Nueva York
Localización
Desarrollo
Se cree que los primeros habitantes de lo que hoy es el estado de New York fueron un grupo de pueblos inscritos en la cultura clovis quienes, posiblemente, se asentaron en la parte norte del territorio, 10.000 años a.C. Más tarde, entre los años 3.500 y 2.500 a.C. llegaron los lamokas; y, posteriormente, gentes de cultura hoppewell, alrededor del 300 d.C. Estos últimos trabajaron el cobre y la piedra, cosecharon y fumaron el tabaco y parecen haber sido los primeros grandes agricultores de maíz. Mil años después llegaron los iroqueses, quienes se dedicaron principalmente a la pesca. El aumento de representantes dentro de estos últimos provocó divisiones y luchas internas, hasta que Deganawidah, nativo de los mohawk y Hiawatha, guerrero de los onondaga, firmaron la paz conjuntamente con Jikohnsaeh, mujer del grupo indígena Neutral, cuyo territorio se encontraba cerca del lago Erie. Hasta cinco grupos indígenas aceptaron la paz y su reglamentación, conformándose la Confederación Iroquesa, que nombró a la tribu Séneca como "Guardianes de la Puerta Oeste". La historia de New York, al igual que la del resto de Norteamérica, es muy corta en cuanto información y sólo se tiene noticias de ella a partir del siglo XVI, cuando Manhattan estaba ocupada por los iroqueses y algonquinos. A estos últimos se debe el nombre de la isla, que significa "Isla de las Colinas", en lengua indígena. El primero en descubrir la bahía de la ciudad fue el italiano Giovanni da Verrazano, florentino al servicio del rey de Francia Francisco I , en el año 1524.
Se trata del primer hombre blanco que puso los ojos en lo que sería posteriormente New York. Observó el Estrecho de Narrows a la entrada del puerto y ahora cubierto por un puente que lleva su nombre. G. Verrazano viajaba hacia el norte y acababa de abandonar un lugar que llamó Arcadia, probablemente Kitty Hawk (Carolina del Norte). Casi un siglo después llega a la entrada de Narrows (1609) el inglés Henry Hudson a bordo del Half Moon, al servicio de la Dutch East India Company. Incumpliendo las órdenes de explorar la costa septentrional de Rusia, se dirigió en busca de un paso por el noroeste. Algunos mercaderes holandeses enviaron un año más tarde una expedición para explorar el segundo de los ríos descubiertos, llamado Manhattes. En 1613 la Compañía Holandesa envió cinco barcos a remontar el río Hudson, regresando cargados de pieles compradas a los indígenas. A partir de 1621 se funda la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales con el fin de establecer la colonia de Nueva Holanda (1625). En la futura New York se erigieron dos fuertes con puestos de intercambio comercial: Nueva Amsterdam en la isla de Manhattan y otro llamado Fort Orange (actual Albany), subiendo por el río Hudson. En 1626, el gobernador holandés Peter Minuhit compra la isla a los indígenas que habitaban en ella por 60 florines. Esta teoría es bastante discutida, ya que los habitantes de la isla no eran tan ignorantes, pues practicaban el comercio, como para venderla por ese precio y no parece muy lógico que pudieran haber hecho una transacción económica de tal naturaleza.
De todas maneras, el misterio de si esta leyenda es cierta o no aún permanece. La Compañía carecía de motivaciones religiosas o políticas y tenía problemas para reclutar colonos, ya que los holandeses no deseaban abandonar la próspera, tolerante y libre Holanda, recién liberada de los españoles. Por ello, los primeros colonos no fueron holandeses sino hugonotes franceses, que aceptaron la migración para huir de la persecución religiosa que estaban sufriendo en su país. En el año 1647 el gobernador Peter Stuyvesant llegó a Nueva Amsterdam, encontrándose casi en ruinas la administración, los recursos y la moral. Los habitantes no pasaban de 300, la mayoría refugiados religiosos judíos, viviendo en casas rudimentarias y calles prácticamente inexistentes. Menos de 500 metros separaban un extremo del pueblo del otro. En 1663, bajo el último de mandato de Stuyvesant, se estableció el primer Consejo Municipal y, un año después, un acontecimiento dará un vuelco a la historia de Nueva Amsterdam: la llegada y conquista de los ingleses, bajo el mando del coronel británico Nicholls. El rey Carlos II regaló la colonia a su hermano Jaime, duque de York, rebautizándose con el nombre de New York. La conquista fue bastante sencilla pues la principal defensa de la isla, el fuerte Amsterdam, era un bastión antiguo y ruinoso, con los muros en avanzado estado de derrumbe. Los cuarteles y la iglesia eran de madera, vulnerables al fuego, al igual que las casas.
Todo esto, unido al hecho de la ausencia de armas facilitó la conquista inglesa, que contaba con una flota de aspecto más impresionante que real. El número de barcos y de hombres que viajaban en ellos fueron exagerados; los informes de Stuyvesant hablaban de una tripulación de 800 hombres, cuando la cifra no superaba ni la mitad. El gobernador holandés se vio obligado a firmar la rendición y cesión de los derechos holandeses sobre Manhattan, el 8 de septiembre de 1664. Ya bajo control inglés, New York prosperó rápidamente durante los siglos XVII-XVIII. El crecimiento de la ciudad se vio favorecido por el intercambio comercial de esclavos negros, pieles o productos de los colonos, principalmente, y al ritmo de la expansión agrícola en su hinterland. La soberanía de los ingleses supuso, sin embargo, una progresiva pérdida de las libertades y derechos, que acabará desembocando en la guerra de Independencia (1776-1783). Al frente de los motines se puso una burguesía mercantil que comenzó por no respetar las leyes inglesas que gravaban sus productos. La chispa que hizo estallar la guerra fue el denominado Motín del Té, en el que la Compañía de Indias Orientales, acuciada por las deudas, solicitó y obtuvo del gobierno británico el monopolio de la venta de té en las colonias de América. La reacción de los colonos fue boicotear el producto lanzándolo desde los barcos que acababan de llegar al puerto de Boston. La violenta respuesta inglesa hizo estallar la guerra (1775).
Un año después, concretamente el 4 de julio, el Congreso, reunido en Filadelfia aprobaba la Declaración de Independencia, redactada por Thomas Jefferson , de las trece colonias inglesas respecto de la metrópoli, y formando los Estados Unidos de América del Norte. Tras ocho años de guerra se firmó el Tratado de París (1785), por el que Inglaterra reconocía la Independencia de los Estados Unidos, convirtiéndose Nueva York en la capital. Este título, sin embargo, le duró sólo 5 años, ya que la capital federal se trasladó primero a Filadelfia y después a Washington, de donde ya no se ha movido. Durante las primeras décadas del siglo XIX experimentó un gran crecimiento, elevando su población a más de 200.000 habitantes (1830). La construcción del canal de Eire la convirtió en la primera ciudad de EEUU y lugar obligado de la ruta hacia el oeste de los inmigrantes europeos, con lo que se acentuó su carácter cosmopolita. En los años 30 del mismo siglo, los neoyorquinos afincados en Wall Street fueron protagonistas de una enconada lucha contra la burguesía financiera de Filadelfia que finalizó con la abolición del Banco Federal, pasando New York a ser el centro monetario del país y la bolsa de Wall Street una de las más importantes del mundo. Su población se multiplicó extraordinariamente desde la segunda mitad del s. XIX, alcanzando ya el millón y medio de habitantes (1890), favorecido en gran medida por la inmigración.
Destaca especialmente la que llevaron a cabo los judíos provenientes de Europa entre los años 1880 -1915. La primera construcción de una sinagoga en la ciudad se dio en 1730, pero los orígenes del asentamiento judío se remontan al barco San Carlos que, en 1654, desembarcó 23 judíos fugitivos de la reconquista portuguesa del Brasil, en el puerto de Nueva Amsterdam. A finales del siglo XIX las condiciones de vida para los judíos europeos se habían ido complicando debido, básicamente, a la carencia de un territorio estable. América en general y New York, en particular, ofrecían libertad y oportunidades económicas, junto con un estímulo intelectual y espiritual. La emigración judía fue masiva y fue su salvación, ya que las cosas se pusieron todavía más difíciles para ellos tras la I Guerra Mundial con el alzamiento de gobiernos totalitarios en varios de los países europeos con mayor número. Inicialmente se establecieron en la zona sur de Manhattan, donde su número llego a alcanzar el millón y medio de habitantes. Por lo general, llegaban con lo más básico, por no decir sin nada, y trabajaban en la industria del tabaco, del vestido y en menor número en la construcción y el comercio. A pesar de los bajos salarios, el frecuente desempleo y las enfermedades, mejoraron sus condiciones gracias a su duro trabajo y esfuerzo. Tras la I Guerra Mundial una ola de xenofobia recorrió Estados Unidos, sin parangón con la que se estaba dando en Europa, que implantó una serie de normas y prohibió la entrada en el país de más inmigrantes europeos, desesperados por la situación que se estaba dando en el "Viejo Continente".
Actualmente los judíos están bien integrados en la ciudad neoyorquina y representan el 12% de la población en el Estado. El siglo XX vio el nacimiento de una de las ciudades más pobladas del mundo debido a la absorción de las poblaciones colindantes, con alrededor de tres millones y medio de habitantes censados. Durante los primeros decenios del siglo fue uno de los principales enclaves del movimiento progresista y uno de los sostenes de la política del presidente Wilson pero, con el Crack bursátil de Wall Street en 1929, la ciudad entró en una etapa de crisis que favoreció la corrupción administrativa y el gangsterismo. Desde comienzos de siglo ha sido uno de los centro preferidos por la inmigración, tanto externa como interna, lo que ha provocado que New York sea una de las cunas de la integración racial. En la actualidad cuenta con una población de aproximadamente ocho millones de habitantes, que todavía tratan de sobreponerse a los ataques del 11 de septiembre del 2001, donde dos aviones secuestrados por terroristas islámicos fueron estrellados contra las Torres Gemelas, en el centro financiero de la ciudad, provocando la caída de ambos edificios. Nueva York es la ciudad de los rascacielos; durante todo el siglo XX se llevaron a cabo construcciones de gran altitud, como las destruidas Torres Gemelas que medían 415 m., o el Empire State Building, que ha pasado a ser el edificio más alto de la ciudad (381m.) y que fue construido en 1931. Actualmente, es una de las ciudades con mayor número de turistas por año, pudiéndose visitar lugares como la Estatua de la Libertad (1886), regalo francés en conmemoración del aniversario de independencia; el puente de Brooklyn; Central Park o Times Square, entre otros. Los barrios de Brooklyn, Harlem o Manhattan, tantas veces vistos en las películas, también son lugares destacados.
Se trata del primer hombre blanco que puso los ojos en lo que sería posteriormente New York. Observó el Estrecho de Narrows a la entrada del puerto y ahora cubierto por un puente que lleva su nombre. G. Verrazano viajaba hacia el norte y acababa de abandonar un lugar que llamó Arcadia, probablemente Kitty Hawk (Carolina del Norte). Casi un siglo después llega a la entrada de Narrows (1609) el inglés Henry Hudson a bordo del Half Moon, al servicio de la Dutch East India Company. Incumpliendo las órdenes de explorar la costa septentrional de Rusia, se dirigió en busca de un paso por el noroeste. Algunos mercaderes holandeses enviaron un año más tarde una expedición para explorar el segundo de los ríos descubiertos, llamado Manhattes. En 1613 la Compañía Holandesa envió cinco barcos a remontar el río Hudson, regresando cargados de pieles compradas a los indígenas. A partir de 1621 se funda la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales con el fin de establecer la colonia de Nueva Holanda (1625). En la futura New York se erigieron dos fuertes con puestos de intercambio comercial: Nueva Amsterdam en la isla de Manhattan y otro llamado Fort Orange (actual Albany), subiendo por el río Hudson. En 1626, el gobernador holandés Peter Minuhit compra la isla a los indígenas que habitaban en ella por 60 florines. Esta teoría es bastante discutida, ya que los habitantes de la isla no eran tan ignorantes, pues practicaban el comercio, como para venderla por ese precio y no parece muy lógico que pudieran haber hecho una transacción económica de tal naturaleza.
De todas maneras, el misterio de si esta leyenda es cierta o no aún permanece. La Compañía carecía de motivaciones religiosas o políticas y tenía problemas para reclutar colonos, ya que los holandeses no deseaban abandonar la próspera, tolerante y libre Holanda, recién liberada de los españoles. Por ello, los primeros colonos no fueron holandeses sino hugonotes franceses, que aceptaron la migración para huir de la persecución religiosa que estaban sufriendo en su país. En el año 1647 el gobernador Peter Stuyvesant llegó a Nueva Amsterdam, encontrándose casi en ruinas la administración, los recursos y la moral. Los habitantes no pasaban de 300, la mayoría refugiados religiosos judíos, viviendo en casas rudimentarias y calles prácticamente inexistentes. Menos de 500 metros separaban un extremo del pueblo del otro. En 1663, bajo el último de mandato de Stuyvesant, se estableció el primer Consejo Municipal y, un año después, un acontecimiento dará un vuelco a la historia de Nueva Amsterdam: la llegada y conquista de los ingleses, bajo el mando del coronel británico Nicholls. El rey Carlos II regaló la colonia a su hermano Jaime, duque de York, rebautizándose con el nombre de New York. La conquista fue bastante sencilla pues la principal defensa de la isla, el fuerte Amsterdam, era un bastión antiguo y ruinoso, con los muros en avanzado estado de derrumbe. Los cuarteles y la iglesia eran de madera, vulnerables al fuego, al igual que las casas.
Todo esto, unido al hecho de la ausencia de armas facilitó la conquista inglesa, que contaba con una flota de aspecto más impresionante que real. El número de barcos y de hombres que viajaban en ellos fueron exagerados; los informes de Stuyvesant hablaban de una tripulación de 800 hombres, cuando la cifra no superaba ni la mitad. El gobernador holandés se vio obligado a firmar la rendición y cesión de los derechos holandeses sobre Manhattan, el 8 de septiembre de 1664. Ya bajo control inglés, New York prosperó rápidamente durante los siglos XVII-XVIII. El crecimiento de la ciudad se vio favorecido por el intercambio comercial de esclavos negros, pieles o productos de los colonos, principalmente, y al ritmo de la expansión agrícola en su hinterland. La soberanía de los ingleses supuso, sin embargo, una progresiva pérdida de las libertades y derechos, que acabará desembocando en la guerra de Independencia (1776-1783). Al frente de los motines se puso una burguesía mercantil que comenzó por no respetar las leyes inglesas que gravaban sus productos. La chispa que hizo estallar la guerra fue el denominado Motín del Té, en el que la Compañía de Indias Orientales, acuciada por las deudas, solicitó y obtuvo del gobierno británico el monopolio de la venta de té en las colonias de América. La reacción de los colonos fue boicotear el producto lanzándolo desde los barcos que acababan de llegar al puerto de Boston. La violenta respuesta inglesa hizo estallar la guerra (1775).
Un año después, concretamente el 4 de julio, el Congreso, reunido en Filadelfia aprobaba la Declaración de Independencia, redactada por Thomas Jefferson , de las trece colonias inglesas respecto de la metrópoli, y formando los Estados Unidos de América del Norte. Tras ocho años de guerra se firmó el Tratado de París (1785), por el que Inglaterra reconocía la Independencia de los Estados Unidos, convirtiéndose Nueva York en la capital. Este título, sin embargo, le duró sólo 5 años, ya que la capital federal se trasladó primero a Filadelfia y después a Washington, de donde ya no se ha movido. Durante las primeras décadas del siglo XIX experimentó un gran crecimiento, elevando su población a más de 200.000 habitantes (1830). La construcción del canal de Eire la convirtió en la primera ciudad de EEUU y lugar obligado de la ruta hacia el oeste de los inmigrantes europeos, con lo que se acentuó su carácter cosmopolita. En los años 30 del mismo siglo, los neoyorquinos afincados en Wall Street fueron protagonistas de una enconada lucha contra la burguesía financiera de Filadelfia que finalizó con la abolición del Banco Federal, pasando New York a ser el centro monetario del país y la bolsa de Wall Street una de las más importantes del mundo. Su población se multiplicó extraordinariamente desde la segunda mitad del s. XIX, alcanzando ya el millón y medio de habitantes (1890), favorecido en gran medida por la inmigración.
Destaca especialmente la que llevaron a cabo los judíos provenientes de Europa entre los años 1880 -1915. La primera construcción de una sinagoga en la ciudad se dio en 1730, pero los orígenes del asentamiento judío se remontan al barco San Carlos que, en 1654, desembarcó 23 judíos fugitivos de la reconquista portuguesa del Brasil, en el puerto de Nueva Amsterdam. A finales del siglo XIX las condiciones de vida para los judíos europeos se habían ido complicando debido, básicamente, a la carencia de un territorio estable. América en general y New York, en particular, ofrecían libertad y oportunidades económicas, junto con un estímulo intelectual y espiritual. La emigración judía fue masiva y fue su salvación, ya que las cosas se pusieron todavía más difíciles para ellos tras la I Guerra Mundial con el alzamiento de gobiernos totalitarios en varios de los países europeos con mayor número. Inicialmente se establecieron en la zona sur de Manhattan, donde su número llego a alcanzar el millón y medio de habitantes. Por lo general, llegaban con lo más básico, por no decir sin nada, y trabajaban en la industria del tabaco, del vestido y en menor número en la construcción y el comercio. A pesar de los bajos salarios, el frecuente desempleo y las enfermedades, mejoraron sus condiciones gracias a su duro trabajo y esfuerzo. Tras la I Guerra Mundial una ola de xenofobia recorrió Estados Unidos, sin parangón con la que se estaba dando en Europa, que implantó una serie de normas y prohibió la entrada en el país de más inmigrantes europeos, desesperados por la situación que se estaba dando en el "Viejo Continente".
Actualmente los judíos están bien integrados en la ciudad neoyorquina y representan el 12% de la población en el Estado. El siglo XX vio el nacimiento de una de las ciudades más pobladas del mundo debido a la absorción de las poblaciones colindantes, con alrededor de tres millones y medio de habitantes censados. Durante los primeros decenios del siglo fue uno de los principales enclaves del movimiento progresista y uno de los sostenes de la política del presidente Wilson pero, con el Crack bursátil de Wall Street en 1929, la ciudad entró en una etapa de crisis que favoreció la corrupción administrativa y el gangsterismo. Desde comienzos de siglo ha sido uno de los centro preferidos por la inmigración, tanto externa como interna, lo que ha provocado que New York sea una de las cunas de la integración racial. En la actualidad cuenta con una población de aproximadamente ocho millones de habitantes, que todavía tratan de sobreponerse a los ataques del 11 de septiembre del 2001, donde dos aviones secuestrados por terroristas islámicos fueron estrellados contra las Torres Gemelas, en el centro financiero de la ciudad, provocando la caída de ambos edificios. Nueva York es la ciudad de los rascacielos; durante todo el siglo XX se llevaron a cabo construcciones de gran altitud, como las destruidas Torres Gemelas que medían 415 m., o el Empire State Building, que ha pasado a ser el edificio más alto de la ciudad (381m.) y que fue construido en 1931. Actualmente, es una de las ciudades con mayor número de turistas por año, pudiéndose visitar lugares como la Estatua de la Libertad (1886), regalo francés en conmemoración del aniversario de independencia; el puente de Brooklyn; Central Park o Times Square, entre otros. Los barrios de Brooklyn, Harlem o Manhattan, tantas veces vistos en las películas, también son lugares destacados.