La genialidad de Francisco Salzillo

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Rango

Arte Español del Siglo XVIII

Desarrollo


Sin duda gozó Francisco Salzillo de una muy merecida fama en vida, y ello fue tanto por su profusa y valiosa producción como por la valía personal humana con la cual, según a todas luces se desprende de las noticias que nos legó el pasado, se investían tanto él como su familia. Fue sin duda esa primera fama la que llevó a Ceán Bermúdez a interesarse por él en su "Diccionario", publicado 17 años después de su muerte, en el que le dedica bastante espacio y elogios sin reservas como aquel en que le compara a los mejores maestros del siglo XVI, o asimismo cuando anota que, tras ser solicitada su presencia, no quiso ir a Madrid a trabajar en las esculturas del nuevo Palacio Real "destino por el cual otros profesores de no mayor ni igual mérito que él llegaron a ser escultores de cámara y directores de la real academia de San Fernando"; con esta reflexión le está comparando y a igual nivel de calidad a Carmona, Juan Pascual de Mena, el mismo Olivieri o Felipe de Castro. Pero este primer reconocimiento no pasó de las páginas de un libro erudito, y pudieron más contra Salzillo la dictadura de la moda neoclásica y el aislamiento de su tierra natal que atesoraba casi toda la producción. Pasaría casi medio siglo de olvido hasta que se hiciese una biografía que ampliara los datos suministrados por Ceán: la escrita en 1842 por don Juan Belmonte, publicada en el 45, pero su alcance local no fue bastante para relanzar la valiosa figura objeto de ella.

Así que hubo de llegarse a 1877, año en que, con motivo de una visita del rey Alfonso XII a Murcia, se celebró una nutrida exposición de la obra del imaginero en la iglesia de los agustinos, hoy San Andrés, que sirvió para dar a conocer de una vez su tan alabada, como desconocida, producción. Tras esto, el ascenso fue imparable. En 1883 se celebró el centenario de su fallecimiento, e incluso se comenzó una fuente monumental con su efigie (plaza de Santa Eulalia). Por estos años llegaron los estudios de Fuentes y Ponte y, entre ellos, "Salzillo, su biografía, sus obras, sus lauros" (Lérida, 1900). Don Andrés Baquero Almansa también profundizó en datos en las numerosas páginas a él dedicadas en "Los profesores de las Bellas Artes Murcianos", Murcia, 1913. Y con motivo de la Exposición Iberoamericana, celebrada en Sevilla, en 1929, allí se llevaron tres de entre sus muchas obras maestras: el San Jerónimo Penitente, de su monasterio en Guadalupe, Murcia; el Cristo de la Agonía, o del facistol, de la catedral de Murcia, y la preciosa y delicadísima Dolorosa de la iglesia de Santa Catalina de la misma ciudad. Para ese mismo año se editó un magnífico álbum de cuidadísimas fotografías. Pero pese a todo seguía faltando el estudio riguroso que pusiera en su sitio la monumental figura y decidiera sobre las masivas atribuciones de paternidad que se le habían asignado ante cada pieza de notable valor. Esto lo llevó a cabo Sánchez Moreno en su completo trabajo: "Vida y obra de Francisco Salzillo", Murcia, 1945. El estudio sigue en total vigencia y sobre él se ha ido elaborando una amplísima bibliografía que la mayoría de las veces sólo aporta alguna nueva atribución o la propuesta de cambio de alguna de ellas. Sin embargo, han sido muy importantes las aportaciones realizadas para el conocimiento de los escultores que le precedieron en el tiempo, incluso su padre, y esclarecer la gestación y realización de otras obras realizadas durante el período vital de Salzillo.

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