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Datos principales
Rango
Arte Español Medieval
Desarrollo
Esta iglesia monacal, algo apartada de Toledo, nos ha llegado en un magnífico estado de conservación y puede ser la que mejor represente al arte mozárabe , como pervivencia del arte visigodo en territorios arabizados. Se ha excavado y estudiado con detenimiento, antes de su reciente restauración, por lo que sabemos de la existencia allí de un monasterio desde época visigoda, así como que su abandono y destrucción se produjo a comienzos del siglo X, según los análisis de carbono 14, lo que coincide con la fecha de la represión por Abderramán III de los mozárabes toledanos. El tipo de iglesia de planta central con cimborrio, cuatro brazos de naves, pórtico, capilla mayor y cámaras laterales para monjes, es el de los edificios monásticos visigodos , pero la unidad de medida que se ha determinado en su trazado es precisamente el codo, de unos cincuenta centímetros de longitud, empleado con muchas variantes en la arquitectura musulmana, pero nunca en la visigoda. Ya señaló Gómez Moreno el carácter mozárabe de la ausencia de decoración esculpida, frente a la riqueza ornamental de los restos visigodos de Toledo; precisamente, en las recientes excavaciones se ha descubierto un buen número de piezas decorativas que pudieron pertenecer a la primitiva iglesia visigoda, entre ellas un fragmento de barrotera de cancel bajo el pavimento, y ninguna de ellas tiene cabida en la iglesia conservada. La decoración de Santa María de Melque estaba tallada en estuco, según el gusto islámico, de lo que sólo se conservan restos en uno de los arcos, frente a la preferencia visigoda por mantener limpios los muros y concentrar la decoración en bandas horizontales.
La técnica de construcción es a base de sillería de granito con un núcleo de mortero y cierta tendencia a la colocación de bloques a soga y tizón en algunas hiladas, como es costumbre en lo califal; sin embargo, resulta del mayor interés la disposición de columnas adosadas en el soporte del cimborrio, realizadas como un simple abultamiento semicilíndrico de la sillería, sin basas ni capiteles; hacen juego con esto las redondeces de las esquinas del edificio, marcadas con aristas verticales. Esta simulación de columnas parece buscar una aproximación del aspecto del edificio al de un templo clásico, lo que se refuerza con la disposición de frontones triangulares moldurados en todos los testeros, que han sido restaurados recientemente. Frente a la tendencia visigoda de formar pisos horizontales se vuelve aquí a un interés por la estructura vertical de la arquitectura clásica adintelada, que aparece también en los monumentos ramirenses asturianos , aunque con formas muy distintas. Estos propósitos estéticos se deben a una iniciativa original, sin precedentes ni continuadores. En cuanto a la organización interior del alzado, hay que destacar el sistema de abovedamiento con sillería de buen tamaño; los arcos que sostienen el cimborrio son de herradura, con clave alta y el trasdós embebido tras las bóvedas, aunque sin trabar con ellas; el arco toral es del mismo tipo y le faltan las jambas, que pudieron ser columnas adosadas. Todas las bóvedas son de cañón peraltado, salvo la de la capilla, de cuarto de esfera pero prolongada en ambos sentidos.
Esta disposición de arcos y bóvedas se apoya sobre una imposta corrida, muy tosca, con dos o tres surcos paralelos, igual que la cornisa exterior; la misma moldura hay en las impostas de las ventanas, de herradura abocinada, y en las puertas que comunican los brazos del crucero con las cámaras laterales. Parece que el pórtico occidental es un añadido, del que sólo quedan cimientos, al igual que las cámaras laterales, cuyos muros no traban bien con la fachada; de hecho, la restauración sólo ha respetado la cámara norte. Por necesidades del culto y la liturgia monástica, debe pensarse que la estructura primitiva contaba con la puerta occidental y las dos del crucero, colocadas aquí hacia el este y no hacia el oeste como en las iglesias visigodas, aunque esta diferencia puede ser debida a simples razones de la topografía del monasterio; hay además otras dos puertas en el brazo oriental del crucero, que parecen tener la misma función que las puertas de las celdas monásticas visigodas, pero en realidad comunican con la misma pieza que las otras dos puertas, y corresponden con certeza al trazado original, puesto que poseen arcos de descarga por debajo de la imposta de la bóveda. Puede que estas cámaras no se proyectaran como celdas, sino como pórticos para resguardar las entradas por simples razones climáticas y añadidas como reforma durante la ejecución del edificio. La abundancia de rasgos visigodos que aún se mantienen en Santa María de Melque, dentro de una realización que participa de técnicas y decoraciones musulmanas y con unos ciertos propósitos de grandeza y originalidad, caracterizan bien en su conjunto lo que podría llamarse indistintamente arte postvisigodo o mozárabe.
Los que siguen la tesis tradicional de la arquitectura mozárabe aceptan la propuesta de Gómez Moreno de que el edificio emblemático del mozarabismo toledano es la iglesia de Santa María de Melque. Desde hace mucho tiempo algunos historiadores se han opuesto a una catalogación tan tardía de este edificio. Presenta un concepto del volumen y de la organización de sus masas, así como una ampliación de cornisamientos y frontones triángulares, que sólo pueden ser obra de un maestro que tiene muy presentes las formas de la arquitectura tardoantigua. Sus sospechas se confirmaron plenamente con el estudio de Luis Caballero, quien ha puesto de manifiesto, después de su excavación, que Melque es una obra hispanovisigoda. Su templo se incluye en la serie tipológica de los conocidos de Santa Comba de Bande (Orense) y, el también toledano, San Pedro de Mata. El Melque cristiano seguiría siendo utilizado con fines litúrgicos durante un período indeterminado después de la invasión, terminando por convertirse en un centro fortificado.
La técnica de construcción es a base de sillería de granito con un núcleo de mortero y cierta tendencia a la colocación de bloques a soga y tizón en algunas hiladas, como es costumbre en lo califal; sin embargo, resulta del mayor interés la disposición de columnas adosadas en el soporte del cimborrio, realizadas como un simple abultamiento semicilíndrico de la sillería, sin basas ni capiteles; hacen juego con esto las redondeces de las esquinas del edificio, marcadas con aristas verticales. Esta simulación de columnas parece buscar una aproximación del aspecto del edificio al de un templo clásico, lo que se refuerza con la disposición de frontones triangulares moldurados en todos los testeros, que han sido restaurados recientemente. Frente a la tendencia visigoda de formar pisos horizontales se vuelve aquí a un interés por la estructura vertical de la arquitectura clásica adintelada, que aparece también en los monumentos ramirenses asturianos , aunque con formas muy distintas. Estos propósitos estéticos se deben a una iniciativa original, sin precedentes ni continuadores. En cuanto a la organización interior del alzado, hay que destacar el sistema de abovedamiento con sillería de buen tamaño; los arcos que sostienen el cimborrio son de herradura, con clave alta y el trasdós embebido tras las bóvedas, aunque sin trabar con ellas; el arco toral es del mismo tipo y le faltan las jambas, que pudieron ser columnas adosadas. Todas las bóvedas son de cañón peraltado, salvo la de la capilla, de cuarto de esfera pero prolongada en ambos sentidos.
Esta disposición de arcos y bóvedas se apoya sobre una imposta corrida, muy tosca, con dos o tres surcos paralelos, igual que la cornisa exterior; la misma moldura hay en las impostas de las ventanas, de herradura abocinada, y en las puertas que comunican los brazos del crucero con las cámaras laterales. Parece que el pórtico occidental es un añadido, del que sólo quedan cimientos, al igual que las cámaras laterales, cuyos muros no traban bien con la fachada; de hecho, la restauración sólo ha respetado la cámara norte. Por necesidades del culto y la liturgia monástica, debe pensarse que la estructura primitiva contaba con la puerta occidental y las dos del crucero, colocadas aquí hacia el este y no hacia el oeste como en las iglesias visigodas, aunque esta diferencia puede ser debida a simples razones de la topografía del monasterio; hay además otras dos puertas en el brazo oriental del crucero, que parecen tener la misma función que las puertas de las celdas monásticas visigodas, pero en realidad comunican con la misma pieza que las otras dos puertas, y corresponden con certeza al trazado original, puesto que poseen arcos de descarga por debajo de la imposta de la bóveda. Puede que estas cámaras no se proyectaran como celdas, sino como pórticos para resguardar las entradas por simples razones climáticas y añadidas como reforma durante la ejecución del edificio. La abundancia de rasgos visigodos que aún se mantienen en Santa María de Melque, dentro de una realización que participa de técnicas y decoraciones musulmanas y con unos ciertos propósitos de grandeza y originalidad, caracterizan bien en su conjunto lo que podría llamarse indistintamente arte postvisigodo o mozárabe.
Los que siguen la tesis tradicional de la arquitectura mozárabe aceptan la propuesta de Gómez Moreno de que el edificio emblemático del mozarabismo toledano es la iglesia de Santa María de Melque. Desde hace mucho tiempo algunos historiadores se han opuesto a una catalogación tan tardía de este edificio. Presenta un concepto del volumen y de la organización de sus masas, así como una ampliación de cornisamientos y frontones triángulares, que sólo pueden ser obra de un maestro que tiene muy presentes las formas de la arquitectura tardoantigua. Sus sospechas se confirmaron plenamente con el estudio de Luis Caballero, quien ha puesto de manifiesto, después de su excavación, que Melque es una obra hispanovisigoda. Su templo se incluye en la serie tipológica de los conocidos de Santa Comba de Bande (Orense) y, el también toledano, San Pedro de Mata. El Melque cristiano seguiría siendo utilizado con fines litúrgicos durante un período indeterminado después de la invasión, terminando por convertirse en un centro fortificado.