La difícil unidad de los liberales
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El ministerio que Sagasta formó en 1892 fue llamado de notables, porque contenía a la plana mayor del partido liberal . El inicio de la reconciliación de las fuerzas liberales había tenido lugar a fines de junio de 1890, con el partido todavía en el poder. Sagasta, lógicamente, la necesitaba. El problema era encontrar una fórmula que le permitiera ceder a las pretensiones de Gamazo en política económica sin herir demasiado a los librecambistas capitaneados por Moret . Gamazo, por su parte, no deseaba otra cosa; nunca pretendió la creación de un gran partido económico nacional, y parece que se asustó cuando comprobó el efecto que tenían sus palabras y la fuerza que era capaz de allegar. "Tuvo miedo", escribió Santiago Alba en 1902, "de verse arrastrado por un movimiento social más que económico simplemente..., por una agitación agraria honda y extensa, capaz de conmover al país entero". La ocasión para la concordia llegó al concluir la discusión de la ley de presupuestos para el año 1890-91. Gamazo había intervenido hasta entonces dieciséis veces en la discusión, defendiendo la reducción de gastos, ya fuese con el gobierno -como en el caso de la supresión de veinte Audiencias-, o contra él, en todos los demás. La comisión había incluido unos artículos transitorios mediante los que pretendía, previendo que no fuese el partido liberal el encargado de aplicar el presupuesto -como de hecho ocurrió- "no dificultar a otros", soluciones que ellos rechazaron.
Entre estos artículos, el 2°- autorizaba al gobierno a reducir los gastos, y el 4°- a elevar las tarifas aduaneras. A ambos presentó Gamazo sendas enmiendas que tenían por finalidad hacer más extensas o explícitas las autorizaciones y que fueron aceptadas en lo fundamental por la comisión y el gobierno. La aceptación de la enmienda al artículo 4°-, en concreto, fue interpretada por todos como la reconciliación del partido liberal. "En 1890" -resumía Salvador Canals- "se halló una fórmula de avenencia y al caer el partido liberal la disidencia parecía abortada". Y lo pareció más durante la campaña subsiguiente de oposición, en que el señor Gamazo logró que su inspiración "fuese dada (...) por el señor Sagasta como programa económico del partido". Con ese programa llegaron al poder en 1892. En el ministerio de 1892, además de la presencia de Gamazo (Hacienda) y su cuñado Antonio Maura (Ultramar), y de Moret (Fomento), era importante la incorporación del general López Domínguez (Guerra) -que había quedado al margen de la unión de las fuerzas liberales, en 1885- pero que una vez aprobado el programa liberal -y comprobada la inviabilidad del tercer partido que había formado con Romero Robledo - se integró en el liberal. También se incorporaron a este partido, en aquella legislatura, una buena parte de republicanos posibilistas, siguiendo la indicación de su jefe, Emilio Castelar .
Ante la acusación de Cánovas de que los posibilistas apoyaban al gobierno sin dejar de ser republicanos, éstos -por voz de Melchor Almagro, que pronunció un discurso lleno de elocuencia, que causó la admiración de la Cámara- "abjuraron de su fe republicana, en aras de la consecuencia democrática y del patriotismo". Moret, que diez años antes había representado el mismo papel, le contestó aceptando su concurso. El gobierno liberal tuvo que hacer frente en el otoño de 1893 a la llamada guerra de Melilla. Su origen fue la construcción de un fuerte en Sidi Guariach, en las proximidades de la ciudad, donde existía una mezquita y un cementerio locales. Ante la negativa del gobierno español a suspender las obras, que los rifeños consideraban una profanación, se produjeron violentos combates. Entre ellos destaca el sitio por los cabileños, durante tres días, del fuerte de Cabrerizas Altas, donde quedaron encerrados unos 1.000 hombres -entre ellos los corresponsales de los principales periódicos de Madrid y Barcelona-, que se saldó con 41 muertos y 121 heridos entre las fuerzas españolas. El tratado de Marraquech, en el que intervino Martínez Campos como embajador ante el sultán de Marruecos, puso fin al conflicto. La aplicación del programa de gobierno -principalmente, la política de economías y la arancelaria, promovidas por Gamazo en Hacienda, y las reformas en Ultramar, presentadas por Maura - demostraron la heterogeneidad del partido liberal , y los intereses contrapuestos de las clientelas particulares que seguían a cada uno de sus notables. Dos crisis de gobierno, en 1894, pusieron de manifiesto el fracaso de la conciliación. La crisis definitiva, en marzo de 1895, llegó, sin embargo, por un suceso externo: el asalto de un grupo de oficiales del Ejército a las redacciones de dos diarios madrileños que habían publicado noticias que consideraron injuriosas. Sagasta presentó su dimisión al negarse a la pretensión de Martínez Campos de que los civiles fueran juzgados por tribunales militares. Cánovas volvió a hacerse cargo del gobierno. La guerra de Cuba había empezado un mes antes.
Entre estos artículos, el 2°- autorizaba al gobierno a reducir los gastos, y el 4°- a elevar las tarifas aduaneras. A ambos presentó Gamazo sendas enmiendas que tenían por finalidad hacer más extensas o explícitas las autorizaciones y que fueron aceptadas en lo fundamental por la comisión y el gobierno. La aceptación de la enmienda al artículo 4°-, en concreto, fue interpretada por todos como la reconciliación del partido liberal. "En 1890" -resumía Salvador Canals- "se halló una fórmula de avenencia y al caer el partido liberal la disidencia parecía abortada". Y lo pareció más durante la campaña subsiguiente de oposición, en que el señor Gamazo logró que su inspiración "fuese dada (...) por el señor Sagasta como programa económico del partido". Con ese programa llegaron al poder en 1892. En el ministerio de 1892, además de la presencia de Gamazo (Hacienda) y su cuñado Antonio Maura (Ultramar), y de Moret (Fomento), era importante la incorporación del general López Domínguez (Guerra) -que había quedado al margen de la unión de las fuerzas liberales, en 1885- pero que una vez aprobado el programa liberal -y comprobada la inviabilidad del tercer partido que había formado con Romero Robledo - se integró en el liberal. También se incorporaron a este partido, en aquella legislatura, una buena parte de republicanos posibilistas, siguiendo la indicación de su jefe, Emilio Castelar .
Ante la acusación de Cánovas de que los posibilistas apoyaban al gobierno sin dejar de ser republicanos, éstos -por voz de Melchor Almagro, que pronunció un discurso lleno de elocuencia, que causó la admiración de la Cámara- "abjuraron de su fe republicana, en aras de la consecuencia democrática y del patriotismo". Moret, que diez años antes había representado el mismo papel, le contestó aceptando su concurso. El gobierno liberal tuvo que hacer frente en el otoño de 1893 a la llamada guerra de Melilla. Su origen fue la construcción de un fuerte en Sidi Guariach, en las proximidades de la ciudad, donde existía una mezquita y un cementerio locales. Ante la negativa del gobierno español a suspender las obras, que los rifeños consideraban una profanación, se produjeron violentos combates. Entre ellos destaca el sitio por los cabileños, durante tres días, del fuerte de Cabrerizas Altas, donde quedaron encerrados unos 1.000 hombres -entre ellos los corresponsales de los principales periódicos de Madrid y Barcelona-, que se saldó con 41 muertos y 121 heridos entre las fuerzas españolas. El tratado de Marraquech, en el que intervino Martínez Campos como embajador ante el sultán de Marruecos, puso fin al conflicto. La aplicación del programa de gobierno -principalmente, la política de economías y la arancelaria, promovidas por Gamazo en Hacienda, y las reformas en Ultramar, presentadas por Maura - demostraron la heterogeneidad del partido liberal , y los intereses contrapuestos de las clientelas particulares que seguían a cada uno de sus notables. Dos crisis de gobierno, en 1894, pusieron de manifiesto el fracaso de la conciliación. La crisis definitiva, en marzo de 1895, llegó, sin embargo, por un suceso externo: el asalto de un grupo de oficiales del Ejército a las redacciones de dos diarios madrileños que habían publicado noticias que consideraron injuriosas. Sagasta presentó su dimisión al negarse a la pretensión de Martínez Campos de que los civiles fueran juzgados por tribunales militares. Cánovas volvió a hacerse cargo del gobierno. La guerra de Cuba había empezado un mes antes.