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Datos principales


Rango

Reinado Carlos IV

Desarrollo


Con el fin de lograr un grado de mayor compromiso hispano-francés, el 19 de agosto de 1796, Godoy establecía con el Directorio el Pacto de San Ildefonso, una alianza ofensivo-defensiva que tenía como prioridad la cooperación militar de los dos países frente a Inglaterra. Era opinión generalizada entre los políticos españoles del siglo XVIII que una paz definitiva con Inglaterra era imposible a causa de la ambición colonial británica y al distinto régimen político que gobernaba ambas monarquías. Floridablanca, en su Instrucción reservada, escribió que "mientras la nación inglesa no tenga otra constitución o sistema de gobierno que el actual, no podemos fiarnos de tratado alguno (...). La responsabilidad de aquel gabinete tiene a toda la nación, ya separada o ya unida en su Parlamento, le hace tímido, inconstante y aún incapaz de cumplir sus promesas". Carlos Seco ha señalado que el oportunismo de Godoy era la razón principal de ese vuelco espectacular que unía a una de las monarquías más tradicionales de Europa con la República regicida. El valido logró convencer a Carlos IV, argumentando qué razones europeas y americanas hacían aconsejable la alianza con Francia. En Europa, los intereses familiares de los Borbones españoles en Parma y Nápoles hacían necesario el acercamiento al Directorio francés, en un momento en que éste dominaba la situación política italiana tras las victoriosas campañas napoleónicas en la península.

En Italia, y en Roma en particular, la noticia del acuerdo provocó una oleada de indignación contra España, y Azara manifestaba en su correspondencia que "no me admirará que quemen el Palacio de España con cuanto yo tengo dentro", quedando el embajador en una situación sumamente comprometida, pues era a un tiempo embajador ante Pío VI y embajador de una potencia aliada con una República que había invadido Italia y los propios Estados Pontificios. En América, mantener el neutralismo español suponía abrir las puertas de nuestro Imperio colonial a los intereses ingleses, que habían reactivado el contrabando. El malestar británico por la cesión a Francia de la parte española de la isla de Santo Domingo hacía prever un posible ataque inglés en las Antillas. Para Francia, la alianza con España respondía a una aspiración diplomática ya expresada por Mirabeau ante la Asamblea Nacional en los primeros momentos de la Revolución: transformar el Pacto de Familia en una alianza entre las dos naciones. Pero en la coyuntura de 1796 tenía un redoblado interés: poder utilizar la capacidad naval española, estimada en torno a 308 buques de guerra de muy diverso porte, para dominar el Mediterráneo, expulsar a los ingleses de Portugal y defender las Antillas. Además, permitía la utilización del puerto de Cádiz, estratégicamente situado entre el Mediterráneo y el Atlántico, por una fuerza naval combinada. La potencialidad de la República en el mar era escasa, y sólo sumando los buques españoles con base en Cartagena y Cádiz se lograba superar la capacidad naval británica en el Mediterráneo, aunque poner en situación operativa la escuadra española supondría para la hacienda real unos gastos extraordinarios.

Lo arriesgado de un cambio tan drástico en la orientación de la política exterior no dejó de incitar la oposición clandestina de los enemigos de Godoy en la Corte, y la crítica de amplios grupos de población, entre los que estaba extendido un mayoritario sentimiento antifrancés. Para las poblaciones fronterizas o para las ciudades portuarias, la alianza con Francia y la inminencia de una ruptura armada con Inglaterra eran síntomas de privaciones y dificultades, como la experiencia había tenido ocasión de demostrar, y como comprobarían fehacientemente de inmediato. Las cláusulas del Pacto de San Ildefonso tenían carácter ofensivo-defensivo, y en ellas se especificaba con detalle la aportación de cada uno de los Estados signatarios a una fuerza común en el caso de que cualquiera de ellos fuera atacado. A primeros de octubre de 1796 se rompían las hostilidades con Inglaterra, pese a que Godoy era consciente de los gravísimos perjuicios económicos que para el país entrañaba esa guerra, y a los informes que en ese sentido le había hecho llegar el Secretario de Hacienda, Gardoqui. Pero con el comienzo de la guerra se iniciaba un proceso de sometimiento a las iniciativas francesas y a las pautas que marcaron hasta 1808 el Directorio, el Consulado y el Imperio. El propio Gardoqui, proclive a los arandistas, fue destituido de la dirección de la Hacienda a instancia francesa y enviado como embajador a Turín, un puesto políticamente insignificante.

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