RELACIÓN HISTÓRICA
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RELACIÓN HISTÓRICA DE LA VIDA Y APOSTÓLICAS TAREAS DEL V. P. FRAY JUNÍPERO SERRA De la Regular Observancia de N. S. P. S. Francisco de la Provincia de Mallorca; Doctor, y ex Catedrático de Prima de Sagrada Teología en la Universidad Lulliana de dicha Isla; Comisario del Santo Oficio en toda la Nueva España, e Islas adyacentes; Predicador Apostólico del Colegio de Misioneros Apostólicos de Propaganda Fide de San Fernando de México; Presidente y Fundador de las Misiones, y nuevos Establecimientos de la Nueva y Septentrional California y Monterrey. CAPITULO 1 Nacimiento, Patria y Padres del V. P. Junípero: Toma el santo hábito, y ejercicios que tuvo en la Provincia antes de pretender salir para la América El infatigable Operario de la Viña del Señor el V. P. Fr. Junípero Serra dio principio a su laboriosa vida el día 24 de Noviembre del año de 1713 naciendo a la una de la mañana en la Villa de Petra de la Isla de Mallorca: Fueron sus Padres Antonio Serra, y Margarita Ferrer, humildes Labradores, honrados, devotos, y de ejemplares costumbres. Como si tuvieran anticipada noticia de lo mucho que el hijo que les acababa de nacer se había de afanar a su tiempo para bautizar Gentiles, se afanaron los devotos Padres, para que se bautizase el mismo día que nació. Pusiéronle por nombre Miguel José, los que Conservó en la confirmación, que recibió el 26 de Mayo de 1715 en la misma Parroquia de dicha Villa en que había sido bautizado. Instruyéronlo los devotos Padres desde Niño en los rudimentos de la Fe, y en el Santo temor de Dios, inclinándolo desde luego que empezó a andar, a frecuentar la iglesia y Convento de San Bernardino, que en dicha Villa tiene aquella Santa Provincia, de cuyos Religiosos era el Padre muy querido: y en cuanto llevó al Niño Miguel al Convento, robó a todos el afecto.
Aprendió en dicho Convento la Latinidad, de que salió perfectamente instruido, y al mismo tiempo se habilitó en el canto llano, por la costumbre que tenía el Religioso Maestro de Gramática, de llevar los días festivos a sus Discípulos al Coro a cantar con la Comunidad. De este santo ejercicio y devotas conversaciones que oía a sus devotos Padres, nacieron en su corazón muy temprano unos fervorosos deseos de tomar el santo hábito de N. S. P. San Francisco, sintiendo la falta de edad para ello. Conociendo sus devotos Padres la vocacion del Hijo, en cuanto tuvo edad lo llevaron a la Ciudad de Palma, Capital de aquel Reino, a fin de que se aplicase a los estudios mayores; y para que no olvidase la doctrina y buenas costumbres que desde Niño le habían enseñado, lo encomendaron a un devoto Sacerdote Beneficiado de la Catedral, quien viendo la aplicación del muchacho en el estudio de la Filosofía, que empezó a cursar en el Convento de N. P. S. Francisco, y la vocación de ser Religioso, lo enseñó a rezar el Oficio Divino, haciéndole rezar en su compañía, dejándole lo demás del tiempo para el estudio. A poco tiempo de estar en la Ciudad, que se le aumentaron los deseos de ser Religioso, se presentó a nuestro muy R. P. Fr. Antonio Perelló, Ministro Provincial que era segunda vez de dicha Provincia, pidiéndole el santo hábito. Dilatósele algún tiempo considerándolo muy muchacho; pero informado de que ya tenía edad cumplida, no obstante de pequeña estatura, y enfermizo, lo admitió y tomo el hábito en el Convento de Jesús extramuros de la Ciudad, el día 14 de Septiembre de 1730, siendo de edad de 16 años, nueve meses y veinte y un días.
En el año del Noviciado aprovechó en el ejercicio de las virtudes, aplicándose a imponerse en todo lo perteneciente a nuestra Seráfica Regla, y preceptos en ella contenidos, para cuando llegase el tiempo de la Profesión tener perfecto conocimiento de lo mucho que había de prometer a Dios en la Profesión. Para animarse para ella leía en los Libros místicos y devotos las mayores cosas que Dios, y N. S. P. S. Francisco nos prometen, si guardamos lo que en la Profesión prometemos. Los Libros que más leía y que le llevaban la atención, eran las Crónicas de Ntrâ. Seráfica Religión regocijándose en la vida de tantos Santos y Venerables como en ellas se cuentan, leyendo sus Vidas con tanta atención y ternura, que parecía le habían quedado impresas en su memoria, de modo que refería la Vida y ejemplares hechos de cualquiera de ellos, como si los acabase de leer, quedando admirados cuantos lo oíamos hablar de este asunto, y de la Seráfica Historia; y cuando le llegaba noticia de la Beatificación de algún venerable se llenaba corazón de gozo, y refería su vida, como si la acabase de leer en la Crónica. De este devoto ejercicio de la leyenda de las vidas de los Santos le nacieron desde Novicio unos vivos deseos de imitarlos en cuanto le fuese posible, causando dicha leyenda lo mismo que causó en San Ignacio de Loyola: y lo que principalmente consiguió de dicha devota leyenda fue un gran deseo de imitar a los Santos y Venerables que se habían empleado en la conversión de las almas, principalmente de los Gentiles y Bárbaros, deseando imitarlos hasta en dar la vida y derramar su sangre como ellos lo habían practicado: así lo oí de boca de dicho mi venerado Padre, que hablándome de su llamamiento para dejar su Patria y venir a las Indias, me dijo con ternura de corazón y lágrimas en los ojos: "No ha sido otro el motivo, que revivir en mi corazón aquellos grandes deseos que tuve desde Novicio leyendo las Vidas de los Santos, los que se me habían amortiguado con la distracción de los estudios; pero demos muchas gracias a Dios que empieza a cumplir mis deseos, y pidámosle sea para mayor gloria suya, y conversión de las almas.
" Cumplido el año de la Aprobación profesó en dicho Convento de Jesús el día 15 de Septiembre de 1731, tomando el nombre de Junípero por la devoción que tenía a aquel Santo Compañero de N. S. P. S. Francisco, cuyas santas sencilleces, y gracias de la gracia celebraba y refería con devoción y ternura. Fue tanto el júbilo y alegría que le causó la Profesión, que en toda su vida no lo olvidó; sino que renovaba los Votos y Profesión todos los años, no sólo el día de la Profesión de N. S. P. S. Francisco, sino también siempre que asistía a la Profesión de algún Novicio. Y siempre que se acordaba del gozo que tuvo en su Profesión, y que hablaba de ella, prorrumpía en estas palabras: Venerunt mihi omnia bona pariter cum illa: Viniéronme por la Profesión todos los bienes: "Yo, decía, en el Noviciado estuve casi siempre enfermizo, y tan pequeño de cuerpo, que no alcanzaba al Facistol, ni podía ayudar a los Connovicios en los quehaceres precisos del Noviciado, por cuyo motivo sólo me empleaba el Padre Maestro en ayudar las Misas todas las mañanas; pero con la Profesión logré la salud y fuerzas, y conseguí el crecer hasta la estatura mediana; todo lo atribuyo a la Profesión, de la que doy infinitas gracias a Dios." En cuanto profesó nuestro Fr. Junípero lo mudó la obediencia al Convento principal de la Ciudad a estudiar los Cursos de Filosofía y Teología, y de tal manera aprovechó, que antes de ordenarse de Sacerdote, ni tener tiempo para ello, ya lo eligió la Provincia Lector de Filosofía para el mismo Convento, en donde leyó los tres años con grande aplauso, logrando tener más de sesenta Discípulos entre Religiosos y Seculares, que aunque no todos siguieron el Curso, los más prosiguieron los tres años, y lo concluyeron muchos de los Seculares borlados ya en dicha facultad, obteniendo por la Universidad Luliana el grado de Doctores.
Antes del año de concluída la Filosofía, obtuvo el R. P. Lector Junípero el grado de Doctor de Sagrada Teología por la dicha Universidad, en la regentó la Cátedra de Prima del Subtil Maestro, hasta la salida de la Provincia, y en ella se desempeñó con grande fama de docto y profundo a satisfacción así de la Provincia, como de la Universidad, y en la dicha facultad sacó a muchos de sus Discípulos borlados de Doctores. Las precisas ocupaciones de la Cátedra literaria, no le impedían para emplearse en la del Espíritu Santo, encomendándole los Sermones Panegíricos de los principales asuntos, y grandes festividades; y siempre fue el desempeño, con aplauso de los hombres más doctos que lo oían. El último Panegírico que predicó fue encomendado de la Universidad, en la solemnísima Fiesta que el 25 de Enero celebra a su Patrón, y Compatriota el Iluminado Dr. el Beato Raimundo Lulio, a que asiste la Universidad formada, y los hombres más doctos de la Ciudad; y como S. R. pensaba sería el último (como lo fue en su Patria,) parece que echó el resto de su habilidad para crédito de la Provincia, dejando a todos admirados. Oí en cuanto acabó el Sermón a un jubilado ex Catedrático de mucha fama, de Cátedra y Púlpito, y nada apasionado al Predicador, esta expresión: digno es este Sermón de que se imprima con letras de oro. Pero estaba ya bien lejos de recibir tan honrosas expresiones, pues sólo pensaba cómo salir a emplear sus talentos en la conversión de los Gentiles, para lo que estaba entonces esperando por instantes la Patente, como luego veremos.
No era menor el crédito en que estaba para Sermones Morales. Buscábanlo de las Villas más principales para que les fuese a predicar la Cuaresma, en lo que se ocupaba todos los años dejando sustituto para la Cátedra; y se iba por las Cuaresmas a emplear en la conversión de los pecadores, que con su fervoroso celo, grande habilidad, inventivas, y sonora voz con que Dios lo había dotado, despertaba a los pecadores del pesado sueño del pecado, y se convertían a Dios a pesar del mortal enemigo; quien claro lo dio a entender en la Villa de Selva. Predicaba la Cuaresma en dicha Villa el año de 1747, y estando en lo más fervoroso de uno de los Sermones, se levantó una Mujer del auditorio, que estaba obsesa (como después supo por el Señor Rector o Cura) y encarándose muy furiosa con el fervoroso Padre, llena de cólera dijo en alta voz que oyó el auditorio: Grita, grita, que por esto no acabarás la Cuaresma. Estuvo tan lejos de aflojar en el fervor de sus Sermones, ni de dar crédito al dicho del demonio, o de la mujer endemoniada, que antes bien creyó lo contrario; pues ofreciéndosele a S. R. el escribirme aquellos días, me puso esta: cláusula "Gracias a Dios gozo de salud, y espero así acabar la Cuaresma, porque el Padre de la mentira ha publicado que no la acabaré; y como no sabe decir verdad, espero concluirla sin novedad en la salud;" así sucedió, y regresado al Convento, preguntándole sobre dicha cláusula, me refirió lo que llevo expresado.
Aprendió en dicho Convento la Latinidad, de que salió perfectamente instruido, y al mismo tiempo se habilitó en el canto llano, por la costumbre que tenía el Religioso Maestro de Gramática, de llevar los días festivos a sus Discípulos al Coro a cantar con la Comunidad. De este santo ejercicio y devotas conversaciones que oía a sus devotos Padres, nacieron en su corazón muy temprano unos fervorosos deseos de tomar el santo hábito de N. S. P. San Francisco, sintiendo la falta de edad para ello. Conociendo sus devotos Padres la vocacion del Hijo, en cuanto tuvo edad lo llevaron a la Ciudad de Palma, Capital de aquel Reino, a fin de que se aplicase a los estudios mayores; y para que no olvidase la doctrina y buenas costumbres que desde Niño le habían enseñado, lo encomendaron a un devoto Sacerdote Beneficiado de la Catedral, quien viendo la aplicación del muchacho en el estudio de la Filosofía, que empezó a cursar en el Convento de N. P. S. Francisco, y la vocación de ser Religioso, lo enseñó a rezar el Oficio Divino, haciéndole rezar en su compañía, dejándole lo demás del tiempo para el estudio. A poco tiempo de estar en la Ciudad, que se le aumentaron los deseos de ser Religioso, se presentó a nuestro muy R. P. Fr. Antonio Perelló, Ministro Provincial que era segunda vez de dicha Provincia, pidiéndole el santo hábito. Dilatósele algún tiempo considerándolo muy muchacho; pero informado de que ya tenía edad cumplida, no obstante de pequeña estatura, y enfermizo, lo admitió y tomo el hábito en el Convento de Jesús extramuros de la Ciudad, el día 14 de Septiembre de 1730, siendo de edad de 16 años, nueve meses y veinte y un días.
En el año del Noviciado aprovechó en el ejercicio de las virtudes, aplicándose a imponerse en todo lo perteneciente a nuestra Seráfica Regla, y preceptos en ella contenidos, para cuando llegase el tiempo de la Profesión tener perfecto conocimiento de lo mucho que había de prometer a Dios en la Profesión. Para animarse para ella leía en los Libros místicos y devotos las mayores cosas que Dios, y N. S. P. S. Francisco nos prometen, si guardamos lo que en la Profesión prometemos. Los Libros que más leía y que le llevaban la atención, eran las Crónicas de Ntrâ. Seráfica Religión regocijándose en la vida de tantos Santos y Venerables como en ellas se cuentan, leyendo sus Vidas con tanta atención y ternura, que parecía le habían quedado impresas en su memoria, de modo que refería la Vida y ejemplares hechos de cualquiera de ellos, como si los acabase de leer, quedando admirados cuantos lo oíamos hablar de este asunto, y de la Seráfica Historia; y cuando le llegaba noticia de la Beatificación de algún venerable se llenaba corazón de gozo, y refería su vida, como si la acabase de leer en la Crónica. De este devoto ejercicio de la leyenda de las vidas de los Santos le nacieron desde Novicio unos vivos deseos de imitarlos en cuanto le fuese posible, causando dicha leyenda lo mismo que causó en San Ignacio de Loyola: y lo que principalmente consiguió de dicha devota leyenda fue un gran deseo de imitar a los Santos y Venerables que se habían empleado en la conversión de las almas, principalmente de los Gentiles y Bárbaros, deseando imitarlos hasta en dar la vida y derramar su sangre como ellos lo habían practicado: así lo oí de boca de dicho mi venerado Padre, que hablándome de su llamamiento para dejar su Patria y venir a las Indias, me dijo con ternura de corazón y lágrimas en los ojos: "No ha sido otro el motivo, que revivir en mi corazón aquellos grandes deseos que tuve desde Novicio leyendo las Vidas de los Santos, los que se me habían amortiguado con la distracción de los estudios; pero demos muchas gracias a Dios que empieza a cumplir mis deseos, y pidámosle sea para mayor gloria suya, y conversión de las almas.
" Cumplido el año de la Aprobación profesó en dicho Convento de Jesús el día 15 de Septiembre de 1731, tomando el nombre de Junípero por la devoción que tenía a aquel Santo Compañero de N. S. P. S. Francisco, cuyas santas sencilleces, y gracias de la gracia celebraba y refería con devoción y ternura. Fue tanto el júbilo y alegría que le causó la Profesión, que en toda su vida no lo olvidó; sino que renovaba los Votos y Profesión todos los años, no sólo el día de la Profesión de N. S. P. S. Francisco, sino también siempre que asistía a la Profesión de algún Novicio. Y siempre que se acordaba del gozo que tuvo en su Profesión, y que hablaba de ella, prorrumpía en estas palabras: Venerunt mihi omnia bona pariter cum illa: Viniéronme por la Profesión todos los bienes: "Yo, decía, en el Noviciado estuve casi siempre enfermizo, y tan pequeño de cuerpo, que no alcanzaba al Facistol, ni podía ayudar a los Connovicios en los quehaceres precisos del Noviciado, por cuyo motivo sólo me empleaba el Padre Maestro en ayudar las Misas todas las mañanas; pero con la Profesión logré la salud y fuerzas, y conseguí el crecer hasta la estatura mediana; todo lo atribuyo a la Profesión, de la que doy infinitas gracias a Dios." En cuanto profesó nuestro Fr. Junípero lo mudó la obediencia al Convento principal de la Ciudad a estudiar los Cursos de Filosofía y Teología, y de tal manera aprovechó, que antes de ordenarse de Sacerdote, ni tener tiempo para ello, ya lo eligió la Provincia Lector de Filosofía para el mismo Convento, en donde leyó los tres años con grande aplauso, logrando tener más de sesenta Discípulos entre Religiosos y Seculares, que aunque no todos siguieron el Curso, los más prosiguieron los tres años, y lo concluyeron muchos de los Seculares borlados ya en dicha facultad, obteniendo por la Universidad Luliana el grado de Doctores.
Antes del año de concluída la Filosofía, obtuvo el R. P. Lector Junípero el grado de Doctor de Sagrada Teología por la dicha Universidad, en la regentó la Cátedra de Prima del Subtil Maestro, hasta la salida de la Provincia, y en ella se desempeñó con grande fama de docto y profundo a satisfacción así de la Provincia, como de la Universidad, y en la dicha facultad sacó a muchos de sus Discípulos borlados de Doctores. Las precisas ocupaciones de la Cátedra literaria, no le impedían para emplearse en la del Espíritu Santo, encomendándole los Sermones Panegíricos de los principales asuntos, y grandes festividades; y siempre fue el desempeño, con aplauso de los hombres más doctos que lo oían. El último Panegírico que predicó fue encomendado de la Universidad, en la solemnísima Fiesta que el 25 de Enero celebra a su Patrón, y Compatriota el Iluminado Dr. el Beato Raimundo Lulio, a que asiste la Universidad formada, y los hombres más doctos de la Ciudad; y como S. R. pensaba sería el último (como lo fue en su Patria,) parece que echó el resto de su habilidad para crédito de la Provincia, dejando a todos admirados. Oí en cuanto acabó el Sermón a un jubilado ex Catedrático de mucha fama, de Cátedra y Púlpito, y nada apasionado al Predicador, esta expresión: digno es este Sermón de que se imprima con letras de oro. Pero estaba ya bien lejos de recibir tan honrosas expresiones, pues sólo pensaba cómo salir a emplear sus talentos en la conversión de los Gentiles, para lo que estaba entonces esperando por instantes la Patente, como luego veremos.
No era menor el crédito en que estaba para Sermones Morales. Buscábanlo de las Villas más principales para que les fuese a predicar la Cuaresma, en lo que se ocupaba todos los años dejando sustituto para la Cátedra; y se iba por las Cuaresmas a emplear en la conversión de los pecadores, que con su fervoroso celo, grande habilidad, inventivas, y sonora voz con que Dios lo había dotado, despertaba a los pecadores del pesado sueño del pecado, y se convertían a Dios a pesar del mortal enemigo; quien claro lo dio a entender en la Villa de Selva. Predicaba la Cuaresma en dicha Villa el año de 1747, y estando en lo más fervoroso de uno de los Sermones, se levantó una Mujer del auditorio, que estaba obsesa (como después supo por el Señor Rector o Cura) y encarándose muy furiosa con el fervoroso Padre, llena de cólera dijo en alta voz que oyó el auditorio: Grita, grita, que por esto no acabarás la Cuaresma. Estuvo tan lejos de aflojar en el fervor de sus Sermones, ni de dar crédito al dicho del demonio, o de la mujer endemoniada, que antes bien creyó lo contrario; pues ofreciéndosele a S. R. el escribirme aquellos días, me puso esta: cláusula "Gracias a Dios gozo de salud, y espero así acabar la Cuaresma, porque el Padre de la mentira ha publicado que no la acabaré; y como no sabe decir verdad, espero concluirla sin novedad en la salud;" así sucedió, y regresado al Convento, preguntándole sobre dicha cláusula, me refirió lo que llevo expresado.