El Románico en Andorra

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Datos principales


Desarrollo


La arquitectura románica andorrana se caracteriza principalmente por una carencia de edificios monumentales. Este hecho no nos ha de extrañar en absoluto si nos situamos en el momento histórico en que se produce la eclosión del estilo románico y su llegada a los valles andorranos. Los centros de poder se encontraban fuera de los valles: La Seu d´Urgell, Castellciutat, Castellbó, Foix, etc., como también lo estaban los principales centros de creación artística del momento: Ripoll, Vic, Girona, Barcelona, Toulouse, Cluny, etc. Otro factor determinante en la caracterización del románico de Andorra es su peculiar orografía de alta montaña, con un entorno salvaje y hostil, y con unas vías de comunicación precarias que no permitían la llegada de grandes influencias a su territorio. También determinará la naturaleza de sus construcciones la población, dispersa en pequeños núcleos de habitación o en masías aisladas, que no requieren grandes edificios para su uso comunal. Como resultado de todo ello nos encontramos con una arquitectura típica de zonas de alta montaña, de difícil acceso y alejadas de los grandes centros urbanos, económicos, políticos, culturales y artísticos. La arquitectura románica de Andorra tiene muchos puntos en común con la que encontramos en otros lugares y parajes de las vecinas comarcas del Pallars Sobirà, Alta Ribargorça, Vall d#Aran, del Pirineo aragonés, etc. Se caracteriza por la utilización de materiales autóctonos como la piedra pómez, la pizarra, la piedra calcárea, las maderas, etc.

Este hecho tiene una cierta importancia dado que siempre se ha considerado que la falta de escultura monumental en el románico andorrano se debe precisamente al uso de estos materiales pétreos autóctonos que no son aptos para esculpir imágenes o figuras. Es esta una verdad incompleta, ya que hemos de pensar que en los condados catalanes, a los cuales pertenecía Andorra, existía una importante tradición de arquitectura sin decoración escultórica que tiene su origen en el primer románico, o románico lombardo, del cual es un magnífico ejemplo la catedral de la Seu d´Urgell. Como es lógico, las pequeñas comunidades que conformaban las parroquias de los valles andorranos no tenían necesidad de grandes templos. Es por esta razón que la mayoría de iglesias románicas andorranas son pequeñas y, en algunos casos no pasan de ser sencillas capillas. Por lo general, presentan nave única de salón con ábside, semicircular o trapezoidal, orientado, como es habitual hacia el Este. Suelen tener pocas aberturas, hecho por otra parte nada extraño en construcciones modestas en donde la calidad de los materiales y la capacidad de los maestros de obra no permiten demasiadas alegrías constructivas. La puerta de acceso al interior del templo acostumbra a encontrarse emplazada en el muro sur de la nave, protegida por un sencillo pórtico o porche de madera y un recinto cerrado, o sagrera, con un pequeño muro de piedra. No es en absoluto extraño encontrar adosado al exterior de la nave un campanario de torre, en la mayoría de los casos de planta cuadrangular y de estilo lombardo.

Esta tipología arquitectónica, que responde a la necesidad de aplicar una liturgia específica y adaptada a una construcción de dimensiones reducidas, tiene también un marcado sentido práctico que no debemos obviar y, que en muchas ocasiones, los libros que trata de arquitectura no recogen con suficiente amplitud. Una iglesia rural, además de cumplir sus funciones como recinto sagrado (misas, oficios litúrgicos, bautizos, entierros, procesiones, etc.), sirve también como centro de reunión de la comunidad. En ella se da cita el consejo del pueblo, se realizan los trueques entre pastores, ganaderos, agricultores, artesanos, etc. Es por esta razón que encontramos el recinto cerrado alrededor del templo, puesto que permite mantener a buen recaudo al ganado, caballerías, etc. También por esta misma razón, entre otras, se encuentra el pórtico al sur de la nave, ya que éste es el sitio más soleado y, por tanto, más acogedor del exterior del templo. Pero no hemos de olvidar nunca que su principal función es sacra, donde se celebran diversos actos litúrgicos, o representaciones de teatro medieval (ver: El retablo de Sant Ermengol, de la catedral de la Seu d´Urgell, o Les Homilies d´Organyà, de Santa María d´Organyà). El campanario era, además de la construcción destinada a acoger las campanas, una auténtica atalaya. También se utilizaba como medio para transmitir noticias o mensajes (incendios, ataques, etc.). En este sentido es especialmente interesante comprobar como, en la mayoría de los casos, los campanarios tienen, dentro de su campo visual los campanarios de las iglesias colindantes.

Otra de las características de la arquitectura románica andorrana es la presencia de obras de influencia lombarda en un número elevado y significativo. Dentro de este apartado merecen nuestra atención los campanarios lombardos de Sant Joan de Caselles, Sant Climent de Pal, Santa Eulàlia, Sant Miquel d´Engolasters... y muy especialmente el campanario circular de Santa Coloma. En las iglesias románicas de los valles andorranos encontramos una importante muestra de pintura mural, y todo nos hace pensar que también debió existir una interesante pintura sobre tabla. Esta pintura, que como en el caso de la arquitectura, se encuentra muy apartada de las producciones de los grandes maestros, conforma, a pesar de ello, un importante grupo que merece ser estudiado de manera más profunda.

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