El retrato y la pintura de flores
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Datos principales
Desarrollo
Ambos géneros reflejan la importancia de las exposiciones como barómetro de las oscilaciones del gusto que, en el caso concreto del retrato, recorre un curioso camino que le lleva de ser el género más abundante en la primera exposición, herencia todavía de la situación anterior, a una drástica reducción en las siguientes. Descenso recibido con entusiasmo por la crítica -como síntoma que indica un renacimiento artístico para los inteligentes, lo presenta "El Ensayo" en 1858-, que obliga al jurado a dejar desiertos los premios reglamentarios u otorgárselo, en 1862, a Campesina de las cercanías de Nápoles, Pascuccia, recusado por su propio autor, Palmaroli , alegando que lo había presentado como un cuadro de costumbres. La situación cambia significativamente con la Restauración, al combinarse el ejemplo extranjero, ratificado con la masiva presencia de retratos en la sección extranjera de la Exposición Internacional de 1892, con el deseo de figurar propio de la alta burguesía, provocando la consideración social del retrato -"La fotografía es el retrato democrático y el cuadro al óleo esencialmente aristocrático", se puede leer en un "Blanco y Negro" de 1892- y la reconsideración de su mérito artístico, presentándolo como el doctorado de la pintura. El ascenso fue tan raudo como lo había sido la decadencia y, ya en 1895, alcanza la cifra record de 182 obras, de ellas 14 de Martínez Cubells y 11 de Sorolla .
Ascenso avalado por las dos primeras medallas de Pinazo en 1897, 1899, además de la nominación en 1895, y por los artículos y comentarios especiales, cuando anteriormente apenas si se le dedicaba unas líneas al final de la relación general de las obras. Igual suerte corre la pintura de flores. De ser el género más desprestigiado, propio de aficionadas, calificado despectivamente como de "boudoir", pasa a compartir con el retrato la primera medalla, en 1897, gracias a Flores y frutas, de Sebastián Gessa Arias. Salto debido al decorativismo y refinamiento estético fin de siglo -significativamente Gessa y Pinazo logran sus triunfos después de varias participaciones, y a una edad mucho más avanzada, 60 y 50 años, que los ganadores con pintura de historia -, corroborado por la apertura de una nueva sección en los certámenes nacionales, la de Artes decorativas. Con todo, ni éstas ni aquellas contaban con la unanimidad del retrato, pues, mientras algunos críticos rechazaban esta innovación -"Las exposiciones de Bellas Artes no deben ser más que exposiciones de obras pictóricas, escultóricas y arquitectónicas", se argumenta desde "La Ilustración Española y Americana"- otros, añorando la pintura de mensaje, reclamaban: "¡Ideas, ideas, ideas! Pues es sabido que toda obra de arte, además de la emoción estética debe llegar al alma. Las que sólo inspiran el interés de la contemplación, aunque estén magistralmente ejecutadas, no son obras completas; o, a lo más, constituyen una variante secundaria". Petición formulada desde el republicano "El País", en 1897, que, por coincidir con las vertidas desde los medios conservadores, anticipan, con claridad meridiana, la reacción generalizada del mundo artístico español contra las vanguardias.
Ascenso avalado por las dos primeras medallas de Pinazo en 1897, 1899, además de la nominación en 1895, y por los artículos y comentarios especiales, cuando anteriormente apenas si se le dedicaba unas líneas al final de la relación general de las obras. Igual suerte corre la pintura de flores. De ser el género más desprestigiado, propio de aficionadas, calificado despectivamente como de "boudoir", pasa a compartir con el retrato la primera medalla, en 1897, gracias a Flores y frutas, de Sebastián Gessa Arias. Salto debido al decorativismo y refinamiento estético fin de siglo -significativamente Gessa y Pinazo logran sus triunfos después de varias participaciones, y a una edad mucho más avanzada, 60 y 50 años, que los ganadores con pintura de historia -, corroborado por la apertura de una nueva sección en los certámenes nacionales, la de Artes decorativas. Con todo, ni éstas ni aquellas contaban con la unanimidad del retrato, pues, mientras algunos críticos rechazaban esta innovación -"Las exposiciones de Bellas Artes no deben ser más que exposiciones de obras pictóricas, escultóricas y arquitectónicas", se argumenta desde "La Ilustración Española y Americana"- otros, añorando la pintura de mensaje, reclamaban: "¡Ideas, ideas, ideas! Pues es sabido que toda obra de arte, además de la emoción estética debe llegar al alma. Las que sólo inspiran el interés de la contemplación, aunque estén magistralmente ejecutadas, no son obras completas; o, a lo más, constituyen una variante secundaria". Petición formulada desde el republicano "El País", en 1897, que, por coincidir con las vertidas desde los medios conservadores, anticipan, con claridad meridiana, la reacción generalizada del mundo artístico español contra las vanguardias.