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Datos principales
Desarrollo
CAPITULO VII Que trata de la fundación de Tlaxcalla y de los señores que se sucedieron en su gobernación Pasada esta guerra y puesto los chichimecas tan grande espanto en toda esta máquina de este Nuevo Mundo, pretendieron tener amistad con todos los comarcanos y no enojarlos jamás. Ansí fue que luego se confederaron con los tepanecas, culhuas mexicanos y aculhuaques tetzcucanos, prometiendo que no se enojarían unos a otros. Lo mismo sucedió con los huexotzincas, chololtecas, tepeaqueños, quauhquecholtecas e itzucanos, y con los de Quauhtlinchan, Totomihuacan, y con chochos, pinumes, tecamachalcas, quecholtecas de Quecholac y con los de Tecallimapan, que por otro nombre se llaman Tecala, y con los de Teohuacan y cozcatecas de Cuzcatlan y Teotitlan. Sin contar otras gentes de otras provincias de los ulmecas y zacuhtecas, iztacas y maxtilanecas, tlatlauhquitepecas, tetellacas y zacatecas. Finalmente, tuvieron paz con todas estas gentes, provincias y naciones muchos tiempos sin tener ninguna refriega y trataban y contrataban entre sí con toda amistad. Habiendo este asiento y conformidad universal, tuvieron lugar de hacer sus poblazones, haciendo límites y mojoneras de lo que cada provincia había de tener, para lo cual señalaban ríos, sierras y cordilleras de serranías grandes, haciendo sus compartimientos según y de la manera que cada legión y capitanía lo merecía, o le había caído en suerte, poblando en las mejores partes que podían y según los méritos, deméritos o calidades de las personas.
Y puestos en esta comunicación, se fue hinchando la tierra toda en tanto crecimiento que en trescientos años ocuparon toda la Nueva España de mar a mar, desde la costa del Sur hasta la del Norte, y desde las partes del Poniente hasta la costa de Oriente, que es hacia Tabasco, Champoton, Yucatán, Cozumel, Campeche hasta la Higüeras, quedando otras muchas provincias sin podellas nombrar, como son las de Cohuatzacoalco, Cempohuallan, Nauhtlan, que es agora donde llaman Almería, Tonatiuhco, Tozapan, Papantla, Achachalintian, la provincia de Meztitlan y toda la Huaxteca de Pánuco, hacia la parte del Norte en cuanto a nuestro centro; que para ir nombrando todas estas provincias, sería gran prolijidad, Y ansí evitaremos lo más que pudiéremos, de manera que se ha de entender que estas poblazones se hicieron en toda Nueva España, esto es, en todo lo descubierto de este Nuevo Mundo, y ansí se ha de comprender. Dejadas estas provincias en su tranquilidad y paz, volveremos en lo que toca a la ciudad y provincia de Tlaxcalla, que es donde particularmente hacemos nuestra relación. Habiendo pues poblado los chichimecas en los riscos y peñascos que quieren decir en lengua nahuatl Texcalticpac o Texcalla, que, andando el tiempo, se vino a llamar Tepeticpac, Texcallan y, más adelante, Tlaxcalla, como a los principios de esta relación dejamos dicho, que ésta fue y en este lugar la fundación de este reino y provincia; siendo señor único Culhuatecuhtli de los tlaxcaltecas.
Y teniendo éste un hermano menor, que se llamó Teyohualminqui Chichimecatecuhtli, boo de Tepeticpac, Texcalla o Ocotelulco, que quiere decir "en el barrio alto del pino" o "en el altozano del pino", y la casa que pobló se llamó Culhuacan en memoria de Culhuacan, de donde vinieron. Y ansí, el primer señor se llamó Culhua Tecpanecatl Quanexteyoalminqui con el cual hermano partió amigablemente la mitad de toda la provincia de Tlaxcalla y de todo lo que se había ganado y poblado. Por consiguiente, partió con él, dándole una parte de las reliquias de Camaxtli Mixcohuatl, que eran sus cenizas, de las cuales ansí mismo quedaron parte de ellas en la ciudad de Huexotzinco cuando se quedaron a poblar en aquella provincia los chichimecas, como atrás hemos dejado tratado. De las cuales cenizas hablaremos en adelante en lo que vinieron a parar después de la venida de Cortés y sus españoles. Habiendo, pues, dado Culhuatecuhtlicuanez a su hermano la mitad de todo lo que había ganado, entró a gobernar sus gentes con gran prudencia al barrio de Culhuacan, Tecpan y Ocotelulco, quedando el reino de Culhua dividido en dos partes. Fue tan valeroso por sí ese dicho Teyohualminqui, que por su persona supeditó y avasalló la mayor parte de esta provincia de Tlaxcalla, y en muy breve tiempo se hizo mayor señor que Colhuatecuhtli, su hermano, y de tal manera prevaleció que, olvidada la fama de éste, vino a ser tenido por mayor señor. Por su fin y muerte le sucedió su hijo Tlailotlactetzpantzin, que se llamó Tlacatecuhtli, el cual gobernó con gran benignidad sus gentes, sin ninguna discordia ni alteración, aunque en sus tiempos ovo muchos acaecimientos, de los cuales no trataremos por evitar prolijidad y también por abreviar.
Este Tlailotlactetzpantzin después de sus días por su muerte, dejó a Acatentehua, su hijo, en el reino y señorío de Aculhuacan, Tecpan y Ocotelolco. El cual fue uno de los más belicosos príncipes que ovo en aquella tierra y tiempos, porque, demás que él sustentó todo lo que sus antepasados habían ganado, se dio tal maña que con sus astucias hizo grandes asientos y parcialidades entre los suyos, de tal manera que les ganó grandemente las voluntades con tales repartimientos de tierras y otras dádivas y franquezas. Y ansí, llegó a gran prosperidad y mandó en la mitad de lo que le fue dado de la provincia de Tlaxcalla. Y habiendo gobernado más de cincuenta años, siendo ya viejo de ochenta y aún de más edad, vino a ser tan gran tirano y soberbio, que la gente plebeya no podía sufrir más sus tiranías. Conocido el disgusto de ésta por Tlacomihua, señor del barrio de Ocotelolco, éste indujo con mañas y negociaciones a muchas gentes y a la mayor parte de las parcialidades, a que conspiraran contra Acatentehua, su príncipe, señor y primer rey, que para ello les daría favor y ayuda. Tanto pudieron las palabras de adulación con que les habló, y tanta fuerza tuvo la voz universal del pueblo, que, viendo tan buena ocasión, no quisieron dilatar su conjuración comenzada. Alterados todos, y puestos en armas, sin saberse esto entre los allegados, deudos y parientes de un tan gran príncipe y señor, fueron a su casa con mano armada, y, con voz de libertad, le dieron de macanazos, ejecutando su tiránica y alevosa ambición hasta que le acabaron.
Después de muerto, le hicieron grandes exequias según sus costumbres, le quemaron su cuerpo, recogieron sus cenizas y las pusieron en un relicario. Antes que su traición fuese entendida, fueron a las casas de los principales amigos y parientes del desventurado rey, con los cuales hicieron lo propio, matándoles los hijos y sobrinos y parientes más cercanos que tenían hasta la quinta generación, porque no quedasen reliquias de su estirpe y descendencia que en algún tiempo pretendiesen la restitución del reino. Mas con todas estas prevenciones quedaron dos hijos suyos pequeños, que unas amas que los criaban los escaparon, huyendo en trajes de mujercillas pobres y viles. Lleváronlos a criar entre la gente pobre fuera del poblado, por las heredades y campos y lugares pequeños. Después que llegaron a ser mocitos, como fuesen de tan ilustre sangre, su naturaleza no apetecía la rusticidad del campo, antes, inclinándose a cosas más altas, porfiaron con las amas que los habían cuidado para que los pusiesen en servicio de algún señor, lo cual hicieron ansí con gran temor, entendiendo que los matarían. Y fue su ventura y suerte tal que habiendo compasión de ellos Texcopille, persona muy principal en aquellos tiempos, los recibió en su casa y crió como a hijos, entendiendo quienes eran. Este mismo les hizo restituir alguna parte de sus bienes y señorío, pues el día de hoy viven muchos que descienden de ellos.
Y puestos en esta comunicación, se fue hinchando la tierra toda en tanto crecimiento que en trescientos años ocuparon toda la Nueva España de mar a mar, desde la costa del Sur hasta la del Norte, y desde las partes del Poniente hasta la costa de Oriente, que es hacia Tabasco, Champoton, Yucatán, Cozumel, Campeche hasta la Higüeras, quedando otras muchas provincias sin podellas nombrar, como son las de Cohuatzacoalco, Cempohuallan, Nauhtlan, que es agora donde llaman Almería, Tonatiuhco, Tozapan, Papantla, Achachalintian, la provincia de Meztitlan y toda la Huaxteca de Pánuco, hacia la parte del Norte en cuanto a nuestro centro; que para ir nombrando todas estas provincias, sería gran prolijidad, Y ansí evitaremos lo más que pudiéremos, de manera que se ha de entender que estas poblazones se hicieron en toda Nueva España, esto es, en todo lo descubierto de este Nuevo Mundo, y ansí se ha de comprender. Dejadas estas provincias en su tranquilidad y paz, volveremos en lo que toca a la ciudad y provincia de Tlaxcalla, que es donde particularmente hacemos nuestra relación. Habiendo pues poblado los chichimecas en los riscos y peñascos que quieren decir en lengua nahuatl Texcalticpac o Texcalla, que, andando el tiempo, se vino a llamar Tepeticpac, Texcallan y, más adelante, Tlaxcalla, como a los principios de esta relación dejamos dicho, que ésta fue y en este lugar la fundación de este reino y provincia; siendo señor único Culhuatecuhtli de los tlaxcaltecas.
Y teniendo éste un hermano menor, que se llamó Teyohualminqui Chichimecatecuhtli, boo de Tepeticpac, Texcalla o Ocotelulco, que quiere decir "en el barrio alto del pino" o "en el altozano del pino", y la casa que pobló se llamó Culhuacan en memoria de Culhuacan, de donde vinieron. Y ansí, el primer señor se llamó Culhua Tecpanecatl Quanexteyoalminqui con el cual hermano partió amigablemente la mitad de toda la provincia de Tlaxcalla y de todo lo que se había ganado y poblado. Por consiguiente, partió con él, dándole una parte de las reliquias de Camaxtli Mixcohuatl, que eran sus cenizas, de las cuales ansí mismo quedaron parte de ellas en la ciudad de Huexotzinco cuando se quedaron a poblar en aquella provincia los chichimecas, como atrás hemos dejado tratado. De las cuales cenizas hablaremos en adelante en lo que vinieron a parar después de la venida de Cortés y sus españoles. Habiendo, pues, dado Culhuatecuhtlicuanez a su hermano la mitad de todo lo que había ganado, entró a gobernar sus gentes con gran prudencia al barrio de Culhuacan, Tecpan y Ocotelulco, quedando el reino de Culhua dividido en dos partes. Fue tan valeroso por sí ese dicho Teyohualminqui, que por su persona supeditó y avasalló la mayor parte de esta provincia de Tlaxcalla, y en muy breve tiempo se hizo mayor señor que Colhuatecuhtli, su hermano, y de tal manera prevaleció que, olvidada la fama de éste, vino a ser tenido por mayor señor. Por su fin y muerte le sucedió su hijo Tlailotlactetzpantzin, que se llamó Tlacatecuhtli, el cual gobernó con gran benignidad sus gentes, sin ninguna discordia ni alteración, aunque en sus tiempos ovo muchos acaecimientos, de los cuales no trataremos por evitar prolijidad y también por abreviar.
Este Tlailotlactetzpantzin después de sus días por su muerte, dejó a Acatentehua, su hijo, en el reino y señorío de Aculhuacan, Tecpan y Ocotelolco. El cual fue uno de los más belicosos príncipes que ovo en aquella tierra y tiempos, porque, demás que él sustentó todo lo que sus antepasados habían ganado, se dio tal maña que con sus astucias hizo grandes asientos y parcialidades entre los suyos, de tal manera que les ganó grandemente las voluntades con tales repartimientos de tierras y otras dádivas y franquezas. Y ansí, llegó a gran prosperidad y mandó en la mitad de lo que le fue dado de la provincia de Tlaxcalla. Y habiendo gobernado más de cincuenta años, siendo ya viejo de ochenta y aún de más edad, vino a ser tan gran tirano y soberbio, que la gente plebeya no podía sufrir más sus tiranías. Conocido el disgusto de ésta por Tlacomihua, señor del barrio de Ocotelolco, éste indujo con mañas y negociaciones a muchas gentes y a la mayor parte de las parcialidades, a que conspiraran contra Acatentehua, su príncipe, señor y primer rey, que para ello les daría favor y ayuda. Tanto pudieron las palabras de adulación con que les habló, y tanta fuerza tuvo la voz universal del pueblo, que, viendo tan buena ocasión, no quisieron dilatar su conjuración comenzada. Alterados todos, y puestos en armas, sin saberse esto entre los allegados, deudos y parientes de un tan gran príncipe y señor, fueron a su casa con mano armada, y, con voz de libertad, le dieron de macanazos, ejecutando su tiránica y alevosa ambición hasta que le acabaron.
Después de muerto, le hicieron grandes exequias según sus costumbres, le quemaron su cuerpo, recogieron sus cenizas y las pusieron en un relicario. Antes que su traición fuese entendida, fueron a las casas de los principales amigos y parientes del desventurado rey, con los cuales hicieron lo propio, matándoles los hijos y sobrinos y parientes más cercanos que tenían hasta la quinta generación, porque no quedasen reliquias de su estirpe y descendencia que en algún tiempo pretendiesen la restitución del reino. Mas con todas estas prevenciones quedaron dos hijos suyos pequeños, que unas amas que los criaban los escaparon, huyendo en trajes de mujercillas pobres y viles. Lleváronlos a criar entre la gente pobre fuera del poblado, por las heredades y campos y lugares pequeños. Después que llegaron a ser mocitos, como fuesen de tan ilustre sangre, su naturaleza no apetecía la rusticidad del campo, antes, inclinándose a cosas más altas, porfiaron con las amas que los habían cuidado para que los pusiesen en servicio de algún señor, lo cual hicieron ansí con gran temor, entendiendo que los matarían. Y fue su ventura y suerte tal que habiendo compasión de ellos Texcopille, persona muy principal en aquellos tiempos, los recibió en su casa y crió como a hijos, entendiendo quienes eran. Este mismo les hizo restituir alguna parte de sus bienes y señorío, pues el día de hoy viven muchos que descienden de ellos.