieblas de aquella, alumbre a todos la luz Evangélica.
Con estos vivos deseos acabó su laboriosa vida y Apostólica carrera mi venerado Padre Lector FR. JUNÍPERO; pues tres días antes de morir, hablando los dos de lo que tardaba en venir la Misión, que se había ido (años hacía) a colectar a España, por cuya causa, y la falta de Operarios Evangélicos, no se plantificaba la fundación proyectada de dos Misiones con los títulos de la Purísima Concepción, y Santa Bárbara, le dije: que tal vez no se hallarían Religiosos que quisiesen venir: Al oír estas palabras, prorrumpió con un suspiro propio de su corazón fervoroso. "¡Oh, si los Religiosos de nuestra Santa Provincia, que conocieron al difunto Padre Fray Juan Crespí, vieran lo que trabajó, y el mucho fruto que logró, cuántos se animarían a venir! Con solo que leyeran los Diarios sería bastante para moverse no pocos, a dejar su Patria, y Provincia, y emprender el camino, para venir a trabajar en esta Viña del Señor". Estos deseos que oí de boca de mi amado Padre Lector poco antes de su ejemplar muerte, me acordaron después de ella el cumplírselos, enviando a esa Santa Provincia originales los mismos Diarios, que por los caminos escribió el citado Padre Crespí; y habiendo hallado entre los papeles del Padre Lector JUNÍPERO, el que él mismo formó a la subida con la Expedición para el descubrimiento de esta nueva tierra, y dar mano a la espiritual conquista, no omito el remitirlos, considerando que no coadyuvará menos para el intento que los del Padre Crespí; pero juzgando que de la leyenda de él, pueden originarse a los curiosos lectores deseos de saber el fruto que sacó de dichos viajes, y lo que para conseguirlo trabajó este grande Operario de la Viña del Señor, resolví el cumplírselos, tomando la pluma para escribir la siguiente Relación, después de haber trabajado no poco para vencerme, a causa de mi ineptitud, y recelo de que no se diga que es efecto cuanto dijere de la pasión de este amado Discípulo y Compañero casi en todas sus peregrinaciones; habiéndole merecido (desde el año de 1740 que me tomó por uno de sus Discípulos, hasta el de 1784 que nos separó la muerte) un especialísimo cariño, que siempre nos profesamos, más que si fuéramos hermanos carnales: este respeto que no ignora esa Santa Providencia, me detenía la pluma.
Obligóme a resolverme, el leer el preámbulo que hace San Gregorio Nacianceno para introducirse a la Oración fúnebre que dijo y escribió de su Santa hermana Gorgonia: (fol.42.) Cum sororem laudo, admiror domestica: quae non ideo falsa sunt, quia domestica, sed vera, ac ideo laude digna: vera autem, quoniam non solum justa, sed manifeste cognita et solum ea laudabimus, et ea tacebimus, quae laude, vel silentio digna erunt. Sane prae omnibus rebus est absurdissimum, ut propinqui laude priventur debita et c. Animó mi inutilidad el reflejar que iba a escribir, no para el oído, sino para el ánimo, como aconseja Séneca: (Epist. 100). Scribendum animo, non auribus. Y que se había de reducir mi trabajo material, a escribir una Relación de verdad, que en sentir de San Bernardo no es dificultoso, sino fácil, porque no debe obscurecerse por el artificio y velo de colores: Sermo: verae puritatis, ve purae veritatis debet esse, est facilis, nec artificioso colorum velamine debet opacari. (San Bernardo). Y finalmente consideré que iba a escribir esta verdadera Relación a esa Provincia, mi Santa Madre, que como Santa disimulará las faltas de élla, y como Madre procurará, que la habilidad del Cronista la lave de las manchas, para que su lectura no cause hastío en lugar de edificación y ternura. Vencidas pues todas las dificultades que se me proponían para contenerme, y animado de los Compañeros Ministros Misioneros de estas nuevas Misiones súbditos del difunto, y sus Compañeros en esta nueva espiritual Conquista, y atraído de lo mucho que debo a mi siempre venerado Padre, Maestro y Lector FRAY JUNÍPERO SERRA, y a esa Santa Provincia mi venerada Madre, para que no carezca de estas edificantes noticias de las tareas Apostólicas de dicho venerado Padre, su hijo amado, y de los frutos espirituales, que para la Santa Iglesia por éllas consiguió, aumentándola con tantos hijos, y a nuestro Católico Monarca sus Dominios y Vasallos en este tan distante País, y remotísima tierra, las pondré en la siguiente Relación.
Pero antes suplico a VV. Paternidades y RR. y a todos los que leyeren y oyeren leer esta Relación Histórica, atiendan a la siguiente PROTESTA Obedeciendo como verdadero Hijo de nuestra Madre la Santa Iglesia, a los Decretos de la Santa Inquisición General, confirmados por nuestro Santísimo Padre Urbano VIII: Declaro y protesto, que a ninguna de las cosas que en la siguiente Relación dijere del Venerable Padre Fray Junípero Serra, y demás Misioneros de quienes hablare, no intento ni pretendo que se le de más fe que la que merece una Historia absolutamente humana; ni que el elogio de Venerable, u otro semejante que diere a este grande operario de la Viña del Señor, o a otros Misioneros llamándolos Mártires, porque habiendo dejado la seguridad del Claustro, sin más fin que dedicarse a la Conversión de los Gentiles, éstos les quitaron cruelmente la vida; no es mi intención el que estos epítetos los levante a más altura que a una humana honorificencia, según estilo de prudente discreción y piedad devota. Así lo protesto, declaro y firmo en esta Misión de Nuestro Seráfico Padre San Francisco la más Septentrional de la Nueva California, en su Puerto, a veinte y ocho de Febrero de mil setecientos ochenta y cinco años. Fr. Francisco Palou PARECER DEL Sr. Dr. Y Mrô. D. JOSEPH Serruto, Canónigo Magistral de esta Santa Metropolitana Iglesia et c. SEÑOR EXCMÔ. Esta Relación Histórica que V. Excâ comete a mi censura, está dictada por el maduro juicio del Reverendo Padre Guardián Fray Francisco Palou con ingenuidad, precisión y oportunidad, no sólo para gloria del Varón Apostólico de que trata, mas para modelo de los que le sigan, y edificación de los que leyeren; sin que en toda élla se note cosa ofensiva de las Regalias de S.
M. y Leyes sobre impresión. Por lo que la juzgo digna de darse a la prensa. Casa y Noviembre veinte y nueve de mil setecientos ochenta y seis. Joseph Serruto ? PARECER DEL R. P. Dr. y Mrô. D. JUAN Gregorio de Campos, Prepósito de la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri de esta Ciudad de México. SEÑOR PROVISOR. Cumpliendo con el Decreto de V.S. he reconocido con igual atención que complacencia la Relación Histórica de la Vida y Apostólicas tareas del Venerables Padre Fray Junípero Serra, Misionero Apostólico del Colegio de Propaganda Fide de esta Capital, escrita por el Reverendo Padre Fray Francisco Palou, Guardián actual del mismo Apostólico Colegio. Yo tuve la dicha de haber conocido y comunicado al Venerable Padre, y ciertamente que en su semblante y trato se leía la más exacta observancia de su Seráfica Regla, la mas continua mortificación de su espíritu, la más humilde sabiduría, y el ardiente celo por la conversión de los Gentiles, y la reformación de los Cristianos. Esto se ve vivamente estampado en todos los pasos que dió, en todos los Países que habitó, y en todos los trabajos que padeció, para llevar la luz del Evangelio a una bárbara, numerosa y remota Gentilidad. Y aunque despues se pagó el común tributo, y concluyó con la muerte su Apostólica carrera, pudiera parecer haber dejado de predicar, de propagar el nombre de Cristo, y de convertir infieles; pero nos desengaña el que a vista de sus trabajos y fatigas en aquellos ásperos, desconocidos y peligrosos caminos, de las diligencias que practicó para instruirse en aquellos difíciles dialectos, para acariciar a los Indios, ganándoles primero la voluntad y después el entendimiento; de los progresos que hizo el Cristianismo en aquellos Países, y de las bendiciones que Dios derramaba sobre ellos: a vista de esto, digo, y cuantos lean en particular los sucesos de su predicación, cuantos fervororos Religiosos de las Provincias de España e Indias, y aún Eclesiásticos Seculares, se sentirán movidos a correr en el olor de sus ungüentos, a seguir su laboriosa derrota, y emplearse en tan alto ministerio.
Y por la boca y lengua de todos éstos predica y predicará el Venerable Padre Junípero, aún después de su circunstanciado, prevenido y singular fallecimiento: y predicará no sólo a los infieles; sino a los mismos Predicadores, los que en los maravillosos sucesos de su Vida hallarán facilitado, defendido y asegurado el método de convertir aquellas almas. Y cuan agradecidos deben estar los infieles que lo han dejado de ser, y los verdaderos Fieles al Reverendo Padre Palou, que con tanto cuidado y solicitud nos ha dejado este precioso monumento de la Vida de su amado Maestro, para que su alma sea el órgano por donde resuenen sus Apostólicas voces, sin confundirse ni destemplarse en lo escrito, porque el Autor procede tan observante de las leyes de la Historia, que sigue un estilo sencillo y llano; pero claro y hermoso: unas expresiones puras, un orden natural, una verdad incorrupta: eso no podrá dudarlo el Lector más indiferente, y aún adverso: por todo lo cual esta obra no sólo no contiene cosa alguna contra Santa Fe y buenas costumbres, sino que es digna de darse a la luz pública, para honorífica memoria de este Siervo de Dios, para desahogo de su amartelado Discípulo, para estímulo de los fervorosos Operarios, para testimonio del celo de nuestro Monarca por la propagación de la Fe Católica, y para gloria de Dios. Real Casa del oratorio de México y Noviembre 23 de 1786. Dr. y Mrô. D. Juan Gregorio Campos. CARTA Y PARECER QUE REMITIERON al autor los RR.
PP. Fr. Francisco García Figueroa, ex Provincial de la Santa Provincia del Santo Evangelio y Padre de la de Santa Elena de La Habana y de la de Yucatán, Lector jubilado y Calificador del Santo Oficio; y Fray Manuel Camino Lector jubilado, ex Definidor de la Santa Provincia del Santo Evangelio, Calificador del Santo Oficio, y ambos de la Recolección de S. Cosme. Guardián del Colegio Apostólico de San Fernando Fernando Fr. Francisco Palou Agradecemos a V. P. su confianza, y al mismo tiempo la complacencia que nos ha causado la lectura del manuscrito que contiene la Vida y grandes virtudes del Reverendo y Venerable Padre Fray Junípero, Misionero Apostólico e Hijo de ese Santo Colegio: la que su moderación juiciosa remite a nuestra inspección, a fin de que con ingenuidad le digamos, si es digna de que se imprima, así por su argumento, como por el tejido y composición de él. La Religión Seráfica es una nube copiosísima de gracia, que cuando no llueve Santos, gotea por todas partes y en todos tiempos Varones ejemplares dignos Hijos de nuestro Seráfico Padre San Francisco, y formados a su espíritu: con lo que vemos cada día cumplida la promesa que el Señor le hizo, de que nunca faltarían en su Orden Varones perfectos. Uno de éstos, y entre los que nuestra Religión no puede contar por innumerables, es el Reverendo y Venerable Padre Fray Junípero, como lo demuestran sus grandes virtudes. Las que V. P. pretende se publiquen por medio de la imprenta para edificación del Público, consuelo de Religiosos, y aliento de los Misioneros Apostólicos: los que con especialidad hallarán en este perfecto Misionero, norma, e incitamento poderoso para continuar sus penosas tareas en beneficio de la salvación de las almas.
Y ojalá el que todos conociéramos la excelencia y preciosidad de sus trabajos; porque creciendo con esto la común edificación, los mismos Religiosos con el mayor aprecio de lo que practican, se alentarán más a la imitación de este nuevo Apostólico modelo que V. P. les propone. Porque a la verdad ¿con qué cosa se puede comparar, ni qué alabanza o aprecio puede llegar al mérito de unos hombres, que observando dentro de los Claustros de sus Colegios una vida austera, religiosa, ocupada continuamente en las divinas alabanzas, confesonario, y otras muchas ocupaciones santas, toman, como si fuera descanso o interrupción de éstas, el salir como rayos encendidos tronando saludablemente, a sacrificar con sus Misiones toda esta América Septentrional? Pues en efecto convierten los pecadores de Poblaciones enteras, sin que alguno se esconda a su celo, debiéndose tanto a sus diligencias y afanes, que aún la más dura obstinación se rinde al trueno y rayo de la voz de las Misiones. De modo, que no parece sino que Dios nuestro Señor en ellas, y por ellos pone el último esfuerzo para su conversión, pues los que antes se habían resistido a la gracia por muchos años, ahora, dando señas nada equívocas de verdadero dolor, son admitidos a la absolución con mucha confianza y consuelo. Y si tantas penalidades se padecen en la conversión de los Fieles: ¿cuáles serán las fatigas de los que se ocupan en la reducción al Cristianismo de unos indios bárbaros indómitos, de ninguna civilidad, y tan escasa razón? Solamente lo pueden conocer los que experimentan las aflicciones, multitud de incomodidades y peligros que son precisos en negocio tan arduo, y con tales gentes: que a nosotros lo que nos toca es admirar el celo con que se padecen, cuando sabemos de tantos que se han bautizado, y como cada día se multiplican las Misiones.
Por esto nos ha parecido acertado el trabajo que V. P. se ha tomado de escribir esta Vida; y más cuando el Venerable Padre Fray Junípero es un ejemplar tan reciente y conocido: porque los de esta clase tienen cierta eficacia y fuerza para mover a la imitación, ya sea porque los hombres son naturalmente inclinados a la novedad; o ya porque desvanecen cierta preocupación poco, o nada advertida, de que las cosas en su curso van perdiendo de su fuerza, de modo que los postreros no pueden llegar a la perfección de los primeros. Los hechos del Padre Fray Junípero deshacen semejante inteligencia. Y así, sólo nos resta dar a V. P. muchas gracias, como debemos dárselas todos, por haberse tomado esta carga, y más en aquel tiempo en que de justicia pedía el descanso. Ha subido V. P. mucho, y por muchos años en las tareas Apostólicas: y ya era razón que gozase de la quietud y retiro de su celda, o a lo menos que no añadiera nuevas penalidades a sus quebrantados años; pero el celo santo no conoce dificultades, años, ni trabajo. La Obra, fuera de que será muy útil, como llevamos dicho, está bien dispuesta y ordenada: por lo que según nos parece, puede V. P. hacer que se imprima, desechando sus temores. Dios guarde a V. P. muchos años. Convento de. Recolección de San Cosme y Marzo 12 de 1787. B. L. M. de V. P. sus afectos Hermanos y atentos Servidores, Fr. Francisco García Figueroa Fr Manuel Camino ? LICENCIA DEL SUPERIOR GOBIERNO La Real Audiencia Gobernadora de esta Nuera Espada, visto el Parecer que precede del Señor Doctor y Maestro Don José Serruto, Canónigo Magistral de esta Santa iglesia, concedió su licencia para la impresión de este Libro de la Relación Histórica de la Vida y Apostólicas tareas del Venerable Padre Fray Junípero Serra, por su Decreto de siete de Diciembre de mil setecientos ochenta y seis.
LICENCIA DEI. ORDINARIO El Señor Doctor Miguel Primo de Rivera, Prebendado de esta Santa Iglesia Metropolitana, Juez, Provisor y Vicario General de este Arzobispado et c. visto el Parecer del Reverendo Padre Doctore Maestro don Juan Gregorio de Campos, Prepósito de la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri de esta Ciudad, concedió su licencia para la impresión de esta Relación Histórica de la Vida y Apostó Ticas tareas del Venerable Padre Fray Junípero Serra, por su Decreto de veinte y quatro de Noviembre de mil setecientos ochenta y seis. ? PROLOGO Lector benévolo: al ver este Tomo que contiene la Relación de la Vida del Venerable Padre Fray Junípero Serra, pensarás (según está la Crítica en el presente tiempo) que te vas a hallar con el estilo de un Bossuet, o de un obispo de Nimes; pero si lees primero, como es natural, la Dedicatoria, conocerás que esta Obra, no la escribí con el ánimo de darla a la luz pública, sino precisamente como una Carta edificante, o simple Relación que hacía a mi Santa Provincia de Mallorca de las Virtudes, y Apostólicos afanes del sobredicho Venerable Padre, para que su Cronista la puliese y perficionase, estampándola en sus Crónicas, con el fin de llamar Operarios para la Viña del Señor. Pero habiendo llegado la noticia a algunos devotos Señores, que conocieron y trataron al Venerable Padre, me instaron para que se imprimiese, ofreciéndome costear la Imprenta, como lo han hecho, excusándome a ello: pero reflejando, que estas noticias corriendo por esta Nueva España podrían mover a algunos Religiosos a alistarse para ir a trabajar en aquellas nuevas Conquistas, y a ganar almas para Dios, condescendí.
El motivo de mi resistencia no era otro, que el considerar los defectos que tendrá la Obra, así por mi insuficiencia, como por haberla escrito entre Bárbaros Gentiles en el Puerto de San Francisco, en su nueva Misión, la más Septentrional de la Nueva California, careciendo de libros y de hombres doctos con quien consultar: por lo que te suplico los perdones y disimules. Sin embargo de lo dicho, bien sé que algunos de los que leen cosas nuevas, quieren que el Historiador procure con-ceptos, y que vaya tropezando siempre en equívocos y reflexiones escabrosas. Este método aunque en las Historias profanas se tolere, y aún se aplauda, en las de los Santos y Siervos de Dios, que se escriben para edificación, y para animar a su imitación, lo reputan los mas cuerdos Historiadores por un vicio, que Yo he procurado igualmente evitar. Como el alma de la Historia es la verdad sencilla, puedes tener el consuelo, que casi todo lo que refiero lo he presenciado, y lo que no, me lo han referido otros Padres Misioneros, mis Compañeros dignos de fe. Por último tengo presente, que ni Homero entre los Poetas, Demóstenes entre los oradores, ni Aristóteles ni Solón entre los Sabios, dejaron de errar; porque aunque eran eminentes sabios, Oradores y Poetas, siempre fueron hombres. Es grande la miseria de nuestra naturaleza; y mientras no dejen de ser hombres los que escriben, siempre habrá hombres que los noten. Acuérdate de tu fragilidad, y tendrás compasión de la mía. VALE.
Antonio Linaz: y a mediados del corriente, dio para Alumno del Colegio de San Fernando de México del mismo Apostólico instituto de Propaganda Fide, un Padre JUNÍPERO Fundador de diez Misiones en esta Península de las Californias, y que dejó proyectadas otras, que por falta de Operarios Evangélicos no pudo poner en planta. Si de estos Juníperos hubiera dado esa Santa Provincia una selva, no quedaría ya (en estos tan dilatados, y de Centilidad poblados Paises) Gentil a vida bárbara, sino que todos quedaran civilizados y convertidos a nuestra Santa Fe Católica. Porque a la verdad fueron de tan sagrado fuego las ansias de este Seráfico y Apostólico Junípero, que ni sus graves y habituales accidentes, ni la incomodidad de los continuos y dilatados viajes, ni la espesura y fragosidad de los caminos, ni la falta de su preciso sustento, ni la barbaridad de sus bozales y fieros habitadores, pudieron detener el curso a sus Apostólicas empresas: Hizo a costa de inmensas fatigas que amaneciese la luz de la verdadera Religión a tantas naciones, cuantas Misiones dejó fundadas, que sólo en esta nueva y Septentrional California contamos nueve, todas ellas vivas, y en el centro de la Gentilidad, tan apartadas de tierra de Católicos, que los más cercanos de la primera Misión distaban más de ciento y cincuenta leguas y éstas cercadas todas de infieles, para que por todos rumbos resonase la voz del clarín Evangélico de nuestro Venerable Padre; quien logró ver en sus días, en solas las nueve dichas Misiones, a cinco mil ochocientos y ocho Gentiles convertidos, y bautizados por sí y sus Compañeros, que sin temer a la impiedad de la infernal Jezabel, trabajaron con descanso bajo la sombra de tan frondoso Junípero, ayudándole a sacar a aquellas almas de la esclavitud del Príncipe de las tinieblas.
Y el Venerable Padre con la extraordinaria facultad que nuestro Santísimo Padre el Señor Clemente XIV le concedió para confirmar, administró por sí mismo este Sacramento (entre Indios Neófitos y Españoles, de los nuevos Pobladores) a cinco mil trescientos y siete; logrando todo este espiritual fruto a costa de continuos viajes por mar ), tierra, que si el curioso Lector torna la pluma, hallará, que desde que salió del Apostólico Colegio de San Fernando para estas Californias, gastó más de medio año en navegaciones, y por tierra anduvo como dos mil y cincuenta leguas, sobre mayor número que tenía andadas en la Nueva España, y en viajes para las Misiones de los infieles Indios Pames de la Sierra Gorda, como en las que salió a predicar entre Fieles, convirtiendo a innumerables pecadores, despertándolos con su fervoroso espíritu del pesado sueño de la culpa, y dirigiéndolos por el camino de la virtud. Todas estas tareas Apostólicas, son gloriosos Trofeos de esa Santa Provincia, a cuyos alumnos los dirijo, puestos en esta Relación, no tanto para que se gloríen de ellos, cuanto para que con tan inmortales monumentos del abrasado espíritu de su esclarecido Hermano, se alienten en adelante los hijos más fervorosos de ella, a seguir tan gloriosas pisadas, a continuar tan arduas e importantes Conquistas, y a promover espirituales descubrimientos, hasta que no quede Gentil en esta tan inmensa tierra (las mas septentrional de la Nueva España poblada toda de Gentilidad) a quien no alumbren los rayos de nuestra Religión Católica, para que desterradas las tinieblas de aquella, alumbre a todos la luz Evangélica.
Con estos vivos deseos acabó su laboriosa vida y Apostólica carrera mi venerado Padre Lector FR. JUNÍPERO; pues tres días antes de morir, hablando los dos de lo que tardaba en venir la Misión, que se había ido (años hacía) a colectar a España, por cuya causa, y la falta de Operarios Evangélicos, no se plantificaba la fundación proyectada de dos Misiones con los títulos de la Purísima Concepción, y Santa Bárbara, le dije: que tal vez no se hallarían Religiosos que quisiesen venir: Al oír estas palabras, prorrumpió con un suspiro propio de su corazón fervoroso. "¡Oh, si los Religiosos de nuestra Santa Provincia, que conocieron al difunto Padre Fray Juan Crespí, vieran lo que trabajó, y el mucho fruto que logró, cuántos se animarían a venir! Con solo que leyeran los Diarios sería bastante para moverse no pocos, a dejar su Patria, y Provincia, y emprender el camino, para venir a trabajar en esta Viña del Señor". Estos deseos que oí de boca de mi amado Padre Lector poco antes de su ejemplar muerte, me acordaron después de ella el cumplírselos, enviando a esa Santa Provincia originales los mismos Diarios, que por los caminos escribió el citado Padre Crespí; y habiendo hallado entre los papeles del Padre Lector JUNÍPERO, el que él mismo formó a la subida con la Expedición para el descubrimiento de esta nueva tierra, y dar mano a la espiritual conquista, no omito el remitirlos, considerando que no coadyuvará menos para el intento que los del Padre Crespí; pero juzgando que de la leyenda de él, pueden originarse a los curiosos lectores deseos de saber el fruto que sacó de dichos viajes, y lo que para conseguirlo trabajó este grande Operario de la Viña del Señor, resolví el cumplírselos, tomando la pluma para escribir la siguiente Relación, después de haber trabajado no poco para vencerme, a causa de mi ineptitud, y recelo de que no se diga que es efecto cuanto dijere de la pasión de este amado Discípulo y Compañero casi en todas sus peregrinaciones; habiéndole merecido (desde el año de 1740 que me tomó por uno de sus Discípulos, hasta el de 1784 que nos separó la muerte) un especialísimo cariño, que siempre nos profesamos, más que si fuéramos hermanos carnales: este respeto que no ignora esa Santa Providencia, me detenía la pluma.
Obligóme a resolverme, el leer el preámbulo que hace San Gregorio Nacianceno para introducirse a la Oración fúnebre que dijo y escribió de su Santa hermana Gorgonia: (fol.42.) Cum sororem laudo, admiror domestica: quae non ideo falsa sunt, quia domestica, sed vera, ac ideo laude digna: vera autem, quoniam non solum justa, sed manifeste cognita et solum ea laudabimus, et ea tacebimus, quae laude, vel silentio digna erunt. Sane prae omnibus rebus est absurdissimum, ut propinqui laude priventur debita et c. Animó mi inutilidad el reflejar que iba a escribir, no para el oído, sino para el ánimo, como aconseja Séneca: (Epist. 100). Scribendum animo, non auribus. Y que se había de reducir mi trabajo material, a escribir una Relación de verdad, que en sentir de San Bernardo no es dificultoso, sino fácil, porque no debe obscurecerse por el artificio y velo de colores: Sermo: verae puritatis, ve purae veritatis debet esse, est facilis, nec artificioso colorum velamine debet opacari. (San Bernardo). Y finalmente consideré que iba a escribir esta verdadera Relación a esa Provincia, mi Santa Madre, que como Santa disimulará las faltas de élla, y como Madre procurará, que la habilidad del Cronista la lave de las manchas, para que su lectura no cause hastío en lugar de edificación y ternura. Vencidas pues todas las dificultades que se me proponían para contenerme, y animado de los Compañeros Ministros Misioneros de estas nuevas Misiones súbditos del difunto, y sus Compañeros en esta nueva espiritual Conquista, y atraído de lo mucho que debo a mi siempre venerado Padre, Maestro y Lector FRAY JUNÍPERO SERRA, y a esa Santa Provincia mi venerada Madre, para que no carezca de estas edificantes noticias de las tareas Apostólicas de dicho venerado Padre, su hijo amado, y de los frutos espirituales, que para la Santa Iglesia por éllas consiguió, aumentándola con tantos hijos, y a nuestro Católico Monarca sus Dominios y Vasallos en este tan distante País, y remotísima tierra, las pondré en la siguiente Relación.
Pero antes suplico a VV. Paternidades y RR. y a todos los que leyeren y oyeren leer esta Relación Histórica, atiendan a la siguiente PROTESTA Obedeciendo como verdadero Hijo de nuestra Madre la Santa Iglesia, a los Decretos de la Santa Inquisición General, confirmados por nuestro Santísimo Padre Urbano VIII: Declaro y protesto, que a ninguna de las cosas que en la siguiente Relación dijere del Venerable Padre Fray Junípero Serra, y demás Misioneros de quienes hablare, no intento ni pretendo que se le de más fe que la que merece una Historia absolutamente humana; ni que el elogio de Venerable, u otro semejante que diere a este grande operario de la Viña del Señor, o a otros Misioneros llamándolos Mártires, porque habiendo dejado la seguridad del Claustro, sin más fin que dedicarse a la Conversión de los Gentiles, éstos les quitaron cruelmente la vida; no es mi intención el que estos epítetos los levante a más altura que a una humana honorificencia, según estilo de prudente discreción y piedad devota. Así lo protesto, declaro y firmo en esta Misión de Nuestro Seráfico Padre San Francisco la más Septentrional de la Nueva California, en su Puerto, a veinte y ocho de Febrero de mil setecientos ochenta y cinco años. Fr. Francisco Palou PARECER DEL Sr. Dr. Y Mrô. D. JOSEPH Serruto, Canónigo Magistral de esta Santa Metropolitana Iglesia et c. SEÑOR EXCMÔ. Esta Relación Histórica que V. Excâ comete a mi censura, está dictada por el maduro juicio del Reverendo Padre Guardián Fray Francisco Palou con ingenuidad, precisión y oportunidad, no sólo para gloria del Varón Apostólico de que trata, mas para modelo de los que le sigan, y edificación de los que leyeren; sin que en toda élla se note cosa ofensiva de las Regalias de S.
M. y Leyes sobre impresión. Por lo que la juzgo digna de darse a la prensa. Casa y Noviembre veinte y nueve de mil setecientos ochenta y seis. Joseph Serruto ? PARECER DEL R. P. Dr. y Mrô. D. JUAN Gregorio de Campos, Prepósito de la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri de esta Ciudad de México. SEÑOR PROVISOR. Cumpliendo con el Decreto de V.S. he reconocido con igual atención que complacencia la Relación Histórica de la Vida y Apostólicas tareas del Venerables Padre Fray Junípero Serra, Misionero Apostólico del Colegio de Propaganda Fide de esta Capital, escrita por el Reverendo Padre Fray Francisco Palou, Guardián actual del mismo Apostólico Colegio. Yo tuve la dicha de haber conocido y comunicado al Venerable Padre, y ciertamente que en su semblante y trato se leía la más exacta observancia de su Seráfica Regla, la mas continua mortificación de su espíritu, la más humilde sabiduría, y el ardiente celo por la conversión de los Gentiles, y la reformación de los Cristianos. Esto se ve vivamente estampado en todos los pasos que dió, en todos los Países que habitó, y en todos los trabajos que padeció, para llevar la luz del Evangelio a una bárbara, numerosa y remota Gentilidad. Y aunque despues se pagó el común tributo, y concluyó con la muerte su Apostólica carrera, pudiera parecer haber dejado de predicar, de propagar el nombre de Cristo, y de convertir infieles; pero nos desengaña el que a vista de sus trabajos y fatigas en aquellos ásperos, desconocidos y peligrosos caminos, de las diligencias que practicó para instruirse en aquellos difíciles dialectos, para acariciar a los Indios, ganándoles primero la voluntad y después el entendimiento; de los progresos que hizo el Cristianismo en aquellos Países, y de las bendiciones que Dios derramaba sobre ellos: a vista de esto, digo, y cuantos lean en particular los sucesos de su predicación, cuantos fervororos Religiosos de las Provincias de España e Indias, y aún Eclesiásticos Seculares, se sentirán movidos a correr en el olor de sus ungüentos, a seguir su laboriosa derrota, y emplearse en tan alto ministerio.
Y por la boca y lengua de todos éstos predica y predicará el Venerable Padre Junípero, aún después de su circunstanciado, prevenido y singular fallecimiento: y predicará no sólo a los infieles; sino a los mismos Predicadores, los que en los maravillosos sucesos de su Vida hallarán facilitado, defendido y asegurado el método de convertir aquellas almas. Y cuan agradecidos deben estar los infieles que lo han dejado de ser, y los verdaderos Fieles al Reverendo Padre Palou, que con tanto cuidado y solicitud nos ha dejado este precioso monumento de la Vida de su amado Maestro, para que su alma sea el órgano por donde resuenen sus Apostólicas voces, sin confundirse ni destemplarse en lo escrito, porque el Autor procede tan observante de las leyes de la Historia, que sigue un estilo sencillo y llano; pero claro y hermoso: unas expresiones puras, un orden natural, una verdad incorrupta: eso no podrá dudarlo el Lector más indiferente, y aún adverso: por todo lo cual esta obra no sólo no contiene cosa alguna contra Santa Fe y buenas costumbres, sino que es digna de darse a la luz pública, para honorífica memoria de este Siervo de Dios, para desahogo de su amartelado Discípulo, para estímulo de los fervorosos Operarios, para testimonio del celo de nuestro Monarca por la propagación de la Fe Católica, y para gloria de Dios. Real Casa del oratorio de México y Noviembre 23 de 1786. Dr. y Mrô. D. Juan Gregorio Campos. CARTA Y PARECER QUE REMITIERON al autor los RR.
PP. Fr. Francisco García Figueroa, ex Provincial de la Santa Provincia del Santo Evangelio y Padre de la de Santa Elena de La Habana y de la de Yucatán, Lector jubilado y Calificador del Santo Oficio; y Fray Manuel Camino Lector jubilado, ex Definidor de la Santa Provincia del Santo Evangelio, Calificador del Santo Oficio, y ambos de la Recolección de S. Cosme. Guardián del Colegio Apostólico de San Fernando Fernando Fr. Francisco Palou Agradecemos a V. P. su confianza, y al mismo tiempo la complacencia que nos ha causado la lectura del manuscrito que contiene la Vida y grandes virtudes del Reverendo y Venerable Padre Fray Junípero, Misionero Apostólico e Hijo de ese Santo Colegio: la que su moderación juiciosa remite a nuestra inspección, a fin de que con ingenuidad le digamos, si es digna de que se imprima, así por su argumento, como por el tejido y composición de él. La Religión Seráfica es una nube copiosísima de gracia, que cuando no llueve Santos, gotea por todas partes y en todos tiempos Varones ejemplares dignos Hijos de nuestro Seráfico Padre San Francisco, y formados a su espíritu: con lo que vemos cada día cumplida la promesa que el Señor le hizo, de que nunca faltarían en su Orden Varones perfectos. Uno de éstos, y entre los que nuestra Religión no puede contar por innumerables, es el Reverendo y Venerable Padre Fray Junípero, como lo demuestran sus grandes virtudes. Las que V. P. pretende se publiquen por medio de la imprenta para edificación del Público, consuelo de Religiosos, y aliento de los Misioneros Apostólicos: los que con especialidad hallarán en este perfecto Misionero, norma, e incitamento poderoso para continuar sus penosas tareas en beneficio de la salvación de las almas.
Y ojalá el que todos conociéramos la excelencia y preciosidad de sus trabajos; porque creciendo con esto la común edificación, los mismos Religiosos con el mayor aprecio de lo que practican, se alentarán más a la imitación de este nuevo Apostólico modelo que V. P. les propone. Porque a la verdad ¿con qué cosa se puede comparar, ni qué alabanza o aprecio puede llegar al mérito de unos hombres, que observando dentro de los Claustros de sus Colegios una vida austera, religiosa, ocupada continuamente en las divinas alabanzas, confesonario, y otras muchas ocupaciones santas, toman, como si fuera descanso o interrupción de éstas, el salir como rayos encendidos tronando saludablemente, a sacrificar con sus Misiones toda esta América Septentrional? Pues en efecto convierten los pecadores de Poblaciones enteras, sin que alguno se esconda a su celo, debiéndose tanto a sus diligencias y afanes, que aún la más dura obstinación se rinde al trueno y rayo de la voz de las Misiones. De modo, que no parece sino que Dios nuestro Señor en ellas, y por ellos pone el último esfuerzo para su conversión, pues los que antes se habían resistido a la gracia por muchos años, ahora, dando señas nada equívocas de verdadero dolor, son admitidos a la absolución con mucha confianza y consuelo. Y si tantas penalidades se padecen en la conversión de los Fieles: ¿cuáles serán las fatigas de los que se ocupan en la reducción al Cristianismo de unos indios bárbaros indómitos, de ninguna civilidad, y tan escasa razón? Solamente lo pueden conocer los que experimentan las aflicciones, multitud de incomodidades y peligros que son precisos en negocio tan arduo, y con tales gentes: que a nosotros lo que nos toca es admirar el celo con que se padecen, cuando sabemos de tantos que se han bautizado, y como cada día se multiplican las Misiones.
Por esto nos ha parecido acertado el trabajo que V. P. se ha tomado de escribir esta Vida; y más cuando el Venerable Padre Fray Junípero es un ejemplar tan reciente y conocido: porque los de esta clase tienen cierta eficacia y fuerza para mover a la imitación, ya sea porque los hombres son naturalmente inclinados a la novedad; o ya porque desvanecen cierta preocupación poco, o nada advertida, de que las cosas en su curso van perdiendo de su fuerza, de modo que los postreros no pueden llegar a la perfección de los primeros. Los hechos del Padre Fray Junípero deshacen semejante inteligencia. Y así, sólo nos resta dar a V. P. muchas gracias, como debemos dárselas todos, por haberse tomado esta carga, y más en aquel tiempo en que de justicia pedía el descanso. Ha subido V. P. mucho, y por muchos años en las tareas Apostólicas: y ya era razón que gozase de la quietud y retiro de su celda, o a lo menos que no añadiera nuevas penalidades a sus quebrantados años; pero el celo santo no conoce dificultades, años, ni trabajo. La Obra, fuera de que será muy útil, como llevamos dicho, está bien dispuesta y ordenada: por lo que según nos parece, puede V. P. hacer que se imprima, desechando sus temores. Dios guarde a V. P. muchos años. Convento de. Recolección de San Cosme y Marzo 12 de 1787. B. L. M. de V. P. sus afectos Hermanos y atentos Servidores, Fr. Francisco García Figueroa Fr Manuel Camino ? LICENCIA DEL SUPERIOR GOBIERNO La Real Audiencia Gobernadora de esta Nuera Espada, visto el Parecer que precede del Señor Doctor y Maestro Don José Serruto, Canónigo Magistral de esta Santa iglesia, concedió su licencia para la impresión de este Libro de la Relación Histórica de la Vida y Apostólicas tareas del Venerable Padre Fray Junípero Serra, por su Decreto de siete de Diciembre de mil setecientos ochenta y seis.
LICENCIA DEI. ORDINARIO El Señor Doctor Miguel Primo de Rivera, Prebendado de esta Santa Iglesia Metropolitana, Juez, Provisor y Vicario General de este Arzobispado et c. visto el Parecer del Reverendo Padre Doctore Maestro don Juan Gregorio de Campos, Prepósito de la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri de esta Ciudad, concedió su licencia para la impresión de esta Relación Histórica de la Vida y Apostó Ticas tareas del Venerable Padre Fray Junípero Serra, por su Decreto de veinte y quatro de Noviembre de mil setecientos ochenta y seis. ? PROLOGO Lector benévolo: al ver este Tomo que contiene la Relación de la Vida del Venerable Padre Fray Junípero Serra, pensarás (según está la Crítica en el presente tiempo) que te vas a hallar con el estilo de un Bossuet, o de un obispo de Nimes; pero si lees primero, como es natural, la Dedicatoria, conocerás que esta Obra, no la escribí con el ánimo de darla a la luz pública, sino precisamente como una Carta edificante, o simple Relación que hacía a mi Santa Provincia de Mallorca de las Virtudes, y Apostólicos afanes del sobredicho Venerable Padre, para que su Cronista la puliese y perficionase, estampándola en sus Crónicas, con el fin de llamar Operarios para la Viña del Señor. Pero habiendo llegado la noticia a algunos devotos Señores, que conocieron y trataron al Venerable Padre, me instaron para que se imprimiese, ofreciéndome costear la Imprenta, como lo han hecho, excusándome a ello: pero reflejando, que estas noticias corriendo por esta Nueva España podrían mover a algunos Religiosos a alistarse para ir a trabajar en aquellas nuevas Conquistas, y a ganar almas para Dios, condescendí.
El motivo de mi resistencia no era otro, que el considerar los defectos que tendrá la Obra, así por mi insuficiencia, como por haberla escrito entre Bárbaros Gentiles en el Puerto de San Francisco, en su nueva Misión, la más Septentrional de la Nueva California, careciendo de libros y de hombres doctos con quien consultar: por lo que te suplico los perdones y disimules. Sin embargo de lo dicho, bien sé que algunos de los que leen cosas nuevas, quieren que el Historiador procure con-ceptos, y que vaya tropezando siempre en equívocos y reflexiones escabrosas. Este método aunque en las Historias profanas se tolere, y aún se aplauda, en las de los Santos y Siervos de Dios, que se escriben para edificación, y para animar a su imitación, lo reputan los mas cuerdos Historiadores por un vicio, que Yo he procurado igualmente evitar. Como el alma de la Historia es la verdad sencilla, puedes tener el consuelo, que casi todo lo que refiero lo he presenciado, y lo que no, me lo han referido otros Padres Misioneros, mis Compañeros dignos de fe. Por último tengo presente, que ni Homero entre los Poetas, Demóstenes entre los oradores, ni Aristóteles ni Solón entre los Sabios, dejaron de errar; porque aunque eran eminentes sabios, Oradores y Poetas, siempre fueron hombres. Es grande la miseria de nuestra naturaleza; y mientras no dejen de ser hombres los que escriben, siempre habrá hombres que los noten. Acuérdate de tu fragilidad, y tendrás compasión de la mía. VALE.