Rengo Kantai
Desarrollo
El desarrollo de Rengo Kantai, la Marina Imperial japonesa, una de las más poderosas flotas de guerra de la primera mitad del siglo XX, está íntimamente ligado a la expansión imperialista del Japón. La forzada apertura a Occidente de una nación que había permanecido encerrada en sí misma durante largos siglos, tuvo el efecto de provocar el surgimiento de un nacionalismo militarista y pan-asiático -bajo la óptica nipona-, que se tradujo a su vez en un acelerado desarrollo industrial, económico y político. La presencia en el entorno asiático-pacífico de las potencias coloniales occidentales es observada por Japón como una intromisión en un área geográfica y cultural sobre la que pretende erigirse en hegemónica. En consecuencia, fruto además de la presencia en la cúpula del poder de elementos nacionalistas y militaristas, implantará un amplio programa de desarrollo de la industria bélica, poniendo el acento de manera especial en la Marina. Rápidamente surgen astilleros, de marcado acento inglés, se envía a jóvenes de las familias más prominentes a estudiar a las escuelas de marina occidentales y se construyen los primeros barcos con tecnología occidental. El primer gran buque que forma la moderna flota japonesa es el Hiei, crucero acorazado construido en Inglaterra que se incorpora en 1877. Poco después el Japón comienza a construir sus propios buques, sin reparar en gastos en cuanto a adoptar los mejores materiales y técnicas occidentales.
Los progresos son espectaculares, convirtiendo a la flota japonesa en una de las mejores del mundo a finales del siglo XIX. En 1914, por fin, Japón comienza a fabricar sus primeros tres grandes cruceros, basándose en el Kongo, construido en Inglaterra. Las guerras contra China y Rusia sirven de escuela práctica para la oficialidad nipona, en las que aprenden tácticas navales. Las victorias conseguidas sobre sus poderosos vecinos acaban por elevar a Japón al status de potencia mundial, especialmente tras su victoria sobre Rusia, nación occidental. En ellas participa, además, uno de los personajes fundamentales en la creación y estructuración de la Marina Imperial japonesa, Heihachiro Togo, quien acabará por definirla y situarla entre las mejores del mundo. La presencia de los Estados Unidos en el Pacífico, tras la anexión de Filipinas y Guam, entre otros territorios, es la única que puede poner en cuestión el dominio japonés sobre el área. Previendo un conflicto aparentemente inevitable, Japón se prepara para la lucha en el mar, atento a las novedades que en este terreno se están produciendo. La aparición de los modernos buques tipo "dreadnought", rápidos y poderosos acorazados, hace que Japón rápidamente se esfuerce por integrar en sus Flota barcos de este tipo, surgiendo así la clase Kongo La participación en el bando vencedor durante la I Guerra Mundial no hace sino reforzar la sensación de éxito y poder que las élites japonesas vienen experimentando desde décadas atrás.
Esta sensación tiene su plasmación gráfica en el incremento en número y calidad de los buques que salen de los astilleros y que integran la Flota, en respuesta al desarrollo espectacular que otros países experimentan en el mismo campo. Para frenar la carrera constructiva a la que se lanzan naciones como Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia o el mismo Japón, el Tratado de Washington de 1922 impone restricciones y cuotas de producción sobre los acorazados y otros buques de guerra. No se menciona, sin embargo, el portaaviones, lo que permite a Japón, previendo la importancia estratégica de este tipo de buques, lanzarse de lleno a su construcción. Así, surgen los dos excelentes Akagi y Kaga, al tiempo que se intensifican los programas de construcción de cruceros y destructores. El desacuerdo japonés con respecto a los límites a la construcción de submarinos impuesta por el Tratado de Londres de 1930, hace que Japón se retire de toda convención internacional, lo que le permite incrementar sin restricciones su producción naval. Así, a partir de entonces se centra en la fabricación de navíos cada vez en mayor número, más poderosos y mejor armados. Surgen los acorazados de la clase Yamato, los portaaviones Shokaku, Zuikaku, Soryu, Hiryu, Ryujo, Shoho, Zuiho, Taiho, Unyo y Chuyo. También comienza la construcción de tres clases de cruceros pesados -Tone, Mogami y Takao-, además de cruceros ligeros y destructores... La Flota japonesa se encuentra a punto para iniciar el ataque a Pearl Harbor.
Los progresos son espectaculares, convirtiendo a la flota japonesa en una de las mejores del mundo a finales del siglo XIX. En 1914, por fin, Japón comienza a fabricar sus primeros tres grandes cruceros, basándose en el Kongo, construido en Inglaterra. Las guerras contra China y Rusia sirven de escuela práctica para la oficialidad nipona, en las que aprenden tácticas navales. Las victorias conseguidas sobre sus poderosos vecinos acaban por elevar a Japón al status de potencia mundial, especialmente tras su victoria sobre Rusia, nación occidental. En ellas participa, además, uno de los personajes fundamentales en la creación y estructuración de la Marina Imperial japonesa, Heihachiro Togo, quien acabará por definirla y situarla entre las mejores del mundo. La presencia de los Estados Unidos en el Pacífico, tras la anexión de Filipinas y Guam, entre otros territorios, es la única que puede poner en cuestión el dominio japonés sobre el área. Previendo un conflicto aparentemente inevitable, Japón se prepara para la lucha en el mar, atento a las novedades que en este terreno se están produciendo. La aparición de los modernos buques tipo "dreadnought", rápidos y poderosos acorazados, hace que Japón rápidamente se esfuerce por integrar en sus Flota barcos de este tipo, surgiendo así la clase Kongo La participación en el bando vencedor durante la I Guerra Mundial no hace sino reforzar la sensación de éxito y poder que las élites japonesas vienen experimentando desde décadas atrás.
Esta sensación tiene su plasmación gráfica en el incremento en número y calidad de los buques que salen de los astilleros y que integran la Flota, en respuesta al desarrollo espectacular que otros países experimentan en el mismo campo. Para frenar la carrera constructiva a la que se lanzan naciones como Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia o el mismo Japón, el Tratado de Washington de 1922 impone restricciones y cuotas de producción sobre los acorazados y otros buques de guerra. No se menciona, sin embargo, el portaaviones, lo que permite a Japón, previendo la importancia estratégica de este tipo de buques, lanzarse de lleno a su construcción. Así, surgen los dos excelentes Akagi y Kaga, al tiempo que se intensifican los programas de construcción de cruceros y destructores. El desacuerdo japonés con respecto a los límites a la construcción de submarinos impuesta por el Tratado de Londres de 1930, hace que Japón se retire de toda convención internacional, lo que le permite incrementar sin restricciones su producción naval. Así, a partir de entonces se centra en la fabricación de navíos cada vez en mayor número, más poderosos y mejor armados. Surgen los acorazados de la clase Yamato, los portaaviones Shokaku, Zuikaku, Soryu, Hiryu, Ryujo, Shoho, Zuiho, Taiho, Unyo y Chuyo. También comienza la construcción de tres clases de cruceros pesados -Tone, Mogami y Takao-, además de cruceros ligeros y destructores... La Flota japonesa se encuentra a punto para iniciar el ataque a Pearl Harbor.