Un largo intermedio (1569-1595)
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Desarrollo
Un largo intermedio (1569-1595) En mal momento llega a Perú el flamante General Álvaro de Mendaña, descubridor de las míticas islas Salomón. En mal momento, porque coincide con el relevo de su tío el gobernador, el licenciado Castro. En vez de honores y agasajo, serán acusaciones y denuestos, porque son los días en que se está realizando su juicio de residencia como gobernador depuesto, que preceptivamente realiza el nuevo virrey, don Francisco de Toledo. Todos los que se han sentido lastimados por la acción del gobierno del licenciado Castro acuden ahora solícitos en busca de justicia y reparación. Afortunadamente, de todos los cargos que se le imputan sale limpio y sin mácula, a excepción del infortunado caso de Pedro de Aedo, por lo que es multado por el secuestro que hizo de sus bienes. García de Castro regresa finalmente a Madrid, para ocupar un cargo relevante en el Consejo de indias. La presencia de Sarmiento en Perú iba a traer forzosamente complicaciones a Mendaña, además de su parentesco con el gobernador residente. Parece ser que el cosmógrafo entró a formar parte del grupo de cortesanos que rodeaban al nuevo virrey, y por eso no debe sorprendernos que éste, a instancias de Sarmiento, procediese contra Álvaro de Mendaña por haber incumplido las instrucciones de Su Majestad. La información abierta por el doctor Barrios, oidor de la Audiencia de Lima, y en la que intervinieron un gran número de participantes de la expedición a las Salomón, fue favorable en general a Mendaña, pues no se encontraban motivos razonables para procesarlo criminalmente29.
Mendaña, apenas se ve libre de las molestias de la información, y antes de que surjan nuevos problemas, decide regresar cuanto antes a la Península, donde encuentra un gran valedor, su tío, ahora consejero de Indias. Y en efecto, aunque a Madrid llegan hasta el Rey y el propio Consejo cartas de Sarmiento reclamando la primacía del descubrimiento, la influencia del licenciado Castro neutraliza el efecto que pueden producir las acusaciones del cosmógrafo gallego. No sólo las neutraliza, sino que gracias a su influjo se firman el 27 de abril unas nuevas Capitulaciones entre Felipe II y Álvaro de Mendaña. Mediante éstas, se le hace Adelantado de las Islas Salomón, y se le faculta para hacer posible su conquista y evangelización. Estas Capitulaciones son semejantes a tantas y tantas que despacharon los monarcas españoles, que a cambio de unos hipotéticos títulos y beneficios, el esfuerzo económico caía en el futuro conquistador, todo ello a nuestra costa y minsión, sin que Nos ni los Reyes que después de Nos fueren, seamos obligados a vos socorrer con cosa alguna de nuestra hacienda para ayuda de ello30. Pero también se le obligaba: Antes de que os partáis en seguimiento de vuestro viaje, daréis finanzas llenas y abonadas, en cantidad de diez mil ducados, a contento de los de Nuestro Consejo de Indias o de nuestros ofíciales de la Casa de Contratación. Pues bien, a pesar de tan duras coincidencias, Álvaro de Mendaña se dispone a llevar a cabo inmediatamente su designio.
No sólo paga lo estipulado, en Sevilla, sino que embarca en dicho puerto con un grupo de seguidores. Su paso por Panamá, camino del Perú, le va a resultar catastrófico. Lo sabemos por la carta que dirige al rey el 3 de febrero de 1577. El presidente de la Audiencia de Panamá, queriendo vengar en Mendaña viejos resentimientos contra su tío, el consejero de Indias, aprovecha unos alborotos provocados por acompañantes del Adelantado para meterle en un calabozo, mezclado con negros, donde permanece encerrado cuatro días, pasando luego muchos más, guardado en las Casas del Cabildo y del Factor, hasta que puede embarcar. Termina la carta Mendaña al monarca indicando el temor con que acudía al Perú, donde el virrey Toledo, por manifiesta enemistad, no le favorecería, a no ser que Felipe II enviase una provisión en la que se le ordenase no se entrometiese en cosas de esta jornada. Aun contando con la posible enemistad del virrey, que apuntaba Mendaña, la realidad es que pocas facilidades iba a encontrar para reunir gente para su expedición. La conquista de Chile estaba consumiendo todas las reservas de hombres del virreinato, y aunque le dejo enarbolar bandera y que toquen tambores, la realidad es que hay poca gente que se interese por estas expediciones marítimas, pues no hay nadie que quiera arriesgar sus haciendas en empresas de tan dudoso éxito. Existen numerosas cartas del virrey al monarca, en que comenta estos y otros inconvenientes que encuentra Mendaña para el apresto de su jornada, como el que se le ha dispersado la gente que traía de Panamá, casi todos delincuentes.
En la de abril de 1580, escribe: En quanto a la jornada de Álvaro de Abendaño, como escribía vuestra Magestad, llegó aquí seis o siete meses, y en casi todo este tiempo lo hemos dexado enarbolar bandera a su ventana, y tocar sus atambores cada día, y yo he hecho lo que he podido para enderezarle gente, y con todo eso tan pocos los que le llegan, y él con tan poco caudal para sustentallos... no sé si va a poder salir de aquí31. Sin embargo, Mendaña no opinaba así, y en 24 de marzo de 1580, escribe al Consejo de Indias lamentándose de los muchos inconvenientes en que le pone el virrey: su hacienda la he ido consumiendo inútilmente, alistando personal suficiente para la empresa; pero que por dos veces el virrey le estropeó sus planes, al quitarle toda la gente alistada, para enviarle a Chile. La segunda prejuicio, sobre todo, de las muchas doncellas que sólo esperaban prejuicio, sobretodo, de las muchas doncellas que sólo esperaban el apresto de la Armada para casarse, y embarcarse con sus esposos, y que al demorarse, pudieran darse al mal vivir. Sus intereses estaban ya agotados, pues apenas bastaban para sus gastos la encomienda de indios que tenía en Guanaco32. Cuando más desesperado se encontraba el contrito Adelantado, dos hechos cambian el rumbo de los acontecimientos: uno, el relevo del virrey Toledo; y el segundo, su casamiento con Isabel Barreto. El nuevo virrey, conde de Villar, parece mostrar un sincero interés porque se realice la ocupación de las islas Salomón, por entender que importa y conviene al servivio de su Magestad, escribe al monarca el 25 de mayo de 1586.
El virrey no sólo le ayuda con buenas palabras, sino que le facilita tierras para que saque trigo para la futura expedición. Fruto del nuevo clima será la ayuda que le ofrecerá Hernando Samero Gallegos de Andrade, que aprestará para la dicha jornada un navío aderezado e pertrechado e marinado para hacer el viaje el dicho Adelantado; y levantó cien hombres para la dicha jornada, sin sueldo alguno, sino con los socorros que el dicho capitán les daba, en que hizo grande gasto de su hacienda33. Todo tiene un color rosado para que Mendaña ponga en marcha su accidentado viaje, pero un nuevo inconveniente lo demorará: una vez más, las piraterías inglesas. Ya en 1578, Drake había merodeado por las costas peruanas, atacando inclusive el puerto de El Callao; ahora, en 1587, todo el virreinato se convulsionó por la presencia de Thomas Cavendish, que hasta 1591 realizaría correrías por sus costas. Álvaro de Mendaña se tuvo que ofrecer para luchar contra los ingleses y lo vemos ocupando puestos de responsabilidad en la lucha contra Cavendish, y en 1593 contra Richard Hawkins, participando personalmente en su captura, en el combate naval que se dio en el puerto de Atacama, donde, tras ardorosa pelea, Hawkins se rindió a don Beltrán de Castro, que le dio su palabra de que su vida sería respetada, como así fue en efecto. El otro acontecimiento trascendental en la vida de Mendaña será su casamiento con su paisana Isabel de Barreto, posiblemente en los primeros meses de 1580.
Tendría por tanto Mendaña treinta y ocho años; ignoramos los de la novia, aunque creemos que sería veinteañera. De esta unión no hubo hijos, pero sí los tuvo la Barreta de su segundo enlace con don Fernando Castro, según se deduce de una carta que escribió este último a Su Majestad, el 28 de enero de 1598. Por la edad de las nupcias de Mendaña, no parece ser que Doña Isabel fuera su único amor, pues, cómo no, por Sarmiento sabemos que una de las causas por las que Mendaña ansiaba regresar rápidamente a Perú es por que andaba enamorado. No creo que fuera de la Barreto, que tendría entonces unos cuatro o seis años. El enlace con Isabel, más bien parece una boda de conveniencia. Recordemos su vuelta a Perú, el agotamiento de su peculio, y para rehacerlo, el casamiento salvador, porque según el virrey, el conde de Villar pensaba gastar la dote de su mujer para realizar la jornada (Carta a su Majestad, 25 de marzo de 1586). Nombrado virrey de Perú, don García Hurtado de Mendoza (1588-1595), tras resolver el problema de las incursiones de los piratas ingleses, se preocupó de resolver lo más prestamente posible la ya eterna marcha a las Salomón, y más, tras el relevante papel desempeñado por Mendaña, en atajar las acciones de dichos piratas.
Mendaña, apenas se ve libre de las molestias de la información, y antes de que surjan nuevos problemas, decide regresar cuanto antes a la Península, donde encuentra un gran valedor, su tío, ahora consejero de Indias. Y en efecto, aunque a Madrid llegan hasta el Rey y el propio Consejo cartas de Sarmiento reclamando la primacía del descubrimiento, la influencia del licenciado Castro neutraliza el efecto que pueden producir las acusaciones del cosmógrafo gallego. No sólo las neutraliza, sino que gracias a su influjo se firman el 27 de abril unas nuevas Capitulaciones entre Felipe II y Álvaro de Mendaña. Mediante éstas, se le hace Adelantado de las Islas Salomón, y se le faculta para hacer posible su conquista y evangelización. Estas Capitulaciones son semejantes a tantas y tantas que despacharon los monarcas españoles, que a cambio de unos hipotéticos títulos y beneficios, el esfuerzo económico caía en el futuro conquistador, todo ello a nuestra costa y minsión, sin que Nos ni los Reyes que después de Nos fueren, seamos obligados a vos socorrer con cosa alguna de nuestra hacienda para ayuda de ello30. Pero también se le obligaba: Antes de que os partáis en seguimiento de vuestro viaje, daréis finanzas llenas y abonadas, en cantidad de diez mil ducados, a contento de los de Nuestro Consejo de Indias o de nuestros ofíciales de la Casa de Contratación. Pues bien, a pesar de tan duras coincidencias, Álvaro de Mendaña se dispone a llevar a cabo inmediatamente su designio.
No sólo paga lo estipulado, en Sevilla, sino que embarca en dicho puerto con un grupo de seguidores. Su paso por Panamá, camino del Perú, le va a resultar catastrófico. Lo sabemos por la carta que dirige al rey el 3 de febrero de 1577. El presidente de la Audiencia de Panamá, queriendo vengar en Mendaña viejos resentimientos contra su tío, el consejero de Indias, aprovecha unos alborotos provocados por acompañantes del Adelantado para meterle en un calabozo, mezclado con negros, donde permanece encerrado cuatro días, pasando luego muchos más, guardado en las Casas del Cabildo y del Factor, hasta que puede embarcar. Termina la carta Mendaña al monarca indicando el temor con que acudía al Perú, donde el virrey Toledo, por manifiesta enemistad, no le favorecería, a no ser que Felipe II enviase una provisión en la que se le ordenase no se entrometiese en cosas de esta jornada. Aun contando con la posible enemistad del virrey, que apuntaba Mendaña, la realidad es que pocas facilidades iba a encontrar para reunir gente para su expedición. La conquista de Chile estaba consumiendo todas las reservas de hombres del virreinato, y aunque le dejo enarbolar bandera y que toquen tambores, la realidad es que hay poca gente que se interese por estas expediciones marítimas, pues no hay nadie que quiera arriesgar sus haciendas en empresas de tan dudoso éxito. Existen numerosas cartas del virrey al monarca, en que comenta estos y otros inconvenientes que encuentra Mendaña para el apresto de su jornada, como el que se le ha dispersado la gente que traía de Panamá, casi todos delincuentes.
En la de abril de 1580, escribe: En quanto a la jornada de Álvaro de Abendaño, como escribía vuestra Magestad, llegó aquí seis o siete meses, y en casi todo este tiempo lo hemos dexado enarbolar bandera a su ventana, y tocar sus atambores cada día, y yo he hecho lo que he podido para enderezarle gente, y con todo eso tan pocos los que le llegan, y él con tan poco caudal para sustentallos... no sé si va a poder salir de aquí31. Sin embargo, Mendaña no opinaba así, y en 24 de marzo de 1580, escribe al Consejo de Indias lamentándose de los muchos inconvenientes en que le pone el virrey: su hacienda la he ido consumiendo inútilmente, alistando personal suficiente para la empresa; pero que por dos veces el virrey le estropeó sus planes, al quitarle toda la gente alistada, para enviarle a Chile. La segunda prejuicio, sobre todo, de las muchas doncellas que sólo esperaban prejuicio, sobretodo, de las muchas doncellas que sólo esperaban el apresto de la Armada para casarse, y embarcarse con sus esposos, y que al demorarse, pudieran darse al mal vivir. Sus intereses estaban ya agotados, pues apenas bastaban para sus gastos la encomienda de indios que tenía en Guanaco32. Cuando más desesperado se encontraba el contrito Adelantado, dos hechos cambian el rumbo de los acontecimientos: uno, el relevo del virrey Toledo; y el segundo, su casamiento con Isabel Barreto. El nuevo virrey, conde de Villar, parece mostrar un sincero interés porque se realice la ocupación de las islas Salomón, por entender que importa y conviene al servivio de su Magestad, escribe al monarca el 25 de mayo de 1586.
El virrey no sólo le ayuda con buenas palabras, sino que le facilita tierras para que saque trigo para la futura expedición. Fruto del nuevo clima será la ayuda que le ofrecerá Hernando Samero Gallegos de Andrade, que aprestará para la dicha jornada un navío aderezado e pertrechado e marinado para hacer el viaje el dicho Adelantado; y levantó cien hombres para la dicha jornada, sin sueldo alguno, sino con los socorros que el dicho capitán les daba, en que hizo grande gasto de su hacienda33. Todo tiene un color rosado para que Mendaña ponga en marcha su accidentado viaje, pero un nuevo inconveniente lo demorará: una vez más, las piraterías inglesas. Ya en 1578, Drake había merodeado por las costas peruanas, atacando inclusive el puerto de El Callao; ahora, en 1587, todo el virreinato se convulsionó por la presencia de Thomas Cavendish, que hasta 1591 realizaría correrías por sus costas. Álvaro de Mendaña se tuvo que ofrecer para luchar contra los ingleses y lo vemos ocupando puestos de responsabilidad en la lucha contra Cavendish, y en 1593 contra Richard Hawkins, participando personalmente en su captura, en el combate naval que se dio en el puerto de Atacama, donde, tras ardorosa pelea, Hawkins se rindió a don Beltrán de Castro, que le dio su palabra de que su vida sería respetada, como así fue en efecto. El otro acontecimiento trascendental en la vida de Mendaña será su casamiento con su paisana Isabel de Barreto, posiblemente en los primeros meses de 1580.
Tendría por tanto Mendaña treinta y ocho años; ignoramos los de la novia, aunque creemos que sería veinteañera. De esta unión no hubo hijos, pero sí los tuvo la Barreta de su segundo enlace con don Fernando Castro, según se deduce de una carta que escribió este último a Su Majestad, el 28 de enero de 1598. Por la edad de las nupcias de Mendaña, no parece ser que Doña Isabel fuera su único amor, pues, cómo no, por Sarmiento sabemos que una de las causas por las que Mendaña ansiaba regresar rápidamente a Perú es por que andaba enamorado. No creo que fuera de la Barreto, que tendría entonces unos cuatro o seis años. El enlace con Isabel, más bien parece una boda de conveniencia. Recordemos su vuelta a Perú, el agotamiento de su peculio, y para rehacerlo, el casamiento salvador, porque según el virrey, el conde de Villar pensaba gastar la dote de su mujer para realizar la jornada (Carta a su Majestad, 25 de marzo de 1586). Nombrado virrey de Perú, don García Hurtado de Mendoza (1588-1595), tras resolver el problema de las incursiones de los piratas ingleses, se preocupó de resolver lo más prestamente posible la ya eterna marcha a las Salomón, y más, tras el relevante papel desempeñado por Mendaña, en atajar las acciones de dichos piratas.