Francia: la Segunda República
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Datos principales
Rango
EuropaRevolucionaria
Desarrollo
Las reformas políticas llevadas a cabo por la Monarquía de julio francesa no habían impedido que el régimen quedara en manos de una oligarquía que se enajenó paulatinamente el apoyo de la nación. Como ya se ha visto, la campaña de la oposición llevó a la abdicación de Luis Felipe (24 de febrero) y a la proclamación, el día siguiente, de la Segunda República como consecuencia de las exigencias de los sectores radicales, inspirados por F. Raspail. El Gobierno provisional se formó en el Ayuntamiento, combinando las listas preparadas por los periódicos Le National (moderado) y La Réforme (radical), y tuvo una composición heterogénea que iba desde antiguos orleanistas hasta algún socialista (Louis Blanc y Albert), pasando por bonapartistas y republicanos. Todos ellos bajo la presidencia del antiguo convencional Dupont de l´Eure. En realidad, pese a la presencia de republicanos avanzados (A. Ledru-Rollin y F. Flocon), e incluso de un obrero (el metalúrgico Albert, de nombre A. Martin), el peso del gobierno recaía sobre los republicanos moderados de Le National. Alphonse de Lamartine , desde el Ministerio de Asuntos Exteriores, trataba de ofrecer la imagen de una República moderada (mantenimiento de la bandera tricolor en vez de la roja) y deseosa de la paz con el resto de las naciones (manifiesto a Europa).El nuevo régimen se estableció de acuerdo con principios netamente democráticos.
Se había prometido una Asamblea Constituyente , que sería elegida mediante sufragio universal, a la vez que se concedía la más amplia libertad de expresión y reunión. La revolución había triunfado en un clima de exaltación popular, que refleja muy bien Flaubert en La educación sentimental. Las diferentes clases sociales se entregan a efusiones emocionales un tanto "naïves", en las que se recalca la espontaneidad y el altruismo con el que se han desarrollado los acontecimientos. La supuesta confraternización con los obreros lleva a gestos más o menos ingenuos, como el uso del blusón y el abandono de las tradicionales levitas. Se plantan "árboles de la libertad" por todos sitios.Sin embargo, la armonía no es tan completa. El Gobierno provisional se resistió a reconocer el derecho al trabajo, aunque permitió la creación de talleres nacionales (proyecto de socialismo reformista inspirado por Blanc, aunque organizado por Marie) y, en lugar de un Ministerio de Trabajo, el establecimiento de una Comisión de Gobierno para los Trabajadores, que reunía a casi 700 delegados de los obreros y 231 de los patronos, presididos por Blanc. La comisión se encargaba de preparar la legislación laboral y celebraba sus sesiones en el palacio parisino de Luxemburgo, anterior sede de la Cámara de los Pares. Entre sus primeras decisiones estuvo la prohibición del trabajo a destajo, de la contratación en grupos y la reducción de la jornada laboral en París a diez horas (once en las provincias).
De todas formas, lo que aparentaba ser un triunfo de las clases trabajadoras podía verse también como un mecanismo para tenerlas controladas y limitar su influencia en los asuntos políticos.La actividad política se desbordó en las semanas siguientes con la proliferación de periódicos y clubs políticos, empeñados en las tareas de propaganda y difusión de los nuevos ideales republicanos. Pero también surgieron las primeras tensiones como consecuencia de un creciente temor a las exigencias socialistas , tanto por parte de ricos comerciantes e industriales, como entre los pequeños propietarios que habían proliferado en la sociedad francesa. A las tensiones sociales que provocaron reacciones antimáquinas en algunas ciudades industriales (Lille, Rouen, Lyon) se unió una crisis financiera manifestada en la caída de la Bolsa y en la masiva retirada de depósitos bancarios. M. Goudchaux, ministro de Finanzas, tuvo que recurrir a la suspensión de la convertibilidad del billete de banco y a la fijación de topes de emisión de moneda. El aumento de los impuestos directos en un 45 por 100 no contribuyó tampoco a la tranquilidad de los espíritus.
Se había prometido una Asamblea Constituyente , que sería elegida mediante sufragio universal, a la vez que se concedía la más amplia libertad de expresión y reunión. La revolución había triunfado en un clima de exaltación popular, que refleja muy bien Flaubert en La educación sentimental. Las diferentes clases sociales se entregan a efusiones emocionales un tanto "naïves", en las que se recalca la espontaneidad y el altruismo con el que se han desarrollado los acontecimientos. La supuesta confraternización con los obreros lleva a gestos más o menos ingenuos, como el uso del blusón y el abandono de las tradicionales levitas. Se plantan "árboles de la libertad" por todos sitios.Sin embargo, la armonía no es tan completa. El Gobierno provisional se resistió a reconocer el derecho al trabajo, aunque permitió la creación de talleres nacionales (proyecto de socialismo reformista inspirado por Blanc, aunque organizado por Marie) y, en lugar de un Ministerio de Trabajo, el establecimiento de una Comisión de Gobierno para los Trabajadores, que reunía a casi 700 delegados de los obreros y 231 de los patronos, presididos por Blanc. La comisión se encargaba de preparar la legislación laboral y celebraba sus sesiones en el palacio parisino de Luxemburgo, anterior sede de la Cámara de los Pares. Entre sus primeras decisiones estuvo la prohibición del trabajo a destajo, de la contratación en grupos y la reducción de la jornada laboral en París a diez horas (once en las provincias).
De todas formas, lo que aparentaba ser un triunfo de las clases trabajadoras podía verse también como un mecanismo para tenerlas controladas y limitar su influencia en los asuntos políticos.La actividad política se desbordó en las semanas siguientes con la proliferación de periódicos y clubs políticos, empeñados en las tareas de propaganda y difusión de los nuevos ideales republicanos. Pero también surgieron las primeras tensiones como consecuencia de un creciente temor a las exigencias socialistas , tanto por parte de ricos comerciantes e industriales, como entre los pequeños propietarios que habían proliferado en la sociedad francesa. A las tensiones sociales que provocaron reacciones antimáquinas en algunas ciudades industriales (Lille, Rouen, Lyon) se unió una crisis financiera manifestada en la caída de la Bolsa y en la masiva retirada de depósitos bancarios. M. Goudchaux, ministro de Finanzas, tuvo que recurrir a la suspensión de la convertibilidad del billete de banco y a la fijación de topes de emisión de moneda. El aumento de los impuestos directos en un 45 por 100 no contribuyó tampoco a la tranquilidad de los espíritus.