Dama con abanico

Durante su segunda estancia romana, Casado del Alisal realizó una serie de figuras femeninas de rico colorido y factura preciosista que tiene bastante relación con las obras de Raimundo de Madrazo

Raimundo de Madrazo

Pintor español del siglo XIX, se interesó de manera especial por las novedades impresionistas, que aplicó de manera personal a sus cuadros. Con él, se cierra la dinastía de los Madrazo de manera brillante.

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. Flora

Flora

Lienzo realizado por Casado del Alisal en 1879 tomando como modelo las obras de Raimundo de Madrazo.

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, La Tirana

La Tirana

En 1875 Casado del Alisal pinta esta retrato femenino sintonizando con los trabajos de Raimundo de Madrazo.

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o esta dama con abanico que contemplamos son excelentes ejemplos de estos retratos con cierto aire costumbrista e incluso goyesco

Francisco José de Goya y Lucientes

Pintor español (1746-1828) a caballo entre dos siglos, su obra resulta inclasificable. Inicia su aprendizaje con un pintor barroco zaragozano para después trasladarse a Madrid, donde conoce el Neoclasicismo en el taller de Francisco Bayeu. Iniciará en 1774 su producción de cartones para tapices, en los que representa diferentes escenas de la vida popular madrileña. Desde 1792 se hará con el cargo de retratista oficial de la Corte, con el que conseguirá importantes fama y éxito económico, interesándose por la personalidad de sus modelos. La Guerra de la Independencia provoca un cambio radical en su obra, que se hace más triste y oscura como constatan las Pinturas Negras, anticipos del Romanticismo. No debemos olvidar sus maravillosas series de grabados, en las que se muestra mucho más ácido y crítico que en sus lienzos.

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. La mujer aparece recostada sobre unos almohadones de estampado oriental, de más de medio cuerpo, apoyando sus delicadas manos sobre su regazo, portando en la derecha un abanico de plumas. Su vestido con chaleco de alamares al estilo torero permite apreciar el amplio escote de blanca piel. Las mangas ablusadas de color rosa contrastan con el mantón de Manila amarillo, cuyos bordados apenas son visibles. La mirada lánguida y distante se convierte en la protagonista de este retrato que fue adquirido por el Museo del Prado en 1982 a un coleccionista holandés por 8 millones de pesetas.