Lo que Pánfilo de Narváez dijo a los indios y respondió a Cortés

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Lo que Pánfilo de Narváez dijo a los indios y respondió a Cortés Pánfilo de Narváez dijo a los indios que estaban engañados, por cuanto él era el capitán y señor; que Cortés no, sino un malo, y los que con él estaban en México, que eran sus mozos, y que él venía a cortarle la cabeza y a castigarlos y echarlos de la tierra, y luego irse y dejársela libre. Ellos se lo creyeron al verle con tantos barbudos y caballos, creo que de ligeros o medrosos; con esto le servían y acompañaban, y dejaban a los de Veracruz. También se congració con Moctezuma, diciéndole que Cortés estaba allí contra la voluntad de su Rey; que era hombre bandolero y codicioso, que le robaba su tierra y le quería matar para alzarse con el reino, y que él iba a soltarle y a restituirle cuanto aquellos malos le habían tomado; y para que a otros no hiciesen semejantes daños y mal tratamiento, que los prendería y mataría, o metería en prisión; por eso, que estuviese alegre, pues pronto se verían, y no iba a hacer más que restituirle en su reino y volverse a su tierra. Eran estos tratos tan malos y tan feos, e injuriosas palabras y cosas que Pánfilo decía públicamente de Cortés y los españoles de su compañía, que parecían muy mal a los de su ejército; y muchos no las pudieron sufrir sin afeárselas, especialmente Bernaldino de Santa Clara, que viendo la tierra tan pacífica y tan bien contenta de Cortés, le dio una buena reprimenda, y asimismo le hizo uno y muchos requerimientos el licenciado Ayllón y le mandó, bajo gravísimas penas de muerte y pérdida de bienes, que no dijese aquello ni fuese a México; que sería grandísimo escándalo para los indios y desasosiego para los españoles, deservicio del Emperador y estorbo del bautismo.

Enojado de ello, Pánfilo prendió al licenciado Ayllón, oidor del Rey, a un secretario de la Audiencia y a un alguacil. Los metió en otra nao, y los envió a Diego Velázquez; mas él se supo dar tan buena maña que, o sobornando a los marineros, o atemorizándolos con la justicia del Rey, se volvió libremente a su chancillería, donde contó cuanto le sucediera con Narváez a sus compañeros y gobernadores, que no poco dañó los negocios de Diego Velázquez y mejoró los de Cortés. Cuando prendió Narváez al licenciado, pregonó guerra a fuego, como dicen, y a sangre contra Cortés; prometió algunos marcos de oro al que prendiese o matase a Cortés, a Pedro de Albarado y a Gonzalo de Sandoval, y a otras principales personas de su compañía, y repartió el dinero y ropa a los suyos, haciendo mercedes de lo ajeno. Tres cosas fueron éstas harto livianas y fanfarronas. Muchos españoles de Narváez se amotinaban por los mandamientos del licenciado Ayllón, o por la fama de la riqueza y franqueza de Cortés; y así, Pedro de Villalobos y un portugués, y otros seis o siete se pasaron a Cortés, y otros le escribieron, según algunos dicen, ofreciéndosele si venía para ellos; y que Cortés leyó las cartas, callando la firma y nombres de quienes eran, a los suyos; en las cuales los llamaba sus mozos, traidores, salteadores, y los amenazaba de muerte y a quitarles la hacienda y tierra. Unos cuentan que ellos se amotinaron, y otros que Cortés los sobornó con cartas, ofertas y una carga de collares y tejuelos de oro que envió secretamente al campamento de Pánfilo de Narváez con un criado suyo, y que publicaba tener en Cempoallan doscientos españoles.

Todo pudo ser, pues el uno era tibio y descuidado y el otro era cuidadoso y ardía en los negocios. Narváez respondió a Cortés con el fraile de la Merced, y lo substancial de la carta era que fuese después, vista la presente, a donde él estaba, que traía y le quería mostrar unas provisiones del Emperador para tomar y tener aquella tierra por Diego Velázquez, y que ya tenía hecha una villa de hombres solamente con alcaldes y regidores. Tras esta carta envió a Bernaldino de Quesada y a Alonso de Mata a requerirle que saliese de la tierra, bajo pena de muerte, y notificarle las provisiones; mas no se las notificaron, o porque no las llevaban, que fuera poco sabio si de nadie las confiara, o porque no les dieran lugar; antes bien Cortés hizo prender al tal Pedro de Mata porque se llamaba escribano del Rey no siéndolo o no mostrando el título.

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