El despoblamiento indígena
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Datos principales
Rango
América colonial
Desarrollo
La conquista española desencadenó una catástrofe demográfica sin precedentes en la historia de la humanidad: la población indígena disminuyó drásticamente en los años inmediatos al contacto y siguió haciéndolo durante mucho tiempo. Aceptado este hecho como indudable, se discute sin embargo sobre su magnitud, pues ésta dependerá de la respuesta que demos a una pregunta clave: ¿cuántos habitantes tenía América en 1492? En torno a esa cifra se ha generado una intensa polémica, complicada por la inexistencia de fuentes fidedignas y perturbada por el empeño en juicios morales, supuestamente pro o anti hispánicos, que restan objetividad a los cálculos. Por eso, eminentes especialistas, trabajando con modernos y complejos métodos de análisis, difieren tanto entre sí que casi parece increíble. Para todo el continente, y sin considerar cálculos ya en el olvido (como los ocho millones de Kroeber, o los 300 de Riccioli), las cifras que se siguen manejando oscilan entre 13,3 millones (Rosenblat) y 15,5 millones (Steward) como estimaciones más bajas, y los 100 millones (Borah) o de 90 a 112 millones (Dobyns) como cifras máximas. Entre estos extremos, correspondientes a dos líneas de interpretación opuestas e irreductibles (que la historiografía ha denominado bajista u optimista y alcista o pesimista, mostrando así las ramificaciones emocionales de la discusión), hay toda una gama de propuestas intermedias: 40 ó 45 millones (Rivet), de 40 a 50 millones (Sapper y Spinden), o 57,3 millones (Denevan).
Similar discrepancia se reproduce en los estudios regionales. Para el área que más o menos corresponde al actual México las cifras van desde los 4,5 millones de Rosenblat hasta los 32,5 de Dobyns, pasando por 12 millones (Sanders), de 12 a 15 (Sapper), 21,5 (Denevan), o 25,2 millones (Cook y Borah). Las estimaciones para los Andes Centrales abarcan desde los 2 millones de Rosenblat hasta los 37 de Dobyns, pasando por cifras intermedias como 9 millones (Cook), 10 (Wachtel) y 12 millones (Smith). Igualmente variadas, o más, son las cifras de la isla Española, que en 1492 tendría unos cien o ciento veinte mil habitantes (Rosenblat), o quizá 3,7 millones (Cook y Borah, que llegaron a aceptar ocho millones), o bien 400 ó 500.000 (Moya Pons y Chaunu, respectivamente). La guerra de cifras tiende a diluirse en una creciente aceptación de los cálculos medios, basada más en razonamientos lógicos que en demostraciones científicas que probablemente nunca lleguen. Por ejemplo, hasta el año 1930 América Latina en conjunto no superó los cien millones de habitantes (de ellos 33 millones correspondían a Brasil, donde hacia 1500 no habría más de dos millones y medio de personas), tras décadas de intensa inmigración europea y en una situación sanitaria y productiva muy superior a la de fines del siglo XV tanto en América como en Europa. Que México tuviera doble número de habitantes en 1519 (32 millones) que en 1930 (16.600.000), es difícil de creer, aunque lo verdaderamente difícil es demostrarlo.
Y parece que los más recientes estudios demográficos locales y regionales reafirman la tendencia a reducir los cálculos más elevados, aunque no se consideran tampoco verosímiles cifras inferiores a los 30 millones. Sin embargo, aunque los especialistas no se ponen de acuerdo para establecer la población total del continente antes de la llegada de los europeos, todos aceptan como válido el cálculo hecho hacia 1570, sin sofisticados medios estadísticos pero sí con buenas fuentes, por Juan López de Velasco, cosmógrafo del Consejo de Indias, según el cual en la América española había en ese momento algo menos de diez millones de indios (9.827.150). Por consiguiente, según sea la cifra inicial que aceptemos, resultará que la población había disminuido entre un 30 y un 90 por 100, o dicho de forma más absoluta y siniestra: habían desaparecido unos 3 ó 4 millones de personas, o más de 90 millones, en siete décadas. La magnitud de la catástrofe es enorme en cualquier caso. Además, el despoblamiento continuará después de 1570 y a lo largo del siglo XVII, si bien a un ritmo menor. El mínimo demográfico se produce hacia 1650 cuando la población indígena de la América española sería de unos cinco millones de habitantes (nueve millones, según Rosenblat); en algunas regiones, como México y Centroamérica, comienza entonces una etapa de estabilización, mientras en el Perú continúa el declive demográfico hasta 1720. A continuación comienza una recuperación demográfica, que se generaliza a partir de mediados del siglo XVIII, de manera que al concluir el período colonial, hacia 1825, en la América española hay unos ocho millones de indios (el 42 por 100 de la población total), concentrados en México, Guatemala, Quito (Ecuador), Perú y Charcas (Bolivia), los grandes núcleos de población india que existían al comienzo del período, y en la actualidad.
Similar discrepancia se reproduce en los estudios regionales. Para el área que más o menos corresponde al actual México las cifras van desde los 4,5 millones de Rosenblat hasta los 32,5 de Dobyns, pasando por 12 millones (Sanders), de 12 a 15 (Sapper), 21,5 (Denevan), o 25,2 millones (Cook y Borah). Las estimaciones para los Andes Centrales abarcan desde los 2 millones de Rosenblat hasta los 37 de Dobyns, pasando por cifras intermedias como 9 millones (Cook), 10 (Wachtel) y 12 millones (Smith). Igualmente variadas, o más, son las cifras de la isla Española, que en 1492 tendría unos cien o ciento veinte mil habitantes (Rosenblat), o quizá 3,7 millones (Cook y Borah, que llegaron a aceptar ocho millones), o bien 400 ó 500.000 (Moya Pons y Chaunu, respectivamente). La guerra de cifras tiende a diluirse en una creciente aceptación de los cálculos medios, basada más en razonamientos lógicos que en demostraciones científicas que probablemente nunca lleguen. Por ejemplo, hasta el año 1930 América Latina en conjunto no superó los cien millones de habitantes (de ellos 33 millones correspondían a Brasil, donde hacia 1500 no habría más de dos millones y medio de personas), tras décadas de intensa inmigración europea y en una situación sanitaria y productiva muy superior a la de fines del siglo XV tanto en América como en Europa. Que México tuviera doble número de habitantes en 1519 (32 millones) que en 1930 (16.600.000), es difícil de creer, aunque lo verdaderamente difícil es demostrarlo.
Y parece que los más recientes estudios demográficos locales y regionales reafirman la tendencia a reducir los cálculos más elevados, aunque no se consideran tampoco verosímiles cifras inferiores a los 30 millones. Sin embargo, aunque los especialistas no se ponen de acuerdo para establecer la población total del continente antes de la llegada de los europeos, todos aceptan como válido el cálculo hecho hacia 1570, sin sofisticados medios estadísticos pero sí con buenas fuentes, por Juan López de Velasco, cosmógrafo del Consejo de Indias, según el cual en la América española había en ese momento algo menos de diez millones de indios (9.827.150). Por consiguiente, según sea la cifra inicial que aceptemos, resultará que la población había disminuido entre un 30 y un 90 por 100, o dicho de forma más absoluta y siniestra: habían desaparecido unos 3 ó 4 millones de personas, o más de 90 millones, en siete décadas. La magnitud de la catástrofe es enorme en cualquier caso. Además, el despoblamiento continuará después de 1570 y a lo largo del siglo XVII, si bien a un ritmo menor. El mínimo demográfico se produce hacia 1650 cuando la población indígena de la América española sería de unos cinco millones de habitantes (nueve millones, según Rosenblat); en algunas regiones, como México y Centroamérica, comienza entonces una etapa de estabilización, mientras en el Perú continúa el declive demográfico hasta 1720. A continuación comienza una recuperación demográfica, que se generaliza a partir de mediados del siglo XVIII, de manera que al concluir el período colonial, hacia 1825, en la América española hay unos ocho millones de indios (el 42 por 100 de la población total), concentrados en México, Guatemala, Quito (Ecuador), Perú y Charcas (Bolivia), los grandes núcleos de población india que existían al comienzo del período, y en la actualidad.