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Datos principales
Rango
Paleolítico Superior
Desarrollo
La comparación entre los resultados del análisis ecológico y la topografía del área circundante nos permitirá establecer el territorio controlado por cada yacimiento. Este último presenta dos áreas fundamentales de las que obtiene sus recursos. Una, el territorio propiamente dicho, representaría el área de recursos cercanos y cotidianos; otra, el área de captación, sería un concepto más amplio, al contener también los territorios de otros yacimientos ocupados por el grupo humano en sus desplazamientos. El desarrollo de técnicas de análisis de fuentes de materias primas líticas puede explicar este modelo. Las materias primas líticas presentan dos grupos fundamentales. El primer grupo estaría formado por materias primas locales, generalmente incluidas en un área de 5-10 kilómetros del yacimiento. Junto a éstas, se presenta otro grupo de materias primas exóticas, cuyas zonas de captación se presentan a 50 o incluso 200 kilómetros del yacimiento según las regiones. En estos grupos vemos un grado de aprovechamiento diferente: mayor presencia de restos de talla, núcleos y debrís entre las locales y casi exclusiva presencia de restos transformados entre las exóticas. Estas áreas pueden ser extensas o restringidas. Según los paralelos etnográficos, los grupos cazadores presentan una máxima movilidad dentro de un área. En ella tienen varios campamentos de carácter estacional o temporal e, incluso, algunos lugares funcionales como talleres, cazadores, etc.
De esta forma, se van creando áreas de habitación con caracteres que varían de una a otra. Cada uno de los campamentos tiene una zona de la que obtiene sus recursos; esta zona o territorio tendrá dimensiones variables según sea su orografía y recursos. Durante el Paleolítico Superior , según los datos ofrecidos por la fauna, vemos cómo existieron suficientes recursos para mantener poblaciones de tamaño medio. Junto a las limitaciones puramente geográficas, tenemos que considerar también que la distancia recorrida por los cazadores no debe ser muy grande, pues de otro modo sería más económico trasladar el campamento. Hasta el momento actual hemos analizado los yacimientos desde una perspectiva exclusivamente económica, considerando su territorio y el área donde obtienen sus recursos. Sin embargo, al hablar de territorio debemos considerar que cada mínima unidad arqueológica de un yacimiento representa, cuando menos, una ocupación humana, y que el grupo humano no es estático sino que utiliza y ocupa diferentes yacimientos, o incluso el mismo en espacios de tiempo mínimos y recurrentes. Como vimos anteriormente, los grupos de cazadores-recolectores presentan una economía dinámica, con una serie de movimientos hacia diferentes lugares, movidos por factores variables. Este modelo dinámico representa la estructuración de los diferentes lugares dentro de un esquema básico. En los modelos etnográficos observamos una dicotomía entre campamentos base o hábitats principales y otros yacimientos orientados hacia funciones específicas.
Este mismo esquema indica, así, la existencia de grandes hábitats que se ocupan en determinadas épocas del año y que se abandonan para ocupar otros de menor tamaño. Estos últimos presentan una variedad muy amplia: van desde cazadores especializados a talleres y a hábitats complementarios de segmentos del grupo. El ejemplo más conocido es el representado por la movilidad de los grupos esquimales. Estos grupos, con una economía basada mayoritariamente en la caza, son el modelo más utilizado por su semejanza ecológica con los grupos paleolíticos. La mejor descripción de los grupos de hábitats es, junto a los Nunamiut de Binford, la de los Tulaqmiut de Cambell, que creemos más completa y sistematizada. El trabajo de Cambell utiliza a los Tulaqmiut, uno de los grupos Nunamiut. Los Nunamiut son una de las tribus esquimales que ocupaban el interior de Alaska. Su territorio ocupa 106.211 kilómetros cuadrados y hacia 1870, antes de la llegada masiva de los europeos, estaba formado por 20 grupos, cada uno entre 20 y 100 personas, con una población total de 1.400 personas. Uno de éstos es el de los Tulaqmiut. Este grupo está formado por unas 80 personas que utilizan un área de 5.150 kilómetros cuadrados (aproximadamente la extensión de la provincia de Cantabria). Según Cambell, el territorio Nunamiut estaba mal definido: "El límite del territorio tribal sólo circunscribe aproximadamente el campo Nunamiut y es, de hecho, dudosa mucha de su longitud para los Nunamiut y sus vecinos.
Es esencialmente un límite económico que separa los recursos más buscados y necesarios para los Nunamiut, de tierras sin ocupar o de aquellos recursos que les eran menos útiles, que están explotados por Esquimales o Indios con diferentes orientaciones económicas y tecnológicas. Cada banda tenía su propio territorio base cuyos límites eran sólo vagamente reconocidos... y que nunca se consideraban inviolables". Aunque se basa en los esquimales Tulaqmiut, este modelo se corresponde, de forma general, con los datos de otros grupos de cazadores-recolectores actuales. En él se debe considerar también la duración de la ocupación. Es éste un concepto difícil de cuantificar. Es conocida la expresión, común entre los arqueólogos, de que el resultado es el mismo si cien personas ocupan un día el yacimiento que si una persona lo ocupa durante cien días. Sin embargo, esto no es siempre verdad. La temporalidad del yacimiento está en función de otros factores. Uno sería la limitación física del yacimiento. Grandes cuevas, como la Cueva del Castillo, el Pendo o La Paloma, pueden albergar un número alto de personas; otras, como Cueva Chufín, el Otero, Rascaño, La Riera, etc., no presentan un espacio habitable suficiente. Otro factor puede ser, si se aplica críticamente, la presencia de elementos estilísticos. Este factor es uno de los utilizados por M. Conkey para su análisis de Altamira como lugar de agregación. Otro factor podría venir de la propia presencia de los elementos de la cadena técnica, tanto lítica como ósea.
Estas cadenas no aparecen siempre completas en los yacimientos. La cadena técnica ósea, si bien no está perfectamente estudiada, nos aporta un ejemplo claro. La presencia de instrumentos como las azagayas o los arpones no siempre están acompañados del suficiente número de varillas, astas trabajadas, etc., como su número dejaría entender, por lo que su fabricación no se ha realizado in situ sino que ya se han llevado fabricadas al yacimiento, indicando que las diferentes fases de la cadena técnica se han realizado en varios lugares. Esta variación en la estructura del grupo se presenta de forma variada, pero repetida, en los estudios antropológicos. Junto a explicaciones económicas , vinculadas con un mejor aprovechamiento de recursos no renovables por la acción directa del grupo humano, se apoyan también en un sistema de control social. Las agrupaciones y disgregaciones del grupo se inscriben dentro de un modelo relacionado con la liberación de tensiones internas tal y como estudia Godelier. La convivencia constante de todos los individuos del grupo tiende a generar tensiones internas que pueden llegar a crear conflictos. Una separación, siquiera temporal de los mismos, libera estas tensiones y evita que se acumulen, lo que puede poner en peligro la estabilidad del grupo. No parece casualidad que grupos con economía principalmente depredadora, pero sedentarios, como los Highlanders de Papúa o los Amazonios, se encuentren entre las poblaciones más violentas, en las que la guerra intergrupos actúa como motor de la liberación de estas tensiones.
Por otro lado, debemos considerar que existen relaciones supragrupales que actúan como factores favorecedores de la viabilidad genética. Estas relaciones, que permiten el intercambio de elementos reproductores, posibilitan la supervivencia global de los grupos a la vez que refuerzan la cohesión interna de las sociedades. De este modo, podemos situar el problema de una forma general. Los niveles arqueológicos de los yacimientos representan ocupaciones puntuales, situadas no sólo en la gran escala del tiempo, sino también en una escala anual o mensual. El problema nos vuelve a llevar a considerar los yacimientos arqueológicos como representaciones de momentos y no de un continuum. Así pues, debemos plantearnos que el problema actual de la prehistoria se debe orientar hacia el conocimiento de estos momentos y, de esta manera, ver cómo los yacimientos se ocupan y abandonan no de forma nómada y aleatoria, sino dentro de esquemas y modelos de ocupación del territorio social de los grupos humanos. En los estudios sobre los yacimientos cantábricos de Rascado, Ekain, Erralla, etc., J. Altuna encuentra un modelo que no se puede siempre interpretar como estacional, pero que tampoco permite hablar de una ocupación continuada, aunque sí implica momentos de abandono de la cueva. La presencia, habitual, de restos de egagropilas, procedentes de la alimentación de las rapaces, indica que éstas ocuparon la cueva en alternancia con los grupos humanos. El conocimiento de esta estructuración es el marco de referencia sobre el que situar nuestro nivel de conocimiento.
La existencia de una estructuración es también un elemento de la cultura humana. La complejidad o simplicidad de esta estructura es reflejo de la propia complejidad o simplicidad de la cultura. Una sociedad no es sólo compleja porque nos presente un arte desarrollado, o unas cadenas técnicas elaboradas. También lo es si su estructura social es compleja. La comprensión de los cambios estilísticos o técnicos sólo se pueden entender dentro de sociedades en las que el control social es elevado, en las que existe una relación social de pertenencia y exclusión de los otros. Como vemos, esto nos presenta un modelo de posibilidades, detestables mediante análisis detallados de la industria y los restos de caza, que nos permitirán analizar igualmente la estructura social de los grupos paleolíticos. También nos debe poner en aviso sobre la movilidad de los grupos humanos. La presencia de recursos en un área determinada no obliga, como dijimos al principio, a su sobreexplotación, sino más bien a un control social de los mismos. En un trabajo clásico de revisión, Binford nos pone en aviso sobre la dificultad de interpretar un espacio de 300.000 kilómetros cuadrados (sic) con una excavación de varios metros cuadrados. En sus trabajos presenta desplazamientos realizados por un grupo Nunamuit de más de 200 kilómetros en un año, comparando los territorios de los Nunamuit o los bosquimanos G/wi con el área clásica de la Dordoña. También debemos considerar la suma de áreas de ocupación que un miembro de estos grupos visitaría en un año.
Ésta representa más de 13.000 kilómetros cuadrados (casi como Cantabria y Asturias juntas). Creemos que, en general, se puede seguir un modelo con tres tipos de yacimientos: unos yacimientos base o de agregación de gran tamaño, muy ricos y variados en industria y restos óseos, normalmente con especialización en la caza, y que a veces se relacionan con yacimientos que presentan largas estratigrafías. Un caso podría ser la Cueva del Castillo o el Abri Pataud, en los que ya se detecta, desde el Auriñaciense , un predominio de restos de cérvidos como el ciervo o el reno. Otro ejemplo serán los posibles poblados centroeuropeos como Dolni Vestonice o Pavlov en el Gravetiense o Pincevent y Gonnesdorf en el Magdaleniense . Junto a éstos se encontrarían otros de menor tamaño, con cantidades equilibradas de ciervo, reno y otros animales, que podrían representar campamentos temporales. Por fin, otro grupo de yacimientos especializados en la caza de animales de montaña, situados en las zonas rocosas. A este esquema se deberían unir los yacimientos especializados en la obtención y tratamiento de materias primas, como el parisino de Etiolles, en el que se descubrieron varias estructuras dedicadas casi fundamentalmente al procesado de grandes hojas de sílex, con una marcada escasez de útiles transformadores y restos de fauna. Con todo esto, vemos la importancia que puede tener el análisis de los datos a nuestro alcance. La caracterización del medio en el que se desenvuelve la vida de estos grupos, nos va a permitir establecer, de un modo más amplio, la problemática de un período cultural como el Paleolítico. Una concepción más dinámica de los grupos humanos y el uso contrastado de los modelos etnográficos nos permiten, así, contar con un marco de referencia sobre el que podremos situar estos grupos, analizando las semejanzas y las diferencias.
De esta forma, se van creando áreas de habitación con caracteres que varían de una a otra. Cada uno de los campamentos tiene una zona de la que obtiene sus recursos; esta zona o territorio tendrá dimensiones variables según sea su orografía y recursos. Durante el Paleolítico Superior , según los datos ofrecidos por la fauna, vemos cómo existieron suficientes recursos para mantener poblaciones de tamaño medio. Junto a las limitaciones puramente geográficas, tenemos que considerar también que la distancia recorrida por los cazadores no debe ser muy grande, pues de otro modo sería más económico trasladar el campamento. Hasta el momento actual hemos analizado los yacimientos desde una perspectiva exclusivamente económica, considerando su territorio y el área donde obtienen sus recursos. Sin embargo, al hablar de territorio debemos considerar que cada mínima unidad arqueológica de un yacimiento representa, cuando menos, una ocupación humana, y que el grupo humano no es estático sino que utiliza y ocupa diferentes yacimientos, o incluso el mismo en espacios de tiempo mínimos y recurrentes. Como vimos anteriormente, los grupos de cazadores-recolectores presentan una economía dinámica, con una serie de movimientos hacia diferentes lugares, movidos por factores variables. Este modelo dinámico representa la estructuración de los diferentes lugares dentro de un esquema básico. En los modelos etnográficos observamos una dicotomía entre campamentos base o hábitats principales y otros yacimientos orientados hacia funciones específicas.
Este mismo esquema indica, así, la existencia de grandes hábitats que se ocupan en determinadas épocas del año y que se abandonan para ocupar otros de menor tamaño. Estos últimos presentan una variedad muy amplia: van desde cazadores especializados a talleres y a hábitats complementarios de segmentos del grupo. El ejemplo más conocido es el representado por la movilidad de los grupos esquimales. Estos grupos, con una economía basada mayoritariamente en la caza, son el modelo más utilizado por su semejanza ecológica con los grupos paleolíticos. La mejor descripción de los grupos de hábitats es, junto a los Nunamiut de Binford, la de los Tulaqmiut de Cambell, que creemos más completa y sistematizada. El trabajo de Cambell utiliza a los Tulaqmiut, uno de los grupos Nunamiut. Los Nunamiut son una de las tribus esquimales que ocupaban el interior de Alaska. Su territorio ocupa 106.211 kilómetros cuadrados y hacia 1870, antes de la llegada masiva de los europeos, estaba formado por 20 grupos, cada uno entre 20 y 100 personas, con una población total de 1.400 personas. Uno de éstos es el de los Tulaqmiut. Este grupo está formado por unas 80 personas que utilizan un área de 5.150 kilómetros cuadrados (aproximadamente la extensión de la provincia de Cantabria). Según Cambell, el territorio Nunamiut estaba mal definido: "El límite del territorio tribal sólo circunscribe aproximadamente el campo Nunamiut y es, de hecho, dudosa mucha de su longitud para los Nunamiut y sus vecinos.
Es esencialmente un límite económico que separa los recursos más buscados y necesarios para los Nunamiut, de tierras sin ocupar o de aquellos recursos que les eran menos útiles, que están explotados por Esquimales o Indios con diferentes orientaciones económicas y tecnológicas. Cada banda tenía su propio territorio base cuyos límites eran sólo vagamente reconocidos... y que nunca se consideraban inviolables". Aunque se basa en los esquimales Tulaqmiut, este modelo se corresponde, de forma general, con los datos de otros grupos de cazadores-recolectores actuales. En él se debe considerar también la duración de la ocupación. Es éste un concepto difícil de cuantificar. Es conocida la expresión, común entre los arqueólogos, de que el resultado es el mismo si cien personas ocupan un día el yacimiento que si una persona lo ocupa durante cien días. Sin embargo, esto no es siempre verdad. La temporalidad del yacimiento está en función de otros factores. Uno sería la limitación física del yacimiento. Grandes cuevas, como la Cueva del Castillo, el Pendo o La Paloma, pueden albergar un número alto de personas; otras, como Cueva Chufín, el Otero, Rascaño, La Riera, etc., no presentan un espacio habitable suficiente. Otro factor puede ser, si se aplica críticamente, la presencia de elementos estilísticos. Este factor es uno de los utilizados por M. Conkey para su análisis de Altamira como lugar de agregación. Otro factor podría venir de la propia presencia de los elementos de la cadena técnica, tanto lítica como ósea.
Estas cadenas no aparecen siempre completas en los yacimientos. La cadena técnica ósea, si bien no está perfectamente estudiada, nos aporta un ejemplo claro. La presencia de instrumentos como las azagayas o los arpones no siempre están acompañados del suficiente número de varillas, astas trabajadas, etc., como su número dejaría entender, por lo que su fabricación no se ha realizado in situ sino que ya se han llevado fabricadas al yacimiento, indicando que las diferentes fases de la cadena técnica se han realizado en varios lugares. Esta variación en la estructura del grupo se presenta de forma variada, pero repetida, en los estudios antropológicos. Junto a explicaciones económicas , vinculadas con un mejor aprovechamiento de recursos no renovables por la acción directa del grupo humano, se apoyan también en un sistema de control social. Las agrupaciones y disgregaciones del grupo se inscriben dentro de un modelo relacionado con la liberación de tensiones internas tal y como estudia Godelier. La convivencia constante de todos los individuos del grupo tiende a generar tensiones internas que pueden llegar a crear conflictos. Una separación, siquiera temporal de los mismos, libera estas tensiones y evita que se acumulen, lo que puede poner en peligro la estabilidad del grupo. No parece casualidad que grupos con economía principalmente depredadora, pero sedentarios, como los Highlanders de Papúa o los Amazonios, se encuentren entre las poblaciones más violentas, en las que la guerra intergrupos actúa como motor de la liberación de estas tensiones.
Por otro lado, debemos considerar que existen relaciones supragrupales que actúan como factores favorecedores de la viabilidad genética. Estas relaciones, que permiten el intercambio de elementos reproductores, posibilitan la supervivencia global de los grupos a la vez que refuerzan la cohesión interna de las sociedades. De este modo, podemos situar el problema de una forma general. Los niveles arqueológicos de los yacimientos representan ocupaciones puntuales, situadas no sólo en la gran escala del tiempo, sino también en una escala anual o mensual. El problema nos vuelve a llevar a considerar los yacimientos arqueológicos como representaciones de momentos y no de un continuum. Así pues, debemos plantearnos que el problema actual de la prehistoria se debe orientar hacia el conocimiento de estos momentos y, de esta manera, ver cómo los yacimientos se ocupan y abandonan no de forma nómada y aleatoria, sino dentro de esquemas y modelos de ocupación del territorio social de los grupos humanos. En los estudios sobre los yacimientos cantábricos de Rascado, Ekain, Erralla, etc., J. Altuna encuentra un modelo que no se puede siempre interpretar como estacional, pero que tampoco permite hablar de una ocupación continuada, aunque sí implica momentos de abandono de la cueva. La presencia, habitual, de restos de egagropilas, procedentes de la alimentación de las rapaces, indica que éstas ocuparon la cueva en alternancia con los grupos humanos. El conocimiento de esta estructuración es el marco de referencia sobre el que situar nuestro nivel de conocimiento.
La existencia de una estructuración es también un elemento de la cultura humana. La complejidad o simplicidad de esta estructura es reflejo de la propia complejidad o simplicidad de la cultura. Una sociedad no es sólo compleja porque nos presente un arte desarrollado, o unas cadenas técnicas elaboradas. También lo es si su estructura social es compleja. La comprensión de los cambios estilísticos o técnicos sólo se pueden entender dentro de sociedades en las que el control social es elevado, en las que existe una relación social de pertenencia y exclusión de los otros. Como vemos, esto nos presenta un modelo de posibilidades, detestables mediante análisis detallados de la industria y los restos de caza, que nos permitirán analizar igualmente la estructura social de los grupos paleolíticos. También nos debe poner en aviso sobre la movilidad de los grupos humanos. La presencia de recursos en un área determinada no obliga, como dijimos al principio, a su sobreexplotación, sino más bien a un control social de los mismos. En un trabajo clásico de revisión, Binford nos pone en aviso sobre la dificultad de interpretar un espacio de 300.000 kilómetros cuadrados (sic) con una excavación de varios metros cuadrados. En sus trabajos presenta desplazamientos realizados por un grupo Nunamuit de más de 200 kilómetros en un año, comparando los territorios de los Nunamuit o los bosquimanos G/wi con el área clásica de la Dordoña. También debemos considerar la suma de áreas de ocupación que un miembro de estos grupos visitaría en un año.
Ésta representa más de 13.000 kilómetros cuadrados (casi como Cantabria y Asturias juntas). Creemos que, en general, se puede seguir un modelo con tres tipos de yacimientos: unos yacimientos base o de agregación de gran tamaño, muy ricos y variados en industria y restos óseos, normalmente con especialización en la caza, y que a veces se relacionan con yacimientos que presentan largas estratigrafías. Un caso podría ser la Cueva del Castillo o el Abri Pataud, en los que ya se detecta, desde el Auriñaciense , un predominio de restos de cérvidos como el ciervo o el reno. Otro ejemplo serán los posibles poblados centroeuropeos como Dolni Vestonice o Pavlov en el Gravetiense o Pincevent y Gonnesdorf en el Magdaleniense . Junto a éstos se encontrarían otros de menor tamaño, con cantidades equilibradas de ciervo, reno y otros animales, que podrían representar campamentos temporales. Por fin, otro grupo de yacimientos especializados en la caza de animales de montaña, situados en las zonas rocosas. A este esquema se deberían unir los yacimientos especializados en la obtención y tratamiento de materias primas, como el parisino de Etiolles, en el que se descubrieron varias estructuras dedicadas casi fundamentalmente al procesado de grandes hojas de sílex, con una marcada escasez de útiles transformadores y restos de fauna. Con todo esto, vemos la importancia que puede tener el análisis de los datos a nuestro alcance. La caracterización del medio en el que se desenvuelve la vida de estos grupos, nos va a permitir establecer, de un modo más amplio, la problemática de un período cultural como el Paleolítico. Una concepción más dinámica de los grupos humanos y el uso contrastado de los modelos etnográficos nos permiten, así, contar con un marco de referencia sobre el que podremos situar estos grupos, analizando las semejanzas y las diferencias.