Dos hombres al anochecer

A partir de 1830, Friedrich, cuya salud física y mental se desmorona, alcanzando el colapso en 1835, retoma la serie de figuras contemplando la luna al atardecer que tantos frutos diera entre 1816 y 1820. De nuevo, el pintor medita al atardecer ante el símbolo de Cristo y el mundo de las almas, en la costa o ante un túmulo funerario, como en Paseo al crepúsculo, conservado en Heidenheim. En este caso, reitera, con significativas variaciones, la composición de Dos hombres en la playa a la luz de la luna

Dos hombres en la playa a la luz de la luna

Es una de las más tempranas representaciones de la serie sobre el tema, recurrente en Friedrich, en especial a lo largo de los años 1816-20. Aunque adopta un esquema compositivo de clara estructura y simetría geométrica, su contenido es puramente espiritual, entroncando con uno de los motivos más importantes del Romanticismo.

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, de 1817, de la misma manera que en la próxima, Hombre y mujer contemplando la luna

Hombre y mujer contemplando la luna

Es una obra en la que Friedrich modifica, significativa pero levemente, su anterior lienzo Dos hombres contemplando la luna, de 1819, para introducir a su esposa. Adopta un tipo de composición asimétrica muy rara en la obra de Friedrich.

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, reitera el esquema creativo de Dos hombres contemplando la luna

Dos hombres contemplando la luna

Es una de las obras más copiadas y célebres de Friedrich. Realizada en su fase crítica de 1816-20, presenta como principal característica la falta de su habitual equilibrio simétrico. La luna, el principal motivo del Romanticismo, empuja a Friedrich a una contemplación metafísica. El colorido, propio del periodo, tiende al monocromismo.

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, de 1819. Ahora, si bien la luna permanece como centro de la composición, Friedrich abandona la perfecta simetría, que no armonía, del cuadro de 1817. En este sentido, como en el colorido, se halla más cercana a Dos hombres contemplando la luna, realizada durante una época de crisis en que retoma ciertos modelos post-barrocos de fines del siglo XVIII. En cualquier caso, su significado permanece inalterable, si cabe con una aumentada melancolía de parte del pintor que, en ese mismo 1835, padecerá un ataque de apoplejía que dejará secuelas definitivas, como si presagiara su propia muerte. Por intermediación de su amigo ruso Sukowski, quien trataba de aliviar la penosa situación económica del maestro, la obra fue adquirida por el Zar Nicolás I.