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La historiografía denomina cuestión de Oriente a un conjunto de hechos que se desarrollan entre 1774 y 1823 que supusieron el resquebrajamiento del Imperio turco y la rapiña de las grandes potencias europeas que rivalizan entre sí para repartírselo; los rusos quisieron imponer su dominio sobre los Balcanes y acceder al mar, y para ello utilizaron como pretexto la protección dispensada a los ortodoxos y esclavos. Los austriacos, temerosos del expansionismo ruso a través de los Balcanes, intentaron crear una barrera de contención en Bosnia-Herzegovina. Los ingleses quisieron mantener su comercio, tanto en esa zona vital del Mediterráneo como para proteger la ruta de las Indias. Por último, los franceses querían mantener su tradicional acercamiento a los otomanos, conservar sus posiciones comerciales y difundir su cultura en la sociedad turca. Abdul Hamid I (1774-1789) subió al poder en condiciones difíciles pero comprendió perfectamente el sentido de la última guerra. Por lo tanto, partiendo de la situación real de debilidad intentó introducir novedades y reformas. Para ello se acompañó de colaboradores eficaces y visires competentes. La atención al ejército fue esencialmente a la artillería y la marina; de nuevo un francés, el barón de Tott, espectador de la guerra de 1768 y con experiencia militar, será el encargado de realizar la reforma; tras crear un nuevo cuerpo de artillería de tiro rápido, con efectivos reducidos pero muy bien entrenados, con numerosos cañones, instalando una fundición para construirlos en Häskoy, retomó la idea de la Escuela de Ingenieros, dotándola de vitalidad y eficacia.

La renovación de la Armada la hizo el gran almirante Ghazi Hasan Pachá que instó a varios arsenales a construir navíos modernos bajo la dirección de ingenieros franceses; creó una Escuela de Ingenieros de la Marina y se esforzó en mejorar y aumentar el reclutamiento de marineros. Al cuerpo de jenízaros, para tenerlo controlado, se le sometió a una mayor disciplina y obediencia. Hubo algunos problemas en las provincias no europeas -Siria, Líbano, Irak, Egipto y Anatolia- debido al aumento de poder que habían obtenido ciertos magnates locales, que obstaculizaban el poder central, que pronto serían solventados. También en los dominios europeos -Tracia, Serbia, Epiro, Albania y Montenegro- aparecieron movimientos autonomistas e independentistas que el sultán logró abortar adoptando soluciones de compromiso y no de represión para poder tener el camino libre y volcar su esfuerzo ante el verdadero enemigo europeo. A nivel económico estimuló mucho la industria local, sobre todo la textil, que sufría una enorme competencia extranjera, dictando medidas favorecedoras del artesanado. Del mismo modo, impulsó la cultura, propiciando la publicación de numerosos libros y manteniendo la apertura intelectual a Europa. Sin embargo, las fuerzas conservadoras, reticentes al cambio, se oponen a la modernización y conspiran contra el sultán tachándolo de extranjerizante y de minar las bases del islamismo. La ayuda soterrada de rusos y austriacos, que tampoco veían bien los cambios porque podía redundar en un fortalecimiento del Imperio, precipita los acontecimientos y en 1787 los técnicos y asesores extranjeros -fundamentalmente, franceses e ingleses- son expulsados del país.

En enero de 1777, Catalina de Rusia desencadenó problemas en Crimea queriendo anexionarse este khanato; tras dos años de disputa los rusos lo arrebataron y así se reconoció en el Tratado de Aynalï Kavak. Animada por ello Catalina pretendía ahora conquistar Georgia y crear allí un estado ortodoxo bajo la influencia de Rusia; para ello idea un plan de reparto del Imperio y entabla conversaciones con Austria (se quedaría la zona occidental de los Balcanes) y Venecia (que recibiría Morea, Creta y Chipre) para llevarlo a cabo, pero este intento sería frenado por Inglaterra y Prusia, alarmados ante el poderío ruso. No obstante, el cada vez más poderoso partido belicista turco incita a la guerra, que acabará estallando en septiembre de 1787, primero entre Turquía y Rusia, y poco después con Austria; la presión internacional (Inglaterra, Prusia y Holanda) sobre Rusia y el estupor desatado en todo el Continente ante la Revolución Francesa evitó mayores desastres; en 1791 se firma la paz con Austria manteniendo el statu quo territorial anterior y con Rusia un año después; la Paz de Jassy fija la frontera entre ambos imperios a lo largo del río Dniester, Rusia se apodera de Ochakov a cambio de la devolución de los territorios rumanos y se mantiene la independencia de Crimea y de Georgia.

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