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Datos principales
Rango
América 1550-1700
Desarrollo
Es muy difícil aventurar cifras de producción de los metales preciosos, ya que sólo contamos con datos de tipo fiscal procedentes de las cajas reales o de las acuñaciones realizadas en las Casas de Moneda, que representan un tanto por ciento muy discutido de lo que realmente se extrajo. Unos cálculos referenciales son los de Szaszdi, según los cuales Hispanoamérica produjo entre 1521 y 1610 unos 346.267.199 pesos ensayados, equivalentes a 157.500 millones de maravedises y a unas 15.000 toneladas de plata, lo que significa un promedio anual de casi 166 toneladas. Su distribución por períodos de treinta años sería: Treintenas Pesos ensayados Total kilos Promedio anual de kilos 1521-1559 20.622.807 889.538 29.651 1551-1580 104.639.392 4.513.484 150.449 1581-1610 221.005.000 9.532.764 317.758 Totales 346.267.199 14.935.786 165.953 Los promedios anuales revelan el aumento productivo, sobre todo en los últimos treinta años. En cuanto a la distribución entre los dos virreinatos, sería de 112.424.628 pesos (32,5%) para el de la Nueva España y 233.842.571 (67,5%) para el del Perú . En el primero destacó Zacatecas, que dio la tercera parte de toda la plata mexicana y en el segundo el Potosí, con el 77% de la peruana. Entre 1575 y 1600, Potosí produjo la mitad de la plata americana. La producción argentífera sufrió una contracción a lo largo del siglo XVII, pero con ritmos diferentes en México y Perú.
En el primero empezó en 1630, como consecuencia de la falta de mercurio y del agotamiento de los filones de algunas minas, pero volvió a resurgir hacia 1670, gracias al auge de la fundición. La minería mexicana se distinguió por haber amparado un desarrollo regional de tipo agropecuario que le sirvió de soporte durante los años malos. En el Perú, se mantuvo hasta 1680 e inició su recuperación a fines de dicha centuria. Los cálculos sobre producción aurífera son aún más imprecisos, pues no contamos con estudios sobre las cajas neogranadinas , su zona principal (de su territorio salió entre el 46 y el 50% del oro de toda Hispanoamérica) y además circuló más oro ilegal (en valor) que plata. Algunos autores piensan que la producción registrada por el aparato fiscal no llegaba al 50% de la total. En términos generales, se supone que entre 1492 y 1545 se extrajeron unos 17 millones de pesos, equivalentes a casi 74 toneladas, y desde 1545 a 1610 otros 66.054.759 pesos de oro fino, equivalentes a unas 287 toneladas. El promedio serían unas tres toneladas anuales, que subió a casi cuatro y medio en los últimos 65 años anotados. Los principales productores eran el Nuevo Reino de Granada (46,7%), Chile (17,9%) y Quito (16,9%), seguidos de México (San Luis de Potosí) y Perú (Carabaya). En Nueva Granada se observa una crisis hacia 1620, que duró sesenta años y que afectó a las regiones de las cuencas del Magdalena y Cauca.
Hacia 1680, los mineros payaneses lograron establecer comunicación con el Choco, iniciándose el segundo gran ciclo aurífero en el que se insertó luego la reciclada minería antioqueña. Desde luego hemos verificado que las cajas auríferas neogranadinas contabilizaron 2.593.860 pesos de oro producido entre 1651 y 1701, lo que significa promedios anuales de 50.860 pesos para los años de la supuesta crisis. Otra actividad minera la constituyeron las esmeraldas, que se extraían en varios centros neogranadinos y principalmente en Muzo. Entre 1564 y 1624 se produjeron un millón y medio de pesos, que bajaron a promedios anuales de 15.000 pesos desde 1630. Manuel Casado ha cuantificado la producción esmeraldífera de 1595 a 1709 en 217.612.477 maravedís, lo que determina promedios anuales de 1.892.282 maravedíes o 6.065 patacones en pesos de plata. Gran parte de los metales preciosos se acuñaron en las Indias, donde la Corona trató, paradójicamente, de implantar una economía monetaria a la vez que extraía de allí todo el dinero posible. En 1535 se creó la Casa de Moneda de México, a la que siguieron otras en Lima, Potosí y Santa Fe de Bogotá. El sistema monetario siguió al peninsular y estaba basado en una unidad de cuenta, que era el maravedí. La unidad monetaria era el escudo (1/68 de marco), que generalmente venía de España, y el peso de plata. Este último fue el verdadero monetario americano y era unidad de cuenta y real. Constaba de 450 maravedises y equivalía a un peso de 4,6 gramos de oro de 22 quilates.
El peso tenía ocho reales y cada real en cuartillos u ochavos. Para los metales preciosos, la unidad de peso fue el marco, con distintos submúltiplos. El de oro tenía 27.200 maravedises y el de plata 2.278. El circulante americano fue siempre escaso, pues lo drenaban los europeos (mediante impuestos y contrabando) y hasta los asiáticos. En los reinos donde se producían los metales preciosos, existía una enorme presión fiscal para recoger todo el numerario posible y llevarlo a España, con lo que apenas quedaba para sus necesidades. En México, donde se acuñaban anualmente entre tres y cuatro millones de pesos, llegaron a utilizarse los granos de cacao como instrumento de cambio a fines del siglo XVII, según señala Gemelli Carreri y, en 1665, hubo necesidad de permitir la circulación de moneda peruana para aliviar la terrible situación existente. En los reinos que no producían plata ni oro, había verdaderas economías de trueque. Tal ocurrió por ejemplo en Venezuela , como ha anotado Arcila, hasta que se organizó el negocio exportador de cacao a Nueva España, o en el Río de la Plata hasta que se convirtió en soporte de la minería altoperuana . Lo precario del circulante revaluó el valor del dinero en efectivo (quienes cobraban sueldos tenían en realidad mayor poder adquisitivo) y activó el sistema crediticio. Las instituciones bancarias fueron, por tanto, innecesarias (operaron algunas en Lima y otras ciudades notables), suplidas por los prestamistas que sacaban de apuros a comerciantes y mineros mediante intereses usurarios, aunque en los papeles figura siempre el del 5%, que era el legal. Al préstamo recurrían los criollos más poderosos (en patrimonio) y hasta la Corona. Carlos II pidió al Virrey de México, en 1689, que negociara un empréstito de un millón y medio de pesos sobre la Caja de México, con interés del 5% anual, pagadero con los futuros ingresos del Derecho de Cobos y con los fondos que se cobrarían de la moderación y suspensión de mercedes.
En el primero empezó en 1630, como consecuencia de la falta de mercurio y del agotamiento de los filones de algunas minas, pero volvió a resurgir hacia 1670, gracias al auge de la fundición. La minería mexicana se distinguió por haber amparado un desarrollo regional de tipo agropecuario que le sirvió de soporte durante los años malos. En el Perú, se mantuvo hasta 1680 e inició su recuperación a fines de dicha centuria. Los cálculos sobre producción aurífera son aún más imprecisos, pues no contamos con estudios sobre las cajas neogranadinas , su zona principal (de su territorio salió entre el 46 y el 50% del oro de toda Hispanoamérica) y además circuló más oro ilegal (en valor) que plata. Algunos autores piensan que la producción registrada por el aparato fiscal no llegaba al 50% de la total. En términos generales, se supone que entre 1492 y 1545 se extrajeron unos 17 millones de pesos, equivalentes a casi 74 toneladas, y desde 1545 a 1610 otros 66.054.759 pesos de oro fino, equivalentes a unas 287 toneladas. El promedio serían unas tres toneladas anuales, que subió a casi cuatro y medio en los últimos 65 años anotados. Los principales productores eran el Nuevo Reino de Granada (46,7%), Chile (17,9%) y Quito (16,9%), seguidos de México (San Luis de Potosí) y Perú (Carabaya). En Nueva Granada se observa una crisis hacia 1620, que duró sesenta años y que afectó a las regiones de las cuencas del Magdalena y Cauca.
Hacia 1680, los mineros payaneses lograron establecer comunicación con el Choco, iniciándose el segundo gran ciclo aurífero en el que se insertó luego la reciclada minería antioqueña. Desde luego hemos verificado que las cajas auríferas neogranadinas contabilizaron 2.593.860 pesos de oro producido entre 1651 y 1701, lo que significa promedios anuales de 50.860 pesos para los años de la supuesta crisis. Otra actividad minera la constituyeron las esmeraldas, que se extraían en varios centros neogranadinos y principalmente en Muzo. Entre 1564 y 1624 se produjeron un millón y medio de pesos, que bajaron a promedios anuales de 15.000 pesos desde 1630. Manuel Casado ha cuantificado la producción esmeraldífera de 1595 a 1709 en 217.612.477 maravedís, lo que determina promedios anuales de 1.892.282 maravedíes o 6.065 patacones en pesos de plata. Gran parte de los metales preciosos se acuñaron en las Indias, donde la Corona trató, paradójicamente, de implantar una economía monetaria a la vez que extraía de allí todo el dinero posible. En 1535 se creó la Casa de Moneda de México, a la que siguieron otras en Lima, Potosí y Santa Fe de Bogotá. El sistema monetario siguió al peninsular y estaba basado en una unidad de cuenta, que era el maravedí. La unidad monetaria era el escudo (1/68 de marco), que generalmente venía de España, y el peso de plata. Este último fue el verdadero monetario americano y era unidad de cuenta y real. Constaba de 450 maravedises y equivalía a un peso de 4,6 gramos de oro de 22 quilates.
El peso tenía ocho reales y cada real en cuartillos u ochavos. Para los metales preciosos, la unidad de peso fue el marco, con distintos submúltiplos. El de oro tenía 27.200 maravedises y el de plata 2.278. El circulante americano fue siempre escaso, pues lo drenaban los europeos (mediante impuestos y contrabando) y hasta los asiáticos. En los reinos donde se producían los metales preciosos, existía una enorme presión fiscal para recoger todo el numerario posible y llevarlo a España, con lo que apenas quedaba para sus necesidades. En México, donde se acuñaban anualmente entre tres y cuatro millones de pesos, llegaron a utilizarse los granos de cacao como instrumento de cambio a fines del siglo XVII, según señala Gemelli Carreri y, en 1665, hubo necesidad de permitir la circulación de moneda peruana para aliviar la terrible situación existente. En los reinos que no producían plata ni oro, había verdaderas economías de trueque. Tal ocurrió por ejemplo en Venezuela , como ha anotado Arcila, hasta que se organizó el negocio exportador de cacao a Nueva España, o en el Río de la Plata hasta que se convirtió en soporte de la minería altoperuana . Lo precario del circulante revaluó el valor del dinero en efectivo (quienes cobraban sueldos tenían en realidad mayor poder adquisitivo) y activó el sistema crediticio. Las instituciones bancarias fueron, por tanto, innecesarias (operaron algunas en Lima y otras ciudades notables), suplidas por los prestamistas que sacaban de apuros a comerciantes y mineros mediante intereses usurarios, aunque en los papeles figura siempre el del 5%, que era el legal. Al préstamo recurrían los criollos más poderosos (en patrimonio) y hasta la Corona. Carlos II pidió al Virrey de México, en 1689, que negociara un empréstito de un millón y medio de pesos sobre la Caja de México, con interés del 5% anual, pagadero con los futuros ingresos del Derecho de Cobos y con los fondos que se cobrarían de la moderación y suspensión de mercedes.