Amenazas que hacían los de México a los españoles
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Desarrollo
Amenazas que hacían los de México a los españoles Conocida la causa de la rebelión, les preguntó Cortés cómo peleaban los enemigos. Ellos dijeron que en cuanto cogieron las armas cargaron con furia muy grande, pelearon y combatieron la casa diez días consecutivos, en los cuales habían hecho los daños que ya sabía, y que por no dar lugar a que Moctezuma se marchase y se fuese a Narváez, como algunos decían, no se habían atrevido ellos a salir de casa a pelear por las calles, sino a defenderse solamente y guardar a Moctezuma, como se lo dejaran encargado; y que como eran pocos, y los indios muchos, y que de credo a credo se remudaban, que no sólo se cansaban, sino que hasta desmayaban, y si a los mayores arrebatos no subía Moctezuma a una azotea y mandaba a los suyos que se estuviesen quietos, si lo querían vivo, ya estarían todos muertos, pues luego, en viéndole, cesaban. Dijeron también que como vino la noticia de la victoria contra Pánfilo, Moctezuma les mandó, y ellos quisieron aflojar y no pelear; no, según era fama, de miedo, sino porque, llegado él, los matasen a todos juntos; mas, sin embargo, que, arrepentidos, y comprendiendo que al llegar Cortés con tantos españoles tendrían más quehacer, volvieron a las armas y batería como la primera vez, y hasta con más gana y denuedo, de donde coligieron algunos que no era con voluntad de Moctezuma. Contaron asimismo muchos milagros: que como les faltase agua de beber, cavaron en el patio de su aposento hasta la rodilla o poco más, y salió agua dulce, siendo el suelo salobre; que muchas veces ensayaron los indios quitar la imagen de nuestra Señora gloriosísima del altar donde Cortés la puso, y en tocándola se les pegaba la mano a los que tocaban, y en buen rato no se les despegaba, y despegada, quedaba con señal; y así, la tuvieron que dejar; que cargaron un día de duro combate el mayor tiro, y cuando le pusieron fuego para arredrar a los enemigos, no quiso salir; los cuales, cuando vieron esto, arremetieron muy denodadamente con terrible griterío, con palos, flechas, lanzas y piedras que cubrían la casa y calle, diciendo: "Ahora redimiremos a nuestro rey, libertaremos nuestras casas y nos vengaremos".
Mas, al mejor hervor del combate, salió el tiro, sin cebarlos más ni ponerle fuego de nuevo, con espantoso sonido; y como era grande y tenía perdigones en la pelota, escupió muy fuerte, mató a muchos y los asombró a todos; y así se retiraron atónitos; que andaban peleando por los españoles Santa María y Santiago en un caballo blanco, y decían los indios que el caballo hería mataba tantos con la boca y con los pies y manos como el caballero con la espada, y que la mujer del altar les echaba polvos por las caras y los cegaba, y entonces, como no veían pelear, se iban a sus casas pensando estar ciegos, y allí se encontraban buenos; y cuando volvían a combatir la casa, decían: "Si no tuviéramos miedo a una mujer y al del caballo blanco, ya estaría derribada vuestra casa, y vosotros cocidos, aunque no comidos, pues no sois buenos de comer, que el otro día lo probamos, y amargáis; mas os hemos de echar a las águilas, leones, tigres y culebras, que os traguen por nosotros; pero con todo esto, si no soltáis a Moctezuma y os vais en seguida, pronto seréis muertos santamente, cocidos con chilmolli y comidos por animales salvajes, pues no sois buenos para estómagos de hombres; porque siendo Moctezuma nuestro señor y el dios que nos da mantenimiento, os atrevisteis a prenderle y tocar con vuestras manos ladronas, y a vosotros, que cogéis lo ajeno, ¿cómo os aguanta la tierra, que no os traga vivos? Pero andad, que nuestros dioses, cuya religión profanasteis, os darán vuestro merecido; y si no lo hacen pronto, nosotros os mataremos y despojaremos después, y a esos hijos de ruines y apocados de Tlaxcallan, vuestros esclavos, que no se irán sin castigo ni alabándose porque cogen las mujeres de sus señores y piden tributo a quien pechaban". Éstas y tales cosas braveaban y baladroneaban aquellos mexicanos; y los nuestros, que de puro miedo se les soltaba el vientre, los reprendían de semejantes boberías que se dejaban decir acerca de Moctezuma, diciéndoles que era hombre mortal, y no mejor ni diferente de ellos, que sus dioses eran vanos y su religión falsa, y la nuestra cierta y buena; nuestro Dios justo, verdadero criador de todas las cosas, y la mujer que peleaba era madre de Cristo, Dios de los cristianos, y el del caballo blanco era apóstol del mismo Cristo, llegado del cielo para defender a aquellos pocos españoles y matar a tantos indios.
Mas, al mejor hervor del combate, salió el tiro, sin cebarlos más ni ponerle fuego de nuevo, con espantoso sonido; y como era grande y tenía perdigones en la pelota, escupió muy fuerte, mató a muchos y los asombró a todos; y así se retiraron atónitos; que andaban peleando por los españoles Santa María y Santiago en un caballo blanco, y decían los indios que el caballo hería mataba tantos con la boca y con los pies y manos como el caballero con la espada, y que la mujer del altar les echaba polvos por las caras y los cegaba, y entonces, como no veían pelear, se iban a sus casas pensando estar ciegos, y allí se encontraban buenos; y cuando volvían a combatir la casa, decían: "Si no tuviéramos miedo a una mujer y al del caballo blanco, ya estaría derribada vuestra casa, y vosotros cocidos, aunque no comidos, pues no sois buenos de comer, que el otro día lo probamos, y amargáis; mas os hemos de echar a las águilas, leones, tigres y culebras, que os traguen por nosotros; pero con todo esto, si no soltáis a Moctezuma y os vais en seguida, pronto seréis muertos santamente, cocidos con chilmolli y comidos por animales salvajes, pues no sois buenos para estómagos de hombres; porque siendo Moctezuma nuestro señor y el dios que nos da mantenimiento, os atrevisteis a prenderle y tocar con vuestras manos ladronas, y a vosotros, que cogéis lo ajeno, ¿cómo os aguanta la tierra, que no os traga vivos? Pero andad, que nuestros dioses, cuya religión profanasteis, os darán vuestro merecido; y si no lo hacen pronto, nosotros os mataremos y despojaremos después, y a esos hijos de ruines y apocados de Tlaxcallan, vuestros esclavos, que no se irán sin castigo ni alabándose porque cogen las mujeres de sus señores y piden tributo a quien pechaban". Éstas y tales cosas braveaban y baladroneaban aquellos mexicanos; y los nuestros, que de puro miedo se les soltaba el vientre, los reprendían de semejantes boberías que se dejaban decir acerca de Moctezuma, diciéndoles que era hombre mortal, y no mejor ni diferente de ellos, que sus dioses eran vanos y su religión falsa, y la nuestra cierta y buena; nuestro Dios justo, verdadero criador de todas las cosas, y la mujer que peleaba era madre de Cristo, Dios de los cristianos, y el del caballo blanco era apóstol del mismo Cristo, llegado del cielo para defender a aquellos pocos españoles y matar a tantos indios.