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Barroco16

Desarrollo


El modelo que se fue codificando al paso de la experiencia respondía a la experiencia urbana de la Baja Edad Media en la Península, pero también se ha relacionado con los principios teóricos del urbanismo renacentista. Por otra parte, la idea de la ciudad como frontera -como frontera con lo prehispánico se ha de entender durante los primeros tiempos de la conquista- se podría relacionar sobre todo con la influencia que en el trazado urbano tuvieron los campamentos militares de la antigua Roma. Estos, como escribía Maquiavelo, "a donde quiera que van llevan siempre las mismas calles, las mismas casas y el mismo aspecto", lo cual nos puede recordar el sistema de fundación de ciudades en las Indias.En realidad nada es excluyente: por ejemplo, el que la catedral y el palacio se ubicaran en la plaza responde por un lado a planteamientos de carácter militar -la plaza casi como ciudadela-, pero también a teorías expresadas en los tratados renacentistas, como el de Filarete, que había recomendado la misma ubicación para catedral y palacio. La orientación de la ciudad en función de los vientos (como se sabe de Puebla) seguía las ideas de Vitruvio sobre la ciudad y se buscaba la regularidad no sólo en planta sino también a los ojos del viandante: en México por ejemplo, trazada por Alonso García Bravo en 1523, ya en los años treinta existían unas normas que obligaban a respetar unas trazas para las fachadas de las casas que debían avanzar sobre la calle en una misma línea, sin entrantes ni salientes, buscando esas perspectivas urbanas regulares que caracterizan a la ciudad del Renacimiento.

Las calles de esa ciudad, de 14 varas de ancho, estaban muchas de ellas ya empedradas a mediados de siglo, separando unas manzanas regulares que fueron más o menos de 200 x 100 metros. Las medidas que se generalizaron para el ancho de las calles: 33 pies en Quito en 1534, 35 pies en Mendoza en 1562, 32 pies en Santiago de León de Caracas en 1567... se corresponden con las utilizadas en algunas de las renovaciones urbanas emprendidas en las ciudades españolas durante el siglo XVI.Pero a la vez que estos datos remiten a los principios urbanos del clasicismo, en la ciudad de México los conquistadores construyeron sus casas torreadas, características de la ciudad bajomedieval, y, como ha estudiado Kubler, se proyectó hacer a casamuro en 1528 las casas hacia el oeste de la ciudad para que sirvieran de defensa. Este tipo de edificación, en el que la misma casa se convierte en muralla por su parte trasera y, pegadas unas a otras, forman un muro defensivo, se había puesto en práctica en el sur de España en lugares como Motril. Esta materialización de la misma de vida urbana como frontera al convertir sus casas en parte de la fortificación -algo que de la frontera peninsular pasa a la frontera del Nuevo Mundo- no desapareció con el tiempo (incluso en el XVII se encuentra algún ejemplo italiano) y es un ejemplo de cómo la tradición se integró en una nueva experiencia urbana.Hubo barrios de indios en las nuevas ciudades. A veces, más que de barrios, cabe hablar de pueblos, cercanos pero fuera de la ciudad, a la que abastecían de mano de obra.

Los dos pueblos/hospitales para indios que fundó Vasco de Quiroga hacia 1535 -en los que se ha comprobado la influencia de la "Utopía" de Tomás Moro y en los que los indígenas se especializaron en distintas artesanías y oficios- son una excepción en el proceso de agrupamiento en poblaciones a que fueron sometidos los indígenas.El hecho de que los posibles enemigos en el interior no usaran la artillería permitió que las ciudades no estuvieran fortificadas -excepto las portuarias-, cosa que no sólo extrañó a los viajeros sino a los mismos ciudadanos. En la ciudad de México Cortés mandó construir unas atarazanas o fuertes (1521-24) hacia el lago de Texcoco que no fueron necesarias, pero la conciencia de una necesidad de defensa tardó en desaparecer y por eso, en 1537, se derribaron las casas de indios que había en derredor de la ciudad hasta la distancia de un tiro de pistola, con lo cual nos encontramos con el espacio vacío que genera toda fortificación para protegerse, pero sin que dicha fortificación exista.Cieza de León escribía sobre Lima, a mediados del siglo XVI que tenía "muy buenas casas, y algunas muy galanas con sus torres y terrados, y la plaza es grande y las calles anchas, y por todas las más de las casas pasan acequias, que es no poco contento...", con lo que estaba sintetizando un ideal de ciudad que, no por lejano a cómo nos podemos imaginar que era la realidad, deja de ser representativo de lo que se quiso conseguir: buenas casas con torres como las de España, pero en un trazado perfectamente ordenado y amplio con una infraestructura -el abastecimiento de agua- que permitía la comodidad de la vida urbana, a una población que en sus lugares de origen quizá no habían llegado a ser nunca vecinos de una ciudad.

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