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Barroco2

Desarrollo


Aunque considerado un precursor del Barroco, el ticinense Stefano Maderno (Bissone, Canton Ticino, 1576-Roma, 1636) fue, en realidad, un escultor modesto, incapaz de renovar los modos del tardío Manierismo. Establecido en Roma (1597), se ocupó en la restauración del antiguo y en la reproducción (en pequeño formato, y casi siempre en bronce) de estatuas clásicas. Aun así, disfrutó de un éxito justificado cuando (1600) por encargo de Clemente VIII esculpió la estatua yacente de Santa Cecilia para la homónima iglesia del Trastévere, su obra más famosa (genial excepción en una vasta como mediocre producción), cuya inmediatez formal y sinceridad expresiva no fue capaz de repetir en lo sucesivo (relieve con la Expedición a Hungría en la capilla Paolina). Maderno intentó superar los manidos esquemas del último Cinquecento, y aunque no lo consiguió del todo, sí los contuvo, por medio de un vivo equilibrio formal, una conmovedora expresividad y una fiel adhesión al modelo: el cuerpo de la joven mártir es reproducido en la posición exacta en que, según la tradición, fue encontrado en 1599: pequeño y frágil, guardando la compostura, incorrupto dentro de un sarcófago de mármol blanco. Además de lo milagroso del hallazgo y del culto que le fue rendido a la santa en el clima contrarreformista, profundo y triunfante, que vivía Roma, el hecho de reproducir tal cual, con asombroso virtuosismo y delicadeza, ese macabro descubrimiento le proporcionaron a Maderno una merecida, si bien efímera, fama.

Paralelo al fenómeno de la restauración del antiguo, exigida por una comitencia rica y culta, preocupada por la conservación y estudio de sus colecciones de antigüedades, durante estos mismos años se afirma un gusto arqueológico, evidente en la ejecución de gran cantidad de retratos a la antigua, calcados casi de ejemplares romanos clásicos, como fueron los del lorenés Nicolò Cordier (¿? 1567-Roma, 1612). Esta tendencia fue favorecida y reforzada por la actividad artesanal de restauradores de mármoles antiguos, ejercida por tantos escultores del momento, y continuada de inmediato por G. L. Bernini y Alessandro Algardi, que sin embargo supieron sonsacar a estas labores sugerencias y estímulos más vitales.Más influyente y sostenida que la de Maderno, aunque sin anotar en su activo una creación tan afortunada como la Santa Cecilia, fue la actividad romana del vicentino Camillo Mariani (Vicenza, 1565-Roma, 1611). Formado en Venecia en las lecciones y los modelos de Alessandro Vittoria, trasladará a Roma sus experiencias de noble dramatismo y lumínica sensibilidad, basadas en los valores del pictoricismo y del naturalismo véneto del Cinquecento. Si con la brillante luminosidad y el desenvuelto y fluido modelado de las grandiosas estatuas (estuco) de Santos en San Bernardo alle Terme (hacia 1600), introduce en Roma el delicado gusto veneciano, Mariani acabó por rendirse a la elocuencia y la monumentalidad romanas. Su presencia estimuló la obra de P. Bernini y, sobre todo, la de F. Mochi.

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