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Desarrollo


Si en Italia las propuestas teóricas y prácticas podían plantear una versatilidad enormemente atractiva, otro tanto sucedía durante la década de los años cincuenta del siglo XVIII en Francia. Ya vimos cómo durante la primera mitad del siglo XVIII se habían formulado toda una serie de principios renovadores de la práctica arquitectónica. Principios en los que confluían las teorías y modelos de Perrault, la tradición del clasicismo francés y el racionalismo. A esos componentes no tardarían en unirse, sobre todo a partir de los años sesenta, las referencias a la Antigüedad.Si entre las aportaciones fundamentales del racionalismo de Cordemoy se encontraban cuestiones tan emblemáticas como la nueva valoración constructiva del gótico o la defensa de la columna exenta, como nuevo principio compositivo y constructivo, será con Marc-Antoine Laugier (1713-1769), con el que los temas fundamentales de la Arquitectura de la Ilustración acabarán identificándose con una posible Arquitectura de la Razón. En efecto, el jesuita Laugier publica, en 1753, un libro básico en la teoría de la arquitectura en el que se plantearán buena parte de las principales líneas de debate de la arquitectura posterior. Se trata del célebre "Essai sur l'Architecture".El tratado no tenía imágenes ni proponía modelos codificados, sino principios teóricos a partir de los cuales poder iniciar toda una nueva concepción del saber arquitectónico.

Solamente en la segunda edición del tratado, aparecida en 1755, se incluía un frontispicio que era una suerte de manifiesto del radicalismo de sus teorías. El grabado representaba a la Arquitectura señalando como modelo natural de su disciplina la cabaña primitiva, que ya no era exclusivamente entendida en términos vitruvianos, como origen histórico de la arquitectura en piedra, sino como principio conceptual del racionalismo arquitectónico. Por otra parte, Laugier recogía las propuestas de Perrault y de Cordemoy, profundizando en sus intuiciones. Así, mantiene la defensa de la columna exenta sobre la que descansa, según el modelo natural de la cabaña primitiva, el entablamento recto, llegando a proponer un ejemplo programático de aplicación para el interior de las iglesias, con columnas pareadas como las que utilizara Perrault en la fachada oriental del Palacio del Louvre.El modelo natural de la arquitectura le servía, además, para indicar algunos rasgos que debían estar presentes en los edificios, normas racionales derivadas de la simplicidad de la Naturaleza, como los frontones rectos o, en el caso de la superposición de plantas en un edificio, los huecos siempre debían ir sobre huecos y las partes sólidas sobre sólidos. La autoridad de los antiguos también era criticada, así como el sistema convencional de los órdenes, afirmando que podían ampliarse sin inconvenientes imitando a la naturaleza. De la composición formal de un edificio y de sus proporciones señala que han de proceder no de normas dadas de antemano, sino de la distribución de la planta del edificio, acomodada al destino y la función del mismo.

No faltan tampoco los elogios a la arquitectura gótica e incluso inaugura un tema básico de la cultura contemporánea al entender el embellecimiento de la ciudad comparándola con un bosque. La ciudad como bosque supone negar su carácter artificial, entendiéndola como un fenómeno natural, estableciendo su posible orden en el desorden pintoresco. En definitiva, Laugier, con su tratado, funda toda una nueva teoría de la arquitectura, basada principalmente en las relaciones que la cultura de la Ilustración establece entre Naturaleza y Razón, absolutamente distante del valor absoluto concedido a la Antigüedad por el neoclasicismo.Es posible que una de las más espléndidas aplicaciones prácticas de las teorías de Laugier sea la iglesia de Sainte Geneviéve de Soufflot, aunque, con anterioridad, Pierre Contant d'Ivry (1698-1777) había realizado algunos ejemplos en los que el interior de sus iglesias respondía al gusto de las columnatas ya defendido por Cordemoy, como ocurre en la iglesia de Saint-Manson, en Condé-sur-l'Escaut, comenzada en 1751.Jacques-Germain Soufflot (1713-1780) es, sin duda, uno de los más importantes arquitectos franceses del siglo XVIII. Formado en la tradición del barroco clasicista francés, pronto tiene la oportunidad de viajar a Roma, donde conoce y estudia la arquitectura de Bernini, asistiendo al auge de la preilustrada arquitectura de la Arcadia. Esas referencias, unidas al racionalismo, derivado de Perrault y Cordemoy, que le llevaría en fechas tempranas, como ya se ha visto, a elogiar la arquitectura gótica, constituyen un sólido punto de partida para su arquitectura, enriquecido durante su segundo viaje a Italia, en 1750, en el que se detiene ante las ruinas clásicas, llegando incluso a dibujar el sorprendente orden dórico de los templos de Paestum, por entonces todavía poco conocido.

Después de una notable carrera como arquitecto en Lyon, se hace cargo del proyecto de la iglesia de Sainte Geneviéve en 1754. Tres años después se aprobaban sus planos, que suponían un corte radical con las tipologías tradicionales. Se trata de una iglesia de planta de cruz griega, que trae a la memoria algunos proyectos para San Pedro de Roma y para San Pablo en Londres, iglesias a las que, sin duda, se pretendía emular. Pero la diferencia con esos modelos es enorme ya que el interior se organiza por medio de columnas exentas sobre las que descansa un entablamento recto, tal como habían preconizado Cordemoy y Laugier. En el exterior, un pórtico de columnas rematado por un frontón proporcionaba un carácter romano y clásico al edificio, derivado evidentemente del Panteón de Roma. El interior, con las columnas exentas y los entablamentos rectos, tenía un sabor antiguo notable, pero, además, el efecto espacial diáfano recordaba los interiores de las características góticas. Y es esa síntesis la buscada por Soufflot y elogiada por sus contemporáneos, incluido el propio Laugier. Los pilares triangulares que soportan la cúpula central se inspiran también, en su ligereza, en los góticos, pero presentó tales problemas constructivos que las críticas no se hicieron esperar. De hecho, el edificio, tal como se conserva, convertido en Panteón durante la Revolución francesa, ha perdido buena parte de las características que había pretendido darle Soufflot.

En todo caso, tampoco puede decirse que Soufflot intentara aplicar en su iglesia las ideas de Laugier que, como hemos visto, casi eran un patrimonio común del racionalismo.La arquitectura de Souftlot, por otra parte, mantenía una estrecha vinculación, con las tradiciones constructivas francesas, además de formular una altemativa racionalista al modelo clásico francés tal como lo estaba definiendo teóricamente por esos años Jacques-François Blondel. La opción de Blondel, a medio camino entre el clasicismo barroco del siglo XVII y la normativa de los modelos italianos del siglo XVI, tendría un magnífico y elegante ejecutor en Ange-Jacques Gabriel (1698-1782). Formado en la tradición de los Mansart, fue arquitecto real de Luis XV, pretendiendo con sus edificios restaurar la grandeza de la arquitectura del siglo anterior. No compartía los nuevos supuestos defendidos por Laugier o Soufflot, optando por un clasicismo académico, simplificado y desornamentado, en el que se ha querido ver con demasiada frecuencia la influencia palladiana. Entre sus edificios más importantes cabe recordar la ordenación arquitectónica y urbanística de la plaza de Luis XV (1755-1763) en París, hoy plaza de la Concordia, destinada a acoger la estatua del rey encargada en 1748 a Bouchardon. La plaza se resuelve geométricamente, alzando dos edificios idénticos en uno de sus lados que funcionan casi como escenario de un teatro. Las enormes columnatas con entablamento recto, flanqueadas por pabellones, son un homenaje evidente al Louvre de Perrault. Lédoux llegaría a elogiar esa solución de Gabriel como depositaria de la grandeza de la tradición arquitectónica clasicista francesa. Pero, sin duda, el edificio más famoso de Gabriel es el Petit Trianon de Versalles, construido en 1764 para Madame de Pompadour. Utilizando la tipología característica de las villas palladianas, con una rigurosa composición cúbica, recuerda también la tradición de los pabellones franceses.

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