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Rango

Berlín

Desarrollo


En esos momentos, cansado por tantas discusiones estériles, incapaz de engañarse sobre el inminente desenlace de la guerra, también tuvo que irse Guderian, el último gran general de primera hora que quedaba en la Wehrmacht. Fue el 28 de marzo, tras el fracaso de un contraataque alemán contra la cabeza de puente que los rusos había establecido en Kustrin. La asediada guarnición de esa ciudad, contra las órdenes de Hitler, rompió el cerco aprovechando el contraataque y se retiró al Oeste del Oder. El Führer llamó al jefe de aquella zona, general Busse, y le cubrió de improperios. Guderian, que estaba presente, no pudo soportar la injusticia y discutió con Hitler a voces y sin ninguna consideración. En ese momento, éste cortó la discusión, pidió a todos que abandonaran la sala y se quedó a solas con el general: -"Necesita un permiso por enfermedad. Creo que su corazón no puede soportar esta tensión. Regrese dentro de seis semanas". Nunca volvieron a verse. Aquella discusión y su tono mostraban una evidencia: aunque Hitler continuaba mandando, aunque Alemania seguía en guerra porque Hitler quería, se le hacía caso a medias. Speer no arrasó las tierras perdidas, tal como se le ordenara; Keitel, Kaltennbrunner, y el general Koller acordaron no obedecer su orden de fusilar a todos los aviadores aliados que cayeran en manos alemanas; Guderian se permitía gritarle en público; Otto Lasch, que rindió Königsberg a los rusos el 9 de abril, fue condenado a muerte por el Führer en un ataque de cólera, pero nadie quiso cumplir la orden. Y, sin embargo, aún se iba a librar la tremenda batalla del Oder, batalla terrible y sin sentido, sólo porque Hitler lo quería y una serie de gerifaltes nazis se resistía a desaparecer.

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