La importación de negros
Compartir
Datos principales
Rango
América colonial
Desarrollo
Dado que en España existía la esclavitud, los primeros negros que llegaron a América iban acompañando a sus amos españoles, a cuyo servicio participaron en la Conquista. Sin embargo, pronto se emprenderá su introducción sistemática, concebida como solución frente al hundimiento demográfico indígena cuando éste era ya un hecho, lo que invalida supuestas interpretaciones "humanitarias" que relacionan el comienzo del tráfico negrero con la política proteccionista de los indios. Los esclavos negros no vinieron a reemplazar a los indios (como Las Casas propuso en algún momento para luego arrepentirse), sino más bien a sucederlos porque los negros sólo son llevados allí donde no hay otra fuerza de trabajo y sí una actividad económica que justifica la inversión. Esos lugares fueron las costas del Caribe y las islas antillanas, donde la desaparición de los indios coincidió con el comienzo de la agricultura de plantación. Se trató, desde luego, de una importación más que de una inmigración, y fue la economía la que reguló la desigual distribución de los africanos en territorio americano y no factores como el clima o las dificultades de adaptación. El comercio de negros (la trata) fue controlado directamente por la Corona, que experimenta diversas fórmulas de comercialización: licencias, asientos, administración directa, compañías. Durante casi todo el siglo XVI estuvo en vigor el sistema de licencias, regulado por la Casa de la Contratación , que concede a particulares permiso para llevar a un puerto concreto un determinado número de negros.
La primera licencia importante es la concedida en 1518 al flamenco Lorenzo de Gorrevod para llevar 4.000 esclavos a Santo Domingo. A partir de 1595 comienza el régimen de asientos, mediante el cual la Corona delega (vende) su monopolio en una persona o entidad mercantil, por un tiempo determinado, señalándose también el número de negros a introducir. En la práctica, los beneficiarios de este sistema serán los comerciantes portugueses, que contaban con factorías en África y eran además, desde 1580, súbditos del monarca español. El primer asiento fue firmado con Pedro Gómez Reinel que, a cambio de 900.000 ducados, obtuvo el monopolio de la introducción de negros a Cartagena de Indias, a donde llevó 25.338 esclavos entre 1595 y 1600. Y el sistema duró hasta mediado el siglo XVII, suspendiéndose en 1640 a raíz de la separación de Portugal. Tras unos años de interrupción de la trata, se reanuda en 1651 ensayando la Corona diversos métodos: primero la administración directa a cargo de la Casa de la Contratación y a partir de 1662 de nuevo el régimen de asientos, que se conceden a compañías comerciales o a instituciones como el Consulado de Sevilla . En 1696 se inaugura el período de las compañías extranjeras, concediendo el monopolio de la trata de negros en las colonias españolas primero a los portugueses, en 1701 a los franceses y de 1713 a 1750 (por imposición de la Paz de Utrecht) a los ingleses. Desde mediados del XVIII se harán concesiones a compañías españolas (como la Compañía Gaditana de Negros), pero la trata se va liberalizando paulatinamente, a la vez que se facilita el aprovisionamiento de negros por la cesión a España de las islas de Annobón y Fernando Póo en 1778.
Entre 1789 y 1795 se decreta la libertad del comercio negrero con toda la América española, como parte de la liberalización del comercio en general. Los esclavos así importados procedían inicialmente de las factorías de Senegal, Gambia y Golfo de Guinea (negros minas, mandingos y congos), y luego de África del Sur, Mozambique y, sobre todo, Angola, principal exportadora en los siglos XVII y XVIII. Transportados en buques especiales (tumbeiros los llamaban los portugueses), hacinados en las bodegas, muchos morían en el viaje y muchos más en el período de adaptación a su nueva vida, o en los mismos almacenes portuarios mientras esperaban ser subastados. Todo ello dificulta conocer el volumen de negros importados. Y ni siquiera se puede cuantificar el comercio legal, pues la documentación habla de piezas de Indias, entendida como esclavo tipo, es decir, un trabajador en pleno vigor, varón, adulto, joven, sano; mujeres, niños, hombres enfermos, eran fracciones de la unidad, que variaban según su edad y estado físico. De todas formas, los cálculos de Philip Curtin proporcionan un buen índice de la tendencia general de la trata. Así resultaría que en el siglo XVI llegan a la América española unos 75.000 negros; entre 1595 y 1641, los portugueses introducen 132.600 esclavos, resultando 2.880 al año como promedio; entre 1641 y 1773 se importan 516.660 negros (promedio anual de 3.880); y en el último cuarto del XVIII las cifras se disparan: entre 1774 y 1807 la importación total de esclavos es de 225.
100 individuos, o 6.600 de promedio (de ellos más de la mitad, 119.000 van a Cuba). Cuba y Puerto Rico -únicas colonias españolas- recibirán 539.800 esclavos más (489.400 y 50.400, respectivamente) entre 1810 y 1860. A título comparativo, recordemos que Curtin calcula que unos seis millones de negros fueron objeto de trata en el siglo XVIII, correspondiendo el 31 por ciento (cerca de dos millones de esclavos) a Brasil, 23 por ciento al Caribe británico, 6 por ciento a las colonias inglesas continentales, 22 por ciento al Caribe francés, y 9 por ciento a la América española. El total de esclavos introducidos en las Indias se aproximaría a un millón y medio (casi un millón -948.700- hasta 1807), que podemos considerar las cifras mínimas absolutas. Estudios recientes van revisando, al alza, estos cálculos, que algunos autores proponen multiplicar por dos. De todas formas, aun aceptando que hubieran llegado tres millones de africanos (Mellafe) y sextuplicaran así el aporte migratorio español, su contribución al nuevo poblamiento de América fue, en conjunto, muy inferior debido al bajo índice de reproducción derivado de su situación de esclavitud y de la escasez de mujeres entre ellos. Sin embargo, allí donde se concentraron por ser donde habían desaparecido los indios, la población negra llegó a ser ampliamente mayoritaria: en Cuba, por ejemplo, donde en 1817 el 57 por ciento de la población era de color. A comienzos del XIX en la América española habría unos 550.000 esclavos, y un número similar o algo superior de negros libres (Bowser), representando el 5 por ciento de la población total. Pero los individuos de ascendencia africana eran muchos más, porque también los negros contribuyen a crear la raza mestiza (denominación tan paradójica como expresiva, dice Luis Navarro) que constituye la culminación del nuevo poblamiento americano.
La primera licencia importante es la concedida en 1518 al flamenco Lorenzo de Gorrevod para llevar 4.000 esclavos a Santo Domingo. A partir de 1595 comienza el régimen de asientos, mediante el cual la Corona delega (vende) su monopolio en una persona o entidad mercantil, por un tiempo determinado, señalándose también el número de negros a introducir. En la práctica, los beneficiarios de este sistema serán los comerciantes portugueses, que contaban con factorías en África y eran además, desde 1580, súbditos del monarca español. El primer asiento fue firmado con Pedro Gómez Reinel que, a cambio de 900.000 ducados, obtuvo el monopolio de la introducción de negros a Cartagena de Indias, a donde llevó 25.338 esclavos entre 1595 y 1600. Y el sistema duró hasta mediado el siglo XVII, suspendiéndose en 1640 a raíz de la separación de Portugal. Tras unos años de interrupción de la trata, se reanuda en 1651 ensayando la Corona diversos métodos: primero la administración directa a cargo de la Casa de la Contratación y a partir de 1662 de nuevo el régimen de asientos, que se conceden a compañías comerciales o a instituciones como el Consulado de Sevilla . En 1696 se inaugura el período de las compañías extranjeras, concediendo el monopolio de la trata de negros en las colonias españolas primero a los portugueses, en 1701 a los franceses y de 1713 a 1750 (por imposición de la Paz de Utrecht) a los ingleses. Desde mediados del XVIII se harán concesiones a compañías españolas (como la Compañía Gaditana de Negros), pero la trata se va liberalizando paulatinamente, a la vez que se facilita el aprovisionamiento de negros por la cesión a España de las islas de Annobón y Fernando Póo en 1778.
Entre 1789 y 1795 se decreta la libertad del comercio negrero con toda la América española, como parte de la liberalización del comercio en general. Los esclavos así importados procedían inicialmente de las factorías de Senegal, Gambia y Golfo de Guinea (negros minas, mandingos y congos), y luego de África del Sur, Mozambique y, sobre todo, Angola, principal exportadora en los siglos XVII y XVIII. Transportados en buques especiales (tumbeiros los llamaban los portugueses), hacinados en las bodegas, muchos morían en el viaje y muchos más en el período de adaptación a su nueva vida, o en los mismos almacenes portuarios mientras esperaban ser subastados. Todo ello dificulta conocer el volumen de negros importados. Y ni siquiera se puede cuantificar el comercio legal, pues la documentación habla de piezas de Indias, entendida como esclavo tipo, es decir, un trabajador en pleno vigor, varón, adulto, joven, sano; mujeres, niños, hombres enfermos, eran fracciones de la unidad, que variaban según su edad y estado físico. De todas formas, los cálculos de Philip Curtin proporcionan un buen índice de la tendencia general de la trata. Así resultaría que en el siglo XVI llegan a la América española unos 75.000 negros; entre 1595 y 1641, los portugueses introducen 132.600 esclavos, resultando 2.880 al año como promedio; entre 1641 y 1773 se importan 516.660 negros (promedio anual de 3.880); y en el último cuarto del XVIII las cifras se disparan: entre 1774 y 1807 la importación total de esclavos es de 225.
100 individuos, o 6.600 de promedio (de ellos más de la mitad, 119.000 van a Cuba). Cuba y Puerto Rico -únicas colonias españolas- recibirán 539.800 esclavos más (489.400 y 50.400, respectivamente) entre 1810 y 1860. A título comparativo, recordemos que Curtin calcula que unos seis millones de negros fueron objeto de trata en el siglo XVIII, correspondiendo el 31 por ciento (cerca de dos millones de esclavos) a Brasil, 23 por ciento al Caribe británico, 6 por ciento a las colonias inglesas continentales, 22 por ciento al Caribe francés, y 9 por ciento a la América española. El total de esclavos introducidos en las Indias se aproximaría a un millón y medio (casi un millón -948.700- hasta 1807), que podemos considerar las cifras mínimas absolutas. Estudios recientes van revisando, al alza, estos cálculos, que algunos autores proponen multiplicar por dos. De todas formas, aun aceptando que hubieran llegado tres millones de africanos (Mellafe) y sextuplicaran así el aporte migratorio español, su contribución al nuevo poblamiento de América fue, en conjunto, muy inferior debido al bajo índice de reproducción derivado de su situación de esclavitud y de la escasez de mujeres entre ellos. Sin embargo, allí donde se concentraron por ser donde habían desaparecido los indios, la población negra llegó a ser ampliamente mayoritaria: en Cuba, por ejemplo, donde en 1817 el 57 por ciento de la población era de color. A comienzos del XIX en la América española habría unos 550.000 esclavos, y un número similar o algo superior de negros libres (Bowser), representando el 5 por ciento de la población total. Pero los individuos de ascendencia africana eran muchos más, porque también los negros contribuyen a crear la raza mestiza (denominación tan paradójica como expresiva, dice Luis Navarro) que constituye la culminación del nuevo poblamiento americano.