Las ciudades hispanorromanas
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Datos principales
Rango
Arte Antiguo de España
Desarrollo
En una sociedad eminentemente urbana como era la romana, es lógico que las ciudades constituyesen el marco esencial en el que se desarrollara la mayor parte de la vida social. Esta importancia concedida al fenómeno urbano no se circunscribió al ámbito de la Península Itálica, sino que fue expandiéndose a medida que Roma fue reafirmando su condición de potencia dominadora hasta alcanzar el rango de auténtico Imperio. La Península Ibérica, con la que Roma entró en contacto en el 218 a. de C., en el transcurso de la feroz contienda entablada contra la otra gran potencia mediterránea del momento, Carthago , no quedó ajena a este proceso, pues, tras el favorable desenlace de la Segunda Guerra Púnica , los romanos se aprestaron a incorporar el territorio peninsular dentro de su esfera de control. Ahora bien, esta acción no se produjo de forma uniforme y en un mismo momento para todas las áreas de la Península, en la que el sustrato indígena si por algo destacaba era, ante todo, por su heterogeneidad. Estos factores han demostrado lo inapropiado que resulta todo intento de crear una visión histórica común y general, no sólo para los diferentes asentamientos urbanos sino para toda la Península en época romana. El éxito de la empresa romana, alcanzado tras dos siglos de fatigosas campañas, hay que achacarlo a dos factores esenciales, como fueron el mayor potencial militar de Roma y la puesta en práctica de una política urbana en la que procuró mantener un equilibrio entre la realidad que ofrecían las tierras y gentes objeto de dominio y las necesidades del elemento conquistador.
La existencia de una importante tradición urbana peninsular, anterior a la conquista romana, favoreció el rápido desarrollo inicial del control militar romano que, precisamente, en principio afectó a aquellas áreas dotadas de un mayor crecimiento urbano, como eran la costa mediterránea y el Mediodía. Esta circunstancia motivó que Roma actuase con suma cautela a la hora de ejercer su política urbanizadora en la que procuró adaptarse a la diversidad de los pueblos afincados en el territorio peninsular. En virtud de ello y según el dictado de sus propios intereses, en unas ocasiones, Roma aprovechó algunos núcleos preexistentes o reagrupó una serie de establecimientos menores en uno principal, mientras que en otros casos, optó por la fundación de ciudades nuevas. El aspecto ofrecido por estos núcleos urbanos se reflejaba, en un primer término, en el conjunto de edificios , tanto públicos como privados, que se distribuían por las distintas zonas de la ciudad, de acuerdo con unos modelos concebidos para satisfacer las necesidades de diversa índole que generaba la vida ciudadana. La complejidad de estos auténticos programas urbanos variaba en función de una serie de factores, entre los que destacaba el rango jurídico detentado por cada asentamiento urbano, así como su importancia político-administrativa que solía guardar una estrecha relación con el nivel económico. Con independencia de estos condicionantes, la infraestructura de toda ciudad debía incluir una serie de elementos básicos con los que poder atender las exigencias mínimas de tipo político, religioso, económico, relacionadas con el ocio, etc.
En cualquier caso, la arquitectura en las ciudades llegó a convertirse en la referencia principal para valorar de forma ajustada la categoría y prestigio alcanzados en cada una de ellas, a la vez que, sobre todo en época imperial , se reveló como uno de los vehículos más apropiados para la transmisión de los mensajes ideológicos y de la carga propagandística de la clase política imperante. El progresivo grado de desarrollo que fue experimentando la sociedad romana, sobre todo en época imperial, fruto de la paz alcanzada tras varios siglos de conquistas y guerras, implicó una serie de transformaciones en las diferentes funciones urbanas que debieron acomodarse a la nueva situación creada. Ello motivó que unas cobrasen mayor importancia en detrimento de otras que quedaron relegadas a un segundo plano, aunque en líneas generales, los cambios entrañaron una mayor complejidad para la vida ciudadana.
La existencia de una importante tradición urbana peninsular, anterior a la conquista romana, favoreció el rápido desarrollo inicial del control militar romano que, precisamente, en principio afectó a aquellas áreas dotadas de un mayor crecimiento urbano, como eran la costa mediterránea y el Mediodía. Esta circunstancia motivó que Roma actuase con suma cautela a la hora de ejercer su política urbanizadora en la que procuró adaptarse a la diversidad de los pueblos afincados en el territorio peninsular. En virtud de ello y según el dictado de sus propios intereses, en unas ocasiones, Roma aprovechó algunos núcleos preexistentes o reagrupó una serie de establecimientos menores en uno principal, mientras que en otros casos, optó por la fundación de ciudades nuevas. El aspecto ofrecido por estos núcleos urbanos se reflejaba, en un primer término, en el conjunto de edificios , tanto públicos como privados, que se distribuían por las distintas zonas de la ciudad, de acuerdo con unos modelos concebidos para satisfacer las necesidades de diversa índole que generaba la vida ciudadana. La complejidad de estos auténticos programas urbanos variaba en función de una serie de factores, entre los que destacaba el rango jurídico detentado por cada asentamiento urbano, así como su importancia político-administrativa que solía guardar una estrecha relación con el nivel económico. Con independencia de estos condicionantes, la infraestructura de toda ciudad debía incluir una serie de elementos básicos con los que poder atender las exigencias mínimas de tipo político, religioso, económico, relacionadas con el ocio, etc.
En cualquier caso, la arquitectura en las ciudades llegó a convertirse en la referencia principal para valorar de forma ajustada la categoría y prestigio alcanzados en cada una de ellas, a la vez que, sobre todo en época imperial , se reveló como uno de los vehículos más apropiados para la transmisión de los mensajes ideológicos y de la carga propagandística de la clase política imperante. El progresivo grado de desarrollo que fue experimentando la sociedad romana, sobre todo en época imperial, fruto de la paz alcanzada tras varios siglos de conquistas y guerras, implicó una serie de transformaciones en las diferentes funciones urbanas que debieron acomodarse a la nueva situación creada. Ello motivó que unas cobrasen mayor importancia en detrimento de otras que quedaron relegadas a un segundo plano, aunque en líneas generales, los cambios entrañaron una mayor complejidad para la vida ciudadana.