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Barroco14

Desarrollo


Francisco Ribalta fue el pintor más importante de la escuela valenciana del siglo XVII. Nacido en 1565 en Solsona (Lérida) y muerto en Valencia en 1628, su estilo refleja los cambios estilísticos que se produjeron a lo largo de su vida.Formado en El Escorial en los años ochenta, allí aprendió el lenguaje del manierismo reformado, para después evolucionar hacia el naturalismo tenebrista del Barroco, que él define con total plenitud aproximadamente desde 1620, impregnándole de la honda espiritualidad que caracteriza a la escuela española.Con evidente eclecticismo asumió su aprendizaje en El Escorial, donde firmó en 1582 su primera obra conocida, los Preparativos para la Crucifixión del Museo del Ermitage (San Petersburgo). El dramatismo de Navarrete, la retórica de Cincinato, la grandilocuencia de Tibaldi, el academicismo de Zuccaro y la entonación de Tiziano configuran su estilo inicial, con el que no logró encargos importantes ni entrar al servicio real durante los casi veinte años que residió en la corte.Quizás por esta causa se trasladó a Valencia en 1599, con la esperanza de entrar en contacto con el arzobispo Juan de Ribera, quien buscaba por entonces pintores para decorar el Colegio del Corpus Christi, seminario fundado por él. San Juan de Ribera, ardiente defensor de los ideales trentinos, fue una personalidad decisiva para la pintura valenciana de principios de siglo, porque con su mecenazgo impulsó una expresión artística basada en el carácter piadoso y la severidad y el rigor contrarreformista que renovó el lenguaje pictórico de la zona, aún dependiente de la escuela de Juanes.

Esta nueva dirección fue iniciada por Juan Sariñena (h. 1545-1619), quien residió cinco años en Roma, entre 1570 y 1575, conociendo allí el manierismo reformado, para afincarse después en Valencia, donde realizó una pintura de incipiente realismo.Este fue el ambiente artístico que encontró Ribalta a su llegada, asimilándolo enseguida según era habitual en él. El primer encargo importante que recibió en tierras levantinas fue el retablo mayor de la iglesia de San Jaime de Algemesí (1603, Valencia), en cuyos lienzos refleja diversas influencias -El Escorial, Sariñena, incluso Juanes-, en especial la de Navarrete, al que sigue fielmente en la escena del Martirio de Santiago. Poco tiempo después empezó a trabajar para el arzobispo Ribera, pintando el retablo mayor de la capilla del Colegio del Corpus Christi, al que pertenece una grandiosa Santa Cena (1606), de iconografía contrarreformista y composición y fondos arquitectónicos aún escurialenses. A partir de estos momentos el éxito le consolidó como el primer pintor de la ciudad, categoría que conservó hasta su muerte.Sin embargo, y a pesar del reconocimiento alcanzado, se produjo hacia 1620 un cambio definitivo en su estilo, que adquirió desde entonces las cualidades del naturalismo barroco. Modelos concretos, iluminación tenebrista e interés por la realidad inmediata, por lo tangible y lo emocional, caracterizan sus trabajos de los últimos años, entre los que destacan el Abrazo de San Francisco al Crucificado (Museo de Bellas Artes, Valencia) y el San Francisco confortado por un ángel místico (Museo del Prado, Madrid), ambos pintados para el convento de capuchinos de la Sangre de Cristo hacia 1620, y las obras que realizó para la Cartuja de Portaceli (1625-1627), entre las que se encuentra el Abrazo de Cristo a San Bernardo (Museo del Prado, Madrid) y su famoso San Bruno (Museo de Bellas Artes, Valencia), cuya imagen monumental y austera anuncia el arte de Zurbarán.

Los motivos de este cambio estilístico son difíciles de explicar. Quizás viajó a Italia, o a la corte, o evolucionó él sólo como consecuencia de su capacidad para aprender y del exaltado ambiente contrarreformista existente por entonces en Valencia. Sea cual fuere el origen de su estilo final, éste supuso la máxima aportación valenciana a la pintura española del XVII, pero también la última, porque el hundimiento económico de la zona, que se inició a principios del siglo tras la expulsión de los moriscos (1609), impidió que otros artistas portadores de novedades se acercaran a la región para trabajar. Por esta causa sus seguidores prolongaron la hegemonía de su estilo hasta las últimas décadas de la centuria sin interferencias. Entre ellos se encontraban su hijo Juan (h. 1596-1628), malogrado prematuramente pues murió sólo unos meses después que su padre, y Jerónimo Jacinto Espinosa (1600-1667), el pintor más dotado entre los activos en Valencia en la segunda mitad del siglo.

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