La cuenta de Pearl Harbor
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Datos principales
Rango
Hiroshima L3
Desarrollo
Los dos grupos norteamericanos, 16 y 17, se mueven cautelosamente. Conocen la situación de la flota de portaaviones japonesa, su ataque contra Midway y la acción de los aviones de la isla. Es el momento de atacar. Entre 7.30 y 8.30 los aviones del Hornet y Enterprise se lanzan en busca de los japoneses. A las 8.30 comienzan a despegar los del Yorktown. (Entre los tres portaaviones lanzaron 152 aparatos: 85 bombarderos en picado, 41 torpederos y 25 cazas). Aunque el día es bastante claro, la sincronización no es buena entre los diferentes grupos; los torpederos pierden a los bombarderos y su protección de caza y los aviones de cada buque operan por su lado. Eso, unido al cambio de rumbo ordenado por Nagumo , da lugar a una acción confusa, pero casualmente demoledora. La flota japonesa acababa de virar hacia el noroeste y comenzaba a recoger los aviones que atacaron Midway. En los hangares la confusión era enorme: cuatro cambios de órdenes en menos de dos horas habían originado un notable caos: por todos los lados había torpedos, bombas de fragmentación, bombas antiblindaje En ese momento llegan los torpederos del Hornet, que se lanzan contra el Akagi perseguidos por un enjambre de Zeros. El portaaviones japonés, con la cubierta llena de aviones, zigzaguea esquivando las letales estelas de los torpedos, que no logran alcanzarle. Los cazas japoneses se apuntan otra victoria: 16 aparatos atacantes, 15 derribados.
Minutos después llegan los torpederos del Enterprise. El Kaga sufre ahora su embestida, pero la técnica norteamericana de torpedeo es aún muy burda y no consiguen ni un solo blanco, mientras los Zeros se anotan otro éxito: 10 derribos de 14 atacantes. Poco después de las 10, los torpederos del Yorktown localizan a la escuadra de Nagumo . Los 12 aparatos se lanzan contra el Soryu, que esquiva a media docena de torpedos en dos minutos, largos como horas. Los cazas japoneses se cobran su tremendo tributo: 10 aviones abatidos. El asalto concluye a las 10.20. Nagumo puede darse por satisfecho. Su flota ha sufrido siete ataques esa mañana sin que los norteamericanos hayan logrado más que algunos impactos superficiales en sus buques, a cambio de casi un centenar de aviones. Los tres últimos ataques habían sido especialmente productivos para su aviación de caza: de los 41 torpederos que participaron, sólo seis habían logrado escapar.. ¡y eso que se llamaban Devastadores! Ahora le tocaba a la Armada Imperial devolver el golpe. Los aviones estaban dispuestos. Ordenó comenzar los lanzamientos. Y en ese instante, cuando los portaaviones japoneses ponían proa al viento para que despegaran sus aviones, cuando la caza de protección de los cuatro buques perseguían a los últimos torpederos Devastadores, los bombarderos del Enterprise, encabezados por McClusky, se lanzaron sobre el Kaga.
Un minuto más tarde, con el teniente Dic Best en cabeza, los cinco bombarderos del Enterprise que no participaron en el ataque de McClusky picaban sobre el Akagi, colocando tres bombas sobre su cubierta llena de aviones. El buque se convertía en una bola de fuego; centenares de explosiones en gigantesca traca hacia vibrar su estructura, mientras restos de aviones saltaban en todas direcciones. La flota japonesa contemplaba anonadada el espectáculo de los dos soberbios portaaviones envueltos en llamas y humo, cuando se producía el tercer mazazo. A las 10.25, Max Leslie, que comandaba los bombarderos del Yorktown se lanzaba, seguido de 12 aviones, sobre el Soryu y le alcanzaban con tres bombas de 450 kilos, transformándole en un volcán del que salían grandes llamaradas y montones de despojos... A las 10.28 todo había acabado. En sólo seis minutos, la flota de Yamamoto había quedado en inferioridad. Sin embargo, pasado el anonadamiento inicial, Nagumo comenzó a tomar disposiciones. Aún pensaba que podría salvar a uno o dos de los portaaviones y, además, le quedaba el Hiryu.
Minutos después llegan los torpederos del Enterprise. El Kaga sufre ahora su embestida, pero la técnica norteamericana de torpedeo es aún muy burda y no consiguen ni un solo blanco, mientras los Zeros se anotan otro éxito: 10 derribos de 14 atacantes. Poco después de las 10, los torpederos del Yorktown localizan a la escuadra de Nagumo . Los 12 aparatos se lanzan contra el Soryu, que esquiva a media docena de torpedos en dos minutos, largos como horas. Los cazas japoneses se cobran su tremendo tributo: 10 aviones abatidos. El asalto concluye a las 10.20. Nagumo puede darse por satisfecho. Su flota ha sufrido siete ataques esa mañana sin que los norteamericanos hayan logrado más que algunos impactos superficiales en sus buques, a cambio de casi un centenar de aviones. Los tres últimos ataques habían sido especialmente productivos para su aviación de caza: de los 41 torpederos que participaron, sólo seis habían logrado escapar.. ¡y eso que se llamaban Devastadores! Ahora le tocaba a la Armada Imperial devolver el golpe. Los aviones estaban dispuestos. Ordenó comenzar los lanzamientos. Y en ese instante, cuando los portaaviones japoneses ponían proa al viento para que despegaran sus aviones, cuando la caza de protección de los cuatro buques perseguían a los últimos torpederos Devastadores, los bombarderos del Enterprise, encabezados por McClusky, se lanzaron sobre el Kaga.
Un minuto más tarde, con el teniente Dic Best en cabeza, los cinco bombarderos del Enterprise que no participaron en el ataque de McClusky picaban sobre el Akagi, colocando tres bombas sobre su cubierta llena de aviones. El buque se convertía en una bola de fuego; centenares de explosiones en gigantesca traca hacia vibrar su estructura, mientras restos de aviones saltaban en todas direcciones. La flota japonesa contemplaba anonadada el espectáculo de los dos soberbios portaaviones envueltos en llamas y humo, cuando se producía el tercer mazazo. A las 10.25, Max Leslie, que comandaba los bombarderos del Yorktown se lanzaba, seguido de 12 aviones, sobre el Soryu y le alcanzaban con tres bombas de 450 kilos, transformándole en un volcán del que salían grandes llamaradas y montones de despojos... A las 10.28 todo había acabado. En sólo seis minutos, la flota de Yamamoto había quedado en inferioridad. Sin embargo, pasado el anonadamiento inicial, Nagumo comenzó a tomar disposiciones. Aún pensaba que podría salvar a uno o dos de los portaaviones y, además, le quedaba el Hiryu.