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La expresión "crisis de la Baja Edad Media", u otras similares, como "gran depresión", está firmemente asentada en la historiografía contemporánea. Con ella se elude a la presencia, lógicamente en la época de referencia, de una serie de manifestaciones de muy diversa naturaleza que trastocaron la evolución seguida por la sociedad en el tiempo que le precedió. Tradicionalmente se ha puesto el acento en los aspectos demográficos, económicos y sociales de la mencionada crisis. El retroceso experimentado por la población europea, particularmente a consecuencia de la difusión de las epidemias de mortandad, la caída de la producción, ante todo en el medio rural, las bruscas alteraciones de los precios y de los salarios y, finalmente, la acentuación de las tensiones sociales, que alcanzaron cotas desconocidas, serían las manifestaciones más llamativas de la crisis. En cuanto a su cronología, aunque varía lógicamente de unas regiones a otras, se sitúa grosso modo en los siglos XIV y XV, con especial referencia a la primera de las centurias citadas. De ahí que en ocasiones se haya hablado, sin más, de la crisis del siglo XIV. En todo caso parece un hecho comprobado que la crisis ya estaba presente en el occidente de Europa, aunque de forma todavía incipiente, en el entorno del año 1300. Pero fue en el transcurso de la decimocuarta centuria cuando la crisis se generalizó, lo que explica que estuviera en su fase aguda alrededor del año 1400.

De ahí, por ejemplo, que la obra colectiva, editada hace unos años por los profesores alemanes Ferdinand Seibt y Winfried Eberhard, y que recoge las ponencias presentadas por destacados especialistas en un seminario que trató sobre dicho tema, lleve por título "Europa 1400. Die Krise des Spätmittelalters" (1984) (hay traducción castellana, con el titulo "Europa 1400. La crisis de la Baja Edad Media", en Edit. Crítica, del año 1993). La interpretación de la crisis es, no obstante, un problema sumamente complejo. Como en tantas otras ocasiones, a propósito de cuestiones históricas controvertidas, puede decirse que han corrido ríos de tinta y que ha habido opiniones para todos los gustos, llegando algunos historiadores incluso a negar que hubiera crisis en la época final de la Edad Media. Ahora bien, partiendo de lo que juzgamos un hecho incontrovertible, la realidad de la crisis bajomedieval, es preciso destacar la existencia, como mínimo desde los años treinta del siglo XX, de un intenso debate historiográfico sobre el particular. En el mismo se han utilizado, básicamente, dos modelos teóricos de referencia, el "malthusiano", por una parte, y el "marxista", por otra. También se ha discutido si la crisis revelaba la decadencia de un sistema o si, por el contrario, suponía el anuncio de la próxima génesis, por supuesto difícil, de un nuevo mundo. En otras palabras, nos encontraríamos con la dialéctica entre una crisis depresiva o una crisis de crecimiento. Mas lo cierto es que en los últimos años se ha puesto especial énfasis en contemplar la mencionada crisis no sólo desde el prisma socio-económico, sin duda el privilegiado en la tradición historiográfica, sino también desde otras perspectivas. Algunos historiadores han puesto de relieve el impacto ejercido por la gran depresión europea de los siglos XIV y XV en ámbitos de la actividad humana tan variados como el político, el intelectual o el artístico.

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