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Datos principales
Rango
ibérico
Desarrollo
Se trata de un conjunto de cerámicas procedentes de yacimientos ubicados en el valle del Ebro y en el reborde oriental de la Meseta, en un ámbito donde las poblaciones de raigambre céltica han experimentado a lo largo de los siglos el paulatino aporte de los elementos ibéricos de la costa . Esto se manifiesta también en la cerámica, y trae como consecuencia una producción híbrida del mayor interés. Ejemplo paradigmático de este estilo cerámico son los vasos de Azaila, en Teruel, que por una parte muestran aspectos formales y decorativos derivados del mundo ibérico y por otra elementos propios, cuando no directamente derivados del mundo itálico. Entre los primeros, la forma del cálato ibérico, que arraigó profundamente entre los celtíberos, y la decoración tradicional de circunferencias, semicircunferencias, bandas, líneas, bandas de líneas onduladas, etc., propias de los iberos; pero junto a ellos se desarrollan formas nuevas, como los vasos cilíndricos con tapadera o los quemaperfumes en forma de trompeta, que parecen unas formas importadas directamente de Italia y casi desconocidas entre los iberos; y también decoraciones en las que abundan las hojas de hiedra, los roleos y las hojas vegetales estilizadas; hay un marcado predominio de la línea curva, sinuosa, sobre las formas rectas meridionales. Una decoración muy característica, sobre todo en los vasos cilíndricos, es la de uno o varios motivos alargados, por regla general vegetales estilizados, a cuyo alrededor, y en ocasiones de forma simétrica, se disponen roleos, motivos vegetales y geométricos y, en algunos casos, también humanos.
Uno de los ejemplos más característicos es el de un vaso del Cabezo de La Guardia, en Alcorisa (Teruel), en el que, en torno a un árbol de la vida central, se arremolinan guerreros o cazadores a caballo, un hombre manejando un arado tirado por dos bueyes, tres jabalíes perseguidos por cuatro perros, y dos parejas de hombres danzando alrededor de una gran ánfora; todo ello ante un fondo repleto de aves y pájaros diversos, y representado con un gran esquematismo, sin atisbo alguno de profundidad ni de perspectiva. Algunos recursos decorativos recuerdan las soluciones de los vasos de Liria: los cuerpos ahuecados, en este caso sobre todo los de las aves, que presentan líneas onduladas como motivos de relleno, aunque en otros vasos pueden ser sustituidos por rosetas y espirales. Otro friso decorativo de un vaso del Castelillo de Aloza, también en Teruel, presenta restos de un combate entre dos guerreros armados de lanza y escudo, sobre un toro que parece atado por los cuernos a un objeto semidesaparecido, y tras ellos, separado por lo que parece ser una escalerilla de cuerda, un grupo de guerreros y motivos vegetales indeterminados. Recipientes con este tipo de decoraciones son los que predominan en los distintos yacimientos del valle del Ebro. Hay, sin embargo, un conjunto cerámico del mayor interés, que hemos de exponer a continuación. Nos referimos al grupo cerámico de Numancia , caracterizado, como ocurría con el de Azaila, también en parte por formas propias, como las jarras de cuerpo alargado con un asa, y sobre todo por su decoración polícroma de animales, guerreros, escenas de combates, etc.
, todo ello realizado con figuras sumamente esquemáticas y expresionistas; característicos son los caballos fantásticos y los guerreros que se enfrentan en combate singular en un cuenco del museo de Soria, la cabeza de toro vista de frente de otro vaso, o un jarro alargado de los más característicos en el que se representa una figura esquemática provista al parecer de armadura, con un cuello largo y estrecho, que recuerda en sus rasgos al de un caballo, cuya cabeza ha desaparecido. Se trata de un grupo cerámico peculiar, vistoso y de un considerable interés; su cronología es dudosa, puesto que ha de estar en relación con la de la propia ciudad, aunque si tenemos en cuenta que lo que se conserva no es, como se había supuesto, la ciudad destruida por Escipión, sino una reconstruida con posterioridad, parece evidente que esta cerámica debe ser también posterior a la destrucción de la ciudad, lo que la convertiría en contemporánea de la de Azaila y se integraría, como un grupo aparte y diferenciado, en el conjunto de cerámicas figuradas del último siglo a. C. en el área oriental de la Península Ibérica.
Uno de los ejemplos más característicos es el de un vaso del Cabezo de La Guardia, en Alcorisa (Teruel), en el que, en torno a un árbol de la vida central, se arremolinan guerreros o cazadores a caballo, un hombre manejando un arado tirado por dos bueyes, tres jabalíes perseguidos por cuatro perros, y dos parejas de hombres danzando alrededor de una gran ánfora; todo ello ante un fondo repleto de aves y pájaros diversos, y representado con un gran esquematismo, sin atisbo alguno de profundidad ni de perspectiva. Algunos recursos decorativos recuerdan las soluciones de los vasos de Liria: los cuerpos ahuecados, en este caso sobre todo los de las aves, que presentan líneas onduladas como motivos de relleno, aunque en otros vasos pueden ser sustituidos por rosetas y espirales. Otro friso decorativo de un vaso del Castelillo de Aloza, también en Teruel, presenta restos de un combate entre dos guerreros armados de lanza y escudo, sobre un toro que parece atado por los cuernos a un objeto semidesaparecido, y tras ellos, separado por lo que parece ser una escalerilla de cuerda, un grupo de guerreros y motivos vegetales indeterminados. Recipientes con este tipo de decoraciones son los que predominan en los distintos yacimientos del valle del Ebro. Hay, sin embargo, un conjunto cerámico del mayor interés, que hemos de exponer a continuación. Nos referimos al grupo cerámico de Numancia , caracterizado, como ocurría con el de Azaila, también en parte por formas propias, como las jarras de cuerpo alargado con un asa, y sobre todo por su decoración polícroma de animales, guerreros, escenas de combates, etc.
, todo ello realizado con figuras sumamente esquemáticas y expresionistas; característicos son los caballos fantásticos y los guerreros que se enfrentan en combate singular en un cuenco del museo de Soria, la cabeza de toro vista de frente de otro vaso, o un jarro alargado de los más característicos en el que se representa una figura esquemática provista al parecer de armadura, con un cuello largo y estrecho, que recuerda en sus rasgos al de un caballo, cuya cabeza ha desaparecido. Se trata de un grupo cerámico peculiar, vistoso y de un considerable interés; su cronología es dudosa, puesto que ha de estar en relación con la de la propia ciudad, aunque si tenemos en cuenta que lo que se conserva no es, como se había supuesto, la ciudad destruida por Escipión, sino una reconstruida con posterioridad, parece evidente que esta cerámica debe ser también posterior a la destrucción de la ciudad, lo que la convertiría en contemporánea de la de Azaila y se integraría, como un grupo aparte y diferenciado, en el conjunto de cerámicas figuradas del último siglo a. C. en el área oriental de la Península Ibérica.