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Kursk campaña

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Hungría había sido ocupada por los alemanes tras haber detectado intentos negociadores del regente, Almirante Horthy, con los aliados. Se mantenía, con todo, a éste en el poder, aunque estrechamente vigilado, cuando el Ejército Rojo llegó a las fronteras magiares. Lo que iba a suceder en Hungría estaba claro desde antes del comienzo. Frente a sus fronteras se alineaban 3 grupos de ejércitos soviéticos: los Segundo, Tercero y Cuarto Frentes de Ucrania, aunque sólo el Segundo, bajo el mando de Malinovsky, estaba en condiciones de iniciar su avance. Frente a esas tres grandes agrupaciones, que contaban con más de millón y medio de hombres y de 5.000 carros, Friessner podía oponer 26 divisiones -14 de ellas húngaras, de muy escaso valor, como rápidamente se demostraría-, con no más de medio millón de hombres y unos 600 carros. El 6 de octubre atacó Malinovsky entre las ciudades de Arad y Salonta, separadas por unos 70 kilómetros, espacio por el que lanzó el mariscal soviético 3 ejércitos con unos 500 carros. El III Ejército húngaro, que recibió la embestida, saltó en pedazos, colándose al final del día los soviéticos hacia el centro y, sobre todo, hacia el norte, buscando envolver al VIII Ejército alemán y coparlo contra los Cárpatos. Tal fue la velocidad de progresión de los blindados soviéticos que perdieron a su infantería, alargaron mucho sus líneas y en su euforia victoriosa despreciaron el poder de reacción alemán.

Las divisiones acorazadas de Friessner diezmaron al VI Ejército blindado de la Guardia y pararon, también, el empuje de los tanques soviéticos en el sector central. Fue en esos días, a mediados de octubre, cuando el almirante Horthy anunció el armisticio (a la una de la tarde del 15 de octubre). Pero los alemanes lo estaban esperando y tenían los planes adecuados para contrarrestar esa decisión. Convirtieron a Horthy en un rehén, controlaron todo el país y prosiguieron la guerra. Y ésta les era plenamente desfavorable en Hungría, pues a sus éxitos contra los blindados soviéticos sucedió la pérdida de Debrecen, tomada por Malinovsky el 20 de octubre. Incurrió, sin embargo, en otro error el mariscal soviético en su afán de aplastar contra los Cárpatos al VIII Ejército alemán: volvió a lanzar demasiado sus carros, que fueron pulverizados por un ataque por ambos flancos en una serie de violentos combates que concluyeron a final de mes. Berlín anunciaba que había causado 20.000 bajas a los soviéticos y les había destruido o capturado un millar de carros y una cifra similar de cañones. Lo que no confesaban los portavoces alemanes era el coste de esas pequeñas victorias: las divisiones acorazadas de Friessner no contaban más allá de 130 blindados, entre carros de combate y cañones de asalto o cazacarros. En esas batallas lograron los alemanes retirar a su VIII Ejército y formar un nuevo frente, que estaba en peligro en el mismo instante de su conclusión, porque por su izquierda ya recibía el ataque del Cuarto Frente de Ucrania (Petrov) y por el centro le embestía Malinovsky, que si bien comenzaba a estar agotado, no es menos cierto que peor estaban los alemanes.

A mediados de noviembre su artillería de largo alcance bombardeada ya los suburbios de Budapest. La pérdida de Hungría era un hecho: Friessner contaba apenas con esqueletos de divisiones de infantería, a veces, por debajo de un tercio de sus efectivos (5.000 ó 6.000 fusiles), mientras las acorazadas apenas si tenían efectivos de compañía... Berlín le envió refuerzos: 3 divisiones de carros y 3 batallones de Phanter, de reciente creación, pero en general dieron menor rendimiento del esperado, pues provenían de las levas masivas de Himmler, con adiestramiento escaso en el que se había despreciado la vieja experiencia de las primeras unidades de carros, prefiriendo el elevado espíritu del partido... Con todo, contribuyeron a frenar el empuje de Malinovsky; pero ya se les venía encima a los alemanes otra amenaza. A finales de mes se presentó en el frente el mariscal Timoshenko, encargado por Stalin de la coordinación de los esfuerzos entre todos los grupos de ejércitos soviéticos. Efectivamente, la coordinación iba a ser imprescindible porque por el sur, tras haber limpiado de alemanes el norte de Yugoslavia, atacaba Tolbukhin con su Tercer Frente de Ucrania. En dos semanas de fortísimos combates contra el VI Ejército alemán, avanzó 120 kilómetros, en paralelo a la frontera con Yugoslavia y hacia el lago Balatón. A mediados de diciembre había lanzado al VI Ejército contra los arrabales de Budapest y dominaba con sus cañones el curso alto del Danubio, entre la frontera checa y la capital húngara, que quedaba cercada el 23 de diciembre con dos divisiones alemanas de caballería de las SS en su interior, ya que Hitler la declaró plaza fuerte... Pero el dictador alemán era imprevisible y el 24 de diciembre ordenaba que dos divisiones acorazadas salieran de Prusia Oriental para romper el cerco de la ciudad y sacar de ella a las divisiones cercadas. De nada valieron los informes de Gehlen -jefe del servicio de espionaje del Este- sobre la inminencia de un ataque soviético a lo largo del Vístula, de nada, tampoco, los ruegos de Guderian, que pedía la permanencia en Prusia de tales unidades y la retirada de otros escenarios bélicos, ya inútiles para el III Reich. La intuición de Hitler estaba por encima.

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