Lo que Cortés escribió a Narváez
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Datos principales
Desarrollo
Lo que Cortés escribió a Narváez Más de lo que nadie piensa dio que pensar esta nueva y grande armada a Cortés, antes de que supiese de quién era. Por una parte se alegraba de que viniesen españoles; por otra sentía que fuesen tantos. Si venían a ayudarle, tenía por ganada la tierra; si contra él, por perdida. Si venían de España, creía que le traerían buen despacho; si de Cuba, temía guerra civil con ellos. Le parecía que de España no podía venir tanta gente, y sospechaba que era de las islas, y que debía de venir allí Diego Velázquez, y después que lo supo tuvo otro tanto de pensar, porque le cortaba el hilo de su prosperidad y le atajaban los pasos que traía en calar los secretos de la tierra, las minas, la riqueza, las fuerzas, los que eran amigos de Moctezuma o enemigos; le estorbaban de poblar los lugares que tenían comenzado, de ganar amigos, de cristianar a los indios, que era y debía ser lo principal, y cesaban otras muchas cosas tocantes al servicio de Dios y del Rey y a provecho de nuestra nación. Temía que por desviar un inconveniente podían seguirle otros muchos; si dejaba llegar a México a Pánfilo de Narváez, capitán que venía de aquella flota por Diego Velázquez, estaba segura su perdición; si salía contra él, la revuelta de la ciudad y la libertad de Moctezuma, y ponía en condición su vida, su honra, sus trabajos, y por no llegar a estos extremos, se arrimó a los medios. Lo primero que hizo fue despachar dos hombres, uno a Juan Velázquez de León, que iba a poblar a Coazacoalco, para que luego, en viendo su carta, se volviese a México, y le dio noticia de la llegada de Narváez, y de la necesidad que tenía de él y de los ciento cincuenta españoles que consigo llevaba.
El otro a Veracruz a que le trajesen razón cierta y completa de la llegada de Pánfilo, y de qué buscaba y qué decía. El tal Juan Velázquez hizo lo que Cortés le escribió, y no lo que Narváez, que como cuñado suyo, y deudo de Diego Velázquez, le rogaba se pasase a él, por lo cual Cortés lo honró mucho de allí en adelante. De Veracruz fueron a México veinte españoles con aviso de lo que Narváez publicaba, y llevaron presos a un clérigo y a Alonso de Guevara y a Juan Ruiz de Vergara, que habían ido a la villa para amotinar a la gente de Cortés, bajo pretexto de que iban a requerirla con cédula del Rey. Lo segundo fue, que envió a fray Bartolomé de Olmedo, de la Merced, con otros dos españoles, a ofrecer su amistad a Narváez, y si no la quería, a requerirle de parte del Rey, y en nombre suyo, como justicia mayor de aquella tierra, y de la de los alcaldes y regidores de Veracruz, que estaban en México, que entrase callado si traía provisiones del Rey o de su Consejo, y sin hacer daño en la tierra; no escandalizase ni causase males, ni estorbase la buena ventura que allí tenían los españoles, ni el servicio del Emperador, ni la conversión de los indios; y si no las traía, que se volviese y dejase en paz la tierra y la gente. Mas poco aprovechó este requerimiento ni las cartas de Cortés y regimiento. Soltó al clérigo que trajeron preso los de Veracruz, y le envió después tras el fraile a Narváez con algunos collares de oro muy ricos y otras joyas, y una carta que en resumen contenía cuánto se alegraba de que viniese él en aquella flota antes que otro ninguno, por el viejo conocimiento que entre ellos había, y que se viesen solos si mandaba, para dar orden de que no hubiese guerra ni muerte ni enojo entre españoles y hermanos, porque si traía provisiones del Rey, y se las mostraba a él o al cabildo de Veracruz, que se obedecerían, como era justo, y si no, que tomarían otro buen acuerdo. Narváez, como venía tan pujante, nada o muy poco se preocupaba de aquellas cartas ni ofertas ni requerimientos de Cortés, y porque Diego Velázquez, que le enviaba, estaba muy enojado e indignado.
El otro a Veracruz a que le trajesen razón cierta y completa de la llegada de Pánfilo, y de qué buscaba y qué decía. El tal Juan Velázquez hizo lo que Cortés le escribió, y no lo que Narváez, que como cuñado suyo, y deudo de Diego Velázquez, le rogaba se pasase a él, por lo cual Cortés lo honró mucho de allí en adelante. De Veracruz fueron a México veinte españoles con aviso de lo que Narváez publicaba, y llevaron presos a un clérigo y a Alonso de Guevara y a Juan Ruiz de Vergara, que habían ido a la villa para amotinar a la gente de Cortés, bajo pretexto de que iban a requerirla con cédula del Rey. Lo segundo fue, que envió a fray Bartolomé de Olmedo, de la Merced, con otros dos españoles, a ofrecer su amistad a Narváez, y si no la quería, a requerirle de parte del Rey, y en nombre suyo, como justicia mayor de aquella tierra, y de la de los alcaldes y regidores de Veracruz, que estaban en México, que entrase callado si traía provisiones del Rey o de su Consejo, y sin hacer daño en la tierra; no escandalizase ni causase males, ni estorbase la buena ventura que allí tenían los españoles, ni el servicio del Emperador, ni la conversión de los indios; y si no las traía, que se volviese y dejase en paz la tierra y la gente. Mas poco aprovechó este requerimiento ni las cartas de Cortés y regimiento. Soltó al clérigo que trajeron preso los de Veracruz, y le envió después tras el fraile a Narváez con algunos collares de oro muy ricos y otras joyas, y una carta que en resumen contenía cuánto se alegraba de que viniese él en aquella flota antes que otro ninguno, por el viejo conocimiento que entre ellos había, y que se viesen solos si mandaba, para dar orden de que no hubiese guerra ni muerte ni enojo entre españoles y hermanos, porque si traía provisiones del Rey, y se las mostraba a él o al cabildo de Veracruz, que se obedecerían, como era justo, y si no, que tomarían otro buen acuerdo. Narváez, como venía tan pujante, nada o muy poco se preocupaba de aquellas cartas ni ofertas ni requerimientos de Cortés, y porque Diego Velázquez, que le enviaba, estaba muy enojado e indignado.